-
Está bien, te lo cuento, es que no
se puede ser más pesada, pues
lo que dice que le pone es
imaginarme
con otro.
- Bueno, no sé si es lo más común del mundo, pero tampoco me parece
tanta ida de olla -me respondió Marta como si tal cosa.
- Vale, si no digo que no, el problema es que lo de fantasía
como que
está dejando de serlo. Que una cosa es fantasear, ya sabes
y otra
cosa
- A ver, a ver, que me estoy perdiendo, ¿qué quiere hacerlo de verdad?
¿qué te lo montes con otro? -exclamó incrédula a la vez que emocionada
con la historia.
- Schhh, ¡quieres bajar la voz! -volteé mi cabeza comprobando que no
había nadie cerca de nosotras en la terraza de aquella cafetería.
- Bueno, ¿y qué? ¿con quién?
- ¿Pero qué dices? A ti se te va más que a él. Con nadie, es una
gilipollez, bueno no es tanta gilipollez porque a mi me tiene hasta las
narices, llevamos casi un año con esto.
- ¿Cómo? ¿Qué dices? -me interrumpió- ¡Será la crisis de los cuarenta
mujer! ¿Pero está muy pesado o qué?
- ¿Qué si está pesado? Es insoportable, saca el tema todos los días, me
cuenta todo lo que se le va ocurriendo, donde sería, con quién
-¡Jaja! ¡estás de coña! -bebió apresuradamente de su taza de café-.
¡Pero mándalo a la mierda! Dile que pasas, que no eres una mercancía,
yo que sé
-Mira te juro que lo he intentado todo. Ha habido veces que nos hemos
pasado días sin hablarnos por discutir sobre el temita este.
-Espera, espera, ¿con quién decías que tenías que hacerlo? Es que hay
que joderse.
- ¿Qué más da? Si total yo no pienso hacer nada. -Marta giraba la
cabeza de un lado a otro como sin acabárselo de creer.
- Dime que conozco al chico y me caigo de la silla -dijo riéndose e
inclinándose hacia mi.
- No -respondí seria-. Si lo tiene más que pensado el muy cabrón.
Alucina con esto: dice que tendría que ser con
no sé como se llama
un
chico de compañía
o algo así.
- ¿El qué?- me interrumpió muerta de risa-
- Schhh
- Bueno
es que me muero, ¿un puto? ¡Dios míooo, cómo está el patioo!-.
- A ver tía, no te rías, que a mi ni pizca de gracia me hace, que es
realmente un problema, que me he planteado mandarlo a tomar viento, por
lo menos, yo que sé, una temporada.
Marta se quedó pensativa, mirando a la nada, intercalando el café con
su cigarrillo. Yo hacía lo propio esperando su diagnóstico definitivo.
- Pues mira, de todo lo que me has dicho
lo del puto me parece lo más
coherente, ¿no? Quiero decir
, es alguien desconocido por lo que no va
a haber celos, además es un tío que le pagáis para hacerlo, pasta
tenéis, y joder es un profesional digamos, por lo que no tiene por qué
haber deseo por su parte.
- Olvídalo
- ¿El qué?
- Que lo olvides, que no pienso hacer nada, es que ni se me pasa por la
cabeza vamos.
- Joder, pero si tú misma me estás diciendo que es un callejón sin
salida. Además estas cosas son una vez y no más.
- ¿Tú crees? No sé yo
- Que sí, seguro, ¿sabes por qué? Porque los hombres están chalados,
porque tienen pájaros en la cabeza
- ¿Pero qué dices? Explícate, anda.
- Sí, a ver, lo que quiero decir es que ellos tienen su fantasía, ¿no?
Pero claro después seguro que la cosa no sale como él o ellos
. Bueno,
han imaginado ¿no?
- Vale ¿y qué?
- Joder, pues eso, que
igual no le gusta el tío
o que él se entrega
de más o de menos, o que él ve que tú lo haces como favor, que no te
entregas
no sé, pero estoy segura, pero es que segura, que cuando
acabéis a él no le va a gustar como ha salido el tema y va a dar
carpetazo digamos.
- ¿Y si no es así?
- ¡Si no es así, divorcio! ¡jaja! -rió de forma excéntrica.
- Pero va a ser así -prosiguió-: las fantasías en la cabeza. No sé
decirte pero seguro que un no sé
ochenta por ciento de las fantasías
una vez cumplidas
habrías preferido haberlas dejado dentro de la
cabecita.
- Pero Marta, a ver, esta no es una fantasía normal, no es cómo cuando
me pide que follemos estando yo vestida de ejecutiva o de colegiala,
que por cierto, echando a bajo tu teoría, me lo pide casi siempre que
lo hacemos. Así que descarta eso de que una vez cumplida ya no le gusta
porque estoy hasta las narices de disfrazarme para follar.
- Bueno mujer, me refiero a fantasías digamos fuertes. Juan también me
pide a veces que salgamos a cenar y que yo no me ponga ropa interior y
joder, eso no le va a dejar de gustar, pero una fantasía así de verte
con otro es diferente.
De nuevo se hizo un silencio, las dos dándole vueltas al asunto. Yo no
veía escapatoria.
- ¿Y cómo no me lo has contado antes cabrona?-
- Yo que sé
es que
a ver, de un mes para aquí la cosa se ha salido de
madre.
- ¿Por qué? ¿Por algo especial?
- Mmmm
sí. A ver, hace unas semanas sabes que nos fuimos de puente,
¿no? Bueno pues estábamos en el hotel, en la habitación, a punto de ir
a dormir
A ver, te explico, el hotel ese, hacía como una U, tiene
forma de U, ¿vale? y claro nos estábamos metiendo en cama y en esto que
llegaron los vecinos de la habitación de en frente, yo le dije que
dejara de mirar, bueno, mirar poco porque en seguida corrieron la
persiana.
- Bueno, ¿y qué?
- Pues que en esto me dice que ese sería un sitio perfecto, que yo
estaría con el chico en esa habitación o en la nuestra y que él nos
vería desde la de enfrente. Es que mira, casi lo mato cuando me dijo
eso, me parece de psicópata lo de esconderse en la habitación de
enfrente. De enfermo, me parece de enfermo -Esperaba una carcajada de
Marta pero se quedó completamente pensativa.
- Espera espera
a ver si me aclaro
¿o sea que él no pretende estar en
la misma habitación? ¡Joder, pero así casi no va a ver nada!
- Bueno, Jorge obviamente está loco, pero no es tonto, todo el
dormitorio es cristalera y la cama está casi pegada a
bueno, al
cristal. Si no corremos la persiana se ve todo.
- Pero
cómo, ¿a cuantos metros está?
- ¿Una habitación de la de enfrente? Pues no sé
a ver
¿cinco? ¿diez
metros? Es que no sé calcular.
- Bueno es casi un patio de luces pequeño entonces, ¿no?
- Sí, no sé, el caso es que
ah, por cierto, se oye todo -dije
recordando la sesión que nos habían dado- el caso es ese, que una vez
que ya digamos
centró el lugar donde sería ya es que no habla de otra
cosa.
- Ya veo, ya
-Marta seguía pensativa. La dejé unos segundos más así,
sabía que se le había ocurrido algo, le estaba dejando su momento de
gloria para que se hiciera la interesante hasta que no pudo más.
- ¡Me debes la vida! -sonrió maliciosamente.
- ¿Qué? Bo, a ver, esto no tiene solución.
- Sí que la tiene. Ayy
con lo caro que te iba a salir el divorcio, me
debes una ¡eh!
- A ver, dilo ya.
- ¡Finge!
- ¿Qué? - reconozco que lo primero que me vino a la cabeza fue fingir
un orgasmo con el chico y me parecía una gilipollez.
- ¡Que finjas! A ver, te explico; -comenzó a hablar rápidamente- el
chico llega, hola, qué tal, qué tal, muy bien y tú qué tal, y le dices:
mira chaval, no sé si sabes que esto es una fantasía de mi marido que
está en la habitación de enfrente, así que vamos a fingir que follamos
pero aquí no va a pasar nada, le pagas y punto.
- Bueno, sí, el tío puede flipar
¿y que voy a hacer? ¿cómo lo voy a
fingir?
- ¡Joder! Os tiráis en cama y cada yo que sé
diez o quince minutos
finges un poco, ¿acaso no sabes hacer de Meg Ryan? ¿se te ocurre algo
mejor?
- Pero Marta, ¿no ves que el tío le digo eso y da media vuelta?
- Que no, tía.
- Que sí. -A mi la idea no me convencía en absoluto.
- ¿Pero por qué dices que se va a dar media vuelta? Mira, punto uno, el
tío lo que quiere es cobrar, es cierto que preferiría cobrar sin hacer
nada con una cincuentona que con una de treinta, pero él lo que quiere
es la pasta. Punto dos: ¿tú sabes la de cosas que habrán hecho esos
tíos? Fijo que le han pedido hacer de todo. A ver si te crees que la
gente se deja la pasta para hacer un misionero y pa´casa. ¿cuánto cobra
por cierto?
- Pues no sé bien
no sé si no me dijo trescientos o cuatrocientos la
hora.
- Joder tía pues si que le ha dado bien a tu maridito con la fantasía.
Bueno, al tema, a ver, no digo que el tío no vaya a flipar, raro se le
va a hacer, joder, pero el tío va a cobrar igual, se la va a pelar. La
idea es buena, te acabo de salvar el culo, pagas tú los cafés y creo
que me voy a meter un chupito -rió absolutamente satisfecha con su
solución.
Cierto era que entre la batería de palabras malsonantes de Marta se
escondía una idea que podría salir bien. Me quedé pensando en cómo
sería decirle al chico el plan, cómo fingir, si se notaría
era todo un
lío totalmente surrealista.
- ¿Y cómo lo hacemos para que no se entere Jorge?
- Ay, mira chica
ahí eso ya tú verás, desnudar te vas a tener que
desnudar
- Ni eso -la interrumpí-
- ¿Cómo?
- Nada, nada, ya te contaré
- A ver
igual os podéis quedar en tangazo los dos, jaja, -se rió
seguramente por el absurdo de la escena que se le venía a la mente-
¿Pero Jorge va a estar asomado en plan prismáticos o qué?
- Pues hombre
no creo, por lo que me dijo, a ver, si te digo la
verdad, es que cuando saca el tema hago como no le oigo, mejor dicho,
no le escucho, pero bueno, creo que él estaría con la persiana bajada
pero mirando por entre las tablillas de la persiana.
- Bueno, mira, pues si es así, yo creo que estando a esos diez metros
os podéis quedar incluso en ropa interior. Mira, como te salga bien
es
que me debes la vida.
- No sé, no sé...
- Por cierto
chico de compañía ¿no? ¿Esos que saben idiomas? Dile que
te diga guarradas en francés que es mi sueño.
- Tú no tienes vergüenza. ¡Ah! ¡que por cierto! Aun si me decido por
esto
es que no sé como llamarlo, por la escenita de fingimiento, a ver
que chico aparece
porque aunque no vayamos a hacer nada
no sé
- A ver mujer, supongo que será guapo y de estos caballerosos. Si es
tan caro no va a ser un chalado o un pintas. Y desde luego si no te
gusta
o no te da buen rollo
pues puerta, pero eso ya te lo habrá
dicho Jorge ¿no? En plan que si no te gustase pasaríais.
- Pues ni eso.
- Joder, pues qué menos -respondió mi amiga.
- Sí, es como su fantasía y a joderse. Mira estoy por pasar de todo
es
que como aparezca un macarrita o el típico gogo de discoteca ni le
abro. No sé
--------------------------------------------------------------------------------
Surrealista. Surrealista era la palabra que describía mejor aquella
última semana. Surrealista la fantasía de mi marido y aún más que yo
hubiera accedido a la idea de Marta. Surrealista yo allí en aquella
habitación de hotel, la misma en la que había estado con Jorge aquella
vez. Surrealista pensar que en la habitación de enfrente se ocultaba él
tras las tablillas verticales de su persiana.
No sabía si sentarme o levantarme, si poner la tele o seguir en
silencio, si ponerme una segunda copa de vino o asaltar directamente
las botellitas de ginebra del mini bar.
Once menos cinco de la noche. Cinco minutos para la situación más
embarazosa de mi vida. Dos horas: de once de la noche a una de la
madrugada y todo habría acabado, eso me consolaba. Todo preparado por
él, mi habitación iluminada por una lamparita en la mesilla, la suya a
oscuras. Sólo desde su habitación se veía la mía, sólo faltaría
Me preguntaba cómo había llegado a esa situación, -¿por amor?- Es que
realmente no lo hacía por hacerle un favor a él si no por digamos-
solventar un problema, al fin y al cabo nadie dijo que el matrimonio
fuera a ser fácil, supuse que a veces
habría que hacer sacrificios. Me
agarraba como un clavo ardiendo a que aquella fuera la única y última
vez, eso me había prometido Jorge, eso había concluido Marta.
¿Nerviosa? Sí, un poco, pero no por ser especialmente insegura, más
bien porque la situación me superaba y podría llegar a superarme aún
más. Dicen que uno de los motivos fundamentales del nerviosismo es por
encontrarte ante algo fuera de tu control, y yo no estaba nada segura
de cómo manejar aquello.
Tensa. Tensa y bastante enfadada. Lo veía realmente humillante, ya no
sólo entregarme a un desconocido, aun encima el atuendo elegido, cómo
no, por mi marido era de lo más degradante; camisa de seda con
estampado de leopardo, falda negra, medias, liguero y zapatos de tacón,
debajo tan sólo un tanga negro, ni siquiera sujetador. Una puta, vamos.
Cuando escuché el sonido característico de unos nudillos tocando en la
madera de la puerta casi se me cae la copa de vino y creí que se me
salía el corazón por la boca.
- Bueno vamos allá
- me dije al tiempo que maldecía que aquella puerta
no tuviera mirilla.
Ahora sí, muy nerviosa, abrí la puerta.
- Hola.
- Hola -respondí.
- Emm ¿se puede?
- Ah sí, sí, lo siento
- joder que vergüenza- pensé. Me había quedado
allí parada mirándole como una imbécil. Sin duda alguna la situación me
superaba.
Estábamos en el pequeño saloncito que hacía de antesala del dormitorio,
desde ahí mi marido aun no podía vernos. No hacía falta plantearle mi
estrategia en voz baja en esa habitación, eso sí, una vez en el
dormitorio sería mejor bajar el tono ya que hablando normal era posible
que Jorge nos escuchara.
Él se quedó allí, en medio de la habitación, y yo no sabía ni qué
decirle ni donde meterme. Era alto, y muy guapo la verdad, de
complexión delgada y un denso flequillo negro de los que se llevan
ahora. Vestía traje gris y camisa rosa, sin corbata. Era elegante,
estiloso. -Qué menos- como diría mi amiga. ¿Edad? Como yo más o menos,
dos años arriba, dos abajo.
- Bueno, qué, ¿soy cómo en la foto? -rompió el hielo de forma brusca-
¿Puedo? -dijo al tiempo que se servía una copa de vino como si
estuviera en su casa.
- ¿Qué? ¿Qué foto?
- La foto, la de la página web.
- ¿Qué? No, a ver
es que yo esto
no lo llevo yo, no lo organicé yo
digamos, bueno
que es mi marido, fue mi marido quién llamó y eso, que
lo organizó él -dije nerviosa intentando llevar el tema hacia poder
confesarle mi plan.
- Entiendo
-dijo antes de sentarse en un sillón y extender la mano
mostrándome otro sillón para que yo tomara asiento. Apenas dos frases y
dos gestos pero no me estaba gustando demasiado su actitud.
- Pero
¿Soy un regalo de cumpleaños para ti o algo?-preguntó.
- ¿Pero qué dices?
- Lo digo por que si me dices que ni has visto mi foto, que lo organizó
él todo
- Bueno, es que es un regalo para él
me armé de valor y lo solté:
- Verás
él está en la habitación de enfrente, a él le gusta verme con
otro, y eso, espero que no te importe pero él nos va a espiar digamos
-yo no me podía creer lo que le estaba contando, sentada frente a ese
desconocido con las piernas cruzadas, con una pinta de puta increíble y
agarrando la copa con las dos manos. Él seguía callado, como esperando
que prosiguiese- Y eso
pero la cosa es que
-sonreí forzadamente- es
que
no vamos a hacer nada, es decir
vamos a fingir que lo hacemos y
eso, nada más.
El chico bebió de su copa como si nada.
- ¿Pero tú sabes que esto ya está pagado, no?
- Sí, sí, ya lo sé.
- ¿Fingir? Bueno, no es por nada pero esto me parece un cachondeo. Es
decir, no es la primera vez que llego a un encuentro y la chica se
raja, a mi eso me da igual, mejor, por eso cobramos por adelantado.
Pero vamos, que si no se va a hacer nada yo me voy.
- ¿Pero qué dices? Olvídate, las cosas no son así. -intenté aparentar
seguridad.
- Bueno, yo ahora llamo a la agencia, digo que la clienta al final no
quiso hacerlo y punto. Si quieres les llamas tú después contando eso
que me has contado a mi a ver que te dicen.
Madre mía, aquello iba de mal en peor -¿y ahora que hago?- pensé. El
tío por bueno que estuviera me parecía un gilipollas, es que ni
siquiera se había presentado para empezar, educación poca, o nada.
- ¿Sabes que son ochocientos hasta la
una? -preguntó mirando su reloj-
A partir de ahí cada hora son doscientos más y toda la noche son mil
trecientos.
- Ya, bueno, ¿y que solución me das?
El chico se acabó la copa y dijo:
- Mira ¿sabes qué? este servicio es muy caro, te podría pedir
doscientos más y hago la tontería esta que aún no sé como pretendes
hacerlo.
- Ah, vale vale
-respondí aliviada.
- No no, déjalo, es igual. Todo esto lo que me parece es poco serio más
que nada. Podríais haberme avisado de todo pero, mira, intentaré ser
todo lo profesional posible, habéis pagado dos horas pues haré lo que
queráis esas dos horas.
- Bueno
no sé si darte los gracias o qué hacer.
- No me las des. Por cierto soy un maleducado increíble, me llamo
Marcio -dijo al tiempo que se levantaba y yo hacía lo propio. Siguiendo
en mi línea de desaciertos me dispuse a darle dos besos cuando él lo
que había hecho era extender su mano para estrechárnosla. Al final
hicimos las dos cosas y yo vergonzosa le dije: Sara.
- Y
¿llevas mucho tiempo haciendo esto? -tan pronto lo dije me pareció
una indiscreción que no venía a cuento pero no sabía como retrasar el
ir al dormitorio.
- Bueno, sí y no
depende a qué te refieras con mucho tiempo. ¿Te sirvo
más vino?- De golpe se había convertido en todo un caballero, yo no
entendía todavía de que iba.
- Sí, gracias
y
¿cuál es tu
clienta tipo digamos?-
- Pues mira, cincuentonas divorciadas, alguna de cuarenta y muchos si
tengo un buen día. Si me vas a preguntar ahora si alguna vez me ha
llamado alguien joven y que esté tan buena como tú te diré que no, pero
esto es un trabajo.
- ¿Cómo? ¿Qué has querido decir? - De nuevo me sacaba de quicio.
- A ver, eres una morenaza de escándalo, ¿y que tienes? ¿Treinta años?
¿Menos? Es sábado por la noche, deberías estar en la discoteca
sacándote moscones de encima, no aquí haciendo esta gilipollez, ¿no?
Yo no daba crédito a lo que me estaba diciendo.
- ¿Vas a juzgar mi vida tú? ¿Con lo que tú haces?
- Bueno, igual es que mi vida ha sido más difícil que la tuya.
- No me vengas ahora con el típico victimismo del niño pobre que no
cuela. Si seguro que te estás forrando con esto, no creo que no tengas
otras formas de ganarte la vida. - Aquello era una discusión en toda
regla.
- No es victimismo, bueno, lo dicho
¿vamos ya? -dijo levantándose y
dejando la copa en la mesa. Estuve a nada de mandarle a la mierda.
- Anda, nos hemos acabado casi la botella, tú algo le habías dado eh. A
ver, siento lo que dije pero no sé, me molesta que tengas que hacer
esto para cumplir las idas de bola de tu marido.
- ¿Te preocupas por mí ahora?
- ¿Tengo que conocerte de toda la vida para que me moleste esta
injusticia? -dijo con una mirada realmente entrañable.
Era el auténtico Jekill y Mr.Hyde, tan pronto me soltaba una bordería
como me decía cosas que a lo mejor no eran nada del otro mundo pero la
manera de decirlas era como que me reconfortaban. Las pocas cosas que
me había dicho en buen plan, no era como si me las dijese sin más, era
cómo que me abrazaba con esas palabras. Me cogió la copa y me tendió la
mano para que me levantara y fuera con él.
- ¿Sabes? No eres como me imaginaba -le dije mientras él clavaba los
ojos más negros que jamás hubiera visto en los míos.
- Sí, no sé
esperaba alguien más
no sé, serio o formal, te veo como a
alguien normal, bueno, normal no, a ver
por lo que haces y bueno, como
eres, pues no eres normal.
- Jaja, te estás haciendo un lío - me sonrió.
- A ver, quiero decir
que no sé, eres como muy coloquial o
no sé como
decirlo.
- Bueno va dentro de mi trabajo adaptarme a lo que tenga en frente.
- Ya
- respondí sin estar muy segura de que había querido decir.
- ¿Vamos?
- Uff, sí. -respondí armándome de valor y sintiéndome hasta algo a
gusto con él.
Hizo un gesto para que yo me adelantase pero sin soltarme la mano.
-Llévame tú misma -dijo.
- No sé como pretendes hacer esto Sara, pero es
joder
es algo para
contar a los nietos.
- ¿Estás seguro que esto es para contar a los nietos? -le sonreí
girando la cabeza hacia él.
- Jaja, no, tienes razón, tienes razón- me sonrió.
El dormitorio, al igual que el resto de la estancia, era de diseño
minimalista, todo blanco o de madera oscura. A la izquierda había un
armario empotrado, a su lado la mesilla y la cama, a la derecha un gran
escritorio que se alargaba a lo largo de toda la pared, y de frente el
gran ventanal. Cuando llegué a la mitad de la habitación, a los pies de
la cama no quise mirar hacia el dormitorio de mi marido y me di la
vuelta, Marcio sí miró al frente, por encima de mi cabeza.
- Bueno pues
esto desnúdate -dije sin creerme que le estuviera
mandando hacer nada.
- ¿No te da lástima? Ya no sé si más por ti o por él, el tío ahí
escondido haciéndose una paja...
Yo me quedé muda, nunca sabía por dónde me podía salir.
- Mira, esto
-prosiguió- ya te dije que pasaba de esta gilipollez,
pero si quieres hacerlo bien
supongo que tu maridito querrá un polvo
normal, creo que nos deberíamos desnudar el uno al otro, no sé, hacer
lo normal dentro de esta
anormalidad.
No le tuve que decir que bajara el tono porque él mismo me hablaba
entre susurros, y mal que me pareciese tenía razón en lo que decía.
Desgraciadamente en todo, no sólo en lo de desnudarnos.
Nos quedamos frente a frente y de una manera muy forzada posé mis manos
sobre su pecho, colándolas bajo su americana, sobre su camisa rosa. Él
dejó de mirar al ventanal para mirarme a mí.
- Tienes unos rasgos
como muy exóticos, pareces como de estas actrices
indias, estas de
Bollywood se llama, ¿no? No sé, así
morena de piel y
de ojos tan claros.
- Oye no tienes que conquistarme, eh -de golpe me parecía una persona
encantadora.
Mis manos arriba, en su pecho, las suyas abajo, en mi cintura, un
contacto tímido, mínimo, casi sin tocarnos. Él acercó su cara a la mía,
yo me hice a un lado disimuladamente -¿qué pretendes?- pensé. Incliné
mi cara levemente y él me dio un pequeño beso en el cuello pero que
resonó por toda la habitación. Me quedé helada, inmóvil, no me había
planteado que él intentara besarme. Pero la cosa fue a más cuando me vi
sorprendida por un pequeño pico en los labios. Ante eso sí me eché algo
hacia atrás, lo justo, tenía permanentemente en la cabeza que mi marido
estaba mirando y sabía que no podía montar una escena.
- ¿Qué
? ¿Qué coño haces? -susurré.
- ¿Qué? vamos
¿no quieres besarme para no sentirte infiel cuando tu
marido quiere que te pongas a follar ahora mismo?
- ¿Pero qué dices? Igual si no quiero besarte es porque no me da la
gana, ¿eso no lo habías pensado?
- Bueno, tú verás
pero
- Está bien, está bien
se me acaba de ir un poco
- ¿Sí?
- Sí -respondí cosa que él interpretó en seguida y volvió a juntar sus
labios con los míos.
No quería pasar de ahí bajo ningún concepto, al menos en cuanto a
besos. Tras dos o tres pequeños besos más y sin que yo apenas me diera
cuenta me desabrochó un botón de la camisa.
- Espera, espera
- Bueno
¿Qué coño pasa? -dijo sin separar sus manos de mi cintura.
- A ver
¿cómo te lo explico
? Es que
no puedes desnudarme, no del
todo, quiero decir
bueno, la falda sí y a lo mejor abrir mi camisa
pero
sin quitarla, es que a mi marido le pone hacerlo, bueno, en este
caso verme así
dice que le pone más, no sé. -La verdad es que era todo
un lío y yo ya no sabía ni como decirle las cosas para que no se
largase dando un portazo.
- ¿Ah, sí? -preguntó serio-. ¿Y esta ropa de puta la eligió él también
o la compraste tú solita?
- Bueno
supongo que eso a ti no te importa- Intenté no ser demasiado
borde pero ganas me dieron de darle un bofetón. Intenté tragar,
aguantar su insulto y seguir como si nada, posé mis manos en los
cuellos de su chaqueta y se la quité dejándola caer por su espalda.
Después de hacerlo le miré, la verdad es que tenía una cara preciosa,
algo aniñada pero a la vez morbosa, con una pequeña barba como de dos
días y unos ojos más bien pequeños pero muy expresivos. Él pasó un dedo
por mi cuello, después por mi barbilla y me besó sutilmente de nuevo.
No perdió la oportunidad de ir subiendo la mano derecha sobre mi camisa
hasta posar su mano sobre mi pecho. Me besó en la mejilla y me susurró
al oído:
- Y esto de no llevar sujetador
¿también es idea de tu marido?- Al
hacerlo me mordió sutilmente el lóbulo de mi oreja, la verdad es que su
movimiento había sido increíble. Permanecí callada, deseando que él
hiciera lo propio, que se dejara de juegos, que fingiésemos follar y se
acabase todo.
- No me creo que eso fuera idea suya, ¿no? insistió, mientras hacía
círculos con su pulgar sobre la seda, despertando la parte ya punzante
de mi pecho.
- Eso tampoco te importa
-le susurré intentando mantener la calma. En
ese momento él volvió a poner su cara frente a mí:
- Yo creo que eso sí que fue idea tuya
tienes pinta de que te gusta
calentar
- Bueno, tú eres un buen gilipollas. -le dije apartándome de él.
- Joder, que es coña.
- Pues ¿por qué no te dejas de coñas?
- A ver, Sara, vale que yo soy algo gilipollas, pero reconóceme que de
los tres que estamos en este fregado soy el que está menos pa allá.
No se por qué pero parecía tener un don innato para producir en mí
continuos cambios de humor y de parecer sobre él, su comentario me
había hecho hasta gracia.
- Bueno, puede ser
, pero
creo que está claro que yo estoy de segunda,
¿no? -le sonreí.
- A ver, ven, ven aquí, -me dijo, atrayéndome hacia él. Posó una mano
en mi cintura y la otra en mi mejilla, se acercó más y más. Su colonia
me envolvía completamente, su boca en mi cuello, mis manos ahora en su
cintura. Cada beso suyo era un escalofrío, su boca fue de mi cuello a
mis labios, un pequeño beso, otro, otro, el siguiente apoderándose de
mi labio inferior, los ojos cerrados, cada vez sentía más sus labios,
eran suaves, tiernos y húmedos en su medida perfecta, mi mano fue a su
nuca, para acercarle más, su otra mano me soltó otro botón, el segundo,
si él quisiera ya podría colar su mano por mi escote, y comprobar,
comprobarme, descubrir en mis pezones su maestría con esos besos. Con
su otra mano bajó la cremallera de mi falda, ésta cayó al suelo pero él
no aprovechó para tocar aquello que quedaba ahora al descubierto.
Nuestras bocas se abrieron y ya no hubo más resistencia, notar el tacto
de su lengua con la mía hizo que se detuviera el tiempo por un
instante. Dos, tres, cuatro segundos, besaba increíble, firme a la vez
que sensible, morboso y cariñoso casi a partes iguales, seis, siete
segundos
Volví a la realidad y me aparté sutilmente. Se hizo un
silencio que yo misma me vi obligada a romper.
- Bueno
¿cómo hacemos ahora? -pensé en hacerme la loca pero decidí
cortar por lo sano- Esto
bueno que sepas que esto no cambia nada.
- ¿El qué no cambia nada?
- Pues que nos besemos, la verdad es que no me había planteado nada
sobre los besos, pero a ver si te vas a creer que
- ¿Qué yo qué? Mira, niña rica, yo si me follo a alguien va a ser
porque la chica se muera por mí ¿entiendes? No por cumplirle no sé qué
mierda de fantasía a su marido. ¿Te crees que quiero follar contigo?
De nuevo se había convertido en el más absoluto imbécil.
- Me importa un carajo lo que quieras, sólo te digo lo que hay.
- Pues lo que hay es que me has alegrado el día con lo de no tener que
follarte aunque me joda el paripé con el imbécil ese dijo, haciendo un
gesto con la cabeza hacia la ventana.
Me daban ganas de matar al chico, sólo esperaba que mi marido no
hubiera oído ese altercado y que la cosa acabara cuanto antes. Le di la
espalda y me acerqué al mini bar. Me sentía completamente desnuda ante
ese gilipollas al estar ya sin la falda, pero qué remedio me quedaba
Cogí una botellita pequeña de ginebra, me di la vuelta, apoyé mi culo
contra la enorme mesa y le pegué un pequeño trago a sabiendas que me
iba a saber a rayos. Marcio había ido hacia la mesilla, se había sacado
el reloj y lo había posado con sumo cuidado sobre la madera. Allí
estábamos, a tres metros el uno del otro, pero más alejados que nunca.
- Está algo abierta la ventana. ¿es que la ha dejado así para oírnos?
- ¿Por qué haces tantas preguntas? - contraataqué.
- Bueno
creo que la ocasión lo merece, ¿no? -me hablaba mientras
hurgaba en su cartera y su móvil y lo colocaba todo en la mesilla,
junto a la única luz que nos iluminaba. Miré mi reloj, el tiempo
pasaba, eso me animó.
- Oye
¿quieres una botella de éstas?
-No... no. -me sonrió- ¿pero tú que te quieres
emborrachar?
- La ocasión lo merece, ¿no? -le sonreí.
- Jaja, no lo dudo.
- Oye, mira
, no sé si te tengo que pedir permiso para desnudarme yo
o
qué
-me preguntó irónico y de nuevo con una expresión amable.
- No, no
bueno no sé si no del todo sí puede ser
no sé.
Yo apoyada contra la mesa, con la camisa tapando afortunadamente mi
tanga pero desafortunadamente no mi liguero, con los brazos cruzados
dando pequeños tragos a aquella bebida asquerosa viendo, contemplando
como el chico, el chico más atractivo que había visto en años, se
desabrochaba de manera exasperantemente lenta su delicada camisa rosa.
De golpe parecía ausente, no se desnudaba de manera orgullosa como lo
haría cualquiera con ese cuerpo, cuando se abrió la camisa
cuando vi
ese pecho imberbe y esos abdominales perfectos
me quedé absorta. Su
imagen a contraluz era auténticamente de póster que cualquier
quinceañera querría tener en su habitación. Estaba increíblemente sexy,
era la vista más morbosa que yo recordase haber visto en la realidad o
en mi imaginación. Se dispuso a quitarse la camisa, a punto estuve de
pedirle que no lo hiciera, por la inmensa sensualidad que desprendía al
tenerla abierta pero sin quitársela, sin embargo pensé que ya bastaba
de cosas raras, además, no quería perder mi segundo puesto en cordura.
Se acercó a mí con sus pantalones grises de pinzas aun puestos pero con
un torso del que yo ya no podía quitar los ojos de encima.
- Son casi las doce -dijo ya a escasos centímetros de mí.
- Ya
-respondí mirando instintivamente hacia el ventanal. Él, sin
embargo, ahora parecía completamente ajeno a lo de mi marido, deduje
que no querría ni pensar en ello.
Me sujetó la cara cuidadosamente, la giró hacia él, de nuevo frente a
frente, como diciéndome que lo interesante lo tenía delante. Y me besó.
Me besó de nuevo haciéndome sentir como la primera vez, invadiendo mi
boca lo justo, mordiéndome lo apropiado, acariciándome la cara con una
mano, con la otra desabrochando uno a uno los dos o tres botones que le
faltaban a mi camisa. Tenía una destreza casi mágica en todo lo que
hacia en el cuerpo a cuerpo. Esta vez ya no me aparté, es más, le
habría besado durante horas como en aquellos lejanos recreos de
instituto, le habría palpado ese torso impecable por tiempo indefinido.
Su boca pasó de la mía a mi oreja, desde ahí bajó a mi cuello, cuando
me mordió ahí ya no pude más y pose mis manos en su trasero, sobre su
refinadísimo pantalón de traje, su tacto era como si de un sueño se
tratase, estiraba mis manos y las encogía para poseer el delicioso culo
de aquel chico, cerrábamos los ojos mientras me besaba, mientras me
mordía, mientras atraía su cuerpo hacia a mí y notaba lo poderoso que
podía ser.
Él me empujó, apretó su pelvis contra la mía, y lo noté, lo noté
demasiado, y no sé por qué, pero como acto reflejo escapé un poco y me
subí lentamente a la mesa. No sé cómo interpretó él aquella huída pero
en el momento en que me senté sobre aquella madera oscura su boca
abandonó mis labios. Se quedó frente a mí, desnudándome con la mirada
pero sin hacerlo físicamente, mi camisa de leopardo desabrochada pero
sólo mostrando mi canalillo. Mis pechos ocultos aun tras la seda,
hinchados, orgullosos, deseosos. Mis pezones le señalaban acusándole
pero permanecían escondidos. Él reparó en lo mismo que yo:
- Ya ves que estoy quietecito, eh, no quiero destapar a la fiera
Yo le sonreí nerviosa, excitada. De nuevo giré mi cabeza hacia el
ventanal por un instante; la más absoluta oscuridad. Nuestra
habitación, a pesar de estar iluminada por una luz tenue, desde fuera
se tenía que ver como un gran resplandor.
Mantenía la mirada en el vacío cuando escuché el inconfundible sonido
de un cinturón y la consiguiente cremallera, a los pocos segundos volví
la mirada hacia Marcio y ya sólo le cubría un boxer de lycra de color
granate. Recordé a Marta diciendo que igual no era necesario que él se
quitase la ropa interior pero veía difícil que desde la perspectiva de
mi marido no se diera cuenta, más bien lo veía imposible.
El chico se agachó y comenzó a besarme los muslos, yo pegué un
respingo, no me lo esperaba. Quería negarme pero algo teníamos que
hacer. Me tranquilicé pensando que me dejaría tocar, besar, pero sólo
aquello que no fuera estrictamente íntimo. Tenía el culo en la punta,
en el borde de la mesa, y pronto Marcio acercó una silla para sentarse
y besarme a su gusto. A los pocos segundos ya se las había arreglado
para colocar mis piernas sobre sus hombros, me acariciaba el exterior
de los muslos, besaba el interior de los mismos y jugueteaba con las
tiras de mi liguero. A mí me daba tanta vergüenza mirar hacia la
ventana como mirarle a él. A punto estuve de decirle que nos tirásemos
en la cama, ya que al fin y al cabo, no tenía pensado permitir bajo
ningún concepto que me besara donde él parecía pretender besarme. Sin
embargo él se adelantó:
- ¿Sabes lo que pienso de todo esto? -preguntó sin dejar de besar la
parte interna de mis piernas, aun sobre mis medias.
- Creo que tú, si con lo buena que estás aguantas esto, cumples estos
caprichos de enfermo mental, es que eres una mantenida de puta madre
-yo de nuevo tragué saliva y no le entré al trapo- ¿Tú has hecho algo
en tu vida? ¿Has trabajado o algo? -me provocó.
- ¿A ti qué cojones te importa? -intenté no gritar pero le odié más que
nunca. -¿Y tú? ¿Vales para algo más que para follar y para comer coños?
¿Eh?
El muy imbécil me sonrió maliciosamente desde abajo:
- ¿Coños cómo este? -dijo al tiempo que a toda velocidad sacaba su
lengua y recorría de abajo arriba mi raja tapada por mi tanga.
- Ahh
-intenté contener aquel gemido que deseé que no hubiera
escuchado-. Espero que te ponga comer tangas, idiota, porque va a ser
lo único que vas a comer esta noche. -dije orgullosa a pesar de mi
posición.
- ¿Sí? preguntó, justo antes de volver a lamerme una sola vez aunque
suficiente como para casi partirme en dos. Yo mordí mi labio para no
recompensarle con ningún sonido.
- ¿Sólo voy a comer esto? -dijo mientras mordía mi tanga y lo atraía
hacia él separándolo de mi cuerpo.
Mis muslos sobre sus hombros, él alternando besos en el interior de los
mismos con lametazos sobre la tela. Yo no estaba dispuesta a permitirle
que apartara el tanga, aunque él tampoco lo hacía, seguía lamiéndome
sobre la ropa pero a mi me daba la impresión de notarlo absolutamente
todo. Seguía y seguía lamiendo y a mi me estaba empezando a dar igual
que me llamase lo que quisiese mientras no parase.
- Cómo te huele cabrona
tienes que estar que te fundes
- No me estoy enterando de nada, guapito de cara -mentí como pude ya no
sé si para no darle el gusto o para provocarle.
Cuando no me lamía ahí me besaba en unos muslos que ya ardían, yo
intentaba que no se notase mi excitación. El problema era que cuando me
lamía aquellos labios que se hinchaban un impulso me obligaba a apretar
su cabeza entre mis piernas, y cómo eso no podía hacerlo para que no me
descubriera, mis muslos temblaban libres, lo cual aun me desenmascaraba
más. Dudé en hacer descender mi mano para posarla en su cabeza y
apretarle contra mí -no lo hagas- pensé, no le des esa alegría a ese
imbécil-.
Él continuó y al minuto yo me encontraba ya algo recostada, con un codo
sobre la mesa. Al recostarme a un lado mi camisa se abrió emergiendo un
pecho enorme, voluptuoso, hinchado por culpa de su destreza, pecho que
tapé con mi ropa avergonzada antes de que lo viera.
Reprimía mis gemidos, pensaba que el silencio era mi victoria. Cuando
mi tanga empezaba a empaparse por fuera, debido a su saliva, y por
dentro, debido a lo que él producía en mí, me vi ya dispuesta a apartar
aquella delicada tela negra; para darle vía libre, para abandonarme,
para traicionarme, empezaba a no poder más, pero tan pronto acerqué la
mano él se apartó, arrastró su silla hacia atrás sin levantarse, su
polla casi le asomaba por encima de su boxer.
Me clavó la mirada y sin apartarla se deshizo de su ropa haciéndola
caer a mi lado. Quedó ante mi una imagen que no olvidaré en la vida, lo
que tenía aquel chico entre las piernas no era para nada normal. No
estaba completamente dura y ya se veía más grande que ninguna otra que
hubiera visto jamás. No tardó en empezar a acariciarse sin dejar de
mirarme.
- Esto se puede hacer, ¿no? Total aquí nadie se está follando a nadie.
Al dejar de sujetarme tuve que posar mis dos codos en la mesa y no me
quedó más remedio que apoyar mis zapatos en cada uno de los apoyabrazos
de su silla. Me quedé así, inmóvil, petrificada
a los pocos segundos
para cubrir aquello se necesitarían fácilmente más de dos manos.
- ¿Por qué pones esa cara de susto Sarita? En la web ponía muy bien
dotado, ¡ah claro!, que tú ni pinchas ni cortas. Pues ya ves la polla
que quiere tu maridito para ti, eh.
A mi me seguían dando igual las estupideces que fuera soltando con esa
lengua de víbora que tenía. Él se seguía masturbando lentamente frente
a mí y yo decidí erguir mi cuerpo de nuevo, quedarme sentada en la
punta de aquella mesa a escaso medio metro de él. El muy cerdo retiró
uno de mis pies de su silla para clavar la planta y el tacón de mi
zapato en su pecho, yo no me resistí sin importarme ya que pensaría de
mí al permitirle ponerme en esa postura tan guarra.
Quería tocarme, necesitaba tocarme al ver aquello pero me daba
vergüenza, cerré los ojos y abrí mi camisa lentamente, comencé a
acariciarme los pechos aun a sabiendas que el chico aprovecharía para
recriminármelo.
- ¡Joder, Sarita, que buena estás! no me canso de repetírtelo, para
estar más o menos delgada tienes un buen par, están para comérselas.
Yo no sé en qué coño piensa tu marido, ¿las cubre con una mano? No,
¿no?
Mis pezones estaban más duros que nunca, tenía los pechos hinchados
como no recordaba
Sobre lo que decía de mi cuerpo ya no sabía si me
sentía insultada o halagada, si me producía vergüenza u orgullo.
Cuando abrí los ojos y vi como apenas podía cerrar la mano para
agarrársela no pude más y enterré una mano bajo el tanga. Él sentado en
la silla, yo sentada en la mesa, clavándole el tacón en aquel fino pero
robusto pecho, los dos mirándonos, masturbándonos, excitados
Tenía mis
labios encharcados, resonaban aun mas fuerte que su piel adelante y
atrás cubriendo ese precioso glande. Su boxer al lado de mi mano que
quedaba libre
la tentación de cogerlo
de olerlo
Lo agarré
dudé
- La verdad es que tu marido no sé para que se empeña tanto en vestirte
de puta
viendo lo que estoy viendo tendrías pinta de puta hasta con
unas bragas de monja.
Él sonreía, sabía que yo estaba fuera de mí y disfrutaba orgulloso de
haberme encendido. Yo me contuve y dejé caer el boxer al suelo.
- Qué estilazo tocándote, Sarita
-de nuevo me provocaba.
Por absurdo que parezca me sentí orgullosa e hice algo que no había
hecho prácticamente nunca, abandoné mi clítoris para enterrar no un
dedo, si no dos, el anular y el corazón, en lo más profundo de mí. No
pude evitar soltar el gemido más puro que recordaba.
Cuando entreabrí los ojos el chico se había deshecho de mis piernas, se
había levantado, y bruscamente me agarraba por la camisa atrayéndome
hacia él. De una manera muy agresiva, casi violenta, se dejó caer
sentado de nuevo en la silla y yo a horcajadas sobre él. Su polla
totalmente dura sobre su abdomen, mi pelvis en contacto con el
nacimiento de su pene aplastando ligeramente sus huevos que caían
enormes sobre la silla.
- Es esto lo que querías ¿no? Schhh, vamos a fingir que follamos
-dijo
susurrando en tono burlesco- ¡Venga! ¡Muévete! ¿A qué esperas? ¡Deben
ser las doce y media ya!
No le aguantaba más pero de nuevo me alegré -media hora más, media hora
más y se acababa todo- era poco tiempo, no dudaba de mi capacidad para
resistirme a su juego, no sabría el tiempo que podría hacerlo pero
sabía que no haría nada en media hora. Obedecí sin retrasarlo más, posé
mis manos en mis propias caderas y comencé a moverme hacia delante y
atrás.
- Espera espera, ¿qué haces? ¿Crees que tu marido es gilipollas? Bueno,
seguramente lo sea pero en fin. Esto
tenemos que hacer como que te la
metes, ¿no crees?
Dios mío, yo sólo quería que se acabara aquello de una vez, creo que no
había odiado tanto a nadie en la vida, el tonito de voz que estaba
usando me estaba desquiciando pero lo peor de todo era que tenía razón.
Miré a la derecha de nuevo, resoplé y me levanté levemente, esperaba
que él se la cogiese e hiciese como que apuntaba hacia mí y que yo
haría como que me sentaba lentamente sobre ella pero no tuve tanta
suerte.
- No, no, no, métetela tú, bueno
o haz que te la metes
como tú veas
yo
a mandar que pa eso me pagas.
Le cogí la base del pene con la mano derecha y no daba crédito a no
poder ni cerrar la mano, aparté mi tanga hacia un lado y mirándole a
los ojos hice como que lentamente me iba sentando y me la iba metiendo
aunque realmente lo que hacía era pasarme su enorme polla de abajo
arriba por entre mis hinchados labios. Toda la semana había pensado que
en ese momento me tocaría gritar, fingir, pero no fue así, el tacto, el
inmenso calor que desprendía su miembro, como separaba mi coño, como me
dividía, produjo en mí un placer y un gemido increíblemente auténtico.
Cuando me senté completamente sobré él cubrí su polla con mi tanga, lo
apreté contra mí, lo apreté contra mi coño. Su polla se colaba por
debajo de mi tanga y asomaba por encima de la cintura del liguero, tuve
que echar mi cuerpo hacia adelante, hacia él, para que mi marido no
pudiera descubrirme.
Marcio no tardó en intentar colar una mano por mi camisa para tocarme
el pecho, mano que aparté inmediatamente, contradiciendo el deseo de mi
cuerpo, para posteriormente tapar con mi camisa lo que mi vaivén me
permitía.
- ¿Y dónde coño quieres que ponga las manos?
Yo ni me digné a responderle y con mis manos en mis caderas comencé de
nuevo a moverme adelante y atrás, adelante y atrás. Tenía miedo de que
su miembro se saliese de mi tanga, si había llegado hasta ahí no iba a
dejar que la jugada me saliera mal y que mi marido se enterase de todo,
así que casi continuamente tenia que sujetar su polla con una mano para
pegarla hacía mí. Mi marido seguramente pensaría que mi mano bajaba
para acariciarme a mí misma.
Me seguía moviendo, con los ojos cerrados, no quería ni mirar al chico,
adelante y atrás
La sentía enorme, dura, mi coño ardía, su polla
lagrimeaba, sentía que me podía correr así, sin metérmela, apretándola
contra mi clítoris, contra todo aquello que se mojaba por culpa de
aquella maravilla que me volvía loca sujetar. Y todo ese placer pero
sin dejarme follar por aquel imbécil, sin cumplir la fantasía del otro
imbécil, me veía ganadora
a punto de correrme
- Joder que mal te mueves
, estás dando pena -yo entreabrí los ojos, le
miré, de nuevo quería matarlo pero seguí a lo mío-. Bueno no te
preocupes
, le pasa a muchas pijas como tú, que como siempre han tenido
todo hecho, ni a follar aprenden.
Me estaba cabreando hasta un límite hasta donde no había llegado nadie.
Me sacaba de quicio, la más absoluta rabia recorría todas las venas de
mi cuerpo a cada frase.
- En serio... joder, mira que follas mal, no me extraña que tu marido
tenga que vestirte de puta para conseguir correrse.
Me harté, no pude más, me paré en seco y le di un bofetón en la cara
con todas mis fuerzas. El clap sonó como un estruendo no sólo por la
habitación si no por todo el hotel. El chico se recompuso, me miró,
sonrió y me dijo:
- Otra vez.
Dudé un par de segundos y le di otro bofetón, si cabe más fuerte.
Volvió a poner la cabeza en su posición inicial:
- Eso es, suéltate, ¿no ves que la puteada aquí eres tú y nadie más?
En ese momento le odié, le aborrecí, le detesté e intenté seguir
abofeteándole pero él ya no se dejó más
me agarró fuertemente las
muñecas, tiró de mí hacia sí y me intentó besar con violencia, yo me
resistí, él me apretó más fuerte, yo giré la cara, él siguió buscando
mi boca, hasta que me venció. Nada que ver con lo anterior, me devoraba
la boca, yo pasé de la máxima resistencia a la máxima entrega tan
pronto sentí su lengua, le odiaba pero me lo quería comer, no podía
más, gemía al besarle, estaba entregada, adoraba su cuerpo, apoyaba mis
manos en su abdomen, en su pecho, ya no me importaba reconocer que me
moría por tocar ese torso perfecto, dejaba que mordiera mi cuello, mi
boca. Estuvimos así un rato, entregándonos con una pasión irracional,
besándonos, arañándonos. Después repté ligeramente hacia arriba, sobre
él, dejando que su polla cayera enteramente sobre su abdomen. Así su
boca quedaba a la altura de los pechos más hambrientos por ser
devorados que se hubiera encontrado jamás. Eché a un lado mi camisa de
puta y le dije:
- Cómemelas
¿No querías comerte mis tetas? -Fue una súplica
desesperada.
Él no dudó un segundo y comenzó a mordérmelas a besarme, a estrujarme,
yo me cogía un pecho y se lo metía en la boca, gritaba, me arrancaba
los pezones del cuerpo, parecía exagerado que pudiera gritar tanto por
aquello pero es que la mezcla de placer y dolor me estaba volviendo
loca.
- ¿Te gustan? ¡Eh cabrón! ¿Es lo que querías? ¿Comérmelas?
- Joder, estás hecha una puta, eh, lo supe desde que te ví -me
susurraba entre mordisco y mordisco. Alargué mi mano para cogerle la
base de su polla
- ¿Me vas a meter esto? ¿Me vas a meter esto? ¿Es lo que querías, no?
- Métetela, métetela, niña rica
- se mofó de mí.
Ahora sí, sin más fingimientos, sin más absurdos, repetí lo mismo que
antes pero ahora de verdad, aparté a un lado mi tanga, separé los
labios más hinchados que hubiera tenido nunca y comencé a caerme
lentamente sobre su polla.
- ¡Ahhh!
- ¡Ahhhhhhh! -gemí.
Cada centímetro provocaba el placer más absoluto, cada centímetro era
un grito, un alarido, puro. Nunca había tenido tantas ganas de follar,
de que me follaran como en aquel momento.
- ¡Ahhh, dios
joder! -dije cuando vi que aun quedaba algo más de su
miembro al descubierto. El chico puso sus manos en mis caderas y bajó
mi cuerpo al tiempo que levantó un poco el suyo y yo con un chillido
desinhibido creí tocar el cielo.
- ¡¡Ahhhh!! -grité como una loca, totalmente impresionada- ¡Dios mío
que polla tienes cabrón
!
- Sé que te la querías meter desde que me desnudé, zorrita- dijo
mientras posaba sus manos en mi culo y me penetraba muy lentamente.
Estuve a punto de reconocerlo, de decirle que seguramente había querido
follar con él desde que había posado mis manos en su pecho aun estando
completamente vestidos. Él me seguía penetrando lentamente, aquello era
el más absoluto paraíso, cada milímetro era un resoplido incontenible,
las paredes de mi interior se abrían para él, le acogían agradeciéndole
cada segundo del inmenso placer que me estaba dando.
- Cómo no iba a besarte
con estos labios de zorrita que tienes
-dijo,
mientras pasaba sus dedos por mis labios. No tardé en empezar a
chuparle esos dedos sintiéndome como una auténtica puta, como lo que me
había disfrazado mi marido. Con los ojos cerrados chupando sus dedos,
con el ritmo perfecto, él con su otra mano me acariciaba con una
maestría absoluta mis hinchados pechos
- ¿Te vas a correr? -me preguntó
- ¿Quieres que me corra para ti? -le susurré con todo el morbo que
salía de mí.
- ¿Pero ya? ¿Tan pronto? -se mofó.
- Ufff
. No sé
sigue
sigue con este ritmo y me corro ya
Él obedecía implacable, perfecto. Me había cogido el punto a la
primera, al minuto creí no poder más:
- ¡Jodeer
! ¡Ahhhh
. Ahhh
. ! ¡Joder! ¡No puedo más! -gritaba echando
mi cabeza hacia atrás, montándole como una auténtica profesional, con
mis pechos subiendo y bajando, rozando su boca, mirando al techo con
los ojos entreabiertos.
Estaba a punto, a punto, cuando un molesto sonido nos despertó de
nuestro clímax.
- Lo siento, es mi móvil, sácate, sácate.
- ¿Qué? ¿Quién coño te llama? ¿Por qué le coges? -Dije sin poder evitar
que me abandonase y se fuera a la mesilla.
- Nada, es la alarma, es la una. Bueno
todo un placer, un gusto
conocerte. -dijo altivo.
- ¿Qué coño dices?
- ¿Qué quieres, Sara? Bueno ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no?
- Espera dije, mientras rápidamente iba en busca de mi bolso.
Cuando volví al dormitorio el chico estaba colocando un poco su ropa
que se hallaba en el suelo, yo dejando el dinero en la mesilla
aproveché para curiosear en su cartera sin que se diera cuenta.
- ¿Te vas a subir otra vez aquí, Sarita?-preguntó mientras se tiraba en
cama y yo descubría en su carnet que en realidad se llamaba Rafael.
- No, vamos a cambiar un poco
-dije pensativa tras lo que acababa de
ver en su billetera. Me senté de nuevo sobre él pero ahora en la cama.
- Joder, las tienes perfectas
-dijo, justo antes de empezar a lamer mi
escote y recoger una de mis tetas con su mano.
Cuando no quedaba ninguna parte de mis pechos por ser devorado nos
besamos violentamente, como dos amantes que no se hubieran visto en
meses. Rodamos sobre la cama, su cuerpo, todo su cuerpo era como de
piedra pero a la vez con una suavidad en su piel como no recordaba
haber palpado.
- Métemela ya
¿a qué esperas
? -le dije, mientras sentía todo su
cuerpo sobre el mío y le besaba sin parar.
- ¿Quieres que te folle ya?
- Sí, joder
fóllame ya
-Le supliqué entre besos, entre mordiscos,
entre arañazos
- Bueno, ya que eres una leona
o una hembra de leopardo o lo que seas
lo mejor será que te pongas a cuatro patas ¿no?
- ¿Eso te pone, cabrón? ¿Eso te pone? -le dije mientras me colocaba
como una gata en celo mirando hacia la ventana.
- Me pones tú, tú eres quien me pone
ya te lo dije antes -me susurró
mientras se colocaba detrás.
- Joder, métemela ya
-le rogué, mirando hacia atrás.
- Así
no te gires
quiero verte la cara mientras la sientes
quiero
ver tu cara de perrita
El chico apuntó con su enorme polla a mi entrepierna, yo estaba de
nuevo a punto de subir al cielo, sin embargo él hizo que resbalase por
entre mis muslos, sin metérmela
- ¿No querías fingir, eh? Así parece que te estoy follando, no? ¿Ya no
te vale?
Yo aprisioné su miembro entre mis muslos, quise sentirla ahí un
instante, era tan grande, tan poderosa, que la sentía latir, palpitar,
la dejé libre otra vez y le imploré sin apartar mi mirada de la suya:
- Fóllame
por lo que más quieras
no me hagas esto
métela ya
Aquel impresionante cuerpo se disponía a entrar en mí, en breves
instantes todos nuestros músculos se tensarían
mis ojos llorosos de
deseo le rogaban que no jugase más. El chico fue clemente por una vez,
echó mi tanga a un lado y apuntó a mi hambriento coño
-Ohhhh, dios
-Ni rastro de dolor, ni la más mínima molestia a pesar de
la monstruosidad que entraba en mí.
-Ahhh, animal
joder
cómo la puedes tener tan grande cabrón
me estás
matando, me estás matando del gusto, ¿no ves que me matas?
-le repetía
llorosa intentando mantener los ojos abiertos, para seguir mirándole
como él me había pedido.
- Ahhh, diooos, dame caña
Le suplicaba que aumentase el ritmo, ya no quería el ritmo pausado de
antes, quería que me lo hiciera más fuerte, que me follara con todas
sus ganas. El ritmo de sus embestidas aumentaba, mis tetas iban y
venían a cada golpe
- ¿Te gusta, perrita? ¿Te gusta follar?
-Dioos
¡Nunca me habían follado así! ¡Nunca me habían follado así!
Le gritaba la misma frase repetidas veces mientras ya no podía evitar
mirar hacia la ventana, mientras me daba igual si mi marido seguía
mirando o no, mientras con una mano me apartaba la camisa de puta que
me había comprado mi marido para sobarme las tetas, para acariciar esos
pezones que ya sólo quería en la boca de aquel chico.
Cuando noté un azote en el culo no me extrañé para nada a pesar de ser
el primero que había consentido en mi vida.
-¡¡Ahhh, dame!! ¿Te gusta pegarme, cerdo? ¿Te gusta?
Él seguía a lo suyo, dándome un azote que resonaba con fuerza cada
pocos segundos, y lo mejor era que yo sabía que no iba a tardar en
seguir hablándome, insultándome. Lo cierto era que me volvía loca con
sus palabras, cuanto más vulgares mejor. Una vez tuve el culo
totalmente sonrojado sus manos acariciaron mis agitados pechos con
maestría, después me montaba asiéndome por el liguero o la camisa, al
rato una de sus manos se alargaba para que sus dedos fueran chupados
por una boca entregada.
- No me había fijado pero vaya zapatos de puta llevas
estás manchando
toda la colcha.
Eso ya no me enfadaba si no que me excitaba más y más. El chico me sacó
los zapatos y dejó caer uno cerca de mi cara.
- ¡Te gusta chupar eh Sara! dijo, mientras retiraba sus dedos de mi
lengua-. Querrías tener otra polla en la boca eh, con una no te llega.
Intentaba humillarme, pero tenía razón en que por mucho que me la
metiera notaba que algo me faltaba si no ocupaba mi boca. Con la mirada
ida, como si no fuera yo, agarré aquel zapato de tacón de aguja y con
mi cara contra la cama comencé a chuparlo. Lamía la punta con la lengua
para luego mirarle al hacerlo demostrándole, respondiéndole que tenía
razón. Imaginaba que aquel zapato era su preciosa polla.
No sé si eso le excitó aun más pero sus embestidas comenzaron a hacerse
casi insoportables, su ritmo, su fuerza, el atronador sonido de sus
huevos chocando contra mí
se estaba pasando, me estaba dando demasiado
fuerte. Un par de azotes demasiado bestias hicieron que escapase un
poco hacia adelante saliéndome de él.
- ¡Ei ei! ¿a dónde coño vas? -Intentó sujetarme del pelo pero no me
alcanzó, no hasta que de pie nos encontramos en la ventana. Allí me
giró bruscamente y me besó. Ya no sabía cuanto de excitación me
envolvía y cuanto de tensión por verlo tan descontrolado. Me giró de
nuevo violentamente y yo no pude evitar gritar cuando me puso contra el
cristal.
- Dios
¿me vas a follar así, cabrón?
- Cállate ya -me dijo con el máximo desprecio. Me empujó por la
espalda, mis tetas se aplastaron contra el cristal, mis pezones se
clavaron arañando aquel gélido ventanal, intentó echarme de nuevo el
tanga a un lado pero no tenía ya más paciencia, empezó a tirar de él
como un loco.
- ¿Pero qué haces? -le gritaba yo.
Estaba dando tales tirones de aquella fina tela negra que hacía ladear
mi cadera a cada tirón. A los pocos segundos me había arrancado el
tanga como un animal. Abrió la ventana a toda velocidad quedando mi
cintura apoyada contra la barra horizontal de aluminio que dividía el
ventanal. Me sujetó por mis caderas, no apuntaba, no la dirigía con la
mano, no, me la clavó entera desde atrás a lo que yo respondí con un
grito ensordecedor.
- Ahhhhh- grité, desinhibida resonando por todo patio- A los pocos
segundos se volvió a salir de mí para repetir el mismo movimiento-.
Ahhhhh -volví a gritar ante tal embestida que sacó la mitad de mi
cuerpo por la ventana.
- ¿Por qué no te estás un poco calladita? dijo, metiéndome mi propio
tanga en la boca.
Me estuvo follando contra la ventana con un ritmo frenético, como si
estuviera poseído, con mis tetas saliendo al vacío, con mi boca ocupada
por aquella prenda que apestaba a mí más que nunca.
Mis gemidos eran ahogados, pero no por ello contenidos, mordía el tanga
con todas mis fuerzas, me agarraba a la ventana, mis pechos se agitaban
libres a cada embestida. Hasta que no pude más, sentía que me podía
desmayar de placer en cualquier momento, como pude quité el tanga de mi
boca, puse una mano en su nuca, otra en su culo para adecuar su ritmo
al que yo quería:
- No puedo más
acaba con esto
yo no puedo más
.
- ¿Te gusta?
- Joder
me vuelves loca
¿te gusta a ti? ¿te gusta follarte a tu
perrita?
- ¿Vas a correrte así?
- ¡Respóndeme, joder! -le ordené dejando caer mi cabeza sobre su
hombro.
- Lo que me gusta es que te corras respondió-. ¿Te vas a correr así?
¿Ahora?
- Sííí
- ¿Vas a correrte ya?
- ¡¡Ahhh
síí
dioooos!! ¡Un poco más despacio, un poco más despacio y
ya llego!
- ¿Así?
- ¡¡Sííí, asííí!! -Empecé a gritar como una loca, él también totalmente
excitado me agarró de la melena, tensó toda mi espalda.
- ¡¡Sigueee!! ¡¡sigueee, cabróoon!!
Mi pelo a punto de ser arrancado por una de sus manos mientras con la
otra tiraba de mi camisa de seda deshilachándola por el cuello. Cuando
sentí esa descarga, cuando sentí que mis piernas temblaban, que mis
muslos convulsionaban como si estuviera poseída, fui consciente de lo
que llegaba y necesité agradecérselo.
- ¡¡Ahhhh
. Ahhhh
. Me corrroooo, me corrooo!!-grité pronunciando unas
palabras que jamás había pronunciado.
Yo seguía ensartada, llena, completa. Me sujetaba él, porque si no
fuera así caería desplomada al suelo. Necesitaba un respiro, pero él no
me dejó, se salió de mí , me giró y me ordenó que me arrodillara.
Él se masturbaba lentamente a escasos centímetros de mi cara.
- ¿Te gusta mi polla, Sarita? -me preguntó prepotente.
Levanté la cabeza y sin hablar le respondí con la mirada. Él dejó de
tocarse dándome permiso.
Allí estaba
con el liguero y las medias que me había comprado mi
marido chupándole el pollón a aquel desconocido, aquel pollón que
apestaba a mí, a mi propio coño, con la camisa abierta, con las tetas
sonrojadas por la excitación, por los mordiscos, con mi propio líquido
abandonándome y resbalando por mis muslos, muriendo en mis medias,
mamando aquella polla maravillosa.
- Babea así
mójamela bien- me pedía con ese característico tono tan
déspota que a mí me volvía loca.
Yo me la metía en la boca lo que podía para después alejarme un poco
para de nuevo volver a metérmela. Se la babeaba como me pedía, dejaba
que la saliva nos comunicase cuando me apartaba. Me encantaba hacerlo.
Sentía que se lo estaba haciendo como se merecía. Esa saliva que hacía
de puente entre mi boca y su polla caía sobre mis tetas y mi ropa si me
apartaba demasiado. Cuanto más se la babeaba más sucia me sentía, más
morbo me daba. Ya no pude evitar bajar una de mis manos a mi coño
mientras se la chupaba.
El ritmo de mi mamada parecía que a él no le era suficiente ya que
instantes más tarde me agarró por la cabeza y comenzó literalmente a
follarme la boca. Lo hacía sin las manos, sin las mías, las cuales se
encontraban ambas dándome un placer inmenso separando mi raja. No tardó
en salirse de mí y comenzar a pajearse a unos veinte centímetros de mi
cara.
-¿Te pone, cabrón? ¿Te pone correrte sobre mí? ¿Te pone mancharme? -Yo
seguía totalmente desinhibida frotándome con toda la excitación que me
envolvía.
-Ohhhh
-gimió echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
Fue escuchar ese gemido, ese sonido tan morboso y un latigazo de placer
subió por mi espalda hasta mi cuello, no podía creer volver a correrme,
esta vez a la vez que él. Con mi cara compungida, con el gesto
desencajado, con la boca abierta tapando sus gemidos con los míos. El
primer chorro me recorrió la cara de abajo arriba, el segundo hizo lo
mismo pero por la otra mejilla, de la barbilla a la frente subiendo por
toda la cara, a cada impacto de su leche yo gemía con más placer, los
tres o cuatro chorros siguientes mancharon mi cuello, mis tetas y mi
camisa, empapándome calándome completamente con una violencia y una
densidad pasmosa, con una potencia que hizo que uno de sus chorros
manchase mi hombro llegando casi al cristal.
No fue suficiente para él ya que tras eso me la metió en la boca.
Tragué algo de lo que aún lagrimeaba cuando ambos aun temblábamos por
nuestro orgasmo. A los pocos segundos él se retiró y yo usé los puños
de mi camisa para limpiarme el semen de la cara.
Él estaba allí plantado, de pie, exhausto, mirándome con los brazos en
jarra mientras chorros bajaban por mi cuerpo y acaban impregnando aun
más mi camisa o mi liguero.
- ¿No te gusta? -preguntó recogiendo una enorme gota de mi canalillo y
posándolo en mis labios. Al ofrecérmelo así no dudé en meterme la gota
y todo su dedo en mi boca. Se le veía tan increíblemente morboso
con
todos sus músculos tan marcados
sudoroso
y con aquella delicia a la
que se le notaban todas sus hinchadas venas
Aquella sensualidad sólo podía ser superada de una forma así que esta
vez sí le pedí que se pusiera su camisa rosa un momento. Se la puso
frente a mí mientras yo seguía de rodillas.
- No, no te la abroches
Joder, es que estás tan bueno así
-le dije
mientras sin poder remediarlo más lamí rápidamente su polla desde la
base hasta la punta y me metí su polla colgante en la boca
en estado
de semi erección aun me parecía preciosa
y me permitía meterla mejor.
A los pocos segundos de un sosegado vaivén de mi cabeza sobre su
miembro me aparté y de nuevo apuntaba al techo.
- Ahora ya no me cabe -le sonreí, mientras me levantaba y me iba al
cuarto de baño a limpiarme.
Me limpié un poco, aunque no del todo, poco más me que la cara, aun
quería seguir sintiéndome sucia, manchada por él, la camisa ni la
limpié y de mis pechos sólo aquellos chorretones más grandes.
Cuando salí del baño me crucé con el chico que parecía que también
quería asearse un poco. Cogí mi móvil, tenía un mensaje de voz de mi
marido de hacía pocos minutos:
- Me voy a otro hotel a unos kilómetros, a ver si allí no se oyen tus
gritos de puta.
Ni me inmuté, me acerqué a la ventana y vi lo mismo de siempre, nada.
Mientras a mi espalda Marcio se echaba en cama.
- Vaya, parece que tenemos un marido celoso. -dije en voz alta al
tiempo que escuchaba saltar su buzón de voz ante mi llamada. Le dejé un
mensaje:
- Hola cariño, ¿Cómo es que te vas? Joder, lo siento
supongo que sé
por que estás enfadado
no sé
ya sé que contigo apenas grito y que no
te parece bien pero bueno, el chico es un profesional, es lógico.
Bueno
y lo que siempre te digo de ese placer especial, ese gusto que
siento a veces contigo que te decía que no sabía si era o no era, pues
nada, no es orgasmo eso, ya lo sé seguro, ¡ah! por cierto, se queda
toda la noche el chico, un beso, chao.
- Joder que cabrona eres, ¿no? -preguntó Marcio.
Me tumbé a su lado, nos miramos y yo dudé un instante en confesarlo o
no hasta que no pude más:
- Venga, tío, lárgate.
- ¿Qué? ¿No decías que me quedaba toda la noche?
- A ver chico, ¿te crees que me chupo el dedo? ¿Por qué no me dices la
verdad de una puta vez?
- ¿Qué verdad? ¿De qué hablas?
- Mira, chico
conozco a mi marido, tiene mucho dinero, muchísimo, pero
sé que no se gasta un euro en algo que pueda conseguir gratis.
- ¿Y qué me dices con eso?
- Bueno
tu actuación de chico de compañía indignado con tener que
fingir y demás
la verdad es que no estuvo mal pero en fin
seamos
serios
actor no eres.
Me iba a interrumpir de nuevo pero yo proseguí:
- También tenemos el hecho de un chico de compañía follando sin condón
como si tal cosa
¿qué más? ¡ah! Y después está la tarjeta de la
empresa de mi marido que tienes en la cartera
y que cuando la vi me di
cuenta de que te había visto un día en el aparcamiento. El chico se
quedó callado un buen rato.
- Joder
pues
-resopló sin saber que decir.
-Mira, a mí
tu papel en esto me da igual, bueno no me da igual la
guerra psicológica que te montaste para conseguir follarme, pero es a
mi marido a quién me dan ganas de matar. ¿Me vas a contar que pasó?
- No sé, Sara
no sé que decirte
bueno, un día después del trabajo,
íbamos a veces los de la empresa a entrenar
- ¿Qué pasa? ¿Te vio la polla en los vestuarios un día jugando al
squash y se le ocurrió la idea o qué?
- No
exactamente.
- ¿Y te pagó?
- No, no, para nada, no me pagó, me
me pasó un par de fotos tuyas y yo
acepté.
- ¡Qué hijo de puta
! -resoplé. Me quedé mirándole, cada vez me parecía
más joven-. ¿Cuántos años tienes?
- Veintisiete. Bueno y
si sirve de algo, yo ya no trabajo allí, eran
unas prácticas de seis meses.
- ¡Ah! Estoy mucho más tranquila ahora -dije sarcástica.
Nos quedamos un tiempo en silencio. Estuve a punto de decirle de nuevo
que se marchara pero su cuerpo, su pose, esa camisa suya abierta y ese
miembro que le colgaba sobre su muslo me lo impedían.
- O sea que lo sabías todo y aun así
-me dijo, pasando sutilmente las
yemas de sus dedos por mis caderas y mi culo.
- A ti te da todo igual, eres increíble- le dije sin que me
sorprendiera demasiado su actitud.
Le dejé hacer unos segundos sin saber aun lo que yo quería. Sus dedos
resbalaban por mi culo y mis muslos con una suavidad pasmosa, casi sin
tocarme, lo cual a mí empezaba a desesperarme más.
- ¿Quieres que pare?
Yo no le respondí y él trasladó sus caricias al interior de mis muslos.
A los pocos minutos su boca se relamía entre mis piernas y poco más
tarde ya me estaba follando contra la pared.
--------------------------------------------------------------------------------
Hoy se cumplen seis meses de aquella noche. Mi marido -por supuesto- no
quiso saber más de su fantasía y yo no le dije que lo sabía todo; pero
bueno, me lo cobro negándome a tener sexo con él, le digo que no sé qué
me pasa, que tengo baja la líbido. Igual lo hemos hecho un par de veces
desde entonces. Eso, el pobre, no lo lleva nada bien.
En estos meses Marcio, curiosamente le sigo llamando así, ha estado
viniendo bastante a menudo a nuestra casa, echamos unos polvos de
escándalo. Mi marido trabaja todo el día y no se entera de nada. El
chico alguna vez me ha confesado que empieza a sentir algo por mí y yo
le digo que no confunda las cosas. Yo no tengo pensado divorciarme y
seguro que mi marido tampoco, perdería demasiado dinero, aunque no
folle y no me aguante.
Y aquí estoy, en la misma habitación de hotel, mirando por la misma
ventana. Mi marido está de viaje en no sé dónde. Podría estar con
Marcio en mi casa pero me daba más morbo celebrar esto aquí, y total en
casa ya no quedan más rincones donde hacerlo.
- Hoy la habitación de enfrente está encendida -me sorprendió Marcio a
mi espalda.
- Sí, hay unos chicos tomando algo -le respondí girándome hacia él.
- No hace falta que te disfraces de fiera para ponerme cachondo -me
dijo, fijándose en la camisa que llevaba puesta, similar a la de aquel
día.
- No es para ponerte cachondo a ti.
- Ya imagino. Por cierto, tienes la misma pinta de puta que cuando te
vi por primera vez. -sonrió malicioso.
- Y tú la misma lengua de víbora
-le contesté, dándole un pequeño
beso.
- La camisa es igual pero no es la misma, ¿no? -preguntó pasando las
yemas de sus dedos sobre la seda haciendo despertar mis pezones.
- Claro que no, la otra está destrozada por tu culpa, a ver si me
follas con más cuidado
-le susurré.
Él puso ahora sus dos manos sobre mis tetas, y tras sobarme por encima
de la tela un instante, abrió la camisa violentamente haciendo saltar
varios de sus botones al suelo de la habitación.
- ¿Así? -preguntó metiendo uno de mis pechos en su boca.
- Mmmm
no gano para camisas de puta
-le susurré.
- ¿Acaso las pagas tú?
- Pues no
-respondí pasando mis dedos por el pelo del chico y juntando
mis tetas con los codos para que me comiera mejor.
- ¿Corremos la persiana? -dijo mientras su boca impregnaba de saliva
mis pezones.
- No
déjala así
Email.
|