.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Esther y Jorge: La crisis (3)".

 

 (Nota: podéis ver aquí las fotos que hemos publicado en MorboCornudos).

 
Ernesto se dirigió a Enrique:

 - "Usted puede irse ya, don Enrique, le agradezco que nos haya complacido, ha sido muy amable".

 - "Sí, vale –dijo mientras empezaba a vestirse- ¿y mis 300 €?".

 - "Aquí los tiene, desde luego, se los ha ganado. ¿Desea alguna otra cosa antes de irse?".

 - "Bueno, estaba pensando hasta dónde puede llegar en eso de dejar que se follen a su mujer".

 - "¿Y...?".

 - "¿Le parecería bien que me la llevara un rato a que la vieran mis amigos, mis compañeros de timba? Iba al piso de uno de ellos cuando me encontré a su señora. Es que si se lo cuento solo no se lo van a creer".

 - "Me parecería una buena idea si yo también pudiera acompañarles".

 - "Claro que sí, hombre, dígale a su señora que se asee, que nos vamos, está a solo tres manzanas".

 - "De acuerdo, usted puede irse con mi señora, me dice la dirección que yo iré en taxi, no estoy para andar mucho. Tú, Esther, dúchate y píntate para que Enrique pueda enseñarte a sus amigos, así pareces una puta con el pelo pegajoso y el rímel y el pintalabios corrido".

 Enrique sonrió pensándose responsable del aspecto de Esther y viendo como la trataba su marido.

 Tras unos minutos, mientras ambos hombres tomaban una copa salió Esther del baño, desnuda, y comenzó a vestirse.

 - "No cariño, no te vistas con la misma ropa, abre esa caja y ponte lo que encuentres en ella, es un regalo para ti. Pensaba dártelo en otro momento pero ahora, con el cambio de planes, resulta más adecuado".

 Esther abrió la caja y encontró una bonita gabardina corta, unos zapatos con un enorme tacón y un bolso. Se puso los zapatos, le encantaron, y luego la gabardina, que apenas cubría su redondo trasero.

 - "¿Qué le parece Don Enrique, podrá acompañar a mi mujer hasta la casa de su amigo?".

 - "Joder, claro, no ha llevado una tía así a mi lado en la vida".

 - "Pues no hay más que hablar, nos vemos en diez minutos en casa de su amigo".

 Esther caminaba al lado de Enrique, este la miraba impresionado por su belleza, pensando en lo que había pasado, imaginó de nuevo a mi señora desnuda mientras la penetraba con violencia, mi mujer interrumpió sus pensamientos.

 - "¿Te lo has pasado bien a mi costa, verdad?".

 - "Pues sí, mucho, ¿te molesta?".

 - "Sí, si no fuese porque me veo obligada, te hubieran dado por culo a ti".

 - "Mala suerte la tuya, chiquilla. Además, por lo que me ha dicho tu marido, creo que la cosa no va a acabar así. Bueno, ya hemos llegado. Pasa..., las señoritas primero".

 Enrique dio una fuerte palmada en el culo semidesnudo de Esther, cuando esta pasó delante de él.

 - "¡¡No me toques, asqueroso!!".

 - "Joder, como cambias cuando no está tu marido delante".

 - "Pues ya estoy delante –dijo Ernesto que en ese momento entraba también al edificio-. ¿Qué ocurre? ¿No se porta bien mi esposa?".

 - "Hombre, no está especialmente complaciente que digamos...".

 - "Ernesto, es que Enrique...".

 - "¡¡¡Es que pollas!!!, ¡ponte a cuatro patas, perra!".

 Esther se tragó su orgullo y obedeció. Se arrodilló junto a la entrada del ascensor y apoyó las manos en el suelo, expuso su maravilloso trasero que quedó al descubierto por la escasa gabardina.

 - "Enrique, por favor, vuelva a azotar el culo de mi mujer, pero esta vez con su cinturón, ya verá como ahora le pide ella que lo vuelva a hacer. Es una perra desobediente y traviesa y hay que reeducarla a menudo".

 Enrique estrelló su cinturón en el culo de Esther y esperó que ella hablara. Esther aguanto el dolor, cerrando los ojos y apretando los labios...

 - "...Pégame en el culo otra vez, soy una perrita y me he portado mal".

 Ernesto sonrió al hombrecillo y asintió como dándole permiso, Enrique volvió a marcar con el cuero el enrojecido trasero de mi mujercita.

 - "Bueno, creo que ahora ya se le han bajado los humos, ahora ya está preparada para conocer a sus amigos, subamos".

 Subieron los tres, Enrique llamó al timbre y abrió la puerta un hombre algo grueso, medio calvo, con una colilla de puro atrapada en sus labios. Se fijó en Esther.

 - "¡Hombre Enrique, que bien acompañado vienes!".

 - "Sí Fernando, son unos amigos que quería presentaros".

 - "Pues pasad y sentaros, no hemos empezado la partida aún, ¿ellos jugarán?".

 - "Ernesto sí, ella es su mujer, se llama Esther y no creo que juegue, viene a ayudarnos a pasarlo bien".

 - "¿A ayudarnos?...".

 - "No seas impaciente Fernando, ahora os lo explico".

 Entraron al salón, alrededor de la mesa se encontraban tres hombres más, Carlos de unos 35 años, moreno con el pelo muy corto, casi al cero, alto y fuerte, con cara de simpático, David de unos 60, de mediana estatura, pelo canoso algo largo, extremadamente delgado, pálido, con cara de poca salud y una enorme nariz; y Alejandro de 40 años, con el pelo rubio y rizado, muy corpulento, con bastante tripa y las mejillas enrojecidas. Todos miraron a Esther de arriba abajo, si reparar mucho en Ernesto, preguntándose qué coño hacía una tía así irrumpiendo en la partida del sábado, se saludaron mientras se sentaban todos. Enrique disolvió el ambiente de intriga y habló sin rodeos.

 - "Ernesto es un buen amigo mío, le he invitado a jugar. Esther es su esposa y viene a ayudarnos con las copas y lo que se tercie".

 - "Bien... - dijo David, el más mayor -, pero podrías haber cogido la gabardina de la señora, no va estar con ella puesta todo el rato".

 - "Da igual – dijo Esther mientras Ernesto y Enrique reían-, estoy bien así, tengo un poco de frío".

 - "Bueno, deja a la señora que entre en calor, ya se la quitará cuando ella quiera, si quiere guardo su bolso – dijo Carlos-. ¿Queréis tomar algo, en la cocina hay de todo?".

 Carlos hizo el gesto de levantarse para servir las copas, pero Enrique sujetó a su amigo del brazo.

 - "Esther pondrá las copas, está aquí para eso. Ponnos un whisky a todos, nena".

 - "Joder, qué confianza, eso no se lo dices tú a tu señora ni borracho" –espetó Fernando-.

 ­ "Desde luego, mi relación con esta mujer es especial, ¿verdad Ernesto?".

 - "Sí Enrique, sabes que mi mujer es como si fuese tuya, y si quieres también de tus amigos, yo encantado".

 Todos se miraron perplejos tras escuchar el comentario, mientras mi señora se dirigía a la cocina contoneándose al andar.

 Esther hizo varios viajes hasta servir todas las copas, cuando volvió con la última tenía la intención de rodear la mesa para dejar las copas de Carlos y David pero intervino Ernesto.

 - "Cariño, no hace falta que des la vuelta, deja las copas desde ahí".

 - "Trae guapa, yo las paso" –interrumpió Fernando-.

 - "No, que las deje ella en su sitio", –Insistió Enrique-.

Esther se reclinó sobre la mesa para dejar las copas y su gabardina se elevó destapando la mitad de su trasero. El detalle no pasó inadvertido para Fernando y Alejandro. La mínima gabardina tampoco pudo contener los pechos de mi esposa. David se los encontró frente a él, vio que eran de buen tamaño, bastante firmes y redondeados.

 Todos pensaban en lo extraño de la situación, dudaron si ella era de verdad la esposa del viejo obeso, al que se le notaba cómodo con todo lo que estaba ocurriendo, veían a Enrique demasiado sonriente, a ella excesivamente sometida a ambos. Sin duda querían que fuese objeto sexual de la reunión, ¿sería una puta?, podrían intentar que la chica hiciera algo más que servir copas y enseñar parcialmente el trasero y las tetas. Fue David el que probó suerte con un comentario algo atrevido, aunque suponiendo que sería improcedente y que el marido
replicaría de forma desagradable.

 - "Menuda camarera nos ha tocado esta noche. ¡¡Qué escote más bonito, y qué piernas!!. Solo falta que nos haga un striptease".

 - "Paciencia David, que igual hay suerte –dijo Enrique-, esta chica es muy complaciente".

 - "Claro que habrá suerte –irrumpió Ernesto-, cariño deja que nuestros amigos guarden tu gabardina".

 - "Ernesto, será mejor esperar un poco, acabáis de comenzar a jugar y yo aún tengo frío".

 - "Cariño, a veces parece que te olvidas de lo que hemos hablado. Quítate esa gabardina, y por favor hazlo ahí en medio, despacio, que podamos verte todos bien".

 David sintió algo de lástima por ella y se levantó deprisa, dispuesto a colocarse detrás de Esther para ayudarla.

 - "Un momento bonita, yo te ayudo y así la guardo en el armario".

 David, desde atrás, vio la cara de sorpresa del resto de hombres, y las sonrisas del viejo y de Enrique, cuando mi señora se desabrochó el cinturón y se desabotonó lentamente la gabardina, pero no entendió nada hasta que la ayudó a desprenderse de ella del todo. Conforme bajaba la prenda, descubría los hombros, la espalda, el cuerpo completamente desnudo. Dobló la gabardina, la dejó sobre el sofá y fijó la mirada en su hermoso culo, más prominente de lo normal, por la enorme altura de los tacones, aún enrojecido por dos marcas de cinturón. Solo acertó a decir
una cosa.

 - "Hostias, Enrique ¿de dónde has sacado una tía tan buena? ¡Y está desnuda, cojones, no lleva bragas ni nada!".

 - "Ya hemos dicho que es mi mujer – dijo Ernesto-, me alegro de que os guste, además creo que está más guapa así. A partir de ahora nos servirá las copas sin ropa, como una criada putita. Mientras se puede sentar en esa silla".

 Todos estaban más pendientes de Esther que de la partida, y más aún desde que Enrique le dijo:

 - "¡Pero abre bien las piernas, pendón! ¡Quiero que mis amigos te vean bien ese coño depilado!, ¡qué diferencia con la raja peluda de mi señora!".

 El grupo soltó una sonora carcajada, además el comentario sirvió para dar pie a otros, al ver que Ernesto consentía a ello con agrado, y participaba elevando el tono de los mismos, cada vez más humillantes, atrevidos y soeces. Esther servía las copas y los aperitivos y aguantaba la situación de manera muy profesional, aunque no estaba demasiado a gusto con ello.

 Poco a poco se fueron atreviendo a tocar alguna parte del cuerpo de mi mujer, cuando ella se acercaba, los muslos, la cintura, algún pecho, pero ella intentaba separarse casi de inmediato de ellos.

 Carlos se atrevió a acariciarle el culo cuando le llevó una servilleta, la cogió de una pierna para retenerla a su lado, cuando se aseguró de que permanecería junto a él, puso su mano sobre un muslo y subió la mano, acariciándola, hasta que pudo manosear sus glúteos, metiendo luego la mano entre sus piernas y tocando suavemente desde atrás sus labios vaginales, la notó ligeramente lubricada. Ernesto sonreía y asentía, aprobando la actitud de Carlos. Fue un comentario de él mismo el que cambió de pronto la situación.

 - "Si mi mujer tuviera este cuerpo, yo también se la enseñaría a mis amigos, estoy deseando que me coma la polla".

 - "Me parece buena idea – dijo Ernesto-, pero mejor en el sofá, vamos todos, se encontrarán más cómodos ahí".

 Se sentaron repartidos en un sofá de tres plazas y dos sillones, Ernesto permaneció en la silla junto a la mesa, pero se orientó hacia ellos, entre dos retiraron la mesa de centro para dejar espacio a mi chica.

 Esther se arrodilló sobre la vieja alfombra, frente a la butaca de Carlos. Fernando, David y Alejandro ocupaban el sofá. Enrique se acomodó enfrente de Carlos, de modo que ahora veía la espalda de Esther, que comenzaba a bajar la bragueta del más joven del grupo. Le desabrochó el cinturón y el pantalón, y se lo bajo junto con los calzoncillos hasta los tobillos. Con una mano le acarició los testículos mientras con la otra retraía de la piel del pene descubriendo el glande, paseó la punta de la lengua por él, luego lo rodeó con los labios y siguió jugando con la lengua frotando su frenillo.

 En pocos segundos Carlos ya había conseguido una erección completa y Esther engullía sus 18 cm de gruesa carne con verdadera dedicación. Alternaba la mamada con lametones en los huevos y rápidas sacudidas de la polla con la mano, mientras le miraba a los ojos con cara lasciva. Él se había deslizado hacia abajo en el sillón, apoyando la espalda en el asiento, facilitando el acceso de la boca de mi obediente esposa. Tras unos minutos de intensa chupada, Carlos agarró a Esther del pelo y empezó a mover su pelvis con intensidad. Ella, con la boca llena de polla, intentaba zafarse de la presión que ejercía sobre su cabeza para poder respirar. Enrique animaba la escena:

 - "¡Llénale la boca de leche a esa zorra!".

 Carlos comenzó a eyacular, sus chorros de esperma caliente iban directamente a la garganta de Esther, que no tuvo otro remedio que tragarla, separó sus rodillas, abriendo las piernas para buscar mayor estabilidad ante los violentos movimientos del orgasmo de Carlos, Fernando alargó su brazo desde el sofá y comenzó a tocar el depilado coño de mi chica, penetrando con sus dedos amarillentos de nicotina, terminados en largas uñas, en su jugosa cueva.

 David y Alejandro aprovechaban para pajearse, esperando meter también su polla en la boca de esa guarra, que desplazándose arrodillada sobre la alfombra, empezaba a manosear la entrepierna de Fernando.

 Esther sacó el pequeño miembro de Fernando a través de la bragueta, parecía aún más ridículo asomando por el pantalón, la erección era máxima, con el glande hinchado y brillante, intentó descubrir toda su longitud estirando de la piel hacía abajo y solo con eso consiguió que el viejo comenzara a correrse.

 - "¡¡¡¡Aaaaah cabrona, me corrooooooo!!!!".

 Esther se apresuró a lamer la leche que brotaba sin fuerza de esa pollita, manchando algo los pantalones. Aún estaba chupando la tela del pantalón cuando la cogieron por debajo de los brazos y le obligaron a darse la vuelta.

 Alejandro y David comenzaron a correrse, dirigieron los chorros de semen a la cara de Esther, esta disfrutaba viendo como llenaban los alrededores de su sensual boca de abundante crema de macho.

 - "¡¡¡¡Toma corrida pedazo de puta, aaaah!!!".

 - "¡¡¡Traga leche pendón, que cara de zorra tienes!!!".

 Mi chica no pudo evitar que parte del semen cayera sobre sus pechos y muslos y manchara la alfombra. Ernesto le dejó claro lo que quería.

 - "No quiero que desperdicies ni una gota del semen de nuestros amigos, sería una falta de respeto".

 Ella recogió el espeso líquido de su cuerpo con los dedos, llevándoselo a la boca poco a poco, levanto sus pechos y los limpió a lametones, finalmente pasó la punta de la lengua por la alfombra, como gesto de extrema sumisión.

 Ernesto siguió haciendo de maestro de ceremonias.

 - "Amigos, esto ha sido espectacular. La han tratado muy bien y han sido muy generosos. Ahora me gustaría pedirles otro favor".

 - "No sé si seremos capaces", -dijo Carlos con sorna-.

 - "Me gustaría que todos eyacularan dentro de mi esposa, y que lo hiciesen dentro de su vagina. Mi mujer no toma anticonceptivos, está en días fértiles, y me encantaría que concibiera un hijo de alguno de ustedes, yo no puedo complacerla. La incertidumbre de a quien correspondería la paternidad, les librará a todos de cualquier responsabilidad o inquietud moral, no se preocupen".

 Esther no entendía nada, ella llevaba un diu.

 - "Me encantaría pero esto no lo levanta ni una grúa". – Dijo Fernando meneando su pequeña polla –

 David añadió:

 - "A mí me encantaría metérsela por el culo, lo tiene precioso, yo lo prefiero".

 Alejandro y Carlos sonrieron y asintieron con la cabeza, esperando la aprobación de Ernesto.

 - "Yo con tal de follármela otra vez, lo que usted diga".- dijo Enrique-.

Ernesto intervino de nuevo:

 – "Como les he dicho, les agradecería que depositaran todo su semen dentro de mi mujer, y no querría correr el riesgo de que se desperdiciara ni una gota. Con respecto a su culo, lo pueden penetrar, pero tendrá que ser con algún objeto. Eso sí, les pido que no le hagan daño. Si lo hacen poco a poco creo que ella responderá como hasta ahora".

 Esther se estremeció.

 - "Nena, enséñanos tus agujeros, ponte en el sofá de rodillas y apoya la cabeza en el asiento, las piernas bien abiertas..." - dijo Enrique-.

 Carlos, el más joven, aprovechó para ir a la cocina y volvió con una tarrina de mantequilla y vegetales de distintos tamaños – Vamos a probar a meterle estas cosas por ese agujerito.

 El joven lubricó el ano de mi amada esposa con mantequilla e introdujo una zanahoria mediana con suavidad. Al no ofrecer resistencia, introdujo otra de igual tamaño.

 - "¡Qué zorra! ¡¡¡A esta le han roto el culo más de 40 veces, jajajaja!!!, ¿y dice que no le hagamos daño?" – comentó David-.

 Ernesto habló de nuevo:

 – "He dicho que no le hagan daño, sí, pero deben ir descubriendo poco a poco cuáles son sus límites".

 Carlos embadurnó con la mantequilla un calabacín, de 35 ó 40 cm de largo y 6 cm de diámetro y retiró las zanahorias del ano de mi señora. Todos pudieron observar como quedaba ligeramente abierto, relajado. Comenzó a introducir el calabacín con suavidad, presionando ligeramente.

 Esther agradeció que el dueño de la casa guardara las verduras fuera de la nevera, el calabacín estaba templado y aunque era más duro que un pene, no le molestaba de cada centímetro de vegetal que penetraba en su generoso trasero. Carlos sacaba y metía el grueso cilindro lentamente, haciendo la penetración un poco más profunda cada vez.

 Enrique no pudo aguantarse y apartó a Carlos, tomándole el relevo en la agradecida labor de dilatar el ojete de mi mujer. Sacudió la verde barra con rapidez, luego la hundió hasta el límite y lo extrajo de golpe, dejando su esfínter con una abertura exagerada.

 - "¡¡Mirad esta puta, le cabe un autobús!!".

 David, el vejete esquelético, pensó en meter una de sus estrechas manos por el agujero, primero introdujo tres dedos, Esther comenzó a jadear y a acariciarse el clítoris, todos lucían ya unas potentes erecciones. Él había recubierto por completo su mano con la mantequilla, y no le resultó difícil meter sus cuatro dedos agrupados, dejando el pulgar fuera. Estuvo así unos minutos presionando hasta que vio sitio para añadirlo, empujó un poco más, girando la mano alternativamente a la altura de los nudillos.

 Esther gemía, frotándose el clítoris intensamente, en menos de dos minutos él ya tenía el ano de la puta rodeándole la muñeca, solo limitaba la penetración el viejo reloj dorado del abuelete. El anciano hacía presión desde dentro con sus dedos, forzando a aparecer el interior de la vagina a través de los abiertos labios de la vulva. Movía la mano en sus entrañas, acariciándola por dentro, a Esther le temblaban las piernas y se corría mientras todos miraban y se frotaban sus amoratadas pollas. La escena se prolongó diez largos minutos.

 - "David por favor, saque la mano del culo de mi mujer y deje que se la follen sus amigos, no sea egoísta" – Dijo Ernesto-.

 Esther quedó con el culo extremadamente abierto, brillante por la mantequilla derretida, y dejando ver su interior de un color rojo vivo.

 El primero en penetrar el mojado coño de mi zorra fue Fernando, mientras daba las primeras embestidas, Enrique se puso al lado y volvió a penetrar el culo de mi chica con el calabacín. Fernando notó sobre su miembro la presión del vegetal en el interior, estrechando la vagina, lo que le provocó mayor placer, llevándole al orgasmo antes de lo que él hubiera deseado, la leche salió espesa de nuevo, no tenía una gran polla pero esos huevos eran una central lechera.

 Tras el gordito, fue Carlos quien hundió su polla de un golpe en la babosa almeja, cogió a Esther del pelo y empezó a follarla, haciendo que sonaran sus testículos al impactar contra su vientre. La insultaba, daba palmadas en su culo, era fuerte y la trataba como a una muñeca.

 - "¡¡¡Te gusta que te follen, puta!!! ¡¡Eres una cerda viciosa!! ¡¡¡Te voy a llenar el coño de leche!!!".

 Carlos sacaba repetidamente su polla hinchada de la húmeda cueva, como queriéndola lucir, y la volvía a ensartar violentamente, subió un pie al sofá, acercándolo a la boca de Esther, y presionando sus labios con los dedos, ella abrió la boca y comenzó chupárselos, Enrique bombeaba con el calabacín el complaciente culo de ella.

 - "¡¡¡Eso, guarra chúpame el pie!!!, ¿Te gustaría que fuera otra polla, eh?".

 - "¡¡Sí, por favor folladme así de duro, me estoy volviendo loca!! ¡¡Dios mío!!, ¿qué me estáis haciendo? ¡¡hijos de puta!!".

 Alejandro no aguantaba más, se acercó con la polla en la mano, apartando a Carlos y diciendo:

 - "¡Quita Carlos, no puedo más, me corro!".

 Tuvieron el tiempo justo para intercambiar las pollas, para que el semen de Alejandro quedara dentro de ella. Enrique había sacado el calabacín del trasero y con tres dedos de cada mano estiraba en sentido opuesto y forzaba la apertura del dilatado ojete.

 - "Chavales traed algo para meter aquí, esto es un saco sin fondo, esta guarra necesita caña de la buena".

 Fue David de nuevo, quien situándose al otro lado, volvió a meter la mano untada en mantequilla, pero esta vez con el puño cerrado, lo metía y sacaba del trasero de mi esposa sin apenas esfuerzo.

 Durante esa infernal maniobra, Enrique aprovecho para follarle el coño a Esther por segunda vez en la noche, fue ridículo y apenas eyaculó unas gotas en su tercer orgasmo, pero contribuyo al pastel de crema en que se estaba convirtiendo el conejo de mi esposa.

 - "¡¡Más leche para la cerda, si te dejamos preñada sí que vas a tener a un verdadero hijo de puta, jajaja!!".

 David continuaba horadando con su puño el castigado culo y Carlos mantenía su erección pajeándose mientras obligaba a Esther a chuparle el pie. A menudo le azotaba el trasero y se escupía él mismo en la polla para meneársela o lo hacía en la cara de ella. Alejandro se había sentado junto a Esther y le sobaba los pechos y estiraba los pezones.

 Fue la polla de Carlos la que sustituyó a la de Enrique para descargar su ración de esperma, tras unas fuertes embestidas, empezó a correrse a la vez que ella.

 - "¡¡Aaaahhh, Dios bendito!!, ¡¡¡Qué gusto, cabronaaaaaa!!!".

 - "¡¡¡Aaaaah, siiiii, qué ricooooo, que pollaaaaaaa!!!".

 Carlos sacó el brillante miembro del hinchado coño, chorreando fluidos y, se los limpió con la mano y los esparció por los labios de Esther.

 Finalmente fue David el que se folló a la perra, le resultaba complicado mantener el puño dentro de su culo mientras la penetraba y optó por sacarlo y meterle un botellín de tónica que había a su alcance, lo hizo por la parte ancha, introduciéndolo casi completamente. Para sacarlo un poco metió su dedo índice en el botellín, con lo que pudo moverlo en un lento mete y saca. A Esther le volvía loca ser penetrada doblemente, llevaba varios minutos disfrutando de ello, y comenzó a sentir otro orgasmo más, le encantaba sentir su culo forzado y penetrado, y no le importaba a esas alturas la temperatura del vidrio.

 - "¡¡La madre que te parió, no pensaba yo que fuese a meterla en un coño tan usado y que me gustara tanto, tienes el chichi hirviendo mala puta!!".

 David eyaculó varios chorros de leche templada, que se unieron a las cuatro corridas anteriores, se retiró y se sentó junto a los demás, resoplando y recuperando el aliento. Esther se recostó en el sofá, se sacó el botellín del culo, que permaneció igual de abierto unos segundos y suspiró, agotada, acariciando su maltrecho sexo.

 - "No puedo hacer otra cosa que agradecerles que hayan depositado su valiosa semilla en mi mujer, -dijo Ernesto- espero llegue a buen fin y sobre todo que hayan disfrutado tanto como yo viéndola gozar".

 – "El placer ha sido nuestro don Ernesto". –dijo Enrique-.

 Ahora les agradecería que le dieran la gabardina a mi señora, ella ya nos ha dado lo que necesitábamos y ya sobra aquí, continuaremos jugando.

 – "Cariño toma este dinero y coge un taxi, espérame en casa, nos veremos mañana. Y dúchate antes de acostarte, pareces una puta y hueles a semen. Bueno, en realidad eres una puta, una maravillosa y caliente puta. Gracias".

 Esther obedeció, se puso la gabardina y salió a la calle como sonámbula. No tuvo que hacer ni decir nada, la esperaba un taxi, el taxista le dijo que sabía a donde llevarla. Al bajar en la puerta de un lujoso hotel el taxista le entregó la tarjeta de una suite, donde encontró una bolsa de viaje de Louis Vuitton con su ropa y su bolso, y algunos regalos de Ernesto esparcidos
por la cama.

 Se inclinó para cogerlos, el semen chorreaba por sus muslos y se unía a la mantequilla derretida que resbalaba desde su ano enrojecido.

 FIN DE LA TERCERA PARTE.

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