.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Esther y Jorge: La crisis (2)".

 

 (Nota: podéis ver aquí las fotos que hemos publicado en MorboCornudos).

 
El sábado, Esther llegó a Santander a mediodía, dejó la maleta en el hotel donde estaba citada con Ernesto, su segundo cliente y se fue a pasear para ver algo de la ciudad y hacer tiempo.

 Entró a una tienda de firma de lujo y curioseó los bolsos. Advirtió la presencia de un hombre mayor, de unos 60 años, bastante grueso, se movía y respiraba
con dificultad, fatigado por su sobrepeso. La dependienta le estaba cobrando un bolso de más de 1.500 €. Esther pensó que sería un regalo para su mujer, y
que era bonito tener un marido que tras varios años de matrimonio y pese a la edad, aún tenía detalles con su pareja. Compró unos guantes de ante para
regalármelos y continuó el paseo.

 Tras comer algo ligero y pasear viendo escaparates durante un par de horas, llegó de nuevo al hotel. Se duchó y se cambió de ropa, se puso una minifalda,
como siempre sin bragas, unas botas de caña alta que le cubrían por encima de la rodilla, con algo de plataforma y tacón de aguja, completó el atuendo con una camiseta ajustada, marcando pezones, y una chaqueta corta de cuero color crema. Se miró en el espejo, no cabía duda, estaba guapísima pero parecía una guarra, al parecer era eso lo que le gustaba a los clientes.

 Bajó a la cafetería y esperó a Ernesto. Intentó adivinar cual de los hombres que la miraban podría ser quien la follara esa noche.

 De repente sonó su teléfono, no conocía el número que apareció en pantalla, pero contestó.

 - "Dígame".

 - "Hola zorra".

 - "¿Quién eres?".

 - "No me conoces y te permites tutearme, eres vulgar. ¿No te importa que te llamen zorra?".

 - "Pues depende. Si pagan por ello, no".

 - "¡Jajajaja!, sí, pagaré, bueno, de hecho ya he pagado parte, soy Ernesto".

 - "Hola Ernesto.¿Estás aquí en el hotel?".

 - "¡Te he dicho que no me tutees, guarra!".

 - "Oye tío, yo no tengo por qué aguantar...".

 - "Tú aguantarás lo que yo te diga. A ver si voy a tener problemas contigo. ¿Eres una puta sumisa como me habían prometido o no?".

 - "Bueno, yo...".

 - "¿Tú qué?".

 El tono violento inquietó a mi esposa.

 - "Perdón, haré lo que usted diga, pero cuidado porque...".

 - "¿Intentas amenazarme, niña?, ¿o es que tienes miedo?".

 - "Sí".

 - "Pues puedes estar tranquila, ni te voy a tocar".

 - "No entiendo".

 - "Es muy fácil, obedeces y yo me porto bien contigo, pero métete en tu papel. ¿Con quien estoy hablando?".

 - "Con... ¿una puta?".

 - "Seguro que sabes hacerlo mejor, prueba".

 - "Soy una perra caliente, soy tu puta".

 - "Así está mejor. Ahora saldrás a la calle, frente a la puerta del hotel, y le dirás al primer hombre que pase solo lo que eres, lo que estarías dispuesta a
hacer con él, no cuelgues, quiero oírlo todo. Obedece mis órdenes al pie de la letra, te estoy mirando y sabré si me engañas. Tienes que convencerle para que te sodomice. Te lo subes a la habitación. Dile que tu marido estará mirando, que soy raro, que soy un cornudo, y si hace falta, que además le pagaré 300 €".

 Mientras escuchaba, Esther observó rápidamente a todos los hombres de la cafetería, había un hombre de más de 50 años, posiblemente nórdico, en la barra, hablando por teléfono. Solo podía ser él, nadie más tenía un móvil en la mano, pero quien le hablaba no tenía acento extranjero, y el aspecto del hombre de la barra indicaba lo contrario, estaba desconcertada.

 - "No intentes encontrarme, ya te digo que te estoy vigilando, ¡¡sal a la calle ya, mala puta!!".

 Mi mujer estaba un poco asustada, un pirado le daba órdenes por teléfono, y estaba cerca de ella, vigilándola. Pensó si yo era consciente de a que tipo de
hombre la había ofrecido. Decidió pensar que sí, que todo sería un juego, pero no le hacía nada de gracia por ahora. Ni yo, ni nadie de confianza, estaban
con ella para defenderla si pasaba algo.

 Salió del hotel, ya era de noche y no veía a nadie en la acera, pasaba algún coche, pero no era una calle muy concurrida por peatones. El botones del hotel, desde dentro, la miraba extrañado.

 Oyó unos pasos lentos, y vio acercarse un matrimonio joven, tras ellos venía un anciano, con bastón, no tendría menos de 80 años y se tapaba la boca con un pañuelo mientras tosía. Recordó las ordenes: "...al primer hombre que pase solo...". Esther se sobrecogió y sintió asco, no obstante se esperó a que el viejo estuviera a su altura y sosteniendo el móvil encendido en su mano le dijo:

 - "Por favor, estoy muy caliente, quiero follar contigo".

 El anciano miró a mi mujer sorprendido solo un instante, siguió tosiendo y se alejó lentamente.

 Esther oyó que Ernesto le decía algo a través del teléfono, le pilló a mitad de frase.

 - "...que has tenido suerte, claro que, no le has puesto mucha pasión. Creo que lo has hecho a posta, me voy a mosquear y lo lamentarás".

 - "Era un viejo, por favor...".

 - "Además de ser un pendón eres sorda. Te he dicho que el primero que pase, me da igual si es viejo o joven, tú eres una prostituta y yo te he pagado".

 - "Vale, lo siento".

Unos minutos después, se acercó otro hombre, vestía sin ningún sentido de la estética, descamisado, con zapatillas de deporte sucias y desgastadas y pantalón de vestir que le venía algo grande, era bajito, con bigote y pelo canoso, delgado, llevaba un tatuaje en un brazo. Esther se le acercó.

 - "Estoy muy caliente, necesito un macho que me folle el culo, soy una puta y mi marido un cornudo, tengo que obedecerle, si no él se enfada conmigo, estaría encantado de ver cómo me la metes".

 - "Joer, chiquilla, que a mis 58 años me pase esto es “pa” contarlo, ¿estás loca, es una broma de la tele o qué? ¿No me habrás elegido por ser guapo?".

 - "No, te he elegido porque has pasado el primero, es como un juego, me da igual quien me folle, pero necesito ya una polla, mi marido está arriba esperando, si quieres te pagará 300 € por ponerle los cuernos".

 - "Anda ya, ¿tú te crees que soy gilipollas?".

 - "Hable con él" –dijo, ofreciéndole el móvil-.

 - "Yo no tengo que hablar con nadie. ¿Va en serio lo que has dicho?".

 - "Si, totalmente. Creo que mi marido me ha puesto algo en la bebida, estoy tan salida que dejaría que me follara hasta un perro".

 - "Enséñame las tetas".

 - "¿Qué?".

 - "Que si eres tan puta y estás tan caliente, no te costará mucho enseñarme las tetas, joder".

Esther se subió la camiseta y le enseñó sus pechos, miró de reojo a ver que cara ponía el botones, pero había desaparecido de la puerta, menos mal. Pensó en añadir alguna muestra más de que la cosa iba en serio.

 - "¿Quieres verme el coño también?".

 - "¡Hostia!, ya puestos, claro que sí, bonita...".

 Tal como estaba mi mujer, con las tetas al aire, levantó su falda, mostrando su coño depilado.

 - "¡¡Me cago en la puta!!, pues me lo voy a tener que creer. De lo que no hay duda es de que eres realmente un zorrón, sin bragas, sin sujetador, la ropa que llevas, y estás bien buena, subamos a conocer al cornudo de tu marido".

 Esther se recompuso la ropa y habló a través del móvil.

 - "Ernesto, ya he encontrado a uno. ¿Subo con él? ¿Es la misma habitación en la que me cambié?".

 - "No, es la suite presidencial en la última planta, al final del pasillo, yo ya estoy entrando, os espero".

 Esther escuchó entonces al desconocido, que le volvía a decir algo mientras seguía a mi esposa.

 - "Yo me llamo Enrique ¿y tú, preciosidad?".

 - "Me llamo Esther".

 - "¿Hacéis esto normalmente?".

 - "Sí, a mi marido le gusta que folle con otros".

 - "Si pretendéis engañarme o robarme lo lleváis claro. Llevo una navaja, y no es la primera vez que se la clavo a alguien".

 - "Tranquilo, no hace falta que me asuste".

 - "He estado con muchas tías, y muchas putas, pero nunca me he follado a una mujer casada delante del marido. Hay que tener cojones para que se follen a tu mujer y encima disfrutar con eso".

 - "Ya, bueno, busca nuevas emociones, salir de la rutina. Esto le excita mucho...".

 Entraron a la habitación, Ernesto se acercó a recibirles. Esther se quedó de piedra cuando le vio... ese aspecto, trajeado, gordo, sudoroso,... ¡era el
hombre de la tienda, el que compró el bolso caro!".

 - "Hola cariño, ¿este es nuestro amigo?".

 - "S..., sí, se llama Enrique".

 - "Muy bien Don Enrique, como verá tengo una mujer muy guapa. Yo, debido a mi edad y algunos problemas de salud, no puedo darle lo que ella necesita, y me gusta que disfrute con otros hombres. ¿Lo entiende?".

 - "Cristalino. Quiere que yo me la folle".

 - "Bueno, exactamente quiero que le folle el culo. Por el coño no, mi mujer quiere ser madre, y por ahí deberían salir mis hijos, si llego a tenerlos".

 - "A estas alturas no me sorprende nada".

 - "Estupendo, mejor así, pues vayamos al dormitorio".

 - "Yo necesito ir al servicio".

 - "¿Para qué?".

 - "Para mear, se ve que de la emoción..." -contestó irónicamente-.

 - "¡Qué cachondo!, bien, vaya a mear".

Esther no articulaba palabra ante una situación tan surrealista. Allí estaba ella, en una suite de hotel, con dos hombres mucho mayores que ella. Uno viejo, aparentemente podrido de dinero, tan raro que no la iba a tocar, y el otro, no mucho más joven, un desgraciado que pasaba por la calle, barriobajero, a punto de follarle el culo. Además en el ascensor había comprobado que no era de ducha diaria. Ernesto interrumpió sus pensamientos.

 - "¡Don Enrique!, ¡después de mear no se lave, a mi mujer le gusta lo natural!".

 Esther reaccionó de inmediato.

 - "Pero Ernesto, ¿está loco? Por favor yo...".

 - "Tú te callas, guarra, y obedece, esta noche me cuestas más de 4.000 €, - a Esther no le cuadraba la cifra - lo mínimo es hacer todo lo que yo te diga,
como si me apetece mearte en la cara".

 Enrique salió del baño, sin más preámbulos se acercó a Esther y le quitó la chaqueta, luego tiró de la camiseta hacia arriba hasta dejar los pechos al aire,
se los sobó con sus ásperas y sucias manos, reía y miraba a Ernesto buscando aprobación.

 - "Empiezas muy bien Enrique, a mi mujer le sobra la ropa. Debes saber que le gusta que la traten como a una perra, que la insulten, que la maltraten, pero sin pasarse, que la quiero mucho".

 - "¿Es eso cierto?" – dijo Enrique mirando a la chica -.

 - "Sí, soy un pendón y me gusta que me traten como a una cerda".

 - "¡Pues cómeme la polla, zorra!" – espetó cogiendo e Esther por el pelo y abofeteándola ligeramente.

 Esther se arrodilló, obligada por el tirón de pelo de Enrique, le bajó los pantalones y los raidos calzoncillos y dejó al descubierto su pene, un pene
normal, con una enorme mata de pelo gris en su base y cubriendo los huevos. Sintió un fuerte olor a sexo, por no decir otra cosa, pero no podía negarse. Se
metió el rabo de Enrique entero en la boca y chupó, con algo de asco al principio, hasta que noto que empezaba a crecer, entonces empezó a recrearse con él. El hombre le seguía tirando del pelo y le follaba la boca con dureza.

 - "Chupa guarra, que vea tu marido lo cerda que eres. ¿Te gusta el sabor de mi polla? se la he metido a la asquerosa de mi mujer esta tarde,
jajajajjajajajaja".

 Esther tuvo ganas de insultarle, de escupirle en la cara y marcharse, pero siguió representando su papel, pensó en lo que yo hubiera esperado de ella.

 - "Me encanta el sabor de tu polla, eres un macho de verdad".

 - "Quítate la falda, zorra, y tócate la pipa mientras me la chupas".

 Esther obedeció, se acabó de quitar la camiseta y se bajó la minifalda. Ernesto sonreía desde la butaca donde permanecía vestido y se dirigió a ella.

 - "Tócate el coño cariño, ponte cachonda, que este caballero tan amable te va a follar el culo, debes estar preparada".

 - "Dadme tiempo, tengo que...".

 - "¡¡Que te calles y sigas chupando, mala puta!!" –dijo Enrique dándole otro leve cachete en la cara.

 Enrique se tumbó en la cama tras quitarse también la ropa. Mi mujer se arrodilló a su lado, y siguió con la felación, ofreciendo a Ernesto la visión de su
culo en pompa. Se sintió muy sucia, y extrañamente le gustaba. El viejo sudaba y resoplaba, sentado en la butaca, su corazón se aceleró.

 - "¡¡¡Fóllale ese culo ya, lo debe estar deseando!!!" –irrumpió Ernesto-.

Enrique obligó a mi señora a pegar las tetas al colchón, dejando el trasero totalmente expuesto. Le azotó en las nalgas varias veces con fuerza, mientras se meneaba la polla, le dejo el culo enrojecido, con varios dedos marcados, se puso de pie tras ella dejando que su supuesto marido tuviera detalle de todo lo que iba a hacer con su mujer, y apuntó con su hinchado glande al sonrosado ano de Esther.

 - "A ver cómo abres ese culo, perra".

 - "Despacio por favor".

 - "Toma putón, toda la polla para dentro, toma".

 - "¡Aaaaaaah! ¡me has hecho daño!".

 - "¡¡¡Cállate, pendón, toma rabo, toma!!!".

 - "¡¡Mmmmmhh!! Siiiiiii, siiii, ahora siiiii, fóllame el culo, hijo de puta".

 - "Oooooooh, cabrona, qué gusto, cómo se te abre, ¿no es la primera vez que te meten la polla aquí, eh?".

 - "No, ya me han metido unas cuantas, y más grandes y gordas que la tuya".

 Eso no le gustó mucho a Enrique...

 - "¡¡Será guarra!!", - gritó mientras se separaba de Esther, y la azotó de nuevo con ganas en el trasero-.

 - "Que te la chupe otra vez" - ordenó Ernesto-.

 - "Ya has oído, chúpame la polla".

Esther engulló con ganas el miembro del hombre recién sacado de su propio culo, confiada en que estaba limpio, se sentía la más puta del mundo, estaba muy caliente y traducía su placer en euros, era una viciosa depravada, la verdad es que estaba disfrutando mucho.

 Enrique se la volvió a clavar en el ojete y le ordenó que se la chupara, repitiendo la maniobra varias veces, al final la cogió de la barbilla y dijo:

 - "Ven guarra, que te voy a llenar la cara de leche".

 - "Sí, córrete en mi cara, dame tu semen".

 Enrique eyaculó unos débiles chorritos de esperma en la cara de Esther. El esperma resbaló por los pómulos de mi mujer y goteó sobre sus erguidos pechos.

 FIN DE LA SEGUNDA PARTE.

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