- ¿Se
dice ucranios o ucranianos?
- Pero
Maithe, me llamas para hacerme una pregunta tan tonta con todo lo que
tengo que hacer.
- Bueno,
pues sí, porque vete pensando en qué te vas a poner para comer conmigo,
y con ellos, el miércoles.
- ¿Con
quién?, estás tará o qué te pasa.
- Pues
con dos ucranios o como se diga. De verdad Angie, tendrías que verlos,
una delicia de chavales.
- Pero,
¿de qué les conoces?
- Pues
del trabajo. Se acaban de incorporar y
oye, que hablan español que da
gusto, además, resolviendo problemas informáticos son únicos.
- Ya,
ya, pero a qué viene eso de comer con ellos, ¿no hay nadie en tu
oficina que quiera ir contigo?, siempre metiéndome en líos, eres única.
- Pero
Angie, no me digas que no te apetece echarte unas risas, bueno y lo que
surja, con dos bombones del este.
- Bueno,
Maithe, sí, ya sabes que casi siempre que quedamos las cosas salen muy
bien, pero
qué le voy a decir a mi marido, claro, tú como no tienes
compromiso lo ves muy fácil.
- Por
eso no te preocupes porque lo tienes facilísimo. ¿No estás un poquito
harta del tema de los deportes? Y especialmente ahora con lo del
mundial
- Espera,
espera
¿no es Ukrania el país contra el que España juega el miércoles?
- Premio, veo que lo pillas.
- Pero
cacho cabrona, que estarás tramando.
- Pues
muy sencillo. La mayor parte de los hombres de este país, y muchas
mujeres, van a estar delante de la tele, ¿no?
- Sí, pero los ucranios esos también
querrán estar.
- Ahí
te equivocas de pleno. Ya está hablado y han aceptado el reto.
- Te
temo, Maithe, pero cuenta
- Pues muy sencillo. La semana pasada
hablando del tema de los mundiales y del partido contra ellos les
pregunté si habría algo por lo que dejarían de ver el dichoso partido.
- ¿Y?
- Como
me esperaba, nada en el mundo les quitaría de estar delante de la
pantalla.
- ¿Entonces?
- Pues
les reté, poniendo ese tono de voz que tú conoces y que tantas pistas
da, a que no eran capaces de comer conmigo y una amiga para demostrar
que anteponían las mujeres, aunque fuesen las de los demás, al fútbol.
- ¿Y
qué te contestaron?
-
Hubo cierta división de
opiniones pero Vladimir, el más atractivo de los dos, mirándome
directamente a los ojos, me dijo: Si comer es contigo, yo dejo fútbol
para siguiente mundial, te lo prometo.
- Mírale,
que majo. Pero, ¿y el otro?
- Pues estaba claro, lo bueno me gusta
compartirlo con mis amigas, jejeje y le dije que había quedado contigo
y que me gustaban los partidos equilibrados, por lo menos al comienzo
del juego.
- ¿Y lo entendieron?
- Perfectamente,
Angie. Así que el miércoles, a las dos y media, hemos quedado en un
restaurante que está cerca de mi trabajo y, ahora viene lo mejor, no
tiene televisión.
- Claro,
no valdría que hiciesen las dos cosas a la vez.
- Además,
la apuesta es que no se puede hablar de fútbol durante la comida. Si lo
hacen, pagan ellos en el restaurante y
bueno, donde quiera que vayamos
después.
- Eres
una bruja, pero una bruja divertida, Maithe.
Y
así transcurrió el día, con el dichoso partido dando vueltas en mi
cabeza. Bueno, no el que iban a jugar los chicos de la selección sino
en el que la loca de Maithe me había alineado.
Por
la noche, en casa, no se oía otra historia que el encuentro del
miércoles. La televisión diciendo cuál era el menú del equipo español,
mi marido comentando que comiendo eso no se van a jalar una rosca; un
par de llamadas de sus amigos preguntándole dónde iba a comer el
miércoles, lo que introducía la cuestión principal: dónde iba a ver
el partido. Al final me enteré que habían quedado, los de siempre,
en un restaurante casero del barrio, ese día nadie se quedaba a comer
en su oficina, coño, había partido. Cuántas veces le había dicho que
quedásemos para comer, que no fuese a trabajar por la tarde y le
compensaría yo las horas perdidas en el curro, ¡¡Cuántas veces!!
- Cariño,
si quieres venirte el miércoles a comer, hemos quedado en la Fragua, ya
sabes.
- Sí,
ya sé, para ver el jodido partido, ¿no?
- Bueno,
más o menos, tampoco te creas que
total, para lo que van a hacer esa
panda de vagos.
- Ya, mi querido maridito me lo dice
con la boquita pequeña. Por nada del mundo te perderías ese partido, ¿a
qué es así?
- Bueno, por nada, por nada
- Venga, dime una cosa por la que lo
perdonarías, vamos
- Pues
por
por ti, está claro.
- ¿Por mí? Vamos, no me hagas reír.
¿Me estás diciendo que si yo te dijera, mira Juan, me gustaría que
fuésemos a comer el miércoles a un sitio dónde no hubiese tele, te
pondrías como loco a buscar un sitio así, tan raro?
- ¿Y
por qué no puede haber tele? Total, igual le quitan la voz para que se
oiga la música romántica del lugar.
- Menudo
romanticismo: españoles y ukranios danzando con las notas de las cuatro
estaciones de Vivaldi.
- Vaya,
que enterada estás, ¿no?
- Ya ves, una cosa es que pase de
fútbol y otra es que no sepa quién juega.
- Sí,
bueno, pero llamarles ukranios
seguro que en el cole te enseñaron que
eran ukranianos.
Y
así transcurrió la noche y yo no estaba para jueguecitos en el área. El
presionó pero yo no podía evitar compararle con Vladimir, que al
momento había elegido otro tipo de juegos frente al omnipresente
balompié.
Como la conversación con Juan me había enfadado más que en otras
ocasiones en las que se había dado con diferente ambientación, cuando
Maithe me llamó el martes
- ¿Y
que ha decidido la señora?, preguntó con aire triunfal, como si ya
hubiese reservado cuatro cubiertos.
- Pues
sabes lo que te digo, que sí; pero no te creas que ha sido por lo que
me ofreces, bueno, algo sí, pero sobre todo por la conversación que
tuve ayer con Juan. Por no ser como el Vladimir ese, un loco impulsivo.
Echo tan en falta las emociones que él sabía aflorarme que
- Esa
es mi Angie, si señora. Bien, ya les había dicho que vendrías, pero
prefería que fueses tú la que lo decidiese, ya sabes
- Sí,
que te encanta mangonear, ese es el problema.
- Bueno,
¿mañana a las dos? ¿Te parece buena hora? No creo que haya problema
para salir a esa hora, hay fútbol y tú, desde que cobras del INEM,
tienes un buen horario.
- Pero
me pasas a recoger, ese es el precio.
- Un
beso, Angie.
- Anda,
otro para ti, Maithe.
El
martes fue un día especial. Estaba cada vez más animada con la cita. No
hacía poco que habíamos salido juntas, pero a tomar unas copas, bailar
y dejar que algún pesado nos dijera cuatro tonterías, pero esta vez
parecía diferente. Me daba en la nariz que Maithe quería tirarse al
ukranio, tal y como hablaba del asunto
La conozco desde que éramos
niñas y no falla. Cuando hace apuestas con los hombres
siempre gana, y
no el posible dinero o lo apostado, no, también le cuenta como victoria
llevarse al ganador a la cama, como parte del trato. Nunca apuesta
contra un hombre que no le atraiga. No tiene remedio.
Maithe me recogió a las dos menos cuarto. Estaba claro que le había
vuelto a mentir a su jefe, igual simuló la cita con un cliente de la
empresa que quería solucionar el asunto antes del partido. Vete a saber
lo que podía haberle contado; de todas formas, cualquier cosa que le
diga le vale, estando tan enamorado de ella como dices estar, le tiene
en un puño.
- Vamos Angie, que hoy lo vamos a
pasar bien.
- Tira anda, que llegas tarde.
- ¿Cómo
que llego? Querrás decir que llegamos, que esto es cosa de dos, bueno,
mejor dicho, de cuatro, ¿no?
- Ya veremos, que tú lo tienes muy
clarito con ese Vladimir.
- Pues sí, no te lo voy a ocultar. Y
le tengo preparada una sorpresa.
- Te temo, ¿qué es?
- Jajaja, siento decirte que también
es sorpresa par ti.
- Maithe y sus jueguecitos.
Cuando Maithe trama algo no se lo dice a nadie que ella haya decidido
que esté en la trama, a nadie. No he visto mujer tan fastidiosa para
los secretos. Nunca te cuenta esas cosas.
Al
llegar al restaurante me quedé impresionada. Mi amiga no me había hecho
ninguna descripción de los chicos. Ya no hacía falta, me la estaba
haciendo sobre la marcha y vaya dos bombones. No sé cuál de los dos
sería Vladimir, pero os digo que cualquiera de los dos podía serlo. No
me había dicho que eran gemelos. Tez morena, ojos claros, altos,
fuertes, el pelo oscuro pero cortado de forma diferente, esa era la
única diferencia aparente, porque el porte físico en ambos era
excelente. La verdad que, la jodida Maithe, tenía buen ojo, sí. La cosa
se presentaba excitante. Una dulce venganza contra la pasión del fútbol
de nuestros hombres: españolas contra ukranios y ganásemos o
perdiésemos, lo importante aquí era participar, sin duda alguna.
Tras las presentaciones, en las que los besos intercambiados estuvieron
a veces a punto de rozar las comisuras de mi boca, decidimos tomar un
vino en la barra, antes de pasar a comer. La conversación de ellos no
era muy fluida pero a cambio, tenían unas de las sonrisas más
atractivas que he visto en un hombre. Eran divinos sin excepción de
ninguna de sus partes. Además, no sé si será costumbre en su país, pero
no solían hablar sin rozarnos con sus brazos, posar sus manos en
nuestros hombros, acariciarnos el pelo livianamente. Vamos, que podían
parecer unos sobones, pero nada más lejos de la realidad, eran
cariñosos, esa era la explicación. Aunque para mí, concretamente, sus
caricias cada vez tenían menos de cariño y más de sensualidad, no lo
podía evitar.
Maithe me empujo literalmente para que la acompañase al lavabo.
- ¿Qué
te parecen los hermanitos? ¿A qué están como un queso?
- La
verdad es que tienes buen ojo, pero no me habías dicho que eran
gemelos.
-
Bueno, esa es una de las
sorpresas, pero no la única.
- ¿Me vas a decir lo que tramas?
- Bueno, desde ya te digo que me
quiero acostar hoy, mientras el fútbol con Vladimir, el del pelito más
largo.
- ¿Mientras el fútbol?
- Ufff, no sabes el morbo que me da.
Ahí toda España contra Ukrania, y yo, bueno, igual nosotras
- ¿Nosotras?, ni lo sueñes.
- Bueno, pues yo, ahí, abriendo mis
preciosas piernas a ese delantero para dejarme colar los goles en
propia meta
que morbazo más antipatrio.
-
Estás totalmente loca,
tía.
-
Ya, loca, pero te he
visto mirar con unos ojitos a Iván que
- ¿Qué?
- Pues
que parece que no te importaría jugar este encuentro 2 X 2.
- Bueno, hay que reconocer que el
chico está muy bien, pero de ahí a acostarme con él, dentro de un rato
- Venga, salgamos, eso ya se verá que
luego se te calienta la boca y eres la primera en todo.
Ellos estaban radiantes y muy orgullosos de su compañía y seguro que
también del esfuerzo por no hablar de fútbol y estar dispuestos a
perderse el partido, que solo puede suceder cada cuatro años, como si
fuese la visita de un cometa. Maithe también estaba impresionante, con
su pelo oscuro, ondulado y cayendo sobre sus hombros, esa cara que
cuando sonríe tiene medio mundo ganado y al otro medía pensando en
decirle que sí. No me puedo olvidar del pecho que la naturaleza y, su
madre, le ha regalado, y que ese día llevaba enfundado en una camiseta
de amplio escote y ajustadita, como a ella le gustan. Una falda corta a
algo por encima de las rodillas y con un ligero vuelo, realzaba su
figura al mostrar sus piernas de gimnasio, a lo que cooperaba
decididamente, unos tacones no exagerados pero si suficientes como para
que ese culito, del que tan orgullosa se siente, diese un toque final y
trasero impresionante. No me extraña que Vladimir no quisiera oír
hablar de fútbol, por lo menos ese día. Más de una vez le pillé
buscando una vía de entrada en el canal de las tetas de mi amiga. Y yo,
qué os voy a decir, me había preparado claro, tenía que estar a la
altura, aunque con tantas bellezas me di cuenta que no me había
esmerado lo suficiente en sacarle partido a mis cositas. También soy
morena, aunque me cuesta mucho llevar el pelo largo, y esta vez se
asemejaba más al corte de Audrey Tatou, en la película Amelia; tipo
francesita con pelo liso y corto, cayendo a ambos lados de la cara.
Vamos, parecía una niña buena. Además, me había puesto un vestido, de
los que se abrocha por delante y como no he sido tan agraciada en el
pecho como Maithe, me había permitido no llevar sujetador, par darme un
toque sensual, por si acaso. Es verdad que la cintura del vestido
fruncía la de mi cuerpo y me resaltaba el culo, del que yo también
estoy muy orgullosa y mi marido, más todavía.
Sin
duda, Iván se había percatado de todo mi atuendo, o más bien de la
falta de algunas prendas, porque al hablarme, pasaba su mano por mi
espalda con la sana intención de saber si llevaba sujetador. Eso a los
hombres, aunque sean ukranios les pone enfermos. Yo me dejaba hacer,
porque el chico empezaba a gustarme. La delicadeza de sus manos en mi
espalda me hacía estremecer y empecé a tener la sensación de que mi
vello se erizaba y que mis pezones comenzaban a asomarse al mundo. Así
soy. No puedo evitar tener esas reacciones cuando me acarician la
espalda.
Nos
acercábamos vertiginosamente a las dos y media e Maithe decidió,
posiblemente dentro de su plan, que había llegado la hora de comer, por
lo que pasamos al comedor que al no tener televisión, tenía una
disponibilidad de mesas pasmosas. A Maithe la saludaron como de toda la
vida y el encargado nos acompañó hasta una especie de rincón, no era un
reservado pero si estaba apartado de la mayor parte de las miradas
ajenas. Todo un detalle por su parte.
Una
vez en la mesa, el vino empezó a llenar nuestras copas y las
conversaciones fueron haciéndose cada vez más interesantes, porque
Maithe estaba lanzada y se metía con ellos diciéndoles si creían que
merecía la pena pasar esas dos horas con nosotras. Ellos asentían, que
cielos e incluso se atrevían a decir que no se les ocurría un lugar
mejor en el mundo para estar ahora mismo. Deliciosos.
Siempre había alguien dispuesto a rellenar las copas del frío y
exquisito vino blanco que Maithe había elegido. Cada vez eran más
directas las indirectas de mi amiga a ambos. Que si en su país, a las
mujeres también les gustaba tomar la iniciativa; que si habrían
aceptado la invitación si hubiera sido una tal Elena, de su empresa, al
parecer no muy agraciada la chica; que si cuanto tiempo llevaban en
Madrid y todavía no tenían novia con lo bien que se les veía; vamos,
ataque tras ataque que hacía que muchas veces hablasen en su idioma y
acabaran riéndose, que falta de respeto pero que sonrisas tan
maravillosas tenían los jodidos ukranios.
La
verdad es que no sé cómo pasó todo, tuvo que ser el vino, pero cuando
me quise dar cuenta, la mano de Iván subía por la banda de mi pierna,
mientras seguía hablando con todos, buscando mi área más íntima. Se
pensaría también qué había dejado las bragas en casa, el muy cara. Le
dejé hacer claro, me estaba empezando a temblar las piernas al sentir
el calor de su mano y no iba a romper el hechizo ni cortar la calentura
que crecía dentro de mí. No pude evitar abrir un poco las piernas, yo
pensé que era casi imperceptible, pero él captó el gesto como una
invitación total y en un golpe maestro dejó caer al suelo la
servilleta, que truco más viejo, pero que sigue funcionando. Y en el
espacio de unos breves segundos, consiguió llevar sus dedos hasta el
vértice de mis piernas, echar a un lado el elástico de mis bragas, y
pasar un dedo por donde mis labios ya habían comenzado a llorar el
elixir oriental. Que jugada en el área, que manos tenía el mamón.
Volvió a la mesa pero a Maithe no se le pasó la expresión que mi cara
ofreció cuando fue tocada tan íntimamente y
- Ves lo que te decía, en cuanto pones
los pies en el terreno de juego ya no hay quien te pare.
- Ehh,
Maithe, eso queas dicho, es trampa, pierdes.
- Pero,
¿qué dices, Vladimir? Yo no he dicho nada que me haga perder.
- Creos queas hablado de palabra
prohibida. Dices antes que si hablar nosotros podemos pedir deseo sobre
vosotras, ¿no?
- Venga, Vladi, no te hagas líos,
nadie ha perdido aún. Además, qué deseo ibas a pedir sobre nosotras,
¿eh?
- Bueno,
solo puedo decir si vas a cumplir, claro. Es sorpresa.
- Vaya, ahora resulta que yo soy la
única que no tiene sorpresa aquí, o qué. Pues mirar mi sorpresa.
Y
ni corta ni perezosa llevé mis manos por dentro de mis muslos, hacia
mis pequeñas braguitas, levanté el culo, y tiré de ellas poco a poco,
para que se deslizasen sobre mi piel, pasando por mis rodillas y
finalmente saliendo por mis pies. Después, las llevé sobre la mesa, y
extendidas con las dos manos, se las enseñé a los tres que me miraban
con ojos como platos, sobre todo la sorprendidísima Maithe.
- Joderrr, tía, que fuerte. Esa es mi
chica, a la que le cuesta empezar. Que pasa que la servilleta de Iván
ha desaparecido y se ha transformado en tus bragas. Vaya, tenemos magia
y sin saberlo. Eres un punto, cabrona.
Llevábamos varias un par de botellas de vino, pero con la ayuda de los
chicos, se podría decir que no habíamos bebido demasiado, lo justo para
tener un puntito muy agradable y embaucador. Debo decir que Maithe,
algo envidiosa por mi gesta e intentando superarme, como siempre, dejó
que Vladimir le quitase a ella su tanga, que él ofreció a los presentes
en señal de trofeo deportivo. Se las llevó a la cara, aspiró su aroma y
en ese momento, mi amiga no pudo contenerse, la he visto en ese trance
y cuando un hombre que le gusta hace eso con sus bragas recién
quitadas, pierde el control. Le plantó un beso, largo y profundo, en la
boca que me quedé sin habla. Incluso Iván, que en esos momentos andaba
buscando lo que mi prenda cubría, cesó en su empeño para disfrutar de
la visión de cómo besaban con ardor a su hermano en medio de un
restaurante. Efectos colaterales llamo yo a esos momentos, por lo que
agarré sus dedos y los llevé directamente a la entrada de mi coño, abrí
mis piernas todo lo que pude, y cuando él había introducido un dedo
dentro de mí, cerré con fuerza las piernas, y tensé todos mis músculos
para atrapar la sensación en mis entrañas. Ufff, que momentos tan
intensos.
En
el momento en el que las áreas españolas bajo la mesa eran atacadas por
la delantera hermana de Ukrania, dieron las tres y comenzaba otro
partido muy diferente en tierras teutónicas.
Creo que todo se aceleró entonces. Intentamos mantener la compostura,
lo que no era nada fácil, pero bueno, creo que fueron ellos, no lo
recuerdo muy bien, los que empezaron a mantener la compostura cuando en
más de una ocasión llegó el camarero con las viandas y nos pilló en
situaciones merecedoras de tarjeta, por lo menos amarilla, por los
marcajes tan estrechos que hacíamos a los delanteros foráneos.
Íbamos por la tercera botella de vino, cuando empezaba a sentirme
ligeramente mareada, aunque no tenía toda la culpa el alcohol, no.
Necesitaba un poquito de aire y decidí ir al lavabo, a refrescarme
mientras traían los postres. Con cierto tambaleo por la flojera de
piernas me dirigí al lavabo, que ya conocía, y me dispuse a vaciar un
poco la presión que ejercían los líquidos en mi cuerpo y a verter un
poquito de agua sobre mi cara, eso siempre me hace bien. Estaba
ligeramente inclinada hacia el lavabo cuando de pronto escuché como se
abría la puerta del lavabo e Iván, con un brillo especial en los ojos,
la atravesaba para acercarse decididamente a mí. Me estrechó con vigor
por la cintura y me besó con una pasión tímida que me desarmó. Sabía
que iba a follar con ese hombre. Era inevitable. Iván seguía besándome
y mi corazón se aceleraba al sentir mis labios avasallados por los
suyos y, también, por la excitación que pugnaba por salir de su
pantalón, y de la que mi cadera era testigo táctil. Pensé que iba a
seguir besándome toda la vida, cosa que no me hubiese importado, pero
no teníamos todo el tiempo del mundo, por lo que tiré de él con una
energía sorprendente y le hice introducirse conmigo en una de las
cabinas. Todas estaban vacías.
Iván se quedó ligeramente obnubilado ante tanta decisión por mi parte y
al verle así, indefenso y expectante, decidí que lo mejor era ir al
grano. Desabroché su pantalón y extraje su polla que a pesar de no ser
grande, como la de los relatos porno, era preciosa, bien hecha,
orgullosa y arrogante, por lo que mi reacción fue introducírmela en la
boca para empezar a deleitarme con ese regalo. Os diré que me encanta
hacerlo, es una pasión que tengo cuando un hombre me gusta, al mío se
lo hacía más antes, pero ahora me está dejando de gustar. Disfruto
tanto que muchas veces estoy al borde de correrme mientras se lo hago a
un hombre, y me suelo ayudar con mi mano para rematar la faena, pero
hoy no quería hacerlo. Era un placer tragarme a ese precioso muchacho
que acariciaba mi pelo dándome a entender cómo lo estaba disfrutando.
Tampoco quería que se corriese en mi boca, porque me había propuesto
que me follase, por lo que esperé hasta que sentí que algo en mí se
estaba preparando sin haber notado que mi amante estuviese a punto. La
saqué de mi boca, le di unos besitos de despedida en la punta de su
polla y me di la vuelta, apoyando mis manos en la taza mientras
levantaba mi vestido para ofrecerle una buena visión desde la frontal
del área chica.
Iba
preparado el tal Iván, porque ante la falta de ataque por su parte, me
di la vuelta para ver qué estaba haciendo y le vi desenrollar un
preservativo. Que cielo, encima un tío con precauciones, que me podía
haber follado sin contemplaciones, porque yo estaba chorreando como una
perra, pero él, ahí, con la campaña de sanidad. Le ayudé a
desenrollarlo sobre su polla porque estaba algo nervioso, pero, eso sí,
en cuanto la tuvo bien enfundada, me giró con fuerza para que volviese
a mi posición, noté como me separaba los labios de mi coño desde atrás
y poniendo la punta de su delantero en mi orificio, de un solo golpe me
la clavó hasta el fondo, el muy animal. Ufff, yo solté un gemido que
pronto fue acompañado con otros hasta llegar a ser himno continuado.
Que afición tenía yo dentro, a pesar de que la delantera de Ukrania
había llegado hasta la línea del último defensa. El cabrón sabía
atacar, porque con furia estaba bombeando su cuerpo sobre mí, mientras
me sujetaba por mis caderas como si fuesen asas de una artesanía viva.
Con
ese ritmo no iba a tardar en correrme, y el chaval lo sabía. Estaba
decidido a que fuese el equipo del Este el que primero hiciese morder
el polvo al otro e iba por muy buen camino. Mis jadeos iban en aumento,
y empezaban a ser pequeños gritos que coincidían con las embestidas de
aquél bárbaro venido del Este de Europa. Ya no podía más y empecé a
insultarle, es superior a mí, cuando un hombre hace que me corra como
este lo hacía, comienzo a decirle que es un cabrón, cabrón, cabrón,
mira como me tienes, cabrón, cabrón
y la explosión en mi cuerpo ya no
tuvo vuelta atrás. Me sentí envuelta por uno de los orgasmos más
intensos que recuerdo de los últimos años. Mis piernas temblaban, menos
mal que él me sujetaba; tan fuerte fue la sensación que recuerdo que se
me escapó hasta unas cuantas gotas de orín, o era que me estaba
corriendo casi como los tíos. Me corrían por los muslos y no sé que
coño era, solo que el orgasmo se prolongaba hasta que de pronto hasta
nuestros oídos llego un gran
¡¡¡GGGGGGOOOOOOLLLLL,
GGGGGGOOOOOOLLLLLL!!!
que
por la cercanía, la potencia y el idioma, seguro que coincidía con un
gol de España, aunque en aquellos momentos era Ukrania la que acababa
de meterme un gol de infarto. Coincidencias de la vida.
Me
senté sobre la taza, le quité a Iván el preservativo de la inflamada
polla y volví a metérmela como una posesa en mi boca, dispuesta a
empatar el partido allí mismo, a recuperar la ventaja que me llevaba.
Estaba acelerada y la sensación fría de mi coño sobre la porcelana de
la taza me estaba haciendo perder el sentido. Apenas podía respirar,
necesitaba más aire del que mis fosas nasales podían absorber, pero esa
sensación de ahogo era divina y me volvía a disparar. Noté como Iván se
tensaba y empujaba su polla hacia el fondo de mi garganta, buscando una
penetración total, pero ya os he dicho que no quería que se fuese en mi
boca, por lo que aceleré la mamada del extremo de su miembro, mientras
con la mano masturbaba el resto de lo que no estaba en mi boca. Eso
hace que un hombre no tarde en correrse, me lo enseñó Maithe.
A
pesar de la postura y de la estrechez del lugar, tuve tiempo de ponerme
en pie, levantar las tapas de la taza, y apuntar su amoratada polla
hacia ella mientras le procuraba una paja impresionantemente rápida. Él
emitía una especie de gruñido mientras repetía mi nombre: Angie, Angie,
preciosa, sigue, sigue, sin parar, que me voy ya y diciendo esto lanzó
una primera andanada que no pude evitar con el movimiento de su daga
que cayese en mi cara, cosa que no mi importó. Después, mi puntería
mejoró y dejé que se corriese sobre mi mano, porque sé que a los
hombres les gusta hacerlo sobre nosotras, ya sea dentro o fuera, pero
de echarlo a la taza directamente ya están hartos. Delante de sus ojos,
llevé uno de los dedos manchados por él a mi boca, para después darle
un beso con el sabor más íntimo que se puede tener de un hombre. Justo
en ese momento se volvió a oír otro estallido que volvió a retumbar en
los lavabos:
GGGGGGOOOOOOLLLLLLL, GGGGGGOOOOOLLLLLLL
y
que sin duda, está vez si que había sido de España.
Una
vez repuestos y medianamente aseados, volvimos al salón y allí, Maithe
y Vladimir, nos aplaudieron con alegría y nos dijeron que vaya jugada
que acabábamos de hacer; que éramos unos cabrones; que no avisábamos
sobre la fiesta que habíamos montado, etc. y, la verdad, tenían toda la
razón, no iba a contradecirlos, por supuesto.
A
todo esto, Vladimir me miro a los ojos y me dijo:
- Sabes, Angie, España nos va ganado
dos a cero.
- No Vladimir, eso no es verdad, el
partido está empatado: España 1, Ukrania 1, y, no te preocupes, todavía
queda la segunda parte.
Con
todos mis mejores deseos para la selección, un abrazo para nuestros
chicos. Y un gran beso para todas esas mujeres que libran sus
particulares encuentros mientras. Espero vuestros comentarios.
Nío.
Email.
|