Mi
marido me lo confesó al poco tiempo. Yo veía que algo extraño le
ocurría, pues de repente todo lo que quería era que no llevase
sujetador ( y tengo los pechos de un tamaño más que considerable ), que
llevase camisetas súper estrechas, incluso varias tallas menores a la
mía, que me pusiese faldas sin braguita para ir a la calle. Todo me
resultaba extraño.
Al final no pudo más y me confesó que deseaba con todas sus fuerzas
verme follada por otro hombre.
Me enfadé, por supuesto y me olvidé del tema después de una ajetreada
discusión, pero al poco tiempo volvió a la carga, diciendo que lo hacía
por mí, y que él solo deseaba que yo disfrutara con un gran pene, como
esos de los actores porno.) Yono necesito eso, pero es cierto que me
puse un poquito excitada y con el tiempo comenzamos a enviar algunas
fotos mías a gente. Me ponía bastante cachonda, quién me lo iba a
decir
y al final quedamos con un joven muchacho de color.
Contactamos
con él y me cayó muy bien, era joven, agraciado y muy simpático. No le
deje a mi marido que le preguntase por el tamaño de su pene, pues me
daba mucha vergüenza.
Quedamos en la habitación de un hotel y llegó con una buena puntualidad.
Como éramos novatos no sabíamos que hacer, yo estaba súper cortada y mi
marido, que tiene mucho morro, le dijo al chaval. Mira que pedazo de
hembra que te entrego, quiero que la folles como no la han follado en
su vida. Yo al oír estas palabras en boca de mi esposo, me empapé
enseguida. No me lo podía creer, allí estaba yo con aquel desconocido,
desnuda y con mi marido grabando todo en su cámara. Qué delirio...
El muchacho me tomó muy delicadamente y me recostó en la cama. Mi marido
ya estaba desnudo en una silla. El chico se desnudó lentamente y de
repente, de su slip, surgió un trozo de carne como yo jamás había visto
en directo. Era el pene más grueso y venoso que una mujer pueda desear.
Los testículos del muchacho le colgaban un buen tramo y eran del tamaño
aproximado de una pelota de tenis.
Me transformé por completo. Me puse las gafas que me había quitado, pues
le dije a mi marido, que yo aquello, quería verlo. Cuando me metí el
pene del muchacho en la boca, mi marido se corrió y yo comencé a mamar
como jamás lo había hecho. Qué sabrosa era aquella polla. Qué caliente.
Deseé todo a la vez, deseé que se corriera en mi boca, en mi cara, que
me follara, comerle los testículos
todo a la vez. La noche era larga,
pero me daba miedo que se terminara sin hacer con aquel macho todo lo
que yo deseaba.
Cuando me penetró, el placer fue indescriptible. Mi marido volvió a
correrse. Yo estaba fuera de mí. Le supliqué que no parase, le dije que
era suya para siempre, no sé cuántas barbaridades más le dije a aquel
joven.
Estoy convencida de que me hubiese dejado hacer cualquier cosa por
aquel hombre. Me hubiese dejado orinar encima, cualquier cosa. Mientras
el muchacho embestía, mi marido, todo morboso me preguntó que si yo
supiera que me iba a quedar preñada del muchacho, le diría que parase
de follarme y yo le contesté que no, que quería que me follara aunque
me quedase embarazada allí mismo. Qué vergüenza me da ahora lo que
dije, pero a mi marido le excitó de sobremanera, pues volvió a correrse
y me dijo que guarra eres.
El
muchacho se marchó, y yo me quedé a dormir con mi hombre. No pude
follar más aquella noche. Email.
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