.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "El origen y trayectoria de mis cuernos (3)".

 

 

 Cuando regresé a la discoteca, ya no estaban ni mi hermana ni mis amigos, cosa que no me extrañó, porque aquella noche no habían estado especialmente animados, algo lógico después de tantos días y noches de ajetreo. No faltaba mucho para que cerraran, pero todavía quedaba bastante gente y decidí tomarme una última copa en la barra, mientras reproducía en mi mente una y otra vez lo que mis ojos habían presenciado minutos antes en la playa.

 Saboreé aquella copa con una amplia sensación de satisfacción, la satisfacción que me proporcionaba sentirme cornudo, pero también con la duda de no estar seguro de si mi relación con Sonia iría más allá de mi último día de vacaciones allí, pues en teoría parecía poco probable que una tía tan puta estuviera interesada en mantener una relación formal de larga duración, aunque procuré no perder la esperanza.

 Sonia no apareció, así que salí de la discoteca en dirección al hotel, pensando en qué decirle a mi hermana y amigos cuando me preguntaran qué había estado haciendo, y con la certeza de que Sonia dormiría en su casa, sin embargo, para mi sorpresa, cuando estaba llegando al hotel, un coche se paró junto a mí y de él bajó Sonia. Me dio un profundo beso y me pidió disculpas por no haber regresado a la discoteca, poniendo como excusa que su amigo se había empezado a encontrar mal y que lo había acompañado al ambulatorio.

 - "¿Se encuentra ya bien?", le pregunté.

 - "Sí, ya está mucho mejor. Vaya susto, justo cuando íbamos a entrar de nuevo en la disco, empezó a dolerle el pecho, cada vez más fuerte, así que fuimos al ambulatorio, y allí hemos estado hasta ahora".

 Me reí interiormente al escuchar esa mentira, y tras darle un beso y cogerla por la cintura, entramos al hotel y subimos a la habitación.

 Mi amigo Alberto no nos escuchó llegar, estaba profundamente dormido. Sonia se quitó toda la ropa y la dejó caer en el suelo, sin importarle que yo pudiese apreciar la sospechosa mancha que había en su tanga...

 - "Ufff... estoy muerta de cansancio", me dijo cuando me metí en la cama y me dispuse a abrazarla. Uní mi cuerpo contra su espalda, la besé en el cuello y una sensación de excitación invadió mi cuerpo al recordar que ese cuerpo había sido sobado y follado por un macho horas antes. Entonces, ella me dijo :

 - "De verdad, me muero de sueño, si estás cachondo te haces una paja", me soltó, con un tono dulce y sincero a la vez.

 A los pocos minutos se quedó dormida, y yo me levanté y fui al cuarto de baño para hacerme una paja que me ayudara a conciliar el sueño, aunque dudaba que me quedara leche en los huevos después del pajote en la playa. Mi polla estaba bastante perezosa y le costaba endurecerse, algo lógico tras las frenéticas sesiones de masturbación de los últimos días. Entonces, recordé el tanga manchado, que estaba en el suelo, junto a la cama. Salí a cogerlo y al sentirlo húmedo en mi mano, mi polla pareció recobrar vida.

 Me senté en el water y la clara luz del cuarto de baño me permitió observar con atención y con toda claridad aquella mancha viscosa de tono blanquecino. Una mezcla de flujos y semen, el semen del tío que se había corrido dentro del coño de la puta de mi novia, que por cierto, aun debía conservar dentro cierta cantidad, pues la muy guarra ni siquiera se había lavado, al menos no en la habitación del hotel.

 Empecé a masturbarme, sin apartar la mirada del tanga, y con las aun frescas imágenes en mi cabeza de aquel polvazo que le habían echado en la playa. Notaba su humedad en mi mano y me lo fui acercando cada vez más a la cara, apenas lo tenía a varios centímetros, hasta que hundí mi nariz en él y disfruté de un exquisito aroma a néctar de macho. A punto ya de eyacular, y en un momento de éxtasis masturbatorio, me llevé el tanga a la boca, saqué la lengua, comencé a lamer aquella mancha viscosa como si fuese un perro y me corrí como un cabrón.

 Me acosté, acerqué mi cuerpo al suyo y le pasé la mano por encima del hombro, buscando una cómoda postura que me permitiese conciliar el sueño junto al calor de su cuerpo. Antes de quedarme dormido, no pude evitar meterle un dedo en el coño (con suavidad, evitando que se despertara), y lo noté caliente y viscoso por dentro. Saqué el dedo, que había quedado totálmente pringoso, me lo llevé a la boca y en breve caí en un profundo sueño. Está claro que no hay nada como un poco de leche antes de dormir.

 La voz de Alberto me despertó, eran sobre las 11:30 de la mañana.

 - "Venga tío, despierta, que la habitación hay que dejarla antes de las 12, son las normas del hotel".

 Abrí los ojos, estaba hecho polvo porque había dormido muy pocas horas. Sonia salió del cuarto de baño, en tanga y con las tetas colgando. Joder, con qué naturalidad enseña las tetas esta puta, pensé para mis adentros, aunque Alberto ya estaba sobradamente acostumbrado y no era ninguna novedad para él.

 Aquel día era el último de nuestras vacaciones, por la tarde cogíamos el autobús hacia Madrid, por lo que solo me quedaban unas horas para disfrutar de la puta que me había echado por novia.

 - "Bueno, yo voy a ir bajando, que los demás están ya abajo desayunado", comentó Alberto.

 En cuanto Alberto salió de la habitación, Sonia se abalanzó sobre mí, me tiró en la cama y con una pícara sonrisa en la cara me preguntó :

 - "¿Qué hacía mi tanga en el cuarto de baño?. Estaba tirado en el suelo...".

 Su pregunta me cogió por sorpresa y por unos instantes me quedé paralizado. Efectivamente, lo había dejado allí olvidado tras la paja.

 - "Esto... pues... es que...", fue lo único que atiné a decir.

 - "A ver, cuéntame, ¿te hiciste la paja mirando el tanga, oliéndolo?. ¿Eres de esos tíos a los que les gusta...?. En fin, ya sabes... ¿Te gusta olerlo?. ¿Quizás te frotaste con él?".

 - "Bueno... yo... la verdad es que sí...".

 - "¿Pero cómo exáctamente?. ¿Tocándolo y oliéndolo?".

 - "Sí, tocándolo, oliéndolo, chupándolo, frotándolo contra mi polla...".

 - "¿Sí, tío?", dijo ella con una mezcla de sorpresa y entusiasmo.

 - "Pues... sí".

 Entonces, sin yo esperármelo, tiró de mi pantalón de forma brusca, luego me quitó los calzoncillos, se quitó el tanga y se sentó a mi lado. Empezó a acariciárme la polla y los huevos mientras que con la otra mano sostenía el tanga y me lo enseñaba.

 - "¿Te excita masturbarte con mi tanga, verdad?".

 - "Sí...".

 - "Ummm, me encanta", dijo ella.

 Puso el tanga sobre mi polla, me la envolvió con él y siguió masturbándome.

 - "¿Te gusta sentir su tacto, verdad?", me preguntó.

 - "Mucho".

 - "¿Y lo notas mojado?. Bueno, quizás ahora no mucho, pero, ¿anoche lo notaste mojado?".

 - "Sí, lo noté mojado y me encantó"...

 Me puso el tanga sobre la cara, la nariz, y finálmente sobre la boca, ordenándome que lo lamiera a la vez que ella me agarraba con firmeza la polla y me masturbaba cada vez con más rapidez.

 - "¡Toma, cógelo tú, refriégatelo por la cara, huélelo, chúpalo!", me dijo, cosa que hice, y al quedar libre su mano se la llevó al coño y empezó a masturbarse.

 Fue fabuloso. La muy puta me estaba haciendo una pedazo de paja mientras ella también se pajeaba y miraba fíjamente como yo lamía con devoción cada centímetro del tanga. Cuando notó que estaba a punto de correrme, llevó hacia mi cara la mano que tenía en el coño y me metió el tanga casi por completo en la boca, con tanta brusquedad que incluso me hizo un poco de daño.

 - "¡Córrete cabrón, córrete!".

 La palabra cabrón me sonó de sus labios como música celestial, y con medio tanga metido en la boca, comencé a correrme.

 A ambos nos hubiera apetecido quedarnos un rato más juntos y disfrutar un poco más de uno de los pocos momentos de total intimidad que habíamos tenido, sin embargo, eran ya las 12 y todos estaban abajo esperando por nosotros. Antes de abandonar la habitación, no pude evitar decirle en un gesto de total sinceridad :

 - "Oye Sonia, que aunque ya te lo haya dicho en varias ocasiones, quiero decirte que me gustas mucho, muchísimo, y que me gustaría que siguiéramos juntos, aunque por un tiempo tengamos que mantener nuestra relación en la distancia. Estoy loco por tí, eres mi chica ideal...".

 - "Tú también me gustas mucho, y por supuesto que podemos intentarlo. El tiempo que estemos separados nos llamaremos todos los días por teléfono, nos escribiremos cartas...".

 - "Claro, además yo estoy a punto de acabar los estudios y en cuanto acabe tengo un puesto de trabajo seguro en la empresa de mi padre. Eso quiere decir que compraré un piso y podremos vivir juntos".

 - "De puta madre, además, me encanta Madrid, ¿sabes?. Ufff... la verdad es que estoy deseando ir para allá. Me dijiste que te quedan sólo unos meses para terminar los estudios, ¿no?".

 - "6 meses más o menos".

 - "¡6 meses se pasan en nada, tío!. Además, en ese tiempo puedes venir a verme alguna vez, ¿no?. Te puedes venir algún fin de semana y quedarte a dormir en casa de un colega de confianza que tengo, y yo también puedo intentar hacer una escapada y visitarte a tí".

 - "Sí, intentaré venir a verte en cuanto pueda, a ver si me quito de encima 2 exámenes importantes que tengo pendientes y vengo aunque sólo sea para un fin de semana, porque está claro que 6 meses seguidos sin verte se me harían una eternidad".

 Sonia se abalanzó sobre mí, me dio un cariñoso beso y salimos de la habitación. La verdad es que su actitud tan receptiva me había dejado una feliz sensación en el cuerpo, pues yo había pensado que reaccionaría de forma más fría a mis palabras. ¡La cosa parecía ir por buen camino!.

 Cuando bajamos a la cafetería del hotel, mi hermana y mis amigos estaban discutiendo sobre lo que hacer durante el resto del día antes de coger el autobús. Algunos hablaban de ir a la playa, otros sugerían otras opciones, como ir a un centro comercial cercano, y al final se fueron decantando por esta último opción. Yo dejé bien claro que prefería la playa, que no estaba dispuesto a pasar el día caminando de tienda en tienda. Alberto dijo que si yo iba a la playa él también se apuntaba. Supongo que, más que nada, porque pensaba que era la última ocasión que tenía para contemplar el cuerpo de Sonia, más que por el hecho de disfrutar de la playa. Así pues, Alberto, Sonia y yo nos dirigimos hacia la playa.

 Durante el trayecto, pensé que debía otorgarles a ambos la posibilidad de despedirse como Dios manda, una despedida que no olvidaran. Comenté que no me apetecía estar en la zona donde solíamos ponernos, y que me apetecía ir a algún sitio más tranquilo, así que fuimos a una zona más apartada, donde era frecuente ver a gente practicando nudismo.

 Al llegar, Sonia cayó en la cuenta de que no llevaba bikini. Me refiero a la parte de abajo del bikini, porque parte de arriba ya sabéis que no utilizaba. Me dijo que bueno, que no pasaba nada, que el tanga que llevaba podía hacer la misma función, aunque quizás se le transparentara por delante, al tratarse de una tela más fina. Entonces, para su sorpresa, yo le dije :

 - "Al tanga ese le hemos dado mucha guerra y lo mismo tiene alguna mancha visible, ¿no prefieres quedarte totálmente desnuda?".

 Sonia me miró con ojos de asombro, pero también con una miraba que prácticamente venía a decir que era lo que precisamente estaba deseando.

 - "¿No te importa que esté Alberto, no?".

 - "No, total, qué más da, ahí al lado hay dos tías haciendo nudismo, no creo que se escandalice porque en la playa haya otro coño más a la vista", le comenté sonriendo.

 Verla despelotarse por completo delante de mi amigo me dio mucho morbo, y él no pudo disimular su sorpresa al ver así a Sonia, pude apreciarlo en su rostro, aunque intentó disimularlo, y durante los primeros momentos supongo que fue una situación un poco incómoda para él.

 Alberto y yo nos dispusimos a echar una partida de cartas, y Sonia se tumbó en la toalla a tomar el sol, bocarriba y con la piernas ligeramente abiertas. Su coño depilado brillaba bajo el sol y mi amigo aprovechaba todo momento que me veía a mí despistado o concentrado en las cartas para echarle una miradita, que por supuesto no pasaban desapercibidas para mí.

 Al cabo un rato, decidí, por fin, darles la oportunidad de que se despidieran de la forma que ellos eligieran, así que, con la excusa de que me apetecía dar un paseo, los dejé solos. Avancé por la orilla unos 15 minutos, a paso tranquilo, y luego di la vuelta, otros 15 minutos. 30 minutos eran más que suficientes para que aprovecharan la situación que les había puesto en bandeja.

 Cuando estaba llegando, los vi bañándose y jugueteando en el agua. Seguramente limpiando sus cuerpos de sudor y alguna otra sustancia, con el fin de que no les delatara. Yo me dirigí hacia las toallas, las cuales estaban revueltas, signo inequívoco de que, efectivamente, había ocurrido lo que yo había pensado, y que me confirmó Sonia al cabo de un tiempo.  Email.

 

 

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