Me
llamo Pablo y soy nuevo en esto, tengo el ordenador desde las pasadas
navidades, por lo cual soy novato en esto de internet, y ha sido una gran
sorpresa y alegría para mí encontrar esta página, donde cornudos y
corneadores podemos compartir nuestras experiencias.
No concibo una relación donde la
mujer sea propiedad exclusiva de su marido, porque creo que es una
aberración privar a una mujer del disfrute de explorar su sexualidad y
disfrutar de todas las posibilidades que el sexo ofrece, por eso creo que
MorboCornudos es una gran página, no sólo para nosotros los cornudos,
sino para el bienestar y placer de todas nuestras mujeres.
Mi mujer se llama Sonia y
llevamos cuatro años casados, ella tiene 26 años y yo 29. En este relato
voy a contaros el origen y trayectoria de mis cuernos, desde el día que
la conocí hasta el día de hoy. Ella es morena con el pelo rizado, de
estatura media aunque tirando a alta, pesa 59 kilos, usa una talla 90 de
sujetador y sus piernas son preciosas. Yo mido 1,81, peso 83 kilos, soy
moreno y según dice ella no estoy nada mal.
Nos conocimos un verano de hace
seis años. Yo disfrutaba junto a mi hermana y unos amigos de unas
vacaciones en la costa del sol. Mi hermana una tarde que estábamos en la
playa llegó junto a Sonia y nos la presentó, se conocían del año anterior
porque mi hermana había veraneado en el mismo sitio y la había conocido,
y esa tarde se habían encontrado paseando por la playa.
Además de Sonia, estaban junto a
ella dos amigas más. Ella era la única que hacía topless, cosa que me
llamó la atención, porque las amigas suelen hacer topless juntas. Lo
primero que se me vino a la cabeza era que le debía gustar mucho eso de
enseñar las tetas, que por cierto, las tiene muy bien puestas.
Sonia y las amigas estuvieron un
rato con nosotros y luego se fueron. Como es normal, mis amigos y yo nos
pusimos a comentar lo buenas que estaban, y sobre todo el tema de
conversación se centró en las fantásticas tetas de Sonia. Las de las
otras chicas no parecían estar mal, pero claro, como ella era la única
que las enseñaba...
Cuando nos fuimos al hotel y
mientras nos preparábamos para salir a cenar, le estuve preguntando a mi
hermana sobre Sonia. Ella se dio cuenta rápidamente de que me gustaba.
Normal. Me dijo que era simpática y tal, pero que no le gustaba como
novia para mí, porque era un poquillo "fresca", que en un momento dado
estaba bien para echarle un polvazo pero nada más, que como relación
estable no le parecía la elección más acertada.
A mí en aquella época ya me daba
bastante morbo lo de ser cornudo, así que lo que me dijo mi hermana no me
importaba, al contrario, eso de tener una novia que fuera una guarra me
provocaba bastante excitación.
Mi hermana me dijo que
posiblemente Sonia la llamaría para quedar con nosotros por la noche, así
que esa noche me propuse ligármela e intentar llegar a algo con ella, en
principio echarle un polvo y luego ya se vería si llegábamos a algo más
serio.
Mientras estábamos cenando, mi
hermana recibió la llamada de Sonia y quedaron a una hora determinada en
la discoteca donde íbamos a ir. Cuando colgó, dijo dirigiéndose a mí :
- "Lo siento Pablo... pero creo
que a Sonia le gusta Alberto...".
Alberto era uno de mis amigos.
Vaya, la cosa no es que empezara muy bien, aunque no quise perder las
esperanzas, porque Alberto tenía novia desde hacía mucho tiempo y es un
chico muy fiel que nunca la engañaría, así que no había problema porque
no se atrevería a hacer nada por mucho que Sonia quisiera.
Por fin nos fuimos a la
discoteca y al cabo de un rato llegó Sonia con las amigas. A partir de
ese momento me arrimé a ella y no me separé, intentando ligármela, aunque
no me hacía demasiado caso, porque el que le gustaba era Alberto. Por
suerte, conforme fue avanzando la noche y tras ver que con Alberto no
tenía posibilidades, empezó a hacerme algo de caso y con la ayuda de mi
hermana conseguí enrollarme con ella.
Estuvimos enrollándonos allí en
la discoteca hasta que cerraron. Le metí mano todo lo que quise y ella se
dejaba, aunque no me atreví a meterle la mano por dentro del tanga por si
acaso le molestaba, así que preferí reservármelo para la siguiente
ocasión, que dicho sea de paso, no tardaría en llegar.
Todos,
incluyendo a mi hermana, se marcharon antes que nosotros porque estaban
cansados, y al final solo quedamos Sonia, Alberto y yo.
Tras marcharnos
nosotros de la discoteca, Sonia se dio cuenta que se había olvidado las
llaves de su casa y que llamar a esas horas le podía suponer un problema,
así que le ofrecí quedarse a dormir conmigo en el hotel. Al principio no
le gustó la idea, pero parece que se animó cuando se enteró que Alberto y
yo dormíamos en la misma habitación...
A Alberto no le hacía mucha
gracia la idea ya que se sentía incómodo de dormir en la cama de al lado,
pero le dijimos que no había problema porque estábamos cansados y nuestra
única intención era dormir, aunque claro, eso yo más que nada se lo dije
para que no nos cortara el rollo, porque yo estaba dispuesto a intentar
follármela sin importarme que él estuviera al lado.
Llegamos a la habitación y
Alberto, que se moría de sueño, se fue directo a la cama. Sonia, antes de
meterse conmigo en la cama, se quitó el vestido que llevaba y se quedó en
tanga. No le importó que Alberto todavía no estuviera dormido, total, en
la playa ya le había visto las tetas, aunque hay que reconocer que no es
lo mismo en la playa que en una habitación.
Bueno, pues la cuestión es que
Sonia se metió en la cama y aunque yo pensaba que primero nos
enrollaríamos un rato y eso, la muy guarra se fue directa para mi polla y
empezó a comérmela. Ni besos ni tonterías, se introdujo entre las sábanas
y empezó a hacerme una fabulosa mamada, con tal maestría que parecía que
mi polla se iba a derretir en su boca.
No hubiera podido imaginar
lo fácil que me iba a resultar llevarme a Sonia a la cama, y allí la
tenía, entre mis pierdas, comiéndome la polla apenas unas horas despues
de haberla conocido. Le tuve que decir que parara, porque todavía no me
quería correr, antes quería metérsela por el coño y darle una buena
follada, así que le dije que se colocara encima mío y tras meterle toda
la polla en el coño, empezó a cabalgar como una buena puta.
Sonia, mi actual esposa, se
follaba mi polla como una auténtica puta pocas horas despues de haberme
conocido. Tanto ella como yo girábamos la cabeza de vez en cuando para
mirar a Alberto, que, aunque en teoría estaba dormido, a veces parecía
como que entreabría los ojos. A mí no me importaba que nos viera, y a
ella muchísimo menos. Incluso me daba la sensación de que su mano se
movía debajo de la sábana a la altura de su polla. Seguramente se había
puesto cachondo y se estaba pajeando disimuladamente. Normal, porque ni
ella ni yo disimulábamos nuestros gemidos, y los de ella cada vez eran
más sonoros.
Me hubiera encantado echarle la
leche en el coño, pero como no habíamos usado preservativo porque no
teníamos, la avisé de que me iba a correr y ella se sacó la polla del
coño y puso sus tetas a la altura de la polla, lugar donde deposité toda
la leche. Se las dejé embadurnadas a la muy zorra.
Ya más relajados, estuvimos unos
minutos hablando y fue cuando le dije que me gustaría mantener una
relación estable con ella. Se quedó pensativa, dudó durante unos segundos
pero, finalmente, para mi sorpresa, me dijo que sí, que yo le gustaba y
que no pasaba nada por intentarlo. Una enorme sensación de nerviosismo y
felicidad me invadió el cuerpo. Me sentía el chico más afortunado del
mundo.
Nos besamos apasionadamente,
ella aun con las tetas llenas de semen, y le dije que yo iba a darme una
ducha, que si quería ducharse conmigo. Me contestó que no, que no le
apetecía, que me esperaría allí tumbada despierta mientras yo me duchaba.
Tras darle un pañuelo para que se limpiara el semen de las tetas, me
dirigí a la ducha.
Me sentía como nuevo despues de
aquel polvazo y me duché con tranquilidad, disfrutando de cada chorro de
agua que sentía en mi cuerpo, mientras pasaban por mi cabeza miles de
cosas sobre mi recién estrenada relación con Sonia. Hacía mucho tiempo
que no salía con una chica, y como comprenderéis, era una gran
satisfacción para mí que una chica tan atractiva como Sonia aceptara
salir conmigo.
La puerta del cuarto de baño no
la había cerrado del todo, solo lo justo para que la luz no molestara en
la habitación, y mientras me secaba el cuerpo con la toalla me pareció
ver algo extraño a través de la rendija. En la oscuridad de la
habitación, pude ver un gran bulto dentro de la sábana de la cama de
Alberto, y también me fijé que Sonia ya no estaba en la cama...
Sin dar crédito a lo que veía,
pegué la cabeza a la rendija de la puerta y comprobé que el bulto que
había en la cama de Alberto dibujaba en la sábana la silueta de una
persona. La silueta de Sonia, por supuesto. Todas mis ilusiones se
vinieron abajo. Aquello era muy fuerte. La chica que acababa de aceptar
mi invitación a mantener una relación sentimental estaba dentro de la
cama de mi amigo, y más concretamente, agachada en la zona de su polla.
Podía verlo perfectamente. La
forma que su cuerpo creaba en la sábana lo hacía evidente. Sonia le
estaba haciendo una mamada a Alberto, sin importarle las consecuencias
que pudiera acarrear a nuestra recién estrenada relación, sin importarle
la reacción que yo pudiera tener al verla... Joder, pero qué pedazo de
puta me acababa de echar por novia. Creo que ser más puta es imposible.
Sin embargo, y como comenté en
párrafos anteriores, a mí eso de imaginarme cornudo ya me provocaba por
aquel entonces bastante excitación, así que, tras dejar caer la toalla
que cubría mi cuerpo, me agarré firmemente la polla y comencé a
masturbarme mientras observaba el movimiento de la cabeza de Sonia dentro
de la sábana, imaginándome la polla de Alberto dentro de su boca y a ella
chupándosela como una puta.
Alberto, por muy fiel que
hubiera sido hasta la fecha a su novia, no había podido evitar caer en la
tentación de disfrutar de la boca de aquella puta, es decir, de la puta
de mi novia Sonia, y no sólo es que se dejara hacer, sino que en algunos
momentos ponía sus manos sobre la cabeza de ella invitándola a seguir
chupando. De todas formas, a él no lo puedo acusar de nada, porque no
sabía que formálmente estábamos saliendo.
Tras unos minutos, Sonia, al
igual que hizo conmigo, se sentó sobre su polla y empezó a cabalgarlo.
Alberto hacía todo lo posible por no hacer ruido y con una mano le tapaba
la boca a Sonia para que no se le escuchara gemir. Ella permanecía con la
sábana por encima, menuda tontería, como si con ello evitase que se
supiera lo que estaban haciendo, pero en un momento dado, al hacer un
brusco movimiento para sacarse la polla del coño, la sábana se echó para
detrás y sus cuerpos quedaron a la vista.
Mi polla explotó viendo aquella
maravillosa escena de Sonia colocándose la polla entre las tetas y
recibiendo la abundante corrida de Alberto, tal y como hiciese conmigo
momentos antes, y de mi polla salieron sendos chorretones de leche que
cayeron sobre la puerta y parte del suelo del cuarto de baño, que limpié
con la mayor rapidez posible.
Acto seguido, Sonia se levantó
de la cama y se dirigió hasta donde yo estaba, entrando en el cuarto de
baño con las tetas llenas de leche. Yo disimulé haciendo como que todavía
estaba secándome y ella me dijo que venía a limpiarse, que al final había
decidido ducharse en vez de limpiarse con el pañuelo que yo le había
dado.
Me gustó mucho esa humillación
de ella hacia mí, haciéndome creer que la leche que traía en las tetas
era la mía, y abrazándome mientras me daba un morreo, frotando en mi
cuerpo la leche de mi amigo. Después se metió en la ducha y yo la esperé
en la cama.
Y aquí acaba esta primera parte
de mi historia, donde he narrado el origen de mis cuernos con la mayor
fidelidad posible. En próximas entregas os contaré la trayectoria que han
seguido hasta el día de hoy. Si algún aspirante a cornudo indeciso quiere
contactar conmigo o alguien quiere opinar sobre este relato, puedo
hacerlo escribiéndome a mi
email.
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