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  "El nuevo trabajo de mi mujer (2)".

 

 Mi mujer llevaba ya varios meses en su nuevo trabajo, y entre mamadas y pajas se había hecho toda una profesional. Peter, el actor porno, solo dejaba que ella le tocara entre escena y escena, incluso mi mujer sospechaba que no eyaculaba en las escenas reservándose para correrse en su cara, en su boca, incluso, alguna vez en sus pies, corridas que mi mujer aceptaba encantada. A veces cuando iba muy cachonda se ponía la polla de Peter entre las tetas haciéndole una cubana hasta que eyaculaba en sus tetas y ella aprovechaba para lamerse los pezones llenos de semen. Nuestra vida sexual había mejorado notablemente, ella me contaba lo que hacía en el trabajo y nos excitábamos tanto que follábamos casi cada noche.

 En el tiempo que llevaba trabajando nadie la había penetrado, ni se había atrevido a proponérselo, así pues mi mujer se paseaba a sus anchas por el set de rodaje, dejando que se marcaran sus pezones erectos a través de la camisa blanca. Por petición de Silvia, iba siempre sin bragas y le excitaba ver cómo los ayudantes de rodaje, guionistas, iluminadores y demás trabajadores hacían posturas imposibles por intentar verle el coño. Entre las escenas que veía, las mamadas y las pajas a Peter, iba siempre caliente como una perra y había empezado a gustarle eso de exhibirse.

 Alguna vez, entre toma y toma, cuando Peter necesitaba algo más que sus manos para mantener su erección, se había arrodillado allí mismo y delante de todos comenzaba a comerle el rabo, colocándose en una posición que dejaba ver su hermoso culo y su coño, tan húmedo que chorreaba formando un pequeño charquito de flujo en el suelo. Le encantaba calentarlos, moviendo su lengua sobre sus labios de forma sensual, poniendo posturas que dejaban ver su culo o su coño. Luego me contaba lo que le excitaba imaginar, la de pajas que se habrían hecho pensando en ella.

 Un día fue al servicio y escuchó como en el compartimiento de al lado alguien se estaba haciendo una paja. Al oír sus tacones, el desconocido paró, pero en cuanto ella empezó a mear, no pudo aguantar más y empezó a machacársela con fruición. Tan ensimismado estaba en su masturbación que no escuchó a mi mujer levantarse y, aún con la falda por la cintura, abrir la puerta del servicio pillándole con las manos en la masa.

 El pobrecillo se sonrojó: era Alberto, el becario de 20 años que, pese a su corte inicial, no podía quitar los ojos del coño de mi mujer, que le dijo "¿quieres que te eche una mano?". La cara del chaval era un poema. Mi mujer se escupió en la mano y con un sabio movimiento, provocó que chorros y chorros de leche salieran de aquella joven polla. A continuación, y prácticamente sin darle tiempo a recuperarse de la corrida, mi mujer puso una pierna en el bidet mostrando todo su chocho abierto ante le cara de asombro de Alberto. “Me vas a tener que hacer un pequeño favor, no había papel... ¿me lo puedes limpiar con tu lengua?”. Alberto se lanzó a lamer con ansia ese coño empapado de flujos y orina, se afanó hasta dejarlo totalmente limpio. Cuando quedó satisfecha con el servicio, se bajó la falda, le dio las gracias no sin antes advertirle: “quizás otro día te dé el gusto de que me corra en tu boca”. Antes de irse se fijó en que ya estaba otra vez empalmado, seguro que caería otra paja a su salud.

 Un día, a la hora de comer, recibió un mensaje de Silvia: “Esta tarde a las 18:00h en mi casa”. Nunca le habían pedido nada fuera de su horario, pero le pagaban muy bien y no quería negarse, así que acudió a casa de Silvia. Llamó a la puerta con cierto nerviosismo y curiosidad. Silvia abrió la puerta. La recibió con una bata de seda negra hasta el suelo, con un gran escote que bajaba hasta su ombligo, tan fina que dejaba entrever las aureolas de su pezones.

 "Pasa, ¿quieres tomar algo?", le dijo Silvia. Se dio la vuelta y mi mujer no podía dejar de mirarle el culo, aún lo mantenía firme y duro. Pese a sus 45 años tenía un cuerpazo.

 "Tendrás curiosidad por saber para qué te he hecho venir. Se trata de... ¿cómo decirlo? Un ascenso podría ser la palabra. Como sabrás, tengo que encargarme de reuniones, financiación, contratos, distribuidores, tengo que acudir a cenas de trabajo... en fin, no paro, incluso organizo reuniones y proyecciones en mi casa, y claro, necesito alguien de confianza que me eche una mano. Tus condiciones laborales van a mejorar notablemente al igual que tus ingresos, pero, aunque tengo plena confianza en ti, deberás pasar algunas pruebas para ver si eres lo que estoy buscando. ¿Te interesa el puesto?".

 "Claro", respondió mi mujer. “Cualquier ingreso extra siempre es bienvenido”. “Comencemos pues”, dijo Silvia mientras le ponía la mano en el hombro.

 “En este mundillo del porno hay gente muy especial con gustos muy especiales, y hay que dominar muchas facetas y variantes, hay que conocer los diferentes gustos y fantasías de los clientes, tendrás que familiarizarte con todos los nombres y saber de qué van cada uno. ¿Has oído hablar del BDSM?. Se trata de la abreviatura de Bondage Dominación Sado y Masoquismo y engloba todas sus variantes. ¿Eres Ama o Esclava?”. “Pues no lo sé”, contestó mi mujer. “Nunca me lo he planteado, ni siquiera sé si me gustaría probarlo”. “No te preocupes, yo te voy a enseñar a ser las dos cosas. Pasa a esa habitación y ponte lo que tienes encima de la cama”.

 Mi mujer entró en la habitación y encontró unas botas altas de tacón, un corsé de cuero negro que dejaba sus tetas al aire y un collar. Se empezó a excitar. La verdad es que la estética del Sado siempre la había puesto mucho y el cuero y el látex hacían que se mojara solo de sentir su tacto. Se lo puso, le quedaba perfecto, estaba encantada, los tacones realzaban su precioso culo y el corsé la hacían una figura estupenda, con las tetas al aire y los pezones duros.

 Se colocó el collar, se miró en el espejo y, satisfecha de lo que veía, se dijo a sí misma, “¡pero qué guarra estás hecha!”.

 Salió al comedor. “Estás muy atractiva” le dijo Silvia, “vamos a comenzar con tu adiestramiento, a partir de ahora tendrás que dirigirte a mí como Ama”. Le puso una correa al collar y le mando ponerse de rodillas, mi mujer obedeció, Silvia le hizo dar un par de vueltas a cuatro patas alrededor del salón mientras asentía y le daba cachetes en el culo. “El culo más en pompa, que se te vea bien, quiero ver ese agujero del culo”. “Baja más la cabeza, como si fueras lamiendo el suelo, así, muy bien, putita. Ahora vas a se mi zorra, lo sabes ¿no?, para eso has venido. Lo estas deseando, crees que no noto cómo me miras el culo y el escote. ¿Quieres ver bien mis tetas?”.

 Silvia se quitó la bata, estaba desnuda completamente salvo unas medias y unos zapatos de tacón, tenía un cuerpo espectacular, con unas enormes y duras tetas. “Vamos, cómeme los pezones, pónmelos bien duros”. Mi mujer empezó a lamer los pezones, empezó a rodearlos con la punta de la lengua, para luego darles pequeños mordisquitos que hicieron que Silvia empezara a gemir. “Cómo me estás poniendo, puta...”, y cogiéndole de la correa le ordenó que la siguiera al servicio.

 En el baño, en una bandeja, había una cuchilla de afeitar, espuma y todo lo necesario para un buen rasurado. “Me vas a afeitar el coño”. Silvia se abrió de piernas todo lo que pudo dejándola ver su precioso coño. Mi mujer cogió la espuma de afeitar, se la echó en la mano y empezó a extenderla por el coño y el pubis de Silvia. Cogió la cuchilla y empezó a rasurar. Con cuidado quitó el poco bello que quedaba y pasó a rasurar los labios del coño. Notaba cómo Silvia se estaba poniendo cachonda, su coño brillaba por el flujo, veía su almeja completamente abierta y húmeda.

 Mi mujer estaba empezando a relamerse, se moría de ganas de darle un lametazo. Acabó de rasurar y con agua empezó a quitar la espuma. Con la mano empezó a masajearle el coño y el clítoris, Silvia empezó a gemir, la cogió de la cabeza y se la metió entre las piernas. Mi mujer empezó a lamer con ganas, primero el coño, de abajo arriba, grandes lametazos hasta llegar al clítoris y vuelta a empezar. Silvia se estaba volviendo loca, la agarró del pelo y le ordenó que le sorbiera el clítoris. “Vamos, esclava, ¡cómeme el clítoris!, Siiii, qué bien, puta, ¡cómo me gusta!”.

 Le echó la cabeza para atrás y le escupió en la cara. “Espera, todavía no quiero correrme”. La hizo tumbarse en el suelo del baño, y se puso en cuclillas sobre su cara dejándole ver su mojado coño y su culo. “Esto se llama Facesitting”, y ahora cómeme el culo, lo quiero bien limpito, lubricado y dilatado. ¡vamos cerda!”.

 Mi mujer empezó a chupar el agujero del culo, empezó a meter la lengua en el ojete mientras notaba como este se iba abriendo poco a poco. Daba lametazos por todo el culo hasta llegar al coño. Mi mujer estaba cachonda perdida, estaba como una perra saboreando ese hermoso culo, se estaba poniendo muy cerda, estaba llegando al punto de perder el control, ese punto en que haría lo que le pidieran... Se sentía muy guarra.

 Después de una buena corrida, que mi mujer se tragó sin dejar ni una gota, Silvia la cogió, la levantó del suelo, le puso dos pinzas en los pezones unidos por una cadena y tiró de ella hasta la cama, “¿Sabes lo que es el Squirting?”. “No, mi Ama”, contestó mi mujer. “Es la eyaculacion femenina", contestó Silvia. “Vas a aprender a hacerlo y te lo vas a comer enterito. No todos en el mundo del porno son hombres, te sorprendería saber cuántas mujeres están en este mercado y ellas son todavía más exigentes, no se conforman con unas buenas pollas y esto te aseguro que te conseguirá cualquier contrato”.

 Silvia se sentó en el borde de la cama, se abrió de piernas con los tacones apuntando al techo, le ofreció una espectacular panorámica de su coño empapado después de la corrida y de su culo bien abierto después de la mamada que le había dedicado mi mujer. “Méteme dos dedos en el coño y empieza a mover la punta hacia ti, así, ¡así! ¡Qué bien, chúpame el clítoris!, Diiiossssss, sigue, ¡sigue!, ahhh, ahhhh, méteme un dedo en el culo, vamos, vamos, siiiiiii, siiiiiiii, méteme otro dedo... Siii.. ¡qué gusto!. Me corro, me corrrrro... ¡aaahhhhhhh! ¡cómetelo todo, guarra!”.

 De repente, un gran chorro salió del coño de Silvia llenando a boca y el pecho de mi mujer de fluidos y haciendo un charco al borde de la cama, parecía que se hubiese meado encima, pero ni la textura ni el sabor eran de orina. Mi mujer se quedó alucinada, nunca había visto nada así, se moría de ganas de probarlo. Tenía el coño encharcado, estaba a cien y hasta el culo le estaba pidiendo guerra. “¿A qué esperas, puta? Limpia el suelo con tu lengua, sí, así, ofreciéndome el culo. Bien, primera fase superada, ahora llega la segunda parte de la prueba. ¿Te han roto el culo alguna vez, cariño?”.

 

 Continuará...

 

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