Mi
mujer llevaba ya varios meses en su nuevo trabajo, y entre mamadas y
pajas se había hecho toda una profesional. Peter, el actor porno, solo
dejaba que ella le tocara entre escena y escena, incluso mi mujer
sospechaba que no eyaculaba en las escenas reservándose para correrse
en su cara, en su boca, incluso, alguna vez en sus pies, corridas que
mi mujer aceptaba encantada. A veces cuando iba muy cachonda se ponía
la polla de Peter entre las tetas haciéndole una cubana hasta que
eyaculaba en sus tetas y ella aprovechaba para lamerse los pezones
llenos de semen. Nuestra vida sexual había mejorado notablemente, ella
me contaba lo que hacía en el trabajo y nos excitábamos tanto que
follábamos casi cada noche.
En el tiempo que llevaba trabajando nadie la había penetrado, ni se había
atrevido a proponérselo, así pues mi mujer se paseaba a sus anchas por
el set de rodaje, dejando que se marcaran sus pezones erectos a través
de la camisa blanca. Por petición de Silvia, iba siempre sin bragas y
le excitaba ver cómo los ayudantes de rodaje, guionistas, iluminadores
y demás trabajadores hacían posturas imposibles por intentar verle el
coño. Entre las escenas que veía, las mamadas y las pajas a Peter, iba
siempre caliente como una perra y había empezado a gustarle eso de
exhibirse.
Alguna vez, entre toma y toma, cuando Peter necesitaba algo más que sus
manos para mantener su erección, se había arrodillado allí mismo y
delante de todos comenzaba a comerle el rabo, colocándose en una
posición que dejaba ver su hermoso culo y su coño, tan húmedo que
chorreaba formando un pequeño charquito de flujo en el suelo. Le
encantaba calentarlos, moviendo su lengua sobre sus labios de forma
sensual, poniendo posturas que dejaban ver su culo o su coño. Luego me
contaba lo que le excitaba imaginar, la de pajas que se habrían hecho
pensando en ella.
Un día fue al servicio y escuchó como en el compartimiento de al lado
alguien se estaba haciendo una paja. Al oír sus tacones, el desconocido
paró, pero en cuanto ella empezó a mear, no pudo aguantar más y empezó
a machacársela con fruición. Tan ensimismado estaba en su masturbación
que no escuchó a mi mujer levantarse y, aún con la falda por la
cintura, abrir la puerta del servicio pillándole con las manos en la
masa.
El pobrecillo se sonrojó: era Alberto, el becario de 20 años que, pese a
su corte inicial, no podía quitar los ojos del coño de mi mujer, que le
dijo "¿quieres que te eche una mano?". La cara del chaval era un poema.
Mi mujer se escupió en la mano y con un sabio movimiento, provocó que
chorros y chorros de leche salieran de aquella joven polla. A
continuación, y prácticamente sin darle tiempo a recuperarse de la
corrida, mi mujer puso una pierna en el bidet mostrando todo su chocho
abierto ante le cara de asombro de Alberto. Me vas a tener que hacer
un pequeño favor, no había papel... ¿me lo puedes limpiar con tu
lengua?. Alberto se lanzó a lamer con ansia ese coño empapado de
flujos y orina, se afanó hasta dejarlo totalmente limpio. Cuando quedó
satisfecha con el servicio, se bajó la falda, le dio las gracias no sin
antes advertirle: quizás otro día te dé el gusto de que me corra en tu
boca. Antes de irse se fijó en que ya estaba otra vez empalmado,
seguro que caería otra paja a su salud.
Un día, a la hora de comer, recibió un mensaje de Silvia: Esta tarde a
las 18:00h en mi casa. Nunca le habían pedido nada fuera de su
horario, pero le pagaban muy bien y no quería negarse, así que acudió a
casa de Silvia. Llamó a la puerta con cierto nerviosismo y curiosidad.
Silvia abrió la puerta. La recibió con una bata de seda negra hasta el
suelo, con un gran escote que bajaba hasta su ombligo, tan fina que
dejaba entrever las aureolas de su pezones.
"Pasa, ¿quieres tomar algo?", le dijo Silvia. Se dio la vuelta y mi mujer
no podía dejar de mirarle el culo, aún lo mantenía firme y duro. Pese a
sus 45 años tenía un cuerpazo.
"Tendrás curiosidad por saber para qué te he hecho venir. Se trata de...
¿cómo decirlo? Un ascenso podría ser la palabra. Como sabrás, tengo que
encargarme de reuniones, financiación, contratos, distribuidores, tengo
que acudir a cenas de trabajo... en fin, no paro, incluso organizo
reuniones y proyecciones en mi casa, y claro, necesito alguien de
confianza que me eche una mano. Tus condiciones laborales van a mejorar
notablemente al igual que tus ingresos, pero, aunque tengo plena
confianza en ti, deberás pasar algunas pruebas para ver si eres lo que
estoy buscando. ¿Te interesa el puesto?".
"Claro", respondió mi mujer. Cualquier ingreso extra siempre es
bienvenido. Comencemos pues, dijo Silvia mientras le ponía la mano
en el hombro.
En este mundillo del porno hay gente muy especial con gustos muy
especiales, y hay que dominar muchas facetas y variantes, hay que
conocer los diferentes gustos y fantasías de los clientes, tendrás que
familiarizarte con todos los nombres y saber de qué van cada uno. ¿Has
oído hablar del BDSM?. Se trata de la abreviatura de Bondage Dominación
Sado y Masoquismo y engloba todas sus variantes. ¿Eres Ama o Esclava?.
Pues no lo sé, contestó mi mujer. Nunca me lo he planteado, ni
siquiera sé si me gustaría probarlo. No te preocupes, yo te voy a
enseñar a ser las dos cosas. Pasa a esa habitación y ponte lo que
tienes encima de la cama.
Mi mujer entró en la habitación y encontró unas botas altas de tacón, un
corsé de cuero negro que dejaba sus tetas al aire y un collar. Se
empezó a excitar. La verdad es que la estética del Sado siempre la
había puesto mucho y el cuero y el látex hacían que se mojara solo de
sentir su tacto. Se lo puso, le quedaba perfecto, estaba encantada, los
tacones realzaban su precioso culo y el corsé la hacían una figura
estupenda, con las tetas al aire y los pezones duros.
Se colocó el collar, se miró en el espejo y, satisfecha de lo que veía, se
dijo a sí misma, ¡pero qué guarra estás hecha!.
Salió al comedor. Estás muy atractiva le dijo Silvia, vamos a comenzar
con tu adiestramiento, a partir de ahora tendrás que dirigirte a mí
como Ama. Le puso una correa al collar y le mando ponerse de rodillas,
mi mujer obedeció, Silvia le hizo dar un par de vueltas a cuatro patas
alrededor del salón mientras asentía y le daba cachetes en el culo. El
culo más en pompa, que se te vea bien, quiero ver ese agujero del
culo. Baja más la cabeza, como si fueras lamiendo el suelo, así, muy
bien, putita. Ahora vas a se mi zorra, lo sabes ¿no?, para eso has
venido. Lo estas deseando, crees que no noto cómo me miras el culo y el
escote. ¿Quieres ver bien mis tetas?.
Silvia se quitó la bata, estaba desnuda completamente salvo unas medias y
unos zapatos de tacón, tenía un cuerpo espectacular, con unas enormes y
duras tetas. Vamos, cómeme los pezones, pónmelos bien duros. Mi mujer
empezó a lamer los pezones, empezó a rodearlos con la punta de la
lengua, para luego darles pequeños mordisquitos que hicieron que Silvia
empezara a gemir. Cómo me estás poniendo, puta..., y cogiéndole de la
correa le ordenó que la siguiera al servicio.
En el baño, en una bandeja, había una cuchilla de afeitar, espuma y todo
lo necesario para un buen rasurado. Me vas a afeitar el coño. Silvia
se abrió de piernas todo lo que pudo dejándola ver su precioso coño. Mi
mujer cogió la espuma de afeitar, se la echó en la mano y empezó a
extenderla por el coño y el pubis de Silvia. Cogió la cuchilla y empezó
a rasurar. Con cuidado quitó el poco bello que quedaba y pasó a rasurar
los labios del coño. Notaba cómo Silvia se estaba poniendo cachonda, su
coño brillaba por el flujo, veía su almeja completamente abierta y
húmeda.
Mi mujer estaba empezando a relamerse, se moría de ganas de darle un
lametazo. Acabó de rasurar y con agua empezó a quitar la espuma. Con la
mano empezó a masajearle el coño y el clítoris, Silvia empezó a gemir,
la cogió de la cabeza y se la metió entre las piernas. Mi mujer empezó
a lamer con ganas, primero el coño, de abajo arriba, grandes lametazos
hasta llegar al clítoris y vuelta a empezar. Silvia se estaba volviendo
loca, la agarró del pelo y le ordenó que le sorbiera el clítoris.
Vamos, esclava, ¡cómeme el clítoris!, Siiii, qué bien, puta, ¡cómo me
gusta!.
Le echó la cabeza para atrás y le escupió en la cara. Espera, todavía no
quiero correrme. La hizo tumbarse en el suelo del baño, y se puso en
cuclillas sobre su cara dejándole ver su mojado coño y su culo. Esto
se llama Facesitting, y ahora cómeme el culo, lo quiero bien limpito,
lubricado y dilatado. ¡vamos cerda!.
Mi mujer empezó a chupar el agujero del culo, empezó a meter la lengua en
el ojete mientras notaba como este se iba abriendo poco a poco. Daba
lametazos por todo el culo hasta llegar al coño. Mi mujer estaba
cachonda perdida, estaba como una perra saboreando ese hermoso culo, se
estaba poniendo muy cerda, estaba llegando al punto de perder el
control, ese punto en que haría lo que le pidieran... Se sentía muy
guarra.
Después de una buena corrida, que mi mujer se tragó sin dejar ni una gota,
Silvia la cogió, la levantó del suelo, le puso dos pinzas en los
pezones unidos por una cadena y tiró de ella hasta la cama, ¿Sabes lo
que es el Squirting?. No, mi Ama, contestó mi mujer. Es la
eyaculacion femenina", contestó Silvia. Vas a aprender a hacerlo y te
lo vas a comer enterito. No todos en el mundo del porno son hombres, te
sorprendería saber cuántas mujeres están en este mercado y ellas son
todavía más exigentes, no se conforman con unas buenas pollas y esto te
aseguro que te conseguirá cualquier contrato.
Silvia se sentó en el borde de la cama, se abrió de piernas con los
tacones apuntando al techo, le ofreció una espectacular panorámica de
su coño empapado después de la corrida y de su culo bien abierto
después de la mamada que le había dedicado mi mujer. Méteme dos dedos
en el coño y empieza a mover la punta hacia ti, así, ¡así! ¡Qué bien,
chúpame el clítoris!, Diiiossssss, sigue, ¡sigue!, ahhh, ahhhh, méteme
un dedo en el culo, vamos, vamos, siiiiiii, siiiiiiii, méteme otro
dedo... Siii.. ¡qué gusto!. Me corro, me corrrrro... ¡aaahhhhhhh!
¡cómetelo todo, guarra!.
De repente, un gran chorro salió del coño de Silvia llenando a boca y el
pecho de mi mujer de fluidos y haciendo un charco al borde de la cama,
parecía que se hubiese meado encima, pero ni la textura ni el sabor
eran de orina. Mi mujer se quedó alucinada, nunca había visto nada así,
se moría de ganas de probarlo. Tenía el coño encharcado, estaba a cien
y hasta el culo le estaba pidiendo guerra. ¿A qué esperas, puta?
Limpia el suelo con tu lengua, sí, así, ofreciéndome el culo. Bien,
primera fase superada, ahora llega la segunda parte de la prueba. ¿Te
han roto el culo alguna vez, cariño?.
Continuará...
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