Me
llamo Hellem y acabo de cumplir los 30 años, estoy felizmente casada y
lo último que se me habría ocurrido en la vida es ponerle los cuernos a
mi marido, pero confieso que es algo que siempre me ha producido mucho
morbo imaginar.
El caso es que un buen día tras revisar mis correos, me dio por navegar
por internet, algo que habitualmente no suelo hacer, pero mi marido sí
con mucha asiduidad. Total, que en algún momento se me ocurrió pensar
por qué páginas serían las más visitadas por mi marido y, vaya por
dios, que acabo en Morbocornudos.com
Me revisé la página por completo, fotos, vídeos, relatos, en fin me la
tragué enterita. Desde ese día comprobé que no había un solo día que mi
marido dispusiera de tiempo y no visitara la página. Mi curiosidad por
sus gustos se vio acentuada, me preguntaba si lo que le excitaba era
ser cornudo o corneador o si por el contrario el tema cuernos le pasaba
de largo y sus visitas a la página no se relacionaban con sus deseos
ocultos. Investigué más a fondo y descubrí en carpetas escondidas
vídeos pornográficos muy variados, pero en otra carpeta titulada "sodunroc"
(qué original) aparecieron unas 60 películas vinculadas con el tema en
cuestión, "fóllate a mi mujer", "córrete sobre mi mujer" y títulos muy
similares.
Estaba yo barajando la posibilidad de asegurar que el tema le interesaba
cuando encuentro una carpeta zip de menos de 1Mega titulada "Fantasy".
Me tiré de cabeza a abrir el archivo pero me di con un canto en los
dientes, el archivo me pedía una clave, probé un sin fin de
combinaciones y al final se me encendió la luz y me dio por probar mi
nombre. En efecto el archivo se abrió y aparecieron más de 50 archivos
de texto en los que narraba fantasías relacionadas conmigo y como no,
con sus cuernos. En fin, vi que no dejaba títere con cabeza, me
imaginaba follando y haciendo todo tipo de cosas con un montón de gente
de nuestro entorno, mi jefe, compañeros de trabajo, amigos, incluso con
sus hermanos.
Lo cierto es que tanto de buscar e indagar sobre sus gustos no me sentí
extrañada por el resultado. Bueno, algo para ser sincera sí que me
resultó extraño, como después de 5 años de matrimonio nunca me había
dado ni una mínima pista sobre sus gustos. Empecé a rebuscar en mi
memoria y poco a poco me empezaron a surgir situaciones que podían
haber revelado prestándole la debida atención sus fantasías eróticas.
Un buen día y de esto hará solo unos tres meses si llega, me propuse
cazarle in fraganti y forzarle a revelarme sus gustos. Tengo que decir
que aunque algunas de las situaciones que describía en sus fantasías me
resultaban un tanto molestas, a su vez notaba que despertaban
discretamente mi líbido, de hecho uno de los relatos me obligó a
masturbarme, en concreto el de su mejor amigo.
En fin, un buen sábado me lo propuse y lo cacé, entré en el despachillo
como quien no quiere la cosa y para cuando quiso cerrar la página yo ya
estaba prácticamente encima. Torpemente y nervioso la cerró y yo le
pregunté directamente y en tono inquisidor (jeje) qué diablos miraba
que tuviera la necesidad de ocultarme. Empezó a balbucear excusas tan
improvisadas como malas, fue casualidad, yo entraba justo cuando
cerraba la pagina de deportes, ni corta ni perezosa le arranco el ratón
de las manos y abriendo el historial le planto Morbocornudos delante de
sus narices. Empezó a sonreír un tanto cortado y me dijo que había
acabado en la pagina de casualidad...
Total, decidí darle un empujoncito para que me revelara sus inquietudes
sexuales, le mostré los videos y puse la guinda mostrándole sus propios
relatos. La noche acabó mal, no se tomó muy bien el haber sido
descubierto y me recriminó quizás con algo de razón mi eficaz trabajo
de espionaje, pero el paso abría el camino y al día siguiente hablamos
largo y tendido sobre el tema. Me reconoció sentirse muy excitado con
la idea de ser cornudo y que fantaseaba a menudo con ello, se explayó
de lo lindo mostrándome sus deseos y lo más gracioso es que cuando
mejor le estábamos cogiendo el puntillo a la situación, acabamos de
nuevo enfadados. Se me ocurrió decirle sin anestesia que a mí también
me daba morbo ponerle los cuernos, quizás mi forma de decirlo tampoco
fue la más acertada, el caso es que contradictoriamente con todo lo
acaecido, se cogió un rebote importante, incluso llegó a poner en duda
mi fidelidad a lo largo de nuestro matrimonio por confesarle que una
vez estuve tentada por un compañero de trabajo que para más inri, lo
mencionaba en sus relatos.
Al día siguiente al volver del trabajo, me pidió perdón muy seriamente y
arrepentido, me dijo que todo esto de los cuernos le producía un morbo
muy grande, pero que en realidad no sabía hasta donde llegaba su
curiosidad. Me llegó a decir que su morbo había ido en crecimiento y
que cada vez parecía obsesionarle más y más, me confesó que las
fantasías le ponían a mil pero que hacerlo realidad le producía un
cierto temor a encajarlo mal.
A partir de ese día, nuestra vida sexual que ya era buena, comenzó a ser
mejor. Mientras follábamos me pedía que le dijera con quien me
imaginaba estar haciéndolo. Al principio me inventaba los
protagonistas, pero poco a poco me fuí metiendo en la rueda, mientras
le cabalgaba me pedía que le llamara por el nombre de quien yo
fantaseara y cada vez eso despertaba mas mi líbido, llegando a tener
orgasmos muy intensos llamándole por el nombre de sus amigos o mi jefe,
o incluso sus hermanos. Cada vez él se soltaba más, hacía cosas
atrevidas que antes no hacía, por ejemplo llegar del trabajo, espetarme
un intenso beso y tras terminar me agachaba por los hombros y me decía
"cómeme la polla como si se la comieras a otro". Yo lo hacía y a los
dos minutos comenzaba a interrogarme: "¿a quién se la estás
comiendo?"...
Imaginariamente se la he comido a practicamente toda su familia incluido
su padre, no sé si me habré dejado algún vecino, a todos y cada uno de
los hombres de mi trabajo que no son pocos y como no, a todos sus
amigos y los míos. Cuando estaba a punto de terminar siempre me decía
lo mismo: "déjale que se corra en tu boca", "déjame ver como te resbala
por la comisura de los labios", "límpiale bien la polla después de
correrse"... etc, etc.
Una noche de sábado, en medio de un escarceo sexual en el que ya estábamos
metidos en fantasías, me dice muy serio, "¿te atreverías a ligarte a
alguien en una discoteca?". Le iba a decir que no, pero comenzó a
invadirme en el bajo vientre un cosquilleo intenso e intermitente y no
sé como le dije "¿te atreverás tú a ver como alguien me soba en la
discoteca?". Me aseguró y reaseguró que sí, que sí, que sí, que se
moría por verlo.
Muy nerviosos nos vestimos, me estoy poniendo un vestidito muy atrevido y
mono que tengo y me dice: "no te pongas tanga ni sujetador". Por
supuesto pienso tú estas loco, tengo una 95 de pecho y este vestido
combinado con la ausencia de un sujetador es lo mismo que llevar un
cartel que ponga "vengo a que te empalmes nada mas verme". Me gusta
llamar la atención, pero no hasta ese extremo. Insiste, insiste e
insiste, al final bastante incómoda accedo, bueno en realidad accedo a
quitármelo en la discoteca y guardarlo en el bolso, me daba una
vergüenza terrible andar por la calle de esa guisa. Llegamos a la
discoteca y me dice: "venga, tú a tu aire, que yo procuraré verte sin
que me veas". Por supuesto le doy la opción de echarse atrás y me dice
que ni por todo el oro del mundo.
Me quito en el lavabo el sujetador y el tanga, los meto en el bolso y
junto a la torerita se los doy a mi marido para que los deje en
guardaropa, me pongo a medio bailar en un rinconcillo cercano a la
barra y en menos de dos minutos tengo al primer pretendiente
revoloteando, un hombre de cuarentaytantos largos, feísima la criatura
para mi gusto. Para más inri, se acerca a tirarme los tejos sutilmente
y le noto el olor a alcohol que tanto odio. En fin, lo largué en un
abrir y cerrar de ojos, así tuve unos cuantos moscones más, hasta que
llegó el que me parecía idóneo, un muchacho juraría algo más joven que
yo, pero no mucho más, no era tan corpulento como mi marido pero se le
veia en buena forma y con buena percha.
Muy
seguro de sí mismo se me acerca al oído y comienza su ataque, un ataque
que por cierto me gustaba por su mezcla de sutileza combinada con un
picaresco juego en sus palabras, diciéndome cosillas con doble sentido
en tono verdoso con bastante gracia. Por supuesto lo recibí como es
debido, mostrándole una aunque no falsa, sí exagerada timidez combinada
con las correspondientes muestras de interés hacia sus ataques, unos
diez o quince minutos de roneo en los que cada vez se metía más en mi
oreja para hablarme y que me estaba poniendo a mil por hora.
Intensificó su ataque y me invitó a una copita sentados en unos sofás
muy estratégicamente colocados que no podían servir para otra cosa más
que para meterse mano, en fin, me llevaba allí para poder charlar más
tranquilamente y con algo menos de ruido poder conocerme mejor. Yo
miraba a todos los lados intentando ver a mi marido, pero no había
manera de verlo, era como si se lo hubiera tragado la tierra.
Nos sentamos, cruzamos cuatro o cinco comentarios y con una seguridad
abrumadora se lanzó a comerme la boca. Tuve un primer instinto de
rechazo fingido, algo así como tirarme el rollo de no ponérselo muy
fácil, pero en cuanto empezó a lamerme los labios me derretí viva, noté
un bajón de flujo (segrego bastante) que casi me hizo dudar si me habia
bajado el periodo, era una delicia sentir como besaba el muchacho, me
tuvo en un largo beso cerca de tres minutos calculo en los que yo ni me
acordaba siquiera de estar casada, fue como volver a la adolescencia.
Cuando me doy cuenta ya está magreándome los pechos con tal pasión que
casi me los sacaba por los lados del vestidito.
Vuelvo a tener un instinto de sujetarle las riendas, pero deja de lamer
mis labios y mi lengua y se baja al cuello y las orejas. Bueno, casi me
muero de una taquicardia, ya no me acuerdo ni de como me llamo y menos
aun de como se llama él, lo siguiente es notar que tengo un pecho fuera
del vestido, miro a mi alrededor para ver si estamos dando el cante y
solo veo otra pareja que la verdad hacían que se te pasara la
vergüenza, ella sentada sobre él lo cabalgaba de tal manera que de no
llevar pantalones hubiera pensado que estaban follando. Miré hacia el
arco con cortinas que hacía la función de puerta y de refilón vi al que
podía ser mi marido espiando, pero que no pude en ese momento comprobar
si era él.
Al momento noto sus gruesos labios abrazando el pezón de mi pecho
izquierdo, de repente noto sus dedos hurgando en mi vagina y de golpe
se separa y me dice: "¿no llevas bragas?". Casi me muero de vergüenza,
tuve apenas un segundo de cortada de rollo que me hizo perder la líbido,
pero su situación fue contraria, vamos, comprobar que no llevaba bragas
fue como darle una sobredosis viagra, si antes me estaba comiendo ahora
me devoraba, me comenzo a masturbar el clítoris de tal manera que no
tardé ni cinco minutos en tener un orgasmo tan brutal que de no tener
su boca comiendose la mía lo mismo acabo gritando como una posesa, me
arqueé y me convulsioné como si tuviera un ataque de epilepsia.
Francamente fue bestial o el término que le sigue, de golpe me entró un
cansancio y una relajación muy agradable mientras muy suavemente pero
ya comenzando a ser molesto él seguía acariciándome el clítoris y la
vagina, le aparté la mano sin brusquedad mostrándole que tras el
orgasmo el roce me produce unos "repelús" notorios, me besa suavemente
y me dice: "bueno, yo he cumplido, no me digas que tú eres de las que
dejan a sus amigos así".
Haciéndome un poco la tonta le digo: "asi... ¿cómo?". Ni corto ni perezoso
me pone la mano sobre su paquete y compruebo que no es un paquete, es
un paquetazo y parece que esté a punto de estallar. Le digo: "¿y qué
quieres que haga?... ¿quieres que vayamos al lavabo?", y me dice "al
lavabo ¿por qué?, aquí los únicos que nos pueden ver están demasiado
ocupados", mirando y señalando a la pareja, estaba yo diciendo o
pretendiendo decir algo así como no se o no estoy muy segura de ponerme
en esa situación, cuando me coge y aunque supongo que yo debí ayudar a
colocarme, para mí que me colocó él encima de su paquete sentada a
horcajadas, en un plis plas comenzó a comerme los pechos y como por
arte de magia ya tenía toda la tranca fuera y su glande rozando mis
labios vaginales, buscando el hueco por el que introducirse.
Me clavó como a una perra, noté un trancón grueso y algo más largo que el
de mi marido (que no está nada mal) llenandome hasta el colmo, quería
decir algo sin saber muy bien que decir, pero me sujetaba por la
cintura y me movía de una forma tan apasionada que de nuevo perdí
conciencia de mi nombre, ni tres minutos calculo que tardó en llegarme
el orgasmo, de nuevo brutal, casi me muero empalada. Unos segundos y me
viene la lucidez, "¿y el preservativo?" le pregunto. Me dice "¿no tomas
antibabys?". Le contesto que sí y tres segundos más tarde me dice "pues
perdona pero te tengo que llenar de leche", y empiezo a notar un
calorcito dentro de mi vagina y una humedad que por poco me hace tener
otro orgasmo, imagino que debió llenarme de leche hasta el límite.
Entre la leche y supongo que mi flujo, se le quedó al chaval un manchurrón
en el pantalón bestial de casi un palmo de extensión, me recompuse el
vestido metiendo mis pechos dentro y me levanté dejando caer su pollón
flácido sobre sus pantalones, miré el reloj y balbuceé algo como es
tardísimo me tengo que ir y recomponiendo sus ropas salí a toda prisa
del reservado, busqué a mi marido con una rápida mirada y viendo que no
lo veía me dirigí a la puerta invadida por una terrible vergüenza.
Encontré a mi marido recogiendo el bolso del guardarropas junto a la
torerita, le dije que nos fueramos echando chispas y así lo hicimos,
montamos en el coche y mientras nos ibamos vi al muchacho salir,
imagino que buscándome, miré a otro lado y nos alejamos.
Hicimos todo el camino sin cruzar palabra unos diez o quince minutos de
trayecto. Al llegar a casa, le digo: "¿qué te pareció?". La reacción
fue algo sorpresiva, me hizo algunos reproches de celos y la cosa
parecía que iba a acabar mal, pero me decidí a coger el toro por los
cuernos (jeje nunca mejor dicho) y poniéndome de rodillas delante de él
le desabroché el pantalón y me metí su tranca en la boca justo despues
de decirle: "cállate, cabrón cornudo, y déjame que te la coma
tranquila, que me quedado con las ganas de comerme la otra". Me sujetó
de la nuca y me folló literalmente la boca, me la saqué unos segundos y
le dije: "menuda idiota estoy hecha, por no pedirle el teléfono me
tengo que conformar con la tuya". Seguí con la faena y en unos segundos
me estaba llenando la boca de semen balbuceando frases de verdadero
cornudo: "así querías su leche, así la querías en tu boca de puta
perra". Nos fuimos a la cama y nos dormimos como bebés sin mediar
palabra.
Por la mañana me despertó con el desayuno en la cama y de postre me hizo
una comidita de coño que casi me desmayo. Desde entonces hemos tenido
cuatro experiencias más, que quizás otro día cuente, él propone sus
fantasías y yo se las convierto en realidad si me gustan. La última
fantasía ha sido esta, me dijo: "cuéntales a los de Morbocornudos lo
cabrón que soy...". Dicho y hecho.
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