.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "El amante cornudo (1)".

 

 De la relación en pareja con Lola, que fue en una ciudad andaluza, hace ya tiempo, recuerdo momentos memorables. Cuando la comenzamos ella tiene 21 años y es tan preciosa como golfa. Yo tengo veinte más que ella y, como es natural, ni me creo que pueda estar con una piba así: guapa, morena, pelo corto, 170, 60 kg, tremenda folladora, tetas breves pero muy deseables, sobre todo cuando se calienta y sus pezones se endurecen tanto que sobresalen de las aureolas y parecen pollas diminutas.

 En nuestros primeros meses viviendo juntos raro el día o la noche que no follábamos, y conforme fuimos cogiendo confianza y complicidad, yo la conducía, en los momentos de mayor calentura, metiéndonos mano como locos, al morbo de que me hablara, -me contara con señales- otros buenos polvos que hubiera echado con otros hombres, antes de estar conmigo. Viendo Lola como eso me excitaba tanto que literalmente me la comía a besos y a lamidas y a todo. Ella misma, en muchas ocasiones, como era tan buena amante, sin que yo se lo sugiriese, con mi polla en la mano, acercaba sus labios a mi oído y, por ejemplo, me decía: Gordo, esta mañana, cuando te has ido, cariño, me quedé en la cama, remolona, y empecé a tocarme... ¿pero sabes dónde y con quién acabé fantaseando?

 Ahí, pobre de mí, tenía que hacer esfuerzos grandes para no correrme. La miraba agradecido y feliz, suplicante, en sus manos y en su boca. Ella soltaba la polla, se chupaba los dedos, me sonreía con su mejor cara de lascivia y continuaba: ¿Te acuerdas del chico francés del que te hablé la otra noche...? sí, el que me desvirgó en su coche delante de la novia... Y yo ya tenía que decirle que parara: "¡para puta, cariño para que me corro!". Y Lola me soltaba el nabo, volvía a reírse, se lo metía en el chocho y me follaba vivo.

 Estando en ese plan, poco a poco, la cosa fue derivando a que, quien ya deberéis reconocer por “El amante cornudo”, cuando Lola estaba en esos instantes previos a correrse, le pedía y le rogaba por favor que no solo quería excitarme oyéndola recordar a otros tíos, sino que -de veras, Lola, amor mío- deseaba verla, a mi lado, disfrutando de otro hombre en mi cara: y que tú, cariño, -le decía- cuando sientas el gusto que te dé su polla, lo celebres y me mires y me digas: Mira, corazón mío, mira cómo tu puta goza con esta polla.

 Ni que decir tiene que Lola y yo, con estas y otras morbosidades, nos corríamos en la gloria; pero -como suele ocurrir y a pesar de lo que había sido y era- en frío, a la tarde del día siguiente o en cualquier otro momento oportuno para hablar de eso, no era la misma Lola, con lo cual yo me cortaba, por respeto o por miedo, y perdía peso mi voluntad, que únicamente volvía a relucir cuando follábamos otra vez, a lo mejor esa misma noche.

 Y así, día a día, gota a gota porque “El amante cornudo” era y es muy cabezón y perseverante. Por aquellos meses, en un verano muy caluroso a mitad de los noventa, o tal vez antes, me dio por comprar la revista de contactos Clima, que hace veinte años era el medio idóneo para satisfacer íntimamente el vicio de cornudos y corneadores, además de putas, putos, maricones, bisexuales y otros exagerados transgresores en el beneficio de follar. En un armario del salón, ocultos pero no escondidos, guardaba ejemplares de Clima, con los que solía entretenerme a solas haciéndome excelentes pajas, imaginando que, en los relatos que encontraba, Lola y yo éramos protagonistas; de modo que los papeles sujetos y leídos en una, me llevaban a que, con la otra, me la machara con deleite descubriendo aquellas historias de cuernos tan gustosos.

 Azarosamente un día Lola abrió el cajón en que guardaba la colección y, en cuanto nos vimos, después del hallazgo, en tono de burla me preguntó: ¿Esto qué es, cariño? ¿Te gustan estas cosas? A lo que yo, recuperándome de haber sido pillado in fraganti en algo que ella desconocía, le respondí: A ti no te oculto nada, prenda mía. Mejor que nadie tú sabes cuál es mi vicio, si quieres mi obsesión un poco loca, lo reconozco. Cuando follamos lo compartes y me da la impresión que deseas lo mismo que yo. Luego pasa lo que pasa. Con las revistas me entretengo y me hago pajas, es cierto, leyendo historias de parejas que disfrutan y se quieren más, metiendo a un tercero en su cama, y fantaseo, mi deseo imagina, sueña, cariño, que somos tú y yo pasándolo de puta madre, los dos y él también, los tres. Eso es, Lola, nada más. En cualquier caso disculpa por no haberte comentado antes este pequeño secreto furtivo que tenía.

 Me las dio a guardar y se acabó el asunto. Quiero decir que se terminó la conversación pero el asunto no, ¡qué va! Pensaba yo que aquello solo se iba a quedar en un incidente menor, sin trascendencia, cuando a los tres o cuatro días de mi confesión, por causa de aclarar lo de las revistas, Lola, mientras tomábamos la primera cerveza del medio día, con aire distraído, me comenta: Gordo, ¿de cuándo es el último número que tienes? O sea que se me atragantó la birra primero y al fin pude decirle: De hace dos semanas, pero... ¿y eso? ¿esa curiosidad? Cosas mías, amor, sí a ti te gustan... anda, ve y saca la última, que quiero verla contigo.

 Uf. Menudo sorpresón. Y además en ese momento, al medio día, con una cerveza, no en la cama. Hasta me tiemblan las piernas, de la emoción que llevo, yendo a por el último número de Clima, que antes leía a hurtadillas, y ahora le voy a enseñar a Lola, a ver si le da morbo y lo comentamos juntos...

 Eso pasó hace veinte años. Al cabo de los caminos, después de separarnos a los cuatro de estar juntos, y de que luego cada cual hiciera lo que pudo y nos dejaron; Lola y yo, su “amante cornudo”, hemos vuelto a encontrarnos. Ella tiene 45 y yo... ya saben. Le han crecido las tetas una barbaridad, y es la misma adorable criatura, excitante o más que la de entonces. De modo que si les complace y calienta les iré desentrañando, poco a poco, secuencias de amores nuestros corneados; pero eso sí, Lola debe dar su consentimiento para ello...

 PD. Si ustedes nos animan con sugerencias y comentarios, será más divertida la tarea. Email.

 

 

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