Esta
mañana, cuando encendí el ordenador, quise echarle un vistazo al correo
para ponerme al día, y, al primer ojeo, di con la gratísima sorpresa de
encontrarme, entre publicidades y chorradas, con la respuesta de Lola a
mi ruego de tener su autorización para seguir contando... En su
mensaje, había escrito primero uhhhmmm, que en nuestro argot
significa: cariño bésame; y añadía después: Lola dice sí.
¡Aleluya! Ni qué decir tiene que desde entonces hasta ahora, o sea de
las nueve de la mañana a las cinco y once minutos de la tarde, estuve
celebrando el cómplice sí de Lola; y dándole vueltas a la cabeza para
recordar, precisamente hoy, una historia de morbo propia al júbilo del
día.
Para escribir, me he puesto unas vulgares braguitas de mujer que hace
poco me compré en un chino. Me da mucho morbo comprarlas, que la china
o el chino, después de haberme visto por sus cámaras un buen rato
trasegando entre bragas, tangas, sujetadores y bóxer ajustados, me las
cobren sin preguntar si son para regalo, y luego, en casita, sola,
ponérmelas y mirarme en el espejo con ellas puestas.
Eso me pone mucho, y pintarme los labios como una furcia, más. Ufff. Me
da punto verme así, satisface mi lado femenino, y me da un íntimo
placer sentir como la braguita me recoge el coño, es decir la polla y
los huevos, y me aprieta el paquete... entonces acariciarlo por encima
de la tela es muy excitante; cosa de mujer o de un hombre femenino como
yo.
Lo que os voy a referir, en honor al Sí de Lola, ocurrió a los tres
años más o menos de nuestro emparejamiento, cuando lo de la revista que
os comenté, que ya terminaré de contar otro día. Fue un trío. Una tarde
en trío para recordar. Sobre todo una posición, una postura follando en
trío. Así:
Me tumbo en la cama, boca arriba, la polla al techo, endurecida y
tiesa, babea pidiendo labios. Me los ofrece Lola, mi querida Lola,
deliciosa mamadora que añade a su habilidad el cariño que me tiene.
Se acopla encima mía en posición 69, divinamente. Cachonda como está,
oigo sus gemidos cuando paso mi lengua por la maravillosa raja de su
chocho, también por su pelambrera negra.
Con mi verga en sus manos y en sus labios refriega por mi cara su breva
abierta rezumando exquisito zumo de puta. Se mueve y consigue que mi
lengua de cabrón feliz lama desde el agujero negro de su culo hasta la
pipa de su coño. ¡Uhhmmmm! Qué gustazo, tíos. Pero no vaciarse aún,
falta la guinda:
Estando así, chupándonos las dos nuestros sexos de zorras, se acerca a
nosotras Alejandro, un maromo joven y muy bien armado, a quien habíamos
conocido por medio de un contacto que publicó, capaz de echar dos o
tres polvos en un par de horas, que a Lola le encantaba, y también a
mí.
Él está de pie justo encima de mi cabeza y con su verga, no enorme pero
sí hermosa y potente, me golpea en la frente, en los mismos cuernos, y
me dice: aparta tu boca del coño de Lola, que se la voy a meter. Y me
fue dando con el nabo en la nariz, en los carrillos y en los labios,
como apartándome, hasta que se la metió.
¡Qué fabulosa visión¡ ¡Qué primer plano de polla entrando en coño! ¡Qué
orgía de sudores, de flujos, de lamidas! Y verificar, nunca mejor
dicho: en mis narices, como el apuesto cilindro de Alejandro, abría los
labios encharcados del coño de mi chica, y de un pollazo monumental se
la clavaba hasta donde más no podía
Al metérsela, sus huevos quedaron arriba de mi boca; y obsequié como se
debe a nuestro macho, quien de seguida empezó en firme el vaivén de la
jodienda, lo que aproveché para deslizar mi cabeza y mis brazos por
detrás de sus muslos, y así poder empujar su culo para que se la
metiera a Lola con más ímpetu.
¡Dioses de la lujuria y del Olimpo promiscuo! Nunca olvidaré, nunca, el
instante en que sentí en mi cara los espasmos de Lola corriéndose en la
boca de su chulo a la vez que Alejandro le llenaba el chocho de leche y
yo con la mía le anegaba la garganta.
Vuestro amante cornudo.
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