No
sé porqué razón, en nuestra sociedad el cornudo es ridiculizado,
presentado como un ser patético y estúpido. Yo soy cornudo porque mi
mujer folla con otros hombres y ella también es cornuda porque hago lo
mismo.
Nada
tenemos que reprocharnos el uno al otro y me hace feliz que ella es una
hembra muy deseada. Además le encuentro una gran ventaja a la mutua
cornamenta. Ella me deja follar a sus amigas delante de ella, y en vez de
montarme un número se divierte y nos anima. Yo le respondo con la misma
generosidad.
Hace cosa de un año conocí a un caballero del que mi señora se quedó
prendada.
- "Ese tipo me mola, me excita su varonil sonrisa".
- "Si es así, ¿porqué no te lo tiras?".
Aquella experiencia fue enriquecedora para mí porque al cabo de un par de
días le citamos y le invitamos a comer a nuestra casa. Tuvo una
impresionante follada con mi mujer, esta vez compartida con el amigo.
Encuentro bonito compartir la mujer con otros hombres, es como si te
complementaran.
Enseguida nos desnudamos y mi mujer ni corta ni perezosa se la mamó hasta
tragársela por completo.
Yo se lo chupé a ella, me sabía a gloria sus fluidos vaginales.
Viendo
que ella estaba a punto le introduje mi polla en su interior, él hizo lo
mismo y nos encontramos con nuestros miembros viriles escondidos en el
mismo agujero.
No sé cómo describir aquella sensación, el roce de mi polla contra la suya
me causaba gran placer y a él también. La vagina de mi mujer nos la
apretaba la una contra la otra, y ambos jadeamos mientras nos movíamos
acompasadamente.
Después la penetramos a la vez, él por delante y yo por detrás. Ambos
enseguida nos compenetramos y nos hicimos cómplices del placer de que
gozaba mi señora que no paraba de volver su cara hacia mí para besarme,
mostrándome su gratitud por aquellos ardientes momentos.
Pero fue cuando ambos metimos la polla por el mismo agujero que nuestro
placer mutuo aumentaba de forma sensible.
Unos días después él vino con su señora y otra pareja más.
Yo me
tumbé sobre la cama completamente desnudo y mi mujer se echó bocabajo
transversalmente sobre mí, formando ambos una cruz. Mientras un hombre le
penetraba la vagina por detrás, otro le ofreció su polla para que se la
chupase.
Las señoras se ocuparon de mí. Una se sentó sobre mi pene y me empezó a
cabalgar, la otra se sentó sobre mi boca colocándome su vagina para que
le chupara el clítoris.
Nunca sentimos tanto placer que aquel glorioso día, porque mientras me
cabalgaban y la penetraban a ella podíamos compartir los latidos de
nuestros corazones.
Del ajetreo su cuerpo se movía encima mío y aún me añadía mayor
excitación.
No ser egoísta tiene sus ventajas. Por eso me siento cornudo y feliz.
Vale la pena llevar la cornamenta a gusto porque el placer que se siente
compartiendo es infinito.
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