Hola
a todos. Hace mucho tiempo que sigo esta página y finalmente me he
animado a contribuir con mi propia historia. Os contaré las
experiencias que he vivido con mi novia, una chica muy especial. Ella
es originaria del País Vasco mientras que yo soy de la capital, y nos
conocimos porque nuestros padres son del mismo pueblo y solemos ir en
verano. Yo soy casi 5 años mayor, y por esa causa no me fijé en ella en
un principio a pesar de que tenemos el mismo grupo de amigos.
Pero con el tiempo las cosas cambiaron y, a pesar de que físicamente no es
una chica despampanante precisamente, logró llamar mi atención por una
razón principal: su personalidad (bueno, y también por sus enormes
tetas, así que se puede incluir su generosa pechonalidad). No se
puede negar que es una chica entrada en kilos, pero siempre se ha
sabido vestir de tal manera que consigue disimularlo muy bien,
realzando sus mejores armas: sus ya mencionados grandes pechos y una
cintura muy bien definida a pesar de su ligero sobrepeso. También es
muy guapa: ojos negros, pelo castaño ondulado con unos bucles naturales
que serían la envidia de cualquier peluquero y una sonrisa perfecta. El
único pero es que su nariz es algo gruesa, aunque no lo suficiente como
para estropear su rostro. De cintura para abajo cambian las cosas:
anchas caderas, gruesos muslos con atisbos de celulitis y un voluptuoso
trasero, características que podrían echar para atrás a muchos
exquisitos, pero que no fue mi caso en absoluto. Para mí esa chica es
un caramelito muy tentador y, como ya iréis viendo, es una opinión
bastante compartida.
Pues bien, entre unas cosas y otras el verano en que nos gustamos terminó
y no pasó nada entre nosotros, siendo los reparos por mi parte debido a
la diferencia de edad uno de los motivos. Ambos volvimos a nuestras
ciudades con esa espina clavada y empezamos a cartearnos. El tema de lo
que pudo ser y no fue salió muchas veces y finalmente esa relación por
carta terminó convirtiéndose en romántica, confirmándose la primavera
del año siguiente cuando por fin pude viajar a su ciudad a verla.
Terminada la introducción, vamos al tema: las infidelidades. La primera
podría decirse que la cometí yo porque durante la etapa de las cartas,
antes del viaje en el que empezamos oficialmente como pareja, estuve
liándome de vez en cuando con otra chica de mi ciudad que resultó ser
una ninfómana con todas las letras. Gracias a ella viví episodios
sexuales muy emocionantes, como la mamada que me hizo en un pasillo de
la facultad de periodismo, pero la muchacha resultó demasiado liberal
para lo que yo era capaz de soportar por aquel entonces (le daba a la
carne y al pescado a partes iguales), así que la cosa no funcionó; y no
os cuento más sobre ella porque no me quiero desviar.
Durante ese primer año intentamos viajar todo lo posible para vernos y
finalmente logré que perdiera la virginidad conmigo durante el verano,
el periodo que más tiempo habíamos compartido juntos hasta entonces.
Desgraciadamente sucedió uno de los últimos días (el hecho de que le
confesara mis escarfeos con la ninfómana tuvo gran parte de culpa en
semejante retraso), así que no le pude dejar el camino bien hecho. En
nuestros sucesivos encuentros cada mes y medio o dos meses
aproximadamente siempre follábamos, pero a ella aún le hacía daño. Yo,
en mi absoluta ignorancia, creía que era bueno haciéndolo cuando
realmente no aguantaba más de 5 minutos seguidos y sólo hacíamos la
postura del misionero, así que si sumamos mi velocidad a sus dolores
qué duda cabe de que tardó muchísimo tiempo en tener su primer orgasmo
conmigo.
Las circunstancias me obligaron a convertirme en un experto en el sexo
oral, así que modifiqué el dicho de Astérix donde no llego con la mano
llegaré con la espada a mi conveniencia: donde no llego con el pene
llegaré con la lengua; y de esa forma lograba darle un orgasmo a mi
chica siempre que teníamos relaciones. Pero claro, aunque ella valoraba
el esfuerzo que me suponía dedicarle un trabajadísimo cunnilingus hasta
que alcanzaba el éxtasis, me decía que no era lo mismo un orgasmo por
penetración que a base de lametones y dedos jugueteando.
Y en esas estábamos cuando se acercó un nuevo verano. Dado que mi
rendimiento académico durante mis primeros años de carrera habían
dejado bastante que desear, me conjuré para sacar limpio aquel curso y
poder disfrutarlo sin preocupaciones con mi novia. Durante la época de
exámenes finales estuvimos más de dos meses sin vernos y justo cuando
los terminé ella se fue con sus amigas de veraneo a la playa, así que
el tiempo de separación siguió aumentando. Y lo que pasó era algo que
se veía venir: se lió con otro. Estando en la playa conocieron a tres
chicos y sus dos amigas se enrollaron con dos de ellos mientras ella,
que en principio no tenía intención de hacer nada con el restante,
durante una borrachera terminó cayendo. Afortunadamente el chico se ve
que era un criajo y no tuvo el valor para tirársela. Como ella siempre
ha tenido mucha conciencia y es muy sentida con lo que hace, me llamó
llorando para confesármelo. Yo estuve a punto de dejarla, pero tiré de
comprensión y pensé que lo hizo porque estaba borracha y se calentó
debido al tiempo que llevaba sin follar conmigo. Además, como el
principal motivo por el que fracasó mi intento de relación con la otra
chica que he mencionado antes fueron los celos, no quise repetir el
mismo error.
Ya cuando nos reencontramos en el pueblo hicimos como si nada hubiera
pasado, preferí no darle mayor importancia y todo volvió a su cauce.
Pero una noche me picó la curiosidad y le pedí que me contara con más
detalle su aventurilla con el aquel chico, cosa que no quiso hacer,
aunque por suerte a base de insistir logré que soltara prenda. Empezó
diciéndome que los tres chavales esos eran vecinos suyos en el hotel en
el que estaban y que, a pesar ser más jóvenes que ellas, estaban
bastante espabilados porque lograron hacerse sus amigos. Se las
arreglaban para encontrarse con ellas en la playa, en el supermercado,
en la piscina del hotel... hasta en la sopa, vamos. Pero según me dijo
se les vio rápidamente el plumero porque que se solían posicionar más o
menos igual, tratando de hablar cada uno con una chica en concreto: se
las habían repartido. Pero, a pesar de darse cuenta de eso, las mujeres
muchas veces dejan su orgullo a un lado y se dejan camelar, como muchos
ya sabréis.
Total, que para la última noche los chavales estaban decididos a no irse
de vacío y les propusieron hacer un botellón en la habitación de las
chicas. Planificaron una estrategia tan simple como efectiva:
emborracharlas a más no poder mientras ellos trataban de beber lo menos
posible. Mi chica me dijo que ellos se cargaban los cubatas poquísimo y
se ponían mucho hielo y a ellas les echaban unos cubatas brutales, y se
ve que la cosa funcionó. Los que iban a por las dos solteras lo
tuvieron fácil y en poco tiempo ya estaban comiéndoles los morros y
metiéndoles mano.
Pero el que atacó a mi novia encontró más resistencia. Según me contó, el
chico le dijo: Mírales... deberíamos hacer algo tú y yo. Mi chica,
que al parecer estaba tumbada en su cama bastante ebria, me dijo que le
contestó que tenía novio y que se quitara la idea de la cabeza, pero el
muchacho no se rindió. Se tumbó con ella en la cama y le empezó a
acariciar el brazo, la espalda, la cadera, las piernas
todo con mucha
delicadeza. Mi novia permaneció expectante mientras el alcohol jugaba a
favor del chaval. Poco después le empezó a dar besos en el cuello y
ella no se apartó. Me dijo que le gustó y que le pareció agradable e
inofensivo, y entonces comprendí que cómo terminó cayendo: el cuello es
una de sus partes erógenas más sensibles, siempre que le doy besos ahí
se pone como una moto y esa ocasión no fue una excepción.
El caso es que terminaron besándose en la boca. La pobre llevaba 2 meses y
medio sin follar, estaba borracha y el muchacho logró ponerla cachonda.
Para qué queremos más. Después me confesó avergonzada que cuando empezó
a sentir la erección del chico contra su cadera se excitó muchísimo y
le empezó a acariciar la polla por encima del pantalón, pero que no
pasó nada más. Y, visto lo visto, no porque ella no quisiera, sino
porque como no estaban a solas al chaval le debió dar palo. Estoy
seguro de que en una situación más íntima mi novia no le hubiera dejado
marchar sin zumbárselo, pero el escenario no jugaba a favor de que eso
pasara. En la habitación estaban las tres camas sin separación alguna y
a todos les dio vergüenza despelotarse delante de los demás, así que mi
chica se quedó con el calentón y seguro que tuvo que echar el tanga
directamente a lavar porque en cuanto se enciende lubrica que flipas.
Cuando acabó la historia misteriosamente yo tenía el rabo listo para
partir almendras y ella estaba bastante húmeda, así que nos pusimos a
follar inmediatamente. Pero nuestro problema persistía: me costaba
muchísimo que mi chica llegara al orgasmo durante el coito y la única
forma con la que siempre lo conseguía era mediante cunnilingus. Por
aquel entonces yo era capaz de echar bastantes polvos en una noche,
incluso una vez llegué a 5 en un par de horas, pero ni sumando todo el
tiempo en el que estuve dale que te pego superé los 20 minutos en
total. De hecho acabé con un corte bajo la lengua por la fricción con
mis propios dientes inferiores, de tantas veces que tuve que bajar al
pilón, y mi chica se estaba empezando a desesperar porque pensaba que
así no podría estar toda la vida ya que deseaba tener más orgasmos a
golpe de polla.
Continuará
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