.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Cornudo a distancia (9)".

 

 Tras tantas aventuras de mi chica tragando semen la verdad es que pasé a encontrar ese fetiche un tanto rutinario; y ya conocemos la naturaleza del hombre: logrado un reto hay que fijarse uno nuevo. Y ese nuevo objetivo lo fijé en el único sitio que me faltaba: su culo. El colonizar su trasero se empezó a convertir en una obsesión para mí, aunque por desgracia ella jamás había mostrado buena predisposición a prestar su ano al ‘beneficio de la ciencia’.

 Por fortuna nunca hemos tenido ningún problema grave de comunicación y no me dio ningún reparo confesarle mis intenciones, pero como esperaba su respuesta fue: “Pues ya te puedes quitar esa idea de cabeza, guapito”. Decía que eso tenía que doler mucho y que no le despertaba ninguna curiosidad. Pero yo aprovechaba cualquier argumento para tratar de hacerle cambiar de idea, desde picarla diciéndole que si le daba miedo, pasando por apelar a su curiosidad por probar cosas nuevas, hasta pedirle que preguntara a sus amigas si lo habían probado. Y efectivamente algunas lo habían hecho, pero encontró criterios muy dispares: unas decían que les molaba hacerlo y otras que jamás volverían a repetirlo en la vida.

 Visto que la vía diplomática no surtía efecto decidí pasar a la acción, pero sin forzarla a nada porque no quería hacerle daño y que cogiera miedo ya que entonces sí que estaría todo perdido. Mis primeras medidas, como seguramente habréis podido imaginar, consistieron en acariciarle el ano mientras follábamos. No hacía falta siquiera escupirme en los dedos puesto que como ella lubrica tanto su esfínter queda bien impregnado por sus propios fluidos. Ante las caricias no reaccionaba mal, pero cuando intentaba introducir un poco un dedo inmediatamente me agarraba la mano para que parara. El otro intento que llevé a cabo fue el de desviarme hacia la zona cuando le practicaba cunninlingus, le levantaba las piernas y le pegaba buenos lametones. A veces hasta metía un poco la lengua, y el caso es que ante los besos negros no se quejaba. Yo le preguntaba si le gustaba, y ella me decía que bueno, que no estaba mal, agradable como mucho, pero que ni comparación con la estimulación vaginal. He de reconocer que aunque eso podía no significaba nada, me alegré porque pensé que representaba un progreso.

 Y en estas batallas nos encontrábamos cuando nos reencontramos en nuestro pueblo con motivo de las fiestas de agosto. Una de las novedades de ese año fue que una de nuestras amigas, que vivía en la misma ciudad que mi chica, trajo a su novio. Resultó ser un tío majísimo, de los más graciosos que he conocido y muy buena persona, aunque he de reconocer que a mí me parecía bastante feo para estar con la chica con la que estaba, porque esta amiga nuestra es un auténtico bombón. No es la típica chica alta y despampanante, realmente parece un poco aniñada para su edad, pero tiene un cuerpo absolutamente perfecto.

 Pues resultó que mi chica y el novio de nuestra amiga hicieron muy buenas migas. Demasiado buenas. Hablaban muchísimo, cuando íbamos a la piscina, de excursión, salíamos de fiesta, o simplemente quedábamos todos para pasar el rato, siempre se las apañaban para estar juntos haciéndose bromas. Lo que se dice congeniar. He de confesar que me sentí celoso. Y no era el único, a nuestra amiga, que siempre ha sido bastante celosa, le molestaba muchísimo la situación. Pero claro, nadie podía decirles nada porque realmente no estaba pasando nada, y tampoco era plan generar mal ambiente.

Pasaron las fiestas y la última noche antes de partir todos a nuestras respectivas ciudades se sucedieron los acontecimientos de manera que sólo hizo falta una chispa de mi ingenio para vivir otra aventura alucinante. Dio la casualidad de que el resto de nuestros amigos ya se habían marchado del pueblo y sólo quedábamos las dos parejas. Para no alterar el ritmo de los últimos días decidimos darnos a la bebida una vez más y terminamos jugando a ‘kinitos’ (nombre que ponen en el norte a los juegos relacionados con beber alcohol). Cuando ya llevábamos casi dos horas jugando a diferentes cosas y mucho licor ingerido, en un juego consistente en pasarse un hielo de boca en boca sucedió que cuando les tocó hacerlo al otro chico y a mi novia se les cayó el cubito y se dieron un pico. Yo no le di ninguna importancia porque ese es uno de los alicientes del juego, pero para nuestra amiga fue la gota que colmó el vaso y montó en cólera.

 Mi chica y yo tratamos de quitar hierro al asunto, pero su novio entró al trapo: “Joder, siempre tan celosa”. El muchacho dio la vuelta a la tortilla y empezó a acusarla de experimentar ataques de celos cada dos por tres por tonterías y no ser capaz de controlarse. Ella lo negó rotundamente y en ese momento se me encendió la bombilla. “Bueno… hay una forma de que lo demuestres…” dije haciéndome el interesante. Cuando me preguntó que qué era le dije, jugándome el todo por el todo, que haciendo un intercambio de parejas. Todos se quedaron mudos hasta que mi novia rompió el silencio diciendo “Mmmmm” con tono apetitoso. Si se me hubiera echado encima siempre podría haber dicho que iba de coña, pero gracias al efecto desinhibidor de la borrachera que llevaba quedó patente que el novio de nuestra amiga le atraía. La histérica muchacha me gruñó que no estaba para bromas, pero su novio aprovechó para seguir atacando: “Mírate, ya se te están comiendo los celos sólo de oírlo”. Nuestra amiga estalló y le chilló que ahora iba a demostrarle que ella no era ninguna celosa histérica y que aceptaba hacer el intercambio. Desde luego la suerte parecía estar de mi lado.

 Intenté tomar las riendas de la situación porque las cosas estaban donde yo quería y el riesgo de que se desviaran era demasiado alto, así que propuse que cada nueva pareja nos fuéramos cada uno por nuestro lado para consumar el acuerdo. Justo antes de separarnos mi novia se me acercó y me dijo al oído: “Recuerda que te quiero a ti. Tú disfruta”. Palabras que me despertaron ganas de desmantelarlo todo e irme a follar con ella, pero respeté el pacto y me concentré en que me iba a tirar a una tía que estaba buenísima. Cuando me quedé a solas con nuestra amiga le planteé la posibilidad de irnos a una destartalada caseta, en la parte trasera de la casa de mis padres, a la que solía ir con mi novia para nuestros encuentros sexuales. Ni siquiera me contestó, pero como empezó a caminar en esa dirección supuse que accedía.

 Y allí nos metimos, pero en cuanto cerré la puerta se arrancó a llorar. Se jodió la bicicleta. Se amarró a mi hombro y empezó a llorar y llorar y llorar… Seguro que mi cara era para foto porque no sabía qué hacer. Cuando se recuperó un poco me dijo entre sollozos que sólo aceptó porque reconocía que se ponía celosa con mucha facilidad y quería demostrarle que ella no es tan celosa como piensa, pero que había sido una cagada. No hacía falta que lo dijera, menuda forma de salirme el tiro por la culata. Así que me tocó consolarla diciéndole que seguramente él la quería, pero que a veces aparecen personas que te pueden atraer sexualmente y que si damos permiso todos salimos ganando porque podemos tener confianza en la otra persona y se acaban los celos, pero la verdad es que no la convencí en absoluto.

 Para intentar persuadirla le conté las aventuras que he descrito en mis anteriores publicaciones y se quedó flipando. No podía creerse que mi novia, que era una de sus amigas más antiguas, hubiera cambiado de esa manera sin que ella supiera nada. A mí no me sorprendió tanto porque realmente sólo se ven una o dos veces al año porque en su ciudad no comparten grupo de amigas. Intenté aprovechar su estado de shock diciéndole que no era algo tan raro, que simplemente estaba dejando salir su vena sexual y que eso no era malo si se hacía con cabeza, y que ella debería hacer lo mismo, pero ni por esas. No rasqué nada esa noche. Así que me mentalicé de que lo único excitante que me ocurriría en las próximas horas sería escuchar a mi novia contarme lo que hiciera con el novio de esta chica. Pero mi vida no dejaba de depararme sorpresas y resultó que el relato de mi chica fue mucho mejor de lo que esperaba. Pero muchísimo mejor.

 Al día siguiente quedé con mi chica poco rato antes de que nos tuviéramos que montar en los coches de nuestros respectivos padres rumbo a nuestras ciudades de origen. Sin ningún preámbulo porque el tiempo apremiaba le dije que no conseguí hacer nada de nada con nuestra amiga y que únicamente estuvo llorando. Me dijo que qué pena, pero no le permití que se entretuviera en consolarme. Comenzó diciéndome que fueron a por el coche del novio de nuestra amiga y una vez en él le indicó a dónde ir: la ermita, el picadero por excelencia. Así que llegaron allí y él propuso que se movieran al asiento de atrás, pero como no había ningún otro coche en los alrededores ella le preguntó que si no tenía una manta o algo así para ponerla en el suelo porque estarían más cómodos. Además era una noche bastante calurosa. Él dijo que sí, así que la sacó del maletero y la extendió en el suelo.

 “Entonces nos tumbamos y empezamos a besarnos. Y me empezó a meter mano a toda hostia, me levantó la camiseta y me empezó a sobar las tetas”. Ningún hombre puede resistirse. A continuación le desabrochó el sujetador y se abalanzó a chupetear salvajemente el generoso busto de mi chica. Pues sí que tenía ansia. Me dijo que le tuvo que decir que tuviera más cuidado porque le llegó a hacer daño. Ante esto se relajó un poco y la cosa fue mejor. Poco después le desabrochó el pantalón y metió la mano para acariciarle su ya húmedo coño. Mi chica me dijo que su especialidad no eran precisamente los preliminares porque toqueteaba sin ton ni son.

 Al ver que de esa situación poco iba a rascar, mi novia le dijo que parase un momento y aprovechó para quitarse la camiseta, el sujetador, las deportivas, los pantalones y el tanga. Se quedó completamente desnuda arrodillada junto a él. Espero unos instantes porque vio que el chaval estaba hipnotizado mirando su cuerpo a la luz de la luna con la boca entreabierta. Cuando volvió a mirarla a la cara le dijo que se pusiera de pie, cosa que hizo de un salto. Entonces le desabrochó los pantalones y se los bajó junto con los bóxers hasta las rodillas, dejando surgir de su refugio a su ya erecta polla. Y evidentemente se la empezó a chupar. Supuse que le hizo lo que me solía hacer a mí: primero largos y excitantes lametones desde la base hasta la punta, después cariñosos y superficiales mete-saca con sus carnosos labios, intensas vueltas alrededor del glande con la lengua, suave masturbación mientras lame los huevos y, para terminar, el plato estrella de la casa: la garganta profunda. No me extrañó nada cuando me dijo que al poco de empezar a meterse su polla hasta la campanilla el chaval le advirtiera que estaba a punto de correrse. Y debió alucinar cuando subió el ritmo hasta que le provocó un orgasmo brutal cuya corrida mi novia saboreó placenteramente. El chico seguro que no debió dar crédito a lo que estaba pasando porque tras dejar toda su leche en la boca de mi chica prácticamente se desplomó de espaldas y exclamó: “¡¡¡Increíiiiiiible!!!”

 Mi novia, orgullosa, se acurrucó junto a él a la espera de su recuperación para follar. Estuvieron un ratito hablando hasta que el chaval volvió a estar listo para la acción, o mejor dicho hablando él, porque por lo que me contó no paraba de alabar sus magistrales dotes en el arte de la felación. Cuando ella notó que el pene de chaval empezaba a reaccionar se puso a pajearlo suavemente mientras le besaba. Entonces el muchacho dijo que iba al coche a por condones y volvió con uno ya colocado. No sé por qué mi chica no le dijo que no hacía falta que se pusiera ya que tomaba la píldora, pero no la interrumpí con la pregunta ya que teníamos prisa por volver a nuestras casas para emprender viaje, y le esperó tumbada boca arriba con las piernas abiertas. Él comprendió a la perfección la invitación: se abalanzó sobre ella, le metió la polla en su chorreante coño y empezó a darle caña. Ella abrió todo lo que pudo las piernas y le abrazó con ellas buscando profundizar la penetración.

 Pero cuando estaba empezando a llegar al clímax el chico se paró en seco, sacó la polla y le dijo: “Espera, que estoy a punto de correrme otra vez y aún no quiero”. Nuevo inconveniente para mi chica, que empezó a sospechar que no le iba a ser fácil irse satisfecha del encuentro. Transcurridos unos segundos volvió a metérsela y prosiguió con el bombeo, pero no tardó en volver a pararse. De nuevo le dijo que aún no se quería correr, pero añadió que quería cambiar de postura. Le pidió que se diera la vuelta porque quería hacerlo en la postura del perrito. Mi chica obedeció con la esperanza de que mejorara su rendimiento, se dio la vuelta colocándose a cuatro patas, abrió las piernas y agachó la parte superior de su tronco hasta apoyarse en el suelo ofreciendo su tentador culo en pompa. Puedo dar fe de que es irresistible cuando se coloca en esa posición. Así que inmediatamente el chaval la penetró y empezó a follársela de nuevo.

 Y en este punto vino lo mejor de la historia. Justo cuando mi novia estaba a punto de llegar a su deseado orgasmo, el chaval sacó una vez más la polla de su coño. Según me dijo estuvo a punto de preguntarle “¿Otra vez?”, pero no hizo falta porque descubrió sus nuevas intenciones en cuanto empezó a sentir la punta de su pene presionando su ano. Debido a mi experiencia me esperaba que le hubiera dicho algo como: “Ni se te ocurra, vuelve a follarme otra vez como Dios manda que acabas de joderme otra vez el orgasmo”, pero no. Me confesó un tanto avergonzada que decidió dejarle hacer porque estaba muy caliente y sintió curiosidad. Una vez más, ante algo que yo tenía ganas de hacerle, a mí me paraba los pies pero con otro tío se decidía a probarlo. El que fuera yo quien le hizo perder la virginidad empezaba a parecerme un milagro…

 Él empezó a empujar muy despacio y ella me dijo que se concentró en abrir todo lo posible su esfínter. La lubricación no supuso un problema porque él acababa de sacar la polla de su chorreante coño y además tenía el condón puesto, lo que también ayudaba. Me dijo que al principio no sentía ningún placer y que era bastante molesto, pero que estaba muy excitada y decidida a probarlo. A pesar de que cada milímetro de miembro que le metía le parecía un sufrimiento, aguantó. Pero llegó un punto que no pudo más y echó una mano atrás para pararle. Él comprendió y empezó a hacer un mete-saca muy muy despacio, llegando hasta la ‘frontera’ que le ponía mi novia con la mano. Le pregunté que si le siguió doliendo y me dijo que al principio sí, pero que según iba entrando y saliendo se empezó a acostumbrar. También le pregunté que si sintió placer y me dijo que ni punto de comparación con lo que sentía al ser follada por el coño, pero que poco a poco le empezó a coger el punto. Entonces ella quitó la mano, él se lo tomó como luz verde y trató de empujar más, ante lo que mi chica pegó un grito de dolor y volvió a echar la mano atrás: su ano no estaba lo suficientemente dilatado. Él se asustó, sacó la polla y se disculpó. Le preguntó que si estaba bien y ella le respondió que sí, pero que no fuera tan bestia.

 Y volvieron a la faena. A partir de ahí él estuvo bastante comedido y no pasó del mete-saca lento hasta el límite que ella le ponía con la mano, seguramente menos de la mitad de su polla. Le pregunté si cada vez le gustaba más y me dijo que pichí-pichá, que no era tan horrible como esperaba pero que pensaba que no merecía la pena porque se quedó bastante dolorida. Otro chasco para mí. Y no hay mucho más que contar ya que él se corrió bastante pronto, provocando con ello más dolor a mi novia porque según me dijo notó cómo se le hinchó el pene al eyacular y forzó su ano a dilatarse aún más. Aunque realmente lo que más le jodió fue quedarse sin orgasmo ya que el chaval resultó ser menos atento que yo y no le dedicó un cunnilingus tras dejarla insatisfecha.

 Antes de volver al pueblo estuvieron un rato tumbados desnudos bajo las estrellas y él le confesó que jamás en su vida había tenido una experiencia sexual semejante y que nuestra amiga es un millón de veces más rancia que ella en la cama. Es que mi novia es la bomba, y eso que sólo tenía 18 años por aquel entonces. De hecho le confesó que probó lo de darle por el culo porque, al ver que tragaba lefa, pensó que una chica tan abierta como ella seguramente lo aceptaría. Pues por poco se columpia, pero le salió bien.

 Lástima que no pudimos tener sexo en ese momento porque la conversación me había puesto cachondísimo. De hecho tuve que masturbarme en el cuarto de baño antes de emprender el viaje para que se me pasara el calentón. Así que, aunque en términos generales para mí fue una noche de mierda porque tuve que hacer de pañuelo con los lloros de nuestra amiga, me resultó muy excitante saber que mi chica se había vuelto a tragar una corrida y además le habían perforado el culo. Pero no todo fueron alegrías porque nuestros amigos rompieron. Ella no pudo soportar los celos y le dejó. Una lástima.


 Continuará...

 

 

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