Tres
semanas después del incidente del nadador volví a viajar a la ciudad de
mi chica para vernos justo después del año nuevo. En teoría le tocaba a
ella desplazarse, pero como era su cumpleaños decidimos romper la
alternancia para que pudiera celebrarlo con sus amigas.
Podría
haber sido una visita como otra cualquiera, pero las circunstancias
desembocaron en nuestra aventura más alucinante hasta ese momento. Yo
esperaba que lo mejor que iba a pasar era que, como ya me había
recuperado del dichoso herpes, podríamos volver a tener relaciones
sexuales con normalidad. Aun así no le dije nada a mi novia sobre eso
ni sobre la pensión que reservé para darle una sorpresa.
La noche de la celebración salimos, bebimos, bailamos, nos movimos de bar
en bar y acabamos en uno en el que el dueño y el camarero son amiguetes
de mi chica porque uno de sus hermanos había trabajado allí un tiempo.
Cuando el local ya estaba casi vacío porque era la hora en la que los
bares de copas pequeños van cerrando y la gente se mueve a las
discotecas, los amigos de mi novia se permitieron jugar unas partidas
de futbolín contra nosotros. La verdad es que nos dieron una paliza
tras otra porque somos muy malos.
Pero
ella, que es muy orgullosa y no soporta perder, a pesar de que nos
goleaban una y otra vez siempre pedía la revancha. Hasta que se le
calentó la boca y acabó diciendo ¡Si nos ganáis la próxima os la chupo
aquí mismo!. A lo que nuestros rivales contestaron con risotadas y
asentimiento ¡Vale!. Antes de empezar a jugar la definitiva partida
el dueño observó que el bar ya estaba vacío, así que echó el cierre.
Y por supuesto nos ganaron. Cuando marcaron el gol que imposibilitaba
nuestra victoria se pusieron a gritar y chocar las manos como si
hubieran ganado la Champions, todo para picar más aún a mi novia,
conocedores de su carácter. Pero esta vez ella no se enfadó como suele
hacer cuando pierde.
Los
amigos de mi chica inmediatamente se dirigieron a ella y le dijeron que
les debía un par de mamadas, pero se notaba que no lo decían en serio.
Seguro que pensaban, igual que yo, que les propondría una invitación a
copas o chupitos en lugar de sendos favores sexuales, pero para
sorpresa de todos dijo Vale... con seguridad y se dirigió hacia
ellos.
Aún
seguíamos pensando que se trataba de una broma puesto que no teníamos a
mi novia por alguien capaz de hacer algo semejante, y mucho menos
conmigo delante. Incluso cuando se arrodilló frente a ellos y les soltó
Venga esas pollas nos echamos a reír. Pero a continuación dijo algo
mientras empezó a quitarse el jersey que nos cortó la risa de golpe:
Bueno, entiendo que os dé vergüenza sacarlas sin empalmar, supongo que
necesitáis un estímulo.
Entonces lanzó la prenda entre ellos hacia mí. Lo cogí al vuelo y ellos se
giraron para mirarme. No podíamos creer que fuera en serio, pero dije:
Las apuestas hay que pagarlas, por mí no os preocupéis. Quería saber
hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
Se
miraron entre ellos asombrados y después volvieron a mirar a mi chica,
que con una sonrisa ya se estaba quitando la camiseta. Llevaba un
sujetador rosa que yo le regalé y que le queda de miedo porque consigue
hacer sus enormes pechos perfectamente redondos. Ellos seguían
dubitativos, pero terminaron de creer lo que estaba pasando, como yo,
cuando les cogió una mano a cada uno y se las puso una sobre cada teta.
Después les agarró las manos restantes y se las puso en su culo.
Inmediatamente
ambos se giraron para mirarme. Ante tal panorama no pude hacer otra
cosa que asentir con la cabeza animándoles y eso supuso el pistoletazo
de salida oficial. El dueño del bar tomó la iniciativa, bajó el tirante
de la teta que le correspondía y la empezó a manosear a conciencia. El
camarero no tardó en imitarle. Mi chica me miró y yo le guiñé un ojo, a
lo que ella me respondió tirándome un beso. Le encantó tenerme como
cómplice.
Se terminó de quitar el sujetador mientras el más atrevido de los
hosteleros, el dueño, emprendía nuevas acciones: ni corto ni perezoso
le metió la mano por dentro de los pantalones y empezó a manipularle la
entrepierna. Demostró que sabía lo que hacía porque mi novia no tardó
en empezar a gemir y poner unas caras de placer que no os podéis ni
imaginar. Se mordía los labios, miraba hacia arriba abriendo la boca y
cerrando los ojos
Hasta que de repente se agarró fuertemente al brazo
que la estaba masturbando y empezó a sufrir convulsiones mientras
aguantaba la respiración: acababa de correrse.
Tras
eso el hombre sacó la mano y le desabrochó los pantalones. Entonces mi
novia me miró con una expresión interrogante: quería saber si debía
dejarle avanzar en su afán por desnudarla o pararle y empezar con las
felaciones. Negué con la cabeza y ella comprendió. Ya era suficiente,
la apuesta era la apuesta.
Entonces se agachó mientras volvía a abrocharse los pantalones y el dueño
captó el mensaje, era la hora de cumplir la apuesta. Tanto él como el
camarero liberaron sus ya erectas pollas y las plantaron ante la cara
de mi chica, que tenía los mofletes bien sonrojados, cosa que le pasa
cuando está muy excitada. Yo también tenía una pronunciada erección,
pero todavía no quería darle la sorpresa de mi recuperación y no me
delaté.
Como
curiosidad recuerdo que el dueño del bar era descapotable, no tenía
prepucio (estaba circuncidado). A continuación mi novia sujetó cada
miembro con una mano, se relamió ligeramente y comenzó el festín.
Primero les dio lametones alternando entre ambos, pareciendo no saber
por cuál empezar. Cuando por fin se decidió por uno empezó a chuparlo
con un ansia que yo no había visto nunca antes en ella, moviendo con
brío el cuello mientras intentaba masturbar torpemente al otro, y es
que las manualidades nunca han sido su especialidad. Después cambió de
pene y pude ver lo brillante que había dejado el primero, que pasó a
pajear algo más decentemente debido a la lubricación de su saliva y a
que cambió a la mano buena, la derecha.
Tras varias alternativas pasó algo inesperado: en uno de los turnos del
dueño del bar mi chica se emocionó e intentó introducirse el miembro
que estaba degustando por completo en la boca, pero con eso provocó que
el hombre le sujetara la cabeza y profundizara la penetración hasta el
fondo de su garganta. La mantuvo así unos instantes, dejándola sin
respiración, pero sin protestas. Muy bien, nena, dijo antes de
soltarla. Al separarse tosió un par de veces y se le saltaron las
primeras lagrimillas, que empezaron a llevarse el rimel y la sombra de
ojos. Además un grueso hilo de saliva quedó colgando entre su boca y el
pene.
En
cuanto se recuperó se lanzó a por el camarero que, al ver que podía
aprovechar la posibilidad de probar una garganta profunda, también lo
probó. Esa vez ella se separó violentamente a pesar de permanecer
atrapada sólo un instante, sufriendo una escandalosa arcada y
expulsando muchísima más saliva al toser.
No
hace falta ni decir que yo estaba disfrutando de lo lindo con la
escena. Y, como no les pidió que se moderaran, los clientes de mi
novia fueron perdiendo poco a poco todo respeto y se dedicaron a
penetrar su boca sin contemplaciones, especialmente el dueño del bar.
Durante
largos minutos le sujetaron la cabeza y le metieron y sacaron sus rabos
enteros en la boca cada vez más brutalmente. Ella frecuentemente les
paraba cuando le daban arcadas y tos, pero tras respirar profundamente
para recuperar el aliento les permitía continuar. El negro chorrete de
maquillaje corrido se le fue extendiendo por las mejillas y la saliva
que segregaba ya le caía hasta las tetas.
Entonces, en otro de los turnos del dueño, este empezó a convulsionarse,
signo inequívoco de que estaba llegando al orgasmo. Mi novia
evidentemente no se dio cuenta porque estaba siendo sometida al brutal
castigo. Cuando comenzó a correrse la sujetó aún más fuertemente contra
él, hasta aplastarle la nariz contra su bajo vientre, y sufrió las
típicas convulsiones mientras gemía. En cuanto mi chica notó el cálido
fluido en su faringe intentó liberarse empujándole, pero fue inútil. Yo
abrí los ojos como platos y desde el otro lado del futbolín traté de
ver lo mejor posible lo que pasaba porque estaba alucinando.
Cuando
terminó, el hostelero relajó su presa y mi novia se separó de él
bruscamente. Inmediatamente empezó a toser, pero no llegó a escupir
nada. No le había quedado más remedio que tragárselo. Tenía los ojos
extremadamente enrojecidos y muchas lágrimas, pero ni siquiera miró al
primer hombre cuyo semen había tragado para regañarle. Simplemente se
dirigió al otro para indicarle que era su turno.
El camarero, al ver la cara que tenía, se ablandó y simplemente le ofreció
su miembro para que lo chupara a su gusto, cosa que me decepcionó
porque yo deseaba seguir disfrutando del espectáculo. Cuando el barman
estaba a punto de alcanzar el éxtasis, extrajo su pene de la boca de mi
novia y se empezó a masturbar a toda velocidad mientras ella le miraba
sin saber qué hacer.
Entonces
el camarero descargó toda su lefa apuntándole a las tetas. En ese
momento me pareció un final muy soso, aunque ya era más de lo que mi
chica me había permitido hacerle hasta el momento. Pero yo no quería
que la cosa acabara ahí, estaba demasiado excitado.
El trío estaba aún mirándose con sonrisas en las caras, alucinados de lo
que acababan de hacer, cuando disimuladamente me desabroché el pantalón
y empecé a pajearme. Los dos hombres estaban reconociendo los méritos a
mi novia, diciéndole que era una mujer de palabra, que eso sí que era
cumplir una apuesta y cosas así mientras yo me acerqué silenciosamente
por un lado, con mi orgasmo a punto de caramelo. Justo en un momento en
el que se llevó las manos a la cara para limpiarse la saliva y las
lágrimas terminé de posicionarme frente a ella. Los dos hosteleros al
verme debieron adivinar mis intenciones porque se apartaron como si se
les viniera encima autobús sin frenos. Dije: Cariño
, y en cuanto
ella se apartó las manos de la cara y levantó la vista... ¡zas, en toda
la boca!
Como
iba cargado hasta los topes mi primera eyaculación fue extremadamente
copiosa, tanto que dio para cruzarle la cara de extremo a extremo. Se
sorprendió tanto que, a pesar de que le hubiera dado tiempo a
apartarse, no reaccionó hasta que mi semen tocó su cara. Entonces pegó
un grito y trató de apartarse hacia su derecha, o sea, mi izquierda.
Craso error, puesto que yo tenía esa mano libre y pude sujetarle la
cabeza y volver a ponerla frente a mi polla justo cuando mi segunda
descarga emergía. ¡Chof! En todo el ojo. Recordaré esas dos
eyaculaciones toda mi vida. Volvió a gritar y entonces sí pudo girarse
sin que yo pudiera impedirlo, pero no se libró del todo porque mi
tercer lanzamiento acabó en su pelo. Y mientras ella trataba de
quitarse mi lefa de la cara el resto de mi artillería acabó en su
hombro y espalda. Sencillamente espectacular, ¿verdad?
Los otros dos no pudieron más que admirar mi maniobra y empezaron a
aplaudir mientras se partían de risa. Un momento de gloria para la
Historia. A continuación mi chica, con las manos impregnadas del semen
que se había quitado de la cara, se levantó
¡riéndose! No sólo se lo
tomó bien, sino que hasta le había parecido gracioso. Y además nos dejó
una imagen que jamás olvidaremos ninguno de los presentes. Una chica
preciosa en topless, con la cara y las manos mojadas de esperma, las
tetas brillantes por la saliva y el semen derramado sobre ellas y que,
a pesar de tener los ojos rojos y el maquillaje totalmente corrido,
lucía una sonrisa de oreja a oreja que demostraba que había disfrutado.
Y para rematar no había más que recordar que en su estómago también
reposaba otra ración de esencia de macho. Empecé a vislumbrar el placer
que esa chica iba a ser capaz de darme, y puedo asegurar que me quedé
corto en mis expectativas.
El camarero le acercó unas servilletas para que se limpiara y se fue al
baño para intentar adecentarse. Mientras ella estuvo ausente los otros
dos no hicieron más que alabar las habilidades orales de mi chica, pero
también preguntarme si de verdad no me importaba que hiciera esas
cosas. Y les dije: Mirad, la vida es muy corta y no voy a perderme
momentos como este por celos. Los hosteleros me dieron la razón sin
mucho entusiasmo, no compartían mi opinión pero a mí me dio exactamente
igual.
Entonces mi novia volvió con la mayor parte de su cuerpo limpio y seco,
pero no así el pelo porque lo que le lancé le cayó por la parte
posterior de la cabeza y no se dio ni cuenta al tenerlo ondulado. No le
dije nada porque me dio morbo sacarla a la calle con una dosis de mi
esperma en el pelo sin que lo supiera. El dueño del bar y su empleado
no dejaron de decirnos lo increíble que había sido y que habría que
repetirlo mientras mi chica se vestía. Cuando ya estábamos saliendo del
local les dijo: Pero la próxima vez habrá que subir la apuesta.
Interesante reto.
Más tarde esa noche follamos en la pensión como locos por las ganas
acumuladas durante los tres meses de mi abstinencia sexual forzosa,
aunque no le solicité ninguna felación extra a mi novia. Por ese fin de
semana ya había chupado bastante.
Continuará...
|