.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Cornudo a distancia (4)".

 

 Tres semanas después del incidente del nadador volví a viajar a la ciudad de mi chica para vernos justo después del año nuevo. En teoría le tocaba a ella desplazarse, pero como era su cumpleaños decidimos romper la alternancia para que pudiera celebrarlo con sus amigas.

 

 Podría haber sido una visita como otra cualquiera, pero las circunstancias desembocaron en nuestra aventura más alucinante hasta ese momento. Yo esperaba que lo mejor que iba a pasar era que, como ya me había recuperado del dichoso herpes, podríamos volver a tener relaciones sexuales con normalidad. Aun así no le dije nada a mi novia sobre eso ni sobre la pensión que reservé para darle una sorpresa.

 La noche de la celebración salimos, bebimos, bailamos, nos movimos de bar en bar y acabamos en uno en el que el dueño y el camarero son amiguetes de mi chica porque uno de sus hermanos había trabajado allí un tiempo. Cuando el local ya estaba casi vacío porque era la hora en la que los bares de copas pequeños van cerrando y la gente se mueve a las discotecas, los amigos de mi novia se permitieron jugar unas partidas de futbolín contra nosotros. La verdad es que nos dieron una paliza tras otra porque somos muy malos.

 

 Pero ella, que es muy orgullosa y no soporta perder, a pesar de que nos goleaban una y otra vez siempre pedía la revancha. Hasta que se le calentó la boca y acabó diciendo “¡Si nos ganáis la próxima os la chupo aquí mismo!”. A lo que nuestros rivales contestaron con risotadas y asentimiento “¡Vale!”. Antes de empezar a jugar la definitiva partida el dueño observó que el bar ya estaba vacío, así que echó el cierre.

 Y por supuesto nos ganaron. Cuando marcaron el gol que imposibilitaba nuestra victoria se pusieron a gritar y chocar las manos como si hubieran ganado la Champions, todo para picar más aún a mi novia, conocedores de su carácter. Pero esta vez ella no se enfadó como suele hacer cuando pierde.

 

 Los amigos de mi chica inmediatamente se dirigieron a ella y le dijeron que les debía un par de mamadas, pero se notaba que no lo decían en serio. Seguro que pensaban, igual que yo, que les propondría una invitación a copas o chupitos en lugar de sendos favores sexuales, pero para sorpresa de todos dijo “Vale...” con seguridad y se dirigió hacia ellos.

 

 Aún seguíamos pensando que se trataba de una broma puesto que no teníamos a mi novia por alguien capaz de hacer algo semejante, y mucho menos conmigo delante. Incluso cuando se arrodilló frente a ellos y les soltó “Venga esas pollas” nos echamos a reír. Pero a continuación dijo algo mientras empezó a quitarse el jersey que nos cortó la risa de golpe: “Bueno, entiendo que os dé vergüenza sacarlas sin empalmar, supongo que necesitáis un estímulo”.

 Entonces lanzó la prenda entre ellos hacia mí. Lo cogí al vuelo y ellos se giraron para mirarme. No podíamos creer que fuera en serio, pero dije: “Las apuestas hay que pagarlas, por mí no os preocupéis”. Quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

 

 Se miraron entre ellos asombrados y después volvieron a mirar a mi chica, que con una sonrisa ya se estaba quitando la camiseta. Llevaba un sujetador rosa que yo le regalé y que le queda de miedo porque consigue hacer sus enormes pechos perfectamente redondos. Ellos seguían dubitativos, pero terminaron de creer lo que estaba pasando, como yo, cuando les cogió una mano a cada uno y se las puso una sobre cada teta. Después les agarró las manos restantes y se las puso en su culo.

 

 Inmediatamente ambos se giraron para mirarme. Ante tal panorama no pude hacer otra cosa que asentir con la cabeza animándoles y eso supuso el pistoletazo de salida oficial. El dueño del bar tomó la iniciativa, bajó el tirante de la teta que le correspondía y la empezó a manosear a conciencia. El camarero no tardó en imitarle. Mi chica me miró y yo le guiñé un ojo, a lo que ella me respondió tirándome un beso. Le encantó tenerme como cómplice.

 Se terminó de quitar el sujetador mientras el más atrevido de los hosteleros, el dueño, emprendía nuevas acciones: ni corto ni perezoso le metió la mano por dentro de los pantalones y empezó a manipularle la entrepierna. Demostró que sabía lo que hacía porque mi novia no tardó en empezar a gemir y poner unas caras de placer que no os podéis ni imaginar. Se mordía los labios, miraba hacia arriba abriendo la boca y cerrando los ojos… Hasta que de repente se agarró fuertemente al brazo que la estaba masturbando y empezó a sufrir convulsiones mientras aguantaba la respiración: acababa de correrse.

 

 Tras eso el hombre sacó la mano y le desabrochó los pantalones. Entonces mi novia me miró con una expresión interrogante: quería saber si debía dejarle avanzar en su afán por desnudarla o pararle y empezar con las felaciones. Negué con la cabeza y ella comprendió. Ya era suficiente, la apuesta era la apuesta.

 Entonces se agachó mientras volvía a abrocharse los pantalones y el dueño captó el mensaje, era la hora de cumplir la apuesta. Tanto él como el camarero liberaron sus ya erectas pollas y las plantaron ante la cara de mi chica, que tenía los mofletes bien sonrojados, cosa que le pasa cuando está muy excitada. Yo también tenía una pronunciada erección, pero todavía no quería darle la sorpresa de mi recuperación y no me delaté.

 

 Como curiosidad recuerdo que el dueño del bar era ‘descapotable’, no tenía prepucio (estaba circuncidado). A continuación mi novia sujetó cada miembro con una mano, se relamió ligeramente y comenzó el festín. Primero les dio lametones alternando entre ambos, pareciendo no saber por cuál empezar. Cuando por fin se decidió por uno empezó a chuparlo con un ansia que yo no había visto nunca antes en ella, moviendo con brío el cuello mientras intentaba masturbar torpemente al otro, y es que las manualidades nunca han sido su especialidad. Después cambió de pene y pude ver lo brillante que había dejado el primero, que pasó a pajear algo más decentemente debido a la lubricación de su saliva y a que cambió a la mano buena, la derecha.

 Tras varias alternativas pasó algo inesperado: en uno de los turnos del dueño del bar mi chica se emocionó e intentó introducirse el miembro que estaba degustando por completo en la boca, pero con eso provocó que el hombre le sujetara la cabeza y profundizara la penetración hasta el fondo de su garganta. La mantuvo así unos instantes, dejándola sin respiración, pero sin protestas. “Muy bien, nena”, dijo antes de soltarla. Al separarse tosió un par de veces y se le saltaron las primeras lagrimillas, que empezaron a llevarse el rimel y la sombra de ojos. Además un grueso hilo de saliva quedó colgando entre su boca y el pene.

 

 En cuanto se recuperó se lanzó a por el camarero que, al ver que podía aprovechar la posibilidad de probar una garganta profunda, también lo probó. Esa vez ella se separó violentamente a pesar de permanecer atrapada sólo un instante, sufriendo una escandalosa arcada y expulsando muchísima más saliva al toser.

 

 No hace falta ni decir que yo estaba disfrutando de lo lindo con la escena. Y, como no les pidió que se moderaran, los ‘clientes’ de mi novia fueron perdiendo poco a poco todo respeto y se dedicaron a penetrar su boca sin contemplaciones, especialmente el dueño del bar.

 

 Durante largos minutos le sujetaron la cabeza y le metieron y sacaron sus rabos enteros en la boca cada vez más brutalmente. Ella frecuentemente les paraba cuando le daban arcadas y tos, pero tras respirar profundamente para recuperar el aliento les permitía continuar. El negro chorrete de maquillaje corrido se le fue extendiendo por las mejillas y la saliva que segregaba ya le caía hasta las tetas.

 Entonces, en otro de los turnos del dueño, este empezó a convulsionarse, signo inequívoco de que estaba llegando al orgasmo. Mi novia evidentemente no se dio cuenta porque estaba siendo sometida al brutal castigo. Cuando comenzó a correrse la sujetó aún más fuertemente contra él, hasta aplastarle la nariz contra su bajo vientre, y sufrió las típicas convulsiones mientras gemía. En cuanto mi chica notó el cálido fluido en su faringe intentó liberarse empujándole, pero fue inútil. Yo abrí los ojos como platos y desde el otro lado del futbolín traté de ver lo mejor posible lo que pasaba porque estaba alucinando.

 

 Cuando terminó, el hostelero relajó su presa y mi novia se separó de él bruscamente. Inmediatamente empezó a toser, pero no llegó a escupir nada. No le había quedado más remedio que tragárselo. Tenía los ojos extremadamente enrojecidos y muchas lágrimas, pero ni siquiera miró al primer hombre cuyo semen había tragado para regañarle. Simplemente se dirigió al otro para indicarle que era su turno.

 El camarero, al ver la cara que tenía, se ablandó y simplemente le ofreció su miembro para que lo chupara a su gusto, cosa que me decepcionó porque yo deseaba seguir disfrutando del espectáculo. Cuando el barman estaba a punto de alcanzar el éxtasis, extrajo su pene de la boca de mi novia y se empezó a masturbar a toda velocidad mientras ella le miraba sin saber qué hacer.

 

 Entonces el camarero descargó toda su lefa apuntándole a las tetas. En ese momento me pareció un final muy soso, aunque ya era más de lo que mi chica me había permitido hacerle hasta el momento. Pero yo no quería que la cosa acabara ahí, estaba demasiado excitado.

 El trío estaba aún mirándose con sonrisas en las caras, alucinados de lo que acababan de hacer, cuando disimuladamente me desabroché el pantalón y empecé a pajearme. Los dos hombres estaban reconociendo los méritos a mi novia, diciéndole que era una mujer de palabra, que eso sí que era cumplir una apuesta y cosas así mientras yo me acerqué silenciosamente por un lado, con mi orgasmo a punto de caramelo. Justo en un momento en el que se llevó las manos a la cara para limpiarse la saliva y las lágrimas terminé de posicionarme frente a ella. Los dos hosteleros al verme debieron adivinar mis intenciones porque se apartaron como si se les viniera encima autobús sin frenos. Dije: “Cariño…”, y en cuanto ella se apartó las manos de la cara y levantó la vista... ¡zas, en toda la boca!

 

 Como iba cargado hasta los topes mi primera eyaculación fue extremadamente copiosa, tanto que dio para cruzarle la cara de extremo a extremo. Se sorprendió tanto que, a pesar de que le hubiera dado tiempo a apartarse, no reaccionó hasta que mi semen tocó su cara. Entonces pegó un grito y trató de apartarse hacia su derecha, o sea, mi izquierda. Craso error, puesto que yo tenía esa mano libre y pude sujetarle la cabeza y volver a ponerla frente a mi polla justo cuando mi segunda descarga emergía. ¡Chof! En todo el ojo. Recordaré esas dos eyaculaciones toda mi vida. Volvió a gritar y entonces sí pudo girarse sin que yo pudiera impedirlo, pero no se libró del todo porque mi tercer lanzamiento acabó en su pelo. Y mientras ella trataba de quitarse mi lefa de la cara el resto de mi artillería acabó en su hombro y espalda. Sencillamente espectacular, ¿verdad?

 Los otros dos no pudieron más que admirar mi maniobra y empezaron a aplaudir mientras se partían de risa. Un momento de gloria para la Historia. A continuación mi chica, con las manos impregnadas del semen que se había quitado de la cara, se levantó… ¡riéndose! No sólo se lo tomó bien, sino que hasta le había parecido gracioso. Y además nos dejó una imagen que jamás olvidaremos ninguno de los presentes. Una chica preciosa en topless, con la cara y las manos mojadas de esperma, las tetas brillantes por la saliva y el semen derramado sobre ellas y que, a pesar de tener los ojos rojos y el maquillaje totalmente corrido, lucía una sonrisa de oreja a oreja que demostraba que había disfrutado. Y para rematar no había más que recordar que en su estómago también reposaba otra ración de esencia de macho. Empecé a vislumbrar el placer que esa chica iba a ser capaz de darme, y puedo asegurar que me quedé corto en mis expectativas.

 El camarero le acercó unas servilletas para que se limpiara y se fue al baño para intentar adecentarse. Mientras ella estuvo ausente los otros dos no hicieron más que alabar las habilidades orales de mi chica, pero también preguntarme si de verdad no me importaba que hiciera esas cosas. Y les dije: “Mirad, la vida es muy corta y no voy a perderme momentos como este por celos”. Los hosteleros me dieron la razón sin mucho entusiasmo, no compartían mi opinión pero a mí me dio exactamente igual.

 Entonces mi novia volvió con la mayor parte de su cuerpo limpio y seco, pero no así el pelo porque lo que le lancé le cayó por la parte posterior de la cabeza y no se dio ni cuenta al tenerlo ondulado. No le dije nada porque me dio morbo sacarla a la calle con una dosis de mi esperma en el pelo sin que lo supiera. El dueño del bar y su empleado no dejaron de decirnos lo increíble que había sido y que habría que repetirlo mientras mi chica se vestía. Cuando ya estábamos saliendo del local les dijo: “Pero la próxima vez habrá que subir la apuesta”. Interesante reto.

 Más tarde esa noche follamos en la pensión como locos por las ganas acumuladas durante los tres meses de mi abstinencia sexual forzosa, aunque no le solicité ninguna felación extra a mi novia. Por ese fin de semana ya había chupado bastante.

 Continuará...

 

 

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