Esta
historia sucedió a finales de nuestro segundo otoño como pareja y es
necesario recordar que yo seguía imposibilitado sexualmente por culpa
del herpes que mi novia me había contagiado durante una mamada. Las
cosas entre nosotros seguían igual, la relación era muy bonita, había
mucho amor y nos llevábamos muy bien; pero no podíamos evitar sentirnos
tremendamente frustrados por el maldito virus.
Llevábamos
ya casi dos meses sin vernos cuando decidimos romper el acuerdo de
alejamiento porque se acercaba mi 22º cumpleaños: yo viajaría a su
ciudad y saldríamos a celebrarlo con algunos amigos de nuestro pueblo
que también viven allí.
Pero la noche antes de nuestro reencuentro me llamó para confesarme que se
había vuelto a tirar a otro. Nueva cornamenta como regalo de
cumpleaños. Esta vez ni siquiera hubo lloros junto con las disculpas,
simplemente me dijo que no lo pudo resistir, que entre que llevaba
tanto tiempo sin follar y el alcohol que había tomado no se pudo
controlar. Yo no sabía a cuento de qué se había emborrachado un jueves,
pero añadió que me seguía queriendo y trató de apoyarse
convenientemente en aquello que le había ofrecido tiempo atrás de que
en algún caso puntual tenía mi permiso para montárselo con otro
mientras yo tuviera el herpes. Era verdad, aunque ella me dijo en su
día que no tenía ninguna intención de aprovecharlo; pero, como no me
gusta contradecirme, adopté una postura estoica y le dije que a pesar
de todo iría ese fin de semana a verla aunque que no me hubiera hecho
gracia lo que había hecho. Eso sí, para perdonarla me tenía que contar
con todo lujo de detalles lo que había pasado, a lo que ella respondió
que por supuesto. Se había dado cuenta antes que yo de lo mucho que
disfrutaba oyendo cómo me relataba sus infidelidades. Así que al día
siguiente me planté en su ciudad y me lo contó todo en su habitación.
Había sido con un chico con el que solía coincidir en la piscina a la que
iba a practicar natación. Según me dijo, el tío estaba siempre
tirándole los tejos; desde el primer día se dio cuenta de que le puso
el ojo encima y no me extrañó nada. El bañador con el que mi novia
solía ir a nadar le marcaba increíblemente sus curvas y además dejaba
gran parte de su espalda al descubierto.
Primero
empezó saludándola, luego trató de entablar conversación, y así hasta
que consiguió coger un poco de confianza con ella. Me contó que el tío
tenía todo un cuerpo de nadador, muy bien definido, ya que siempre que
ella iba él ya estaba allí nadando, y además depilado de arriba abajo,
como un profesional.
Las
últimas veces antes del incidente él incluso salía de la piscina para
acompañarla hasta la puerta del vestuario de chicas para poder hablar
un poco más con ella y luego se volvía al agua. Se despedía diciéndole
lindezas como: Hasta otro día sirenita, Ya nos veremos guapísima o
Bueno, me vuelvo al agua a ver si me enfrío un poco
. Sin pasarse,
pero dejando bien claras sus intenciones.
El día D resultó ser el último que hubo clases de natación antes de las
vacaciones navideñas, así que en la piscina habían organizado un
guateque con aperitivos y bebidas. En principio no tenía por qué haber
alcohol dado que allí iban bastantes niños, pero los monitores se las
arreglaron para colar algunas botellas de sidra, así que todos los
adultos y adolescentes presentes empinaron bastante el codo y de lo
último que se preocuparon fue de hacer deporte.
Cuando
mi chica decidió marcharse el nadador también la acompañó al vestuario
como ya venía siendo habitual, pero dio la casualidad de que esta vez
en el pasillo no había nadie. Entonces él se lanzó a comerle los morros
y mi novia no se apartó. Es que no sabes lo bueno que está me dijo.
Vamos, que lo estaba deseando. Seguro que desde que el tío decidió
empezar a saludarla notó una receptividad enorme. Me dijo de ir al
vestuario de monitores, que estaban todos en la fiesta, y que si nos
encontrábamos a alguien les diríamos que nos habíamos equivocado. Y se
fue con él. No sé hasta qué punto sería creíble, no conozco esa piscina
ni si los vestuarios están bien señalizados. De todas formas esas cosas
no se improvisan así como así, el muy pájaro lo tenía ya pensado.
Entraron con cuidado y efectivamente no había nadie en aquel vestuario.
Allí volvieron a morrearse y empezaron a meterse mano. A continuación
el nadador tiró hacia abajo de los tirantes del bañador de mi chica,
permitiendo que sus tetas emergieran de su prisión, y al parecer se
quedó mirándolas asombrado. Difícilmente se habría visto en disposición
de disfrutar unos pechos similares.
Como
según me contó su pene empezó a sobresalir por encima de su minúsculo
bañador mientras seguía paralizado admirando lo que tenía delante, mi
novia tomó la iniciativa. Me puse de rodillas, le bajé un poco el
bañador y le agarré la polla. Desde luego no se cortó ni un pelo
relatándome detalles.
Él
seguía mirando fijamente sus tetas, deseoso seguramente de chuparlas
como si no hubiera un mañana; pero, como mi novia se le adelantó, lo
dejó correr. Lo siguiente era predecible: mamada al canto. Y mira que
ella siempre había dado la impresión de ser muy escrupulosa con el sexo
oral porque a mí en su día me costó muchísimo convencerla para que me
lo hiciera, pero con ése ni se lo pensó. La putada fue que le sabía a
cloro, puntualizó. Y para colmo de males me dijo que el tío empezó a
agarrarle la cabeza para penetrar su boca lo más profundamente posible.
Le darías una hostia como a mí cuando intenté hacértelo, inquirí.
No
, me contestó sonrojándose. La verdad es que me dio mucho morbo.
Así que si otro intentaba hacerle una garganta profunda le daba morbo,
pero si se lo hacía yo me zurraba. Cojonudo.
Me
dijo que se la metió tan adentro que se le empezaron a saltar las
lágrimas, pero que le puso muy cachonda. Al cabo de un rato liberó a mi
chica de la asfixiante penetración y se arrodilló frente a ella,
encorvándose para chuparle las tetas como yo había adivinado que estaba
deseando.
Cuando se hartó de tetas, que supongo que también sabían a cloro, se
levantó y ayudó a mi chica a incorporarse. Sin decir nada se acercó a
las duchas llevándola de la mano y la puso contra la pared, de espaldas
a él. El nadador le agarró una pierna y se la levantó, pretendiendo
penetrarla de pie y por detrás. Con la otra mano le apartó el bañador
para dejar libre el ya chorreante coño de mi novia y trató de acoplarse
a ella. Tuve que ayudarle porque sino nos hubiéramos tirado ahí toda
la tarde. Vamos, que puso todo de su parte. Ya me la imagino
levantando el culo todo lo posible para facilitarle las cosas.
Pero, ¿lo hicísteis sin condón?, interrumpí. Sí
es que no teníamos,
me respondió avergonzada. Perfecto, no sólo se había tirado a otro,
sino que además fue sin protección. Me esforcé por controlar mi enfado
y le pedí que continuara. Fue una gozada, prosiguió, creo que más
por la situación que por el polvo en sí.
Pero
en un momento dado el chaval soltó el bañador de mi chica para apoyarse
en la pared, ya que la postura tenía que ser incomodísima para él, y al
volver la prenda a su sitio expulsó su pene de un latigazo. Parece ser
que el nadador aulló de dolor y al enterarme procuré reírme para mis
adentros para evitar más interrupciones porque, a pesar de todo, estaba
encontrando su relato súper excitante. Tanto que tuve que concentrarme
en evitar mi erección usando un pequeño truco que me enseñó un amigo:
si doblas fuertemente los dedos de los pies, tales son el esfuerzo y la
concentración necesarias que se aborta la subida de bandera.
Ella volvió a tomar la iniciativa y se apartó el bañador para que el
nadador pudiera retomar la faena, así que con la mano para apoyarse en
la pared él estuvo más cómodo y por lo que me dijo pudo embestirla con
más fuerza. La verdad es que disfruté mogollón porque el tío me dio
mucha caña.
Desde
luego ese polvo parecía que no iba a acabar como el que le echó el
Pantera. Ya me imagino el torrente de fluidos de mi novia empapando la
entrepierna del nadador. Entonces el chico, no sabemos si por error o a
propósito, pulsó el botón de la ducha y eso fue lo que desencadenó el
orgasmo de mi chica. De repente sentí el agua caliente y me sentó tan
bien que me corrí, hasta se me dobló la pierna y acabé en el suelo, me
dijo. Y es que cuando mi novia tiene un orgasmo lo siente tan
intensamente que se agarrota y a veces sufre hasta pequeñas
convulsiones, así que imagino que el chaval se quedaría flipado al
verla en ese estado, igual hasta se pensó que le estaba dando un
ataque. Pero cuando se cercioró de que nada malo pasaba le dijo: Esto
aún no ha terminado.
Le pidió que volviera a apartarse el bañador ella misma y se tumbó sobre
ella para seguírsela follando. Mi chica me confesó que ya no le
apetecía, pero que se lo permitió para no dejarle a medias. Y es que lo
de los orgasmos múltiples aún no lo trabajaba y con uno tenía bastante.
Así que el nadador volvió a penetrarla y bombear fuertemente.
Estuvo
un buen rato dale que te pego, seguramente intentando que mi novia se
corriera de nuevo, pero no lo consiguió. No se debió dar cuenta de que
la excitación ya le había desaparecido porque, como ella lubrica tanto,
aún sentiría su vagina súper húmeda. Finalmente desistió y se concentró
en terminar, cosa que hizo copiosamente sobre el bañador de mi chica
empleando la técnica de la marcha atrás y dejando unos generosos
chorretones de esperma por toda la parte delantera. Una vez terminado
el asunto se apartó y ambos se dispusieron a marcharse a sus
respectivos vestuarios. Al menos éste no la dejó tirada como un clinex
usado, tal y como hizo el Pantera.
Me dijo que habría que repetirlo, pero le dije que tenía novio y que lo
que había pasado había sido una cosa puntual y que por favor no se lo
contara a nadie. Sí, cuando se le pasa el calentón es cuando su
conciencia aparece. Al incorporarse para recolocarse el bañador, el
semen que tenía sobre la tripa empezó a escurrir hacia abajo, así que
se envolvió con la toalla.
Después
salieron por puertas diferentes del vestuario de monitores (se ve que
hay más de una), pero por el camino se encontró con una amiga y se
entretuvo un rato hablando con ella. Mientras hablábamos noté como
algo de lefa me estaba chorreando por el muslo, si se llega a dar
cuenta
. Cuando alcanzó la ducha ya era demasiado tarde y la mancha
del bañador no se pudo quitar completamente. De hecho aún no lo había
lavado, puesto que todo eso pasó justo el día anterior, y me lo enseñó.
Efectivamente había una buena mancha blanca acartonada.
Y entonces vino lo mejor: Cariño, me tienes que acompañar a pedir la
píldora porque, como lo hicimos sin condón, aunque se corrió fuera no
me puedo arriesgar. Así que imaginaos la humillación que me supuso ir
con ella al ambulatorio a que le recetaran la píldora del día después
porque otro tío se la había beneficiado. Encima la doctora me miraba
como si yo fuera el culpable. Me dieron unas ganas de decirle: Oiga, a
mí no me mire, es ésta la que se dedica a ponerme los cuernos a pelo
Continuará
.
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