Creo
que nunca os he contado que durante un tiempo formé parte de un
equipillo de fútbol. El equipo lo habían formado algunos de mis
compañeros más jóvenes de la empresa en la que trabajaba y, como les
faltaba una persona para completar el número mínimo necesario de
jugadores, me ofrecieron unirme a ellos. El caso es que a mí siempre se
me ha dado muy mal ese deporte a pesar de que me gusta mucho seguirlo
porque tengo muy mala visión de juego, un control de balón bastante
deficiente y me lesiono con facilidad. Pero por suerte soy bastante
rápido y supimos aprovechar esa cualidad poniéndome a jugar en momentos
en los que nuestro equipo iba ganando y hacía falta aguantar el
resultado y molestar a los rivales, así que asumí mi papel de mosca
cojonera sin rechistar porque me agradaba mucho sentirme parte de un
equipo. Como se puede deducir mi participación era prácticamente
testimonial, así que no les importaba que muchos fines de semana no
acudiera a jugar para ver a mi novia.
Durante este año, mi segundo en el equipo, falté a más partidos que la
temporada anterior por todos los viajes que tuve que hacer a la ciudad
de mi chica debido a su trabajo como camarera/gogó, así que me sentía
bastante culpable. Y más aún cuando gracias a los buenos resultados
obtenidos durante mi ausencia lograron clasificarse para el torneo de
primavera regional, que se empezó a disputar más o menos cuando mi
novia consiguió lo de que le dieran un fin de semana libre al mes.
Desde el punto de vista del resto de mis compañeros podría parecer que
me estuve escabullendo de los duros partidos invernales de liga y que
justo cuando empezaba este bonito torneo, con mejor clima y ambiente,
volvía a acudir. Me preocupaba que se enfadaran conmigo, así que empecé
a pensar en ofrecerles algún tipo de compensación.
El torneo se le dio bastante bien al equipo (yo, como siempre, sólo jugué
algunos minutos residuales, por eso no me atribuyo mérito alguno) y
sufridamente se clasificaron para la final, pero con un alto coste: uno
de nuestros mejores jugadores se lesionó de gravedad en la semifinal y
no sólo no podría jugar el partido más importante, sino que además
tendría que estar varias semanas con la pierna escayolada y utilizar
muletas para poder andar. Esto supuso un duro golpe para todos y una
presión añadida para mí porque con esa baja seguramente me tocaría
jugar más tiempo para dar descanso a los demás. Si ya estaba preocupado
porque pensaba que el resto de compañeros podría estar decepcionado
conmigo, a partir de ese momento ya sí que no podía fallarles. Por
suerte se me ocurrió el detalle que tendría con ellos: comprar una cara
cerveza de importación para tomárnosla juntos en el vestuario tras el
partido, fuera cual fuera el resultado. Así que les dije a mis
compañeros que les llevaría una sorpresa de la que todos podríamos
disfrutar una vez terminara el decisivo encuentro.
Por otro lado dio la casualidad de que la final se jugaría el primer fin
de semana que mi chica consiguió libre en el trabajo para venir a
verme, así que le expliqué la situación y le dije que, a pesar de que a
ella no le interesa el fútbol, tendría que acompañarme al partido. No
le hizo gracia, pero tuvo que aceptarlo. Además, realmente sólo
tendríamos que sacrificar unas tres horas de tiempo de estar juntos.
Cuando el día de la final nos dirigimos al campo de juego en mi coche
con las cervezas cargadas en el maletero en una nevera portátil.
Llegamos con bastante antelación y cuando mi novia vio que las
instalaciones contaban con un bar se alegró mucho porque así se
aburriría menos al poder tomarse algo. Tras dejarla ahí me dirigí al
vestuario para cambiarme y empezar a calentar con los pocos compañeros
de mi equipo que ya habían llegado.
Empecé el partido en el banquillo y de cuando en cuando miraba hacia el
bar para ver qué hacía mi novia. En un momento determinado vi que
estaba hablando con nuestro jugador lesionado, así que me alegré porque
así estaría más entretenida. Llegamos al descanso empate a cero y uno
de nuestros jugadores se había hecho daño en el tobillo, así que
acordamos que yo le sustituiría. Cambiamos el esquema de juego para que
yo estuviera en una posición poco delicada y terminé jugando por la
banda. Por desgracia los nervios me jugaron muchas malas pasadas y
cuajé un partido muy malo con numerosas pérdidas de balón, escasas
recuperaciones y pocos pases acertados. No creé ningún peligro por mi
costado y encima el gol que nos costó la derrota vino en una contra
originada por una cagada mía. Cuando nos reunimos en el vestuario a la
conclusión del encuentro la desolación era patente, así que sin perder
un minuto fui al coche a por las cervezas. Tardé en regresar algo más
de la cuenta porque me había hecho daño en una rodilla y cargar con la
pesada nevera portátil no me fue fácil, pero al volver a entrar al
vestuario creo que me llevé el mayor shock de mi vida: mi novia estaba
medio desnuda bailando al ritmo de la música que se estaba
reproduciendo en el móvil de alguno de mis compañeros mientras todos
daban palmas al unísono.
Inmediatamente se acercó a mí el lesionado, que parecía estar algo ebrio,
y me dijo que era un tío de la hostia, que menudo detallazo el haberles
llevado a una puta. No supe ni qué decir. A continuación me preguntó
que qué iba a hacer. ¿Cómo?, le respondí sin mirarle porque no podía
apartar la mirada de mi chica, que seguía bailando y despojándose de
prendas. Que qué va a hacer, ¿sólo un striptease o algo más? Lo habrás
pactado con ella cuando le has pagado, ¿no?. ¿De dónde se había sacado
eso? Yo seguía sin conseguir encontrar una explicación y no fui capaz
de decirle que realmente era mi novia y que evidentemente no le había
pagado nada. Es sorpresa, contesté instintivamente. Mi respuesta le
produjo una risotada y me dio una fuerte palmada en la espalda. Al
darse cuenta de que llevaba una nevera portátil en las manos la abrió
para ver qué había dentro y se alegró al encontrar las cervezas.
Antes de que pudiera coger una, bajé la nevera al suelo y me descolgué el
bolsito que suelo llevar con las cosas del coche (las llaves, la radio
y los papeles, básicamente) en el que también llevaba una caja de
condones comprada el día anterior. Decidí que no iba a amilanarme lo
más mínimo, ya estaba bien de quedarme a verlas venir y dejarle a ella
toda la iniciativa. Esa vez haría todo lo que se me ocurriera para
aprovecharme de la situación y disfrutar al máximo. Si a mi novia le
parecía bien que todos pensaran que era una puta que yo había
contratado, no me cortaría lo más mínimo en que pareciera real. Al fin
y al cabo no sería la primera vez. Empecé a sacar condones y cervezas y
fui pasando a mi compañero los packs lata+profiláctico para que los
rulara y se fueran distribuyendo entre todos. Los preservativos los
saqué no por mi chica, que ya hacía tiempo que se venía tomando las
píldoras anticonceptivas regularmente, sino por mis compañeros, para
que les diera menos reparo tener sexo con esta supuesta meretriz. Ella
por su parte ya estaba totalmente desnuda, y se debió dar cuenta de mi
jugada porque se acercó a mí y empezó a menearme el trasero en la cara
aprovechando que estaba agachado. Intenté darle un azote, pero me vio
venir y se apartó a tiempo, lo que provocó las risas de todos.
Entonces
ocurrió algo que casi arruina toda la diversión. Uno de mis compañeros,
al recibir su cerveza y condón correspondiente, dijo que tenía novia y
que no contaran con él para follarse a una puta. Si simplemente se
hubiera marchado tras mostrar su objeción no hubiera pasado nada, pero
empezó a malmeter dirigiéndose a los que sabía que teníamos pareja para
decirnos que tendría que darnos vergüenza estar dispuestos a ponerles
los cuernos así. Logró que varios dudaran y se sumaran a su causa
porque empezaron a devolver mis obsequios. Se crearon dos bandos y la
tensión se disparó en el momento en el que el dueño del móvil que
estaba reproduciendo la música lo paró. El lesionado tomó el mando de
los pro-follarse-a-la-furcia y les dijo que no me podían hacer ese feo.
Por suerte mi novia intervino y logró solucionarlo todo con una idea tan
estrambótica como efectiva. Comenzó preguntando al bando fiel que si
consideraban que hacerse una paja era poner los cuernos. Evidentemente
le respondieron que no. Pues entonces quedaos, porque aparte de follar
también me quiero dar un buen atracón de lefa al final y para eso sólo
tenéis que haceros una paja y apuntarme a la boca. Ante tal
declaración de intenciones algunos del bloque rebelde cambiaron de
opinión y nos ayudaron a convencer a los más reticentes con los
argumentos de que teníamos que participar todos porque éramos un equipo
y que lo que pasara en el vestuario se quedaría en el vestuario. Así
que, una vez apagado ese fuego, mi chica se esforzó por reavivar los
rescoldos del otro que había encendido minutos antes con su striptease.
Se arrodilló y dijo ¿Quién quiere una mamada?. Varios de mis
compañeros empezaron a vociferar mientras la rodeaban con la doble
intención de recibir una felación y restaurar el ambiente de
camaradería. ¡Bu-kka-ke, bu-kka-ke!, corearon. De nuevo la música
volvió a sonar y los que no quisieron participar se sentaron en los
bancos a mirar, su líder con cara de pocos amigos.
Y, como solía ser habitual, mi novia terminó demostrando de lo que es
capaz en materia de sexo oral. Empezó suave y al principio se dedicó
sobre todo a despertar nuestras erecciones y lubricarnos las pollas con
su saliva, pero poco a poco se fue calentando y cada vez se esforzó
más. ¡Hostia chaval!, exclamó el primer afortunado en disfrutar de su
profunda garganta. Hacía unos tres meses que no la veía en acción con
varios hombres, a pesar de había estado teniendo encuentros con los
matones del prestamista en el bar, así que me excitó mucho repetir la
experiencia. Pude comprobar cómo había perfeccionado sus habilidades
porque ya ni siquiera tosía ni se atragantaba, había aprendido a
colocar la lengua para evitarlo y tenía completamente controlada la
respiración. Lo único que no podía evitar eran los lagrimones, se ve
que se trata de un acto reflejo incontrolable. Mientras tanto mis
compañeros estaban flipando. Como ninguno se atrevió a dar el paso de
sujetarle la cabeza y follarle la boca con contundencia, decidí hacerlo
yo para que los demás perdieran el respeto. Y vaya si funcionó. A
partir de ese momento abusamos de ella todo lo que quisimos, pero en
ningún momento se resistió ni pareció pasarlo mal, todo lo contrario.
Sólo nos pedía pausas para respirar, tragar saliva y volver a la acción
con decisión.
¡Tronco, yo no aguanto más, que no soy de piedra!, exclamó uno de los
que no quería participar mientras se levantaba y mostraba su erecta
polla. Mi novia lo oyó y le dio prioridad absoluta porque le interesaba
sumar a la orgía a todos los que pudiera. Todos los que estábamos de
pie empezamos a aplaudir en signo de aprobación. Casi al instante, otro
de los que estaba sentado también decidió participar y tras decir
Vamos allá, joder, ¿cuándo vamos a volver a tener la oportunidad de
hacer esto? también descubrió su pene y se lo ofreció a mi chica, que
abandonó al anterior y empezó a complacerle. La ovación se hizo más
intensa aún. Sólo quedaban dos rebeldes, uno de ellos el más
concienciado, el que había iniciado la revolución anti-orgía. El otro
le echó una mirada cómplice, y aunque no obtuvo respuesta positiva
también se levantó y se unió a la fiesta. Dejamos que mi novia premiara
a los tres hijos pródigos para asegurarnos de que no dieran marcha
atrás, así que durante unos minutos empleó su boca y sus manos
exclusivamente en sus rabos. Una vez se hubieron calentado también
probaron la resistencia de la garganta de mi chica, disfrutando de la
mejor mamada de sus vidas según dijeron.
Entonces se me ocurrió que ya llevábamos bastante tiempo haciendo lo mismo
y había llegado la hora de pasar a otras actividades. Hala, que ya has
chupado bastante. Me puse detrás de mi novia, la levanté del suelo por
las axilas y la llevé a uno de los bancos sujetándola del pelo. Allí la
obligué a agachar la cabeza y poner el culo en pompa para
inmediatamente penetrar su chorreante coño. ¡Hostia, que lo está
haciendo a pelo! exclamó uno. Que se preocupe ella de no quedarse
preñada dije sin parar de embestir para intentar animar a los demás a
seguir mi ejemplo. Desgraciadamente no surtió el efecto deseado y
ninguno decidió no hacer uso de los condones. Los primeros que se lo
colocaron se acercaron a ofrecer sus nabos a mi chica para que se los
siguiera chupando. En ese momento me temí el inicio de un nuevo
conflicto porque a ella sólo le gusta mamar rabos al natural, pero
asumió su papel de puta a la perfección porque no hizo ascos. Y, a
pesar de que me empleé a fondo, apenas disminuyó su rendimiento oral,
simplemente hacía pausas más frecuentes para jadear por la excitación
que le producía estar siendo follada a la vez que mamaba penes.
Deja un poco para los demás, me dijo uno de los que se acababa de poner
un condón para que me apartara y le permitiera beneficiarse de la
entrepierna de mi novia. Así lo hice y me uní a los que rodeábamos la
escena bebiendo cerveza ansiosos por intervenir. Unos se fueron
turnando en las labores de penetración vaginal y otros en la oral. Tras
unos minutos disfrutando de esta nueva situación se me ocurrió subir
una marcha más. Me aparté del grupo, separé un banco de la pared y lo
puse en medio del vestuario. Después le dije a uno de mis compañeros
que se tumbara boca arriba y me colé entre los demás para traer a mi
novia al nuevo escenario. Les dije a todos que se apartaran, que íbamos
a hacer otra cosa y, dado que se suponía que yo había pagado, me
obedecieron. Después le di un sonoro cachete en el culo y la volví a
coger por el pelo para llevármela. Parecía encantanda por el rol sumiso
que le estaba tocando asumir porque no perdía la sonrisa.
En cuanto vio a mi compañero tumbado en el banco comprendió lo que tenía
que hacer, levantó una pierna y se acopló a él sin que yo le dijera
nada. Venga chavales, que aquí hay otro agujero libre, les dije
señalándoles su ano. Ella secundó mi propuesta dándose un azote en una
nalga mientras cabalgaba intensamente. Yo no quise ser el primero en
abrirle el culo porque sin condón necesito que su esfínter haya sido
sometido a una dilatación previa y mucho lubricante, cosas de las que
carecía en ese momento. La avalancha de voluntarios no se hizo esperar
y el primero que alcanzó su trasero penetró sin contemplaciones. Por el
grito que pegó debió dolerle bastante, pero no pidió clemencia y
permitió que el sodomizador diera rienda suelta a toda su ansia. Poco
le duró el sufrimiento porque instantes después volvió a gritar, pero
esta vez de placer, disfrutando de la intensa doble penetración. Un par
de espabilados no tardaron mucho en ofrecerle sus pollas para que se
las mamara, proporcionando además una vista privilegiada de las
felaciones al que estaba tumbado en el banco. Cuando el compañero que
estaba castigando el ojete de mi novia se cansó cedió el turno a otro,
que se empleó con más furia todavía. Pero los chillidos que emitía mi
chica cuando no tenía la boca ocupada con algún pene debieron traspasar
los muros de nuestro vestuario porque inesperadamente entró un jugador
del equipo contrario para ver qué estaba pasando. En cuanto nos vio se
le pusieron los ojos como platos y a continuación se le despertó una
pícara sonrisa. Joder chaval, y eso que habéis perdido, dijo.
Inmediatamente algunos miembros de mi equipo le dijeron que se largara,
así que eso hizo. Pero un minuto después entraron otros tres. Hostia,
si es verdad, se ve que el primer intruso no había podido evitar la
tentación de contarles a sus compañeros lo que había visto. Por
casualidad no aceptaréis invitados, ¿verdad? En ese lapso de tiempo me
había dado tiempo a anticipar que eso podría pasar, y ya tenía pensada
la respuesta. Sólo si traéis la copa. Supongo que a los de mi equipo
no les hizo mucha gracia, pero como pensaban que la puta la había
pagado yo no pudieron negarse. Uno de los visitantes se dispuso a salir
para cumplir mi condición, pero antes de que lo hiciera le dije que, si
tenían, que trajera también condones porque a nosotros casi no nos
quedaban. Poco después regresó con otros cinco jugadores más y la copa
que habíamos perdido. Con el pie empujé la nevera portátil hasta donde
estaban a modo de ofrecimiento, para que cogieran cervezas. A cambio
extendí las manos para que me cedieran el trofeo y en cuanto lo tuve en
mi poder vi que estaba mojado y contenía restos de cerveza. Sin duda
habían estado celebrando su victoria. Vacié lo poco que quedaba y se la
pasé al compañero que no quiso participar en la orgía, que seguía
sentado en el banco. Los que no vayan a follar ya podéis iros
corriendo aquí para que la chica se lo beba luego. Mi idea cayó como
una bomba y varios se entusiasmaron y empezaron a aplaudir y silbar.
Así que algunos se masturbaron contemplando a mi novia gozando de las
múltiples penetraciones mientras otros preferían aguardar turno para
meterle la polla por donde fuera. El que estaba tumbado boca arriba en
el banco finalmente se corrió y pidió ser sustituido, pero gracias a
que llevaba condón no se desperdició su lefa porque, cuando se quitó el
profiláctico, lo vació dentro de la copa. Los que vieron eso decidieron
imitarle y a partir de ese momento todos los que lograban penetrar no
paraban hasta alcanzar su orgasmo y después depositar su aportación en
el trofeo. Pero ninguno de los que terminaba se marchaba, todos querían
quedarse hasta el final para ver cómo la explosiva guarra que les había
llevado se bebía la mezcla de semen.
Me
llegó el turno casi de los últimos, así que pude desfogarme contra el
ojete de mi novia sin condón porque ya lo tenía dilatadísimo y bastante
lubricado por todos los preservativos que lo habían visitado
anteriormente. Y, a diferencia del resto de mis compañeros, yo sí que
me corrí dentro. Cuando terminé pedí que me acercaran la copa y, en
cuanto extraje la polla, coloqué el trofeo bajo el ano de mi novia para
que expulsara mi semen y se reuniera con el de los demás. La verdad es
que habíamos conseguido reunir una cantidad nada desdeñable de esperma,
a falta de dos o tres tíos ya teníamos el recipiente lleno casi a la
mitad.
Cuando por fin todos habíamos hecho nuestra aportación mi chica se intentó
arreglar el pelo, como si fuera a salir en una foto o la estuvieran
filmando, antes de coger la copa que le ofrecíamos. Cuando vio todo el
semen que había dentro no disimuló su alegría y nos dio las gracias
alegremente. En cuanto se dispuso a beber el corro de hombres que la
rodeábamos nos pusimos a hacer ruido como cuando en un partido un
jugador va a tirar una falta y estallamos en un sonoro jolgorio cuando
empezó a tragar. Fue muy divertido. Una vez se lo terminó todo (más de
veinte raciones de leche de macho), dejó la copa en el suelo y también
se puso a aplaudir, de nuevo dando las gracias muy sonriente. Yo me
acerqué a ella y alcé uno de sus brazos como hacen los árbitros de
boxeo para declarar al ganador, lo que hizo que una nueva ovación
surgiera de entre mis compañeros.
Pero ahí no terminó todo. En absoluto. Mi truculenta mente maquinó todavía
algo más. Como tenía el pelo hecho un desastre, estaba sudadísima y
algunos restos de lefa se le habían derramado por los extremos de la
boca, dije que estaba muy sucia y que deberíamos ducharla. A
continuación la volví a sujetar del pelo y la llevé a las duchas. Allí
la obligué a arrodillarse y la apunté con mi flácido pene. Ella se dio
cuenta de lo que quería hacer, pero no se apartó. El resto de
espectadores supongo que se quedaron bastante desconcertados. Como
todos me estaban mirando me costó hacer lo que quería, así que tuve que
mirar al techo para concentrarme y que mi orina empezara a brotar.
Cuando
mi novia recibió el cálido chorro cerró los ojos y empezó a gritar
cómicamente. Las opiniones del resto sobre lo que estaba haciendo se
dividieron porque a algunos les hizo mucha gracia y no dudaron en
acercarse para mear también sobre mi chica, mientras que otros ponían
muecas desagradables y decían que qué asco. Ella por su parte no tuvo
ningún reparo en dejarse rociar con la lluvia dorada e incluso se
atrevió a abrir la boca, lo que inmediatamente provocó que los que la
estábamos regando apuntáramos ahí. En un instante se la llenamos e
intentó tragar, pero como era tanto se atragantó y empezó a toser. A
partir de ahí no volvió a ofrecernos la boca, así que los que se fueron
uniendo poco a poco para vaciar sus vejigas sobre ella trataron de
impregnar hasta el último rincón de su cuerpo con los amarillentos
fluidos. Las meadas fueron bastante copiosas porque de todos es
conocido el efecto diurético que tiene la cerveza.
Una vez todo hubo terminado se me ocurrió pedirles a los demás por favor
que si querían ducharse se fueran al otro vestuario para dejar un poco
de intimidad a la chica, además de que me quería quedar a solas con
ella para hablar de temas monetarios. Algunos insistieron en que luego
les dijera cuánto había costado para dividirlo y poner una parte, pero
me negué y les dije que había sido un regalo y que era mi forma de
compensar mis múltiples ausencias así como mis escasas dotes para el
balompié. Me costó, pero finalmente logré desembarazarme de todos mis
compañeros y quedarme a solas con mi chica.
¿Se puede saber cómo ha empezado todo esto?, fue lo primero que le
pregunté. Mi novia se rió y me lo contó mientras se duchaba. Parece ser
que cuando estaba en el bar durante el partido nuestro jugador
lesionado se acercó a ella y le tiró los tejos. Mi chica le contestó
que había venido conmigo, así que mi compañero insistió en invitarle a
lo que quisiera. Evidentemente no le especificó que era mi novia porque
ninguno de mis compañeros parecía conocer esa información durante la
orgía. Como decía que lo estaba pasando muy mal porque estábais
jugando fatal no paraba de pedir cervezas y se puso bastante ciego.
Hasta ese punto no había nada en la historia que explicara por qué mi
chica había terminado haciendo un striptease en el vestuario.
Pero
entre botellín y botellín mi compañero le preguntó que si ella era la
sorpresa. Para no reventarle la auténtica sorpresa de tus cervezas
le dije que sí, a ver si así le despistaba. Ahí estuvo el
malentendido, el detonante que lo inició todo y que hizo que el tío se
imaginara que yo había contratado una puta para montar una fiesta
sexual tras el encuentro. Una vez terminado el partido, los dos fueron
al vestuario y entraron cuando ya me había ido a por las bebidas al
coche. Allí el acompañante de mi novia les dijo a todos que la sorpresa
que les había prometido era la presencia de esa chica y se pusieron
como locos según me contó. Entonces unos le empezaron a preguntar que
qué iba a hacer y otros a pedirle que se desnudara, así que si al gusto
que había desarrollado en su trabajo como gogó a lucir su cuerpo
sumamos un público entregado y medio en pelotas, para qué queremos más.
Su única exigencia fue que le pusieran algo de música y comenzó el
espectáculo. A partir de ahí ya sabemos lo que ocurrió.
Pero ¿por qué todos pensaron que era una puta? Descartando opciones
concluí que tuvo que ser por su aspecto. Para mí había sido algo
progresivo, pero poco a poco ella había ido cambiando su estilo de
vestir, haciéndolo cada vez más provocativo, hasta llegar a un punto
que rozaba la indecencia. La verdad es que elegía prendas que la
mayoría de mujeres no se atreverían a ponerse, muy ceñidas, que tapaban
lo justo y obviando de vez en cuando la ropa interior; aparte de
maquillarse mucho.
Cuando los dos nos hubimos duchado nos marchamos a casa a descansar y ver
una película. Un par de horas más tarde el capitán me llamó porque
había decidido organizar una cena de equipo para el día siguiente, pero
como yo no quería llevar a mi chica conmigo porque se desvelaría que no
se trataba de una puta sino de mi novia, ni tampoco dejarla sola en
casa con mis padres, le dije que me era imposible y que por favor la
retrasaran. Y es que tener una novia ninfómana cada vez me traía más
problemas de índole social.
Continuará...
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