Esta
aventura sucedió después de nuestro segundo verano como pareja. Todo
comenzó a raíz de una mamada que me hizo teniendo un herpes en el labio
con tan mala suerte que me lo contagió. El herpes genital me obligó a
estar bastante tiempo sin poder tener sexo porque, si ya es bastante
molesto de por sí, en caso de erección os aseguro que resulta muy
doloroso. Así que decidimos no vernos hasta que me recuperara.
Y eso, sumado a que el tratamiento que seguí para combatir el virus tardó
mucho en dar resultados, hizo que ocurriera lo inevitable: me volvió a
poner los cuernos, pero en esa ocasión sí que llegó hasta el final y
hubo folleteo. Hay que decir que sus amigas tuvieron también parte de
culpa porque algunas de ellas son las típicas ligeras de cascos que
pasan de las relaciones serias y van tirándose a todos los que pueden,
con lo cual resultaban una mala influencia para ella.
Tras
su llamada de nuevo llorando y pidiendo perdón monté en cólera y rompí
con ella. Pero cuando me calmé comprendí que a una chica joven en pleno
despertar de su sexualidad no se la podía privar de seguir disfrutando
de tener relaciones porque yo temporalmente estuviera en el dique
seco. Así que decidí perdonarla una vez más.
En nuestra siguiente llamada hablamos largo y tendido del tema e incluso
le ofrecí que en casos puntuales echara alguna canita al aire mientras
yo siguiera sin poder satisfacerla, pero ella lo rechazó. Dijo que se
sentía fatal por engañarme, que me quería muchísimo, que no iba a
aceptar mi permiso para acostarse con otros porque ella jamás aceptaría
que yo me pudiera acostarme con otras ya que se moriría de celos y que
no lo volvería a hacer. Aclarado el asunto le pedí que me contara qué
tal fue con ese chico que se había cepillado y de nuevo se negó. Pero,
gracias a mi incansable insistencia, días después logré que lo hiciera
y, si no me equivoco, diría que ambos disfrutamos de esa experiencia
para nuestra sorpresa y extrañeza.
El fin de semana en el que tuvo el desliz había ido con todo su grupo de
amigos al pueblo de un amigo suyo, cercano a su ciudad, porque eran las
fiestas, y se quedaron todos a dormir en la casa del anfitrión. La
noche del viernes compraron la bebida para hacer botellón y se
dirigieron a la plaza del pueblo al lado de la verbena, como la mayoría
de asistentes. Allí conocieron al que sería el segundo tío del planeta
en conseguir meterle la polla a mi chica: el Pantera (mote debido a que
ése era su grupo de música favorito), amigo del anfitrión. Al parecer
el tío era un yonki en toda regla, continuamente fumando porros y
bebiendo cualquier cosa que le ofrecieran.
Muy
pronto puso su punto de mira en mi novia y, por lo que me contó, debe
ser uno de los tíos más pesados que ha parido Dios porque no se separó
de ella en todo el fin de semana hasta que logró su objetivo. Desde que
les presentaron estuvo hablando con ella, tratando de intervenir en
todas las conversaciones en las que ella participaba aunque no tuviera
nada que aportar, acompañándola cada vez que quería ir a los puestos a
pedir copas cuando la bebida que habían comprado para el botellón se
acababa... en fin, a todas partes menos a mear porque eso ya se sabe
que siempre es potestad exclusiva de otra chica.
Cuando el Pantera notó que mi novia estaba borracha empezó oficialmente su
ofensiva, ya que hasta ese momento se podría decir que estuvo tanteando
el terreno. Por ejemplo cuando bailaban se pegaba bien a su culo para
restregarle el paquete y le agarraba por las caderas, cuando hablaban
le ponía una mano en la cadera que iba bajando muy lentamente hasta
colocarla prácticamente en su culo
un acoso y derribo en toda regla,
vamos.
Mi
chica me dijo que está acostumbrada a que muchos tíos le hagan eso y
simplemente le separaba suavemente y le decía con tono suave Estate
quieto para no dar el espectáculo abroncándole y estropear la fiesta a
todo el mundo. Decía que aun con eso el tío era divertido y se reía con
él. Yo me quedé bastante flipado, no tenía ni idea de que mi novia
fuera asaltada con frecuencia de ese modo, pero por otro lado no me
extrañó en absoluto. Como ya dije en mi anterior publicación, a pesar
de sus kilos de más tiene unas curvas de infarto y desprende un morbo
increíble.
Al acabar la fiesta se fueron a casa del colega de mi chica y el Pantera
por supuesto les acompañó. Todos estaban borrachos pululando por la
casa, unos batallando por entrar al baño, otros en sus habitaciones,
otros asaltando la cocina para comer algo
mientras tanto mi novia y el
Pantera se sentaron en el sofá. Ahí el muy pillo decidió movilizar toda
la artillería y se lanzó a comerle los morros según me contó mi chica.
Pero ella, a pesar de estar borracha, logró hacerle la cobra y le
recordó que tenía novio. El tío le preguntó: ¿Pero eres fiel? y ella
respondió que sí. Entonces aceptó su momentánea derrota y se piró a su
casa. Imagino que debió pensar: He perdido una batalla, pero no la
guerra; aún me queda otro día, porque al día siguiente la historia fue
prácticamente un calco del día anterior.
Compraron
la bebida, fueron a la verbena, bebieron, bailaron y rieron y el
muchacho siguió con su estrategia de no separarse de mi novia. Pero
entonces movilizó distintas avanzadillas contra su objetivo, siguiendo
directrices propias de la guerra de guerrillas. Aparte de restregarle
la cebolleta y sobarla todo lo que podía, le estuvo diciendo cosas del
tipo: No sabes cómo me pones, Estás más buena
, Si me dejaras lo
ibas a flipar, Tu novio no tiene porqué enterarse, ¿Por qué pierdes
el tiempo con una relación a distancia, si puedes tener a alguien
cerca?
todo un bombardeo por saturación por lo que me contó mi chica.
Aunque ella en ningún momento me dijo que eso le molestara, seguro que
se sentía encantada de recibir tanto halago. Si se hubiera sentido
incómoda le hubiera mandado a la mierda bien rapidito porque, con la
mala leche que sé que puede llegar a sacar, si hubiera querido le
habría montado tal pollo que el tío no se hubiera atrevido a dirigirle
la palabra en lo que quedaba de noche.
Horas después de nuevo se encontraron en la casa del amigo de mi novia,
pero esta vez en la habitación de ella, los dos sentados en la cama. La
amiga que compartía cuarto con ella, al percatarse de la situación, le
pidió al dueño de la casa una manta y se fue a dormir al sofá para no
impedir lo que pudiera pasar. Quedó patente que en el grupo de amigos
de mi chica la promiscuidad no sólo estaba bien vista, sino que se
hacía todo lo posible por fomentarla.
En
ese punto mi novia trató de zanjar su relato porque le avergonzaba
mucho lo sucedido Y terminamos echando un polvo de mierda, pero se
puso condón, así que no te preocupes. Pero no le permití escaparse tan
fácilmente, le exigí hasta el último detalle que recordara.
Inicialmente protestó, pero le dije que era lo menos que podía hacer ya
que le había perdonado, así que finalmente prosiguió.
El Pantera optó por una estrategia más conservadora que la que utilizó la
noche anterior, y fue pasito a pasito comprobando la receptividad de mi
chica. Primero se fue sentando cada vez más cerca y después le puso una
mano en el muslo. Mi novia no movió un músculo. A continuación le puso
la mano en la espalda, casi en el culo. Tampoco hubo reacción.
El
tercer paso fue inclinarse sobre ella y acariciarle la mejilla con su
nariz, a modo de gato marcando un territorio. Después un beso en la
mejilla, y otro, y otro, cada vez más cerca de la boca. Le pregunté que
porqué no se apartó como la vez anterior, y me dijo que esa noche había
bebido más y estaba mucho más borracha. No me sirvió su excusa porque
si hubiera estado tan ebria como aseguraba no podría recordar con
tantísimo lujo de detalles lo que ocurrió, pero no quise interrumpir e
iniciar una discusión inútil.
Entonces
el Pantera se armó de valor y se lanzó a comerle los morros,
encontrando respuesta positiva en mi calenturienta novia. En cuanto el
tío vio que tenía vía libre se emocionó y dio rienda suelta a todo su
instinto animal. Empujó a mi chica hasta tumbarla sobre la cama, empezó
a hacerle chupetones en el cuello, le levantó la camiseta y le sacó las
tetas del sujetador sin siquiera desabrochárselo y empezó a chupárselas
salvajemente. Conociendo a mi novia me imagino que estaría disfrutando
como una loca porque sé que todo eso le encanta.
Sin relajarse ni un momento el Pantera le bajó los pantalones de un tirón,
tanga incluido, hasta las rodillas. Supongo que ella inmediatamente
abrió las piernas todo lo posible para ofrecerle su volcánica
entrepierna e imagino el golpe de cálido hedor que recibió el chaval en
el hocico, que seguro que le provocó aún más ganas de tirársela. El
tío burro me metió tres dedos de golpe, me hizo un daño
me dijo mi
novia, pero no le detuvo. Y empezó a meterlos y sacarlos a toda
hostia. Me imaginé el ruido que hizo: chof, chof, chof. Seguramente
pretendía darle un primer orgasmo así, pero evidentemente ignoraba que
mi chica no es de risa fácil, con ella hay que trabajárselo mucho. Se
cansó pronto al ver que el calentón de mi novia no aumentaba y decidió
pasar a la acción: rápidamente se bajó también los pantalones y los
gayumbos y se puso un condón. Me contó que la tenía pequeña y que con
tanto pelo apenas se veía, aunque tal vez sólo me lo dijo para
consolarme.
En cuanto lo tuvo bien puesto se abalanzó sobre mi chica y la penetró todo
lo bestialmente que pudo. Mi novia me explicó que durante esos primeros
instantes logró a duras penas quitarse las deportivas, los pantalones y
el tanga; y una vez desnuda de cintura para abajo le rodeó con sus
piernas para que profundizara más. Parece ser que así empezó a obtener
mucho más placer, pero justo entonces el Pantera se corrió
repentinamente dando unos gemidos que se debieron oír por toda la casa.
Por supuesto mi chica no llegó al orgasmo, así que el polvo fue peor
que los que yo le solía echar porque al tío ni se le ocurrió bajar al
pilón.
Cuando
el chaval se recobró se levantó, se quitó el condón, se vistió y se
marchó diciendo: Ha estado de puta madre, ya nos veremos pibonazo. Y
ahí se quedó ella, medio desnuda y con un calentón de tres pares de
narices. Según me dijo se arropó tal cual estaba y se quedó dormida
rápidamente debido al pedo que llevaba, pero no me lo creí. Lo que creo
que pasó es que se masturbó hasta que se corrió y una vez satisfecha
pudo dormir. Así que me descojoné y le dije que menuda mierda que fue
entonces, y ella me dio la razón. Pero todavía tuvo el valor para
vacilarme un poco: Si al menos hubiera sido un buen polvo, habría
merecido la pena ponerte los cuernos
. Tuvo suerte de que no me
quisiera meter en batalla porque bastante estaba sufriendo ya por culpa
de la erección que me había provocado la historia y que tanto me dolía
por el herpes.
Continuará
.
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