.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Cornudo a distancia (2)".

 

 Esta aventura sucedió después de nuestro segundo verano como pareja. Todo comenzó a raíz de una mamada que me hizo teniendo un herpes en el labio con tan mala suerte que me lo contagió. El herpes genital me obligó a estar bastante tiempo sin poder tener sexo porque, si ya es bastante molesto de por sí, en caso de erección os aseguro que resulta muy doloroso. Así que decidimos no vernos hasta que me recuperara.

 Y eso, sumado a que el tratamiento que seguí para combatir el virus tardó mucho en dar resultados, hizo que ocurriera lo inevitable: me volvió a poner los cuernos, pero en esa ocasión sí que llegó hasta el final y hubo folleteo. Hay que decir que sus amigas tuvieron también parte de culpa porque algunas de ellas son las típicas ligeras de cascos que pasan de las relaciones serias y van tirándose a todos los que pueden, con lo cual resultaban una ‘mala’ influencia para ella.

 

 Tras su llamada de nuevo llorando y pidiendo perdón monté en cólera y rompí con ella. Pero cuando me calmé comprendí que a una chica joven en pleno despertar de su sexualidad no se la podía privar de seguir disfrutando de tener relaciones porque yo temporalmente estuviera ‘en el dique seco’. Así que decidí perdonarla una vez más.

 En nuestra siguiente llamada hablamos largo y tendido del tema e incluso le ofrecí que en casos puntuales echara alguna canita al aire mientras yo siguiera sin poder satisfacerla, pero ella lo rechazó. Dijo que se sentía fatal por engañarme, que me quería muchísimo, que no iba a aceptar mi permiso para acostarse con otros porque ella jamás aceptaría que yo me pudiera acostarme con otras ya que se moriría de celos y que no lo volvería a hacer. Aclarado el asunto le pedí que me contara qué tal fue con ese chico que se había cepillado y de nuevo se negó. Pero, gracias a mi incansable insistencia, días después logré que lo hiciera y, si no me equivoco, diría que ambos disfrutamos de esa experiencia para nuestra sorpresa y extrañeza.

 El fin de semana en el que tuvo el desliz había ido con todo su grupo de amigos al pueblo de un amigo suyo, cercano a su ciudad, porque eran las fiestas, y se quedaron todos a dormir en la casa del anfitrión. La noche del viernes compraron la bebida para hacer botellón y se dirigieron a la plaza del pueblo al lado de la verbena, como la mayoría de asistentes. Allí conocieron al que sería el segundo tío del planeta en conseguir meterle la polla a mi chica: el Pantera (mote debido a que ése era su grupo de música favorito), amigo del anfitrión. Al parecer el tío era un yonki en toda regla, continuamente fumando porros y bebiendo cualquier cosa que le ofrecieran.

 

 Muy pronto puso su punto de mira en mi novia y, por lo que me contó, debe ser uno de los tíos más pesados que ha parido Dios porque no se separó de ella en todo el fin de semana hasta que logró su objetivo. Desde que les presentaron estuvo hablando con ella, tratando de intervenir en todas las conversaciones en las que ella participaba aunque no tuviera nada que aportar, acompañándola cada vez que quería ir a los puestos a pedir copas cuando la bebida que habían comprado para el botellón se acababa... en fin, a todas partes menos a mear porque eso ya se sabe que siempre es potestad exclusiva de otra chica.

 Cuando el Pantera notó que mi novia estaba borracha empezó oficialmente su ofensiva, ya que hasta ese momento se podría decir que estuvo tanteando el terreno. Por ejemplo cuando bailaban se pegaba bien a su culo para restregarle el paquete y le agarraba por las caderas, cuando hablaban le ponía una mano en la cadera que iba bajando muy lentamente hasta colocarla prácticamente en su culo… un acoso y derribo en toda regla, vamos.

 

 Mi chica me dijo que está acostumbrada a que muchos tíos le hagan eso y simplemente le separaba suavemente y le decía con tono suave “Estate quieto” para no dar el espectáculo abroncándole y estropear la fiesta a todo el mundo. Decía que aun con eso el tío era divertido y se reía con él. Yo me quedé bastante flipado, no tenía ni idea de que mi novia fuera asaltada con frecuencia de ese modo, pero por otro lado no me extrañó en absoluto. Como ya dije en mi anterior publicación, a pesar de sus kilos de más tiene unas curvas de infarto y desprende un morbo increíble.

 Al acabar la fiesta se fueron a casa del colega de mi chica y el Pantera por supuesto les acompañó. Todos estaban borrachos pululando por la casa, unos batallando por entrar al baño, otros en sus habitaciones, otros asaltando la cocina para comer algo… mientras tanto mi novia y el Pantera se sentaron en el sofá. Ahí el muy pillo decidió movilizar toda la artillería y se lanzó a comerle los morros según me contó mi chica. Pero ella, a pesar de estar borracha, logró hacerle la cobra y le recordó que tenía novio. El tío le preguntó: “¿Pero eres fiel?” y ella respondió que sí. Entonces aceptó su momentánea derrota y se piró a su casa. Imagino que debió pensar: “He perdido una batalla, pero no la guerra; aún me queda otro día”, porque al día siguiente la historia fue prácticamente un calco del día anterior.

 

 Compraron la bebida, fueron a la verbena, bebieron, bailaron y rieron y el muchacho siguió con su estrategia de no separarse de mi novia. Pero entonces movilizó distintas avanzadillas contra su objetivo, siguiendo directrices propias de la guerra de guerrillas. Aparte de restregarle la cebolleta y sobarla todo lo que podía, le estuvo diciendo cosas del tipo: “No sabes cómo me pones”, “Estás más buena…”, “Si me dejaras lo ibas a flipar”, “Tu novio no tiene porqué enterarse”, “¿Por qué pierdes el tiempo con una relación a distancia, si puedes tener a alguien cerca?”… todo un bombardeo por saturación por lo que me contó mi chica. Aunque ella en ningún momento me dijo que eso le molestara, seguro que se sentía encantada de recibir tanto halago. Si se hubiera sentido incómoda le hubiera mandado a la mierda bien rapidito porque, con la mala leche que sé que puede llegar a sacar, si hubiera querido le habría montado tal pollo que el tío no se hubiera atrevido a dirigirle la palabra en lo que quedaba de noche.

 Horas después de nuevo se encontraron en la casa del amigo de mi novia, pero esta vez en la habitación de ella, los dos sentados en la cama. La amiga que compartía cuarto con ella, al percatarse de la situación, le pidió al dueño de la casa una manta y se fue a dormir al sofá para no impedir lo que pudiera pasar. Quedó patente que en el grupo de amigos de mi chica la promiscuidad no sólo estaba bien vista, sino que se hacía todo lo posible por fomentarla.

 

 En ese punto mi novia trató de zanjar su relato porque le avergonzaba mucho lo sucedido “Y terminamos echando un polvo de mierda, pero se puso condón, así que no te preocupes”. Pero no le permití escaparse tan fácilmente, le exigí hasta el último detalle que recordara. Inicialmente protestó, pero le dije que era lo menos que podía hacer ya que le había perdonado, así que finalmente prosiguió.

 El Pantera optó por una estrategia más conservadora que la que utilizó la noche anterior, y fue pasito a pasito comprobando la receptividad de mi chica. Primero se fue sentando cada vez más cerca y después le puso una mano en el muslo. Mi novia no movió un músculo. A continuación le puso la mano en la espalda, casi en el culo. Tampoco hubo reacción.

 

 El tercer paso fue inclinarse sobre ella y acariciarle la mejilla con su nariz, a modo de gato marcando un territorio. Después un beso en la mejilla, y otro, y otro, cada vez más cerca de la boca. Le pregunté que porqué no se apartó como la vez anterior, y me dijo que esa noche había bebido más y estaba mucho más borracha. No me sirvió su excusa porque si hubiera estado tan ebria como aseguraba no podría recordar con tantísimo lujo de detalles lo que ocurrió, pero no quise interrumpir e iniciar una discusión inútil.

 

 Entonces el Pantera se armó de valor y se lanzó a comerle los morros, encontrando respuesta positiva en mi calenturienta novia. En cuanto el tío vio que tenía vía libre se emocionó y dio rienda suelta a todo su instinto animal. Empujó a mi chica hasta tumbarla sobre la cama, empezó a hacerle chupetones en el cuello, le levantó la camiseta y le sacó las tetas del sujetador sin siquiera desabrochárselo y empezó a chupárselas salvajemente. Conociendo a mi novia me imagino que estaría disfrutando como una loca porque sé que todo eso le encanta.

 Sin relajarse ni un momento el Pantera le bajó los pantalones de un tirón, tanga incluido, hasta las rodillas. Supongo que ella inmediatamente abrió las piernas todo lo posible para ofrecerle su volcánica entrepierna e imagino el golpe de cálido hedor que recibió el chaval en el hocico, que seguro que le provocó aún más ganas de tirársela. “El tío burro me metió tres dedos de golpe, me hizo un daño…” me dijo mi novia, pero no le detuvo. “Y empezó a meterlos y sacarlos a toda hostia”. Me imaginé el ruido que hizo: ‘chof, chof, chof’. Seguramente pretendía darle un primer orgasmo así, pero evidentemente ignoraba que mi chica no es ‘de risa fácil’, con ella hay que trabajárselo mucho. Se cansó pronto al ver que el calentón de mi novia no aumentaba y decidió pasar a la acción: rápidamente se bajó también los pantalones y los gayumbos y se puso un condón. Me contó que la tenía pequeña y que con tanto pelo apenas se veía, aunque tal vez sólo me lo dijo para consolarme.

 En cuanto lo tuvo bien puesto se abalanzó sobre mi chica y la penetró todo lo bestialmente que pudo. Mi novia me explicó que durante esos primeros instantes logró a duras penas quitarse las deportivas, los pantalones y el tanga; y una vez desnuda de cintura para abajo le rodeó con sus piernas para que profundizara más. Parece ser que así empezó a obtener mucho más placer, pero justo entonces el Pantera se corrió repentinamente dando unos gemidos que se debieron oír por toda la casa. Por supuesto mi chica no llegó al orgasmo, así que el polvo fue peor que los que yo le solía echar porque al tío ni se le ocurrió ‘bajar al pilón’.

 

 Cuando el chaval se recobró se levantó, se quitó el condón, se vistió y se marchó diciendo: “Ha estado de puta madre, ya nos veremos pibonazo”. Y ahí se quedó ella, medio desnuda y con un calentón de tres pares de narices. Según me dijo se arropó tal cual estaba y se quedó dormida rápidamente debido al pedo que llevaba, pero no me lo creí. Lo que creo que pasó es que se masturbó hasta que se corrió y una vez satisfecha pudo dormir. Así que me descojoné y le dije que menuda mierda que fue entonces, y ella me dio la razón. Pero todavía tuvo el valor para vacilarme un poco: “Si al menos hubiera sido un buen polvo, habría merecido la pena ponerte los cuernos…”. Tuvo suerte de que no me quisiera meter en batalla porque bastante estaba sufriendo ya por culpa de la erección que me había provocado la historia y que tanto me dolía por el herpes.

 Continuará….

 

 

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