Tres
semanas después de haber asistido a los Sanfermines fue mi chica la que
vino a visitarme a mi ciudad porque mis padres se habían ido de veraneo
a la playa y me habían dejado solo en casa. Como ella estaba de
vacaciones y yo tenía que trabajar estuvimos experimentando durante una
semana entera cómo sería vivir juntos, y la verdad es que nos fue de
maravilla. Además, gracias a que en verano mi empresa nos permite hacer
jornada intensiva y salir a las 15:00, mi chica me tenía preparada la
comida al llegar a casa y por la tarde hacíamos todo tipo de planes: ir
de compras, a la piscina, al cine... Y sexo casi todas las noches. La
verdad es que el día de regreso a su ciudad la separación fue dolorosa,
pero teníamos el consuelo de que apenas tres semanas más tarde se
celebrarían las fiestas en nuestro pueblo y podríamos pasar juntos otro
buen montón de días.
Pero lo más relevante de esa semana fue una información que compartió
conmigo acerca de su amiga la fumada con la condición de no
revelársela a nadie: ella realmente no estaba viviendo en Pamplona para
estudiar, sino que se estaba dedicando a la prostitución. Todo sobre
sus notas de selectividad y su admisión en la universidad fueron
mentiras para poder cambiarse de ciudad y minimizar el riesgo de que
sus padres la descubrieran. Se hizo una segunda línea de móvil y puso
anuncios en Internet, aunque aparentemente sólo le llamaban tíos
bastante mayores. Era lo lógico, son los que tienen dinero y más
dificultad para ligar. También le explicó sus tarifas: inicialmente
probó a ofrecer que le pagaran la voluntad después de haberse acostado,
pero se dio cuenta de que una vez superado el calentón los tíos se
volvían más tacaños; así que pasó a cobrar por adelantado cantidades
fijas dependiendo de lo que quisieran hacer en un tiempo determinado
porque casi siempre pedían más cosas de las que luego eran capaces de
llevar a cabo antes de correrse.
Así que por eso estaba mi novia tan rara cuando llegué allí para los
Sanfermines: su amiga le acababa de contar todo eso y se había quedado
impactada. Evidentemente le preguntó que porqué no buscaba un trabajo
normal, pero le respondió que en los trabajos normales hay que echar
muchas horas por una miseria y que de puta con un solo cliente ya
ganaba casi la mitad de lo que ganaría en un mes currando por ejemplo
en un supermercado.
Pasaron los días y cuando faltaba poco para nuestro reencuentro en el
pueblo mi chica me llamó para darme una mala noticia: ese verano su
familia no iría al pueblo porque su abuela estaba cada vez más enferma
y no estaba en condiciones para hacer un viaje tan largo. Me sentó muy
mal la noticia, pero como los motivos eran totalmente comprensibles me
resigné e intenté afrontar las vacaciones con el mejor ánimo posible.
Mientras tanto ella aprovechó para irse a ver a la fumada porque
decía que estaba muy preocupada por ella y quería intentar convencerla
para que dejara definitivamente la prostitución y buscara un trabajo
normal.
Progresivamente fuimos llegando al pueblo todos los componentes de nuestro
grupo de amigos, incluidas las chicas. Esperé con cierta tensión el
reencuentro con la que el verano pasado acordamos aquel frustrado
intercambio de parejas que le costó la relación con su novio, pero no
se dio ninguna situación incómoda y la extrema simpatía con la que me
saludó me resultó incluso algo chocante. Siguiendo mi política de no
dar nombres, me referiré a ella como la peque, ya que era la menor
del grupo.
Esa noche hicimos nuestro habitual botellón y en el momento de despedirnos
para irnos cada uno a nuestra casa, la peque me dijo que al día
siguiente fuera a buscarla para ir a la piscina, nuestro habitual
destino diurno en el pueblo, porque me tenía que dar lo me debía. Me
dejó perplejo. Lo único que me se me ocurría que me podía deber era la
sesión de sexo que nunca llegó a producirse, pero no podía ser eso
porque lo había dicho delante de todos. Me costó conciliar el sueño
preguntándome qué podría ser, incluso pensé en mandarle un mensaje
preguntándoselo directamente, pero me pareció excesivo y luché por
resistir la curiosidad.
Así que al día siguiente me dirigí a su casa a eso de las 17:00, la hora
en que solemos acudir todos a la piscina. Llamé a su puerta y escuché
cómo me invitaba a pasar. Entré, pero no vi a nadie. ¿Hola?,
pregunté. ¡Por aquí!, me llamó desde otra habitación que resultó ser
la cocina. Cuando entré la vi esperándome de pie con un vestido que le
quedaba genial. Estaba preciosa. De repente, con mucha suavidad, se
despojó de él dejándolo caer al suelo y revelando que era la única
prenda que portaba. Casi me da un infarto. No fui capaz de articular
palabra. Seguramente estaba viviendo el sueño de la mayoría de hombres
que conocían a esta chica. Imaginé que no podía haber nadie más en la
casa porque si no no se hubiera desnudado así como así. Se acercó a mí
y cuando estaba a escasos centímetros reaccioné alejándome torpemente.
Ehm, no, de verdad que te lo agradezco, pero no puedo
. ¿Cómo?, me
preguntó confundida. Insistí en mi negativa y me exigió explicaciones
de porqué el año anterior podía y ese no. No me salieron las palabras,
no fui capaz de explicar lo inexplicable. Sencillamente me sentí
incapaz de tener sexo con otra chica a espaldas de mi novia, por mucho
que ella me lo hubiera hecho a mí en tantas ocasiones. La situación me
resultó tan incómoda que me marché abruptamente de allí, dejando a la
peque con una cara de incomprensión total.
Cuando llegué a la piscina me di inmediatamente un chapuzón para intentar
salir del estado de shock en el que me encontraba. Uno de mis amigos
que se encontraba en el agua me preguntó si la peque ya me había dado
lo que me debía. Le respondí sin pensar que lo había intentado, pero
que no se lo había aceptado. Mi amigo me replicó que era lo lógico
porque hubiera estado muy feo que yo, teniendo trabajo, le cogiera
dinero a ella que era estudiante aunque me lo debiera del año pasado.
No le corregí porque esa interpretación me pareció estupenda. Cuando la
peque se presentó en la piscina no me dirigió ni una mirada en toda
la tarde, supuse que se sentía humillada. A la hora de cenar, de vuelta
en casa, llamé a mi novia y le conté lo sucedido. Literalmente me dijo:
Pues qué tonto has sido, hijo, y me aseguró que le habría parecido
bien que nos hubiéramos liado porque así habríamos ajustado cuentas. Le
pregunté que si estaba segura de eso e intenté cerciorarme de que no
había trampa, procurando no demostrar el entusiasmo que se arremolinaba
en mi interior. Y, como me ratificó que iba totalmente en serio, le
dije que esa noche sería yo quien se lo propondría a nuestra amiga. En
cuanto colgué el teléfono me puse a dar saltos de alegría.
Aquella noche solicité a la peque una conversación privada y le expuse
el asunto, pero me mandó a la mierda. Me dijo que ella no estaba para
cuando a mí me apeteciera y que la oportunidad ya había pasado. Me
sentí tan frustrado tras esa respuesta que me di a la bebida como pocas
veces y me agarré una melopea de proporciones bíblicas.
A la mañana siguiente, sufriendo una terrorífica resaca, llamé a mi novia
para decirle que la peque no estuvo por la labor de ajustar nuestras
cuentas pendientes. Por su parte mi chica me dijo que lo sentía y que
ella también había tenido una noche movidita. Me explicó que intentó
mantener una charla con su amiga la fumada acerca de su profesión
pero que no sólo no consiguió convencerla para que lo dejara, sino que
la rubia incluso logró revertir la situación: Me dijo que no podía
criticarla sin tener ni idea, que tenía que probarlo para poder
hablar. Cuando escuché eso un escalofrío recorrió mi cuerpo porque,
conociendo a mi novia, no hacía falta ser muy listo para comprender lo
que había sucedido: aceptó ser puta por una noche.
Acordaron que el primer cliente que llamara lo atendería mi chica, y en
cuanto cayó la noche no tardó mucho en sonar el móvil del trabajo de
la rubia. Como el que llamó se ofreció a pasar con el coche a
recogerla, le dieron una dirección unas tres calles más lejos porque la
fumada no quería dar pistas acerca de dónde vivía realmente. Así que
tras depilarse, ducharse, maquillarse y vestirse provocativamente con
ayuda de su amiga (top, minifalda, medias de rejilla y sandalias de
tacón según me contó), bajó al lugar especificado. Imaginaos cómo iría
que me dijo que por el camino se la quedaba mirando todo el mundo. Me
reconoció que estaba bastante nerviosa, pero que se esforzó por meterse
en el papel para no cagarla y perjudicar el negocio de la fumada. No
creo que le supusiera mucho esfuerzo después de todas las aventuras que
había vivido ya, de hecho imaginé que más que nerviosa estaría
emocionada o, incluso, ilusionada con la nueva experiencia.
Cuando llegó allí el cliente ya estaba esperándola en el coche que les
había descrito aparcado en doble fila. Según me contó se trataba de un
hombre relativamente joven, de entre 30 y 40 años, y con un físico
bastante decente. Durante el trayecto él le dijo que era militar y que
iban a una pensión porque a la residencia del ejército en la que se
alojaba no podían ir. También preguntó a mi novia si llevaba mucho en
el negocio porque le parecía que era muy jovencita, y ella le respondió
que era su primera vez. Como al militar no pareció entusiasmarle esa
respuesta, añadió que no se preocupara porque tenía bastantes tablas.
Después le preguntó por sus tarifas y le dijo las mismas que la
fumada le había explicado, sin objeción por parte del hombre.
Casualmente la pensión resultó estar muy cerca, así que llegaron muy
rápido.
Una vez en la habitación el tío le preguntó que qué tal se le daba hacer
stripteases, y mi chica contestó que bien porque no quería cagarla otra
vez. Él se sentó en una butaca y ella, tras poner música en el móvil,
se puso manos a la obra. Según me dijo le hizo un trabajado y erótico
baile mientras se iba quitando la ropa poco a poco y muy bien lo tuvo
que hacer porque me confesó que hasta ella se puso cachonda. Cuando
estuvo completamente desnuda el militar se sacó la polla y le pidió que
se la chupase. Diligentemente mi novia se arrodilló frente a él para
degustar su miembro y no hizo falta que me diera detalles acerca de la
felación que le hizo, hacía ya tiempo que la garganta profunda era una
práctica habitual cuando realizaba sexo oral. Según me contó en un
momento dado se dio cuenta de que le estaba dejando el pene rojo del
pintalabios, así que se tomó un pequeño receso para masturbarle y
limpiárselo con la mano sin que se diera cuenta. Cari, me suena que
las putas hacen las mamadas con condón, interrumpí. Ya
, pero de eso
me enteré después, cuando más tarde le contó a su amiga todo lo que
había hecho. De todas maneras ya sabes que no me gusta cómo saben,
zanjó.
Como al parecer el tío flipaba en colores, mi chica, al ver que la cosa
iba tan bien, decidió subir una marcha más e interrumpió la mamada para
decirle Si quieres puedes follarme la boca mientras echaba los brazos
hacia atrás en señal de sumisión. Su cliente no lo dudó un instante: se
levantó, la sujetó por la cabeza y penetró con decisión su boca hasta
el fondo. Y supongo que pensó que se estaba aprovechando de la novata
cuando, tras follarse su garganta todo lo que quiso, se corrió sin
avisar. Pero se debió quedar alucinando cuando mi novia no sólo no se
apartó sino que además se tragó su lefa sin ningún problema. Joder,
ahí te pasaste, no creo que sea ni medio normal que una puta haga eso,
le dije. Ya, si hasta él me lo dijo..., me contestó, pero es la
costumbre.
Lo que le dijo fue que ninguna mujer, puta o no, le había hecho sexo oral
así en su vida y le reconoció que no se había tirado un farol cuando
antes en el coche presumió de experiencia. Pero el hombre a
continuación, contra todo pronóstico, se desnudó, se puso un condón y
le dijo que a follar. Sin descanso ni nada el tío, puntualizó mi
chica. Por lo que me contó el militar resultó ser una máquina sexual
impresionante. Le echó varios polvos seguidos, a un ritmo brutal y con
los únicos recesos para cambiarse el condón. Qué animal, no sé cuántas
veces me corrí..., me relataba mi novia. Daba igual la postura, en
todas el hombre llevaba la iniciativa y bombeaba con un ímpetu
incansable. Si fue capaz de rendir así sin meterse una viagra hay que
reconocerle el mérito. Entre sus palabras hubo una frase muy dura que
se me va a quedar grabada para siempre: Es el tío que mejor me ha
follado en mi vida. Ella misma se dio cuenta de que me había herido
diciendo eso e intentó arreglarlo añadiendo que hubo ratos en que lo
pasó mal porque le faltaba el aire y se mareaba de tanto ajetreo.
Mentiras piadosas que me dolieron aún más. Seguramente no paró de
decirle lo mucho que le gustaba y que le diera más.
Menos mal que quiso parar para cenar, prosiguió. El militar se ofreció
para ir a buscar algo de comida para llevar pero mi novia prefirió
quedarse en la habitación poniendo la excusa de que quería darse una
ducha. La verdad es que no me veía capaz de andar bien porque me
temblaban las piernas, me confesó. El caso es que ella tampoco quiso
dar por finalizada la sesión, todavía tenía ganas de más. Cuando se
recuperó se duchó y esperó a su cliente viendo la tele. Poco después el
hombre regresó con una pizzas y unas cervezas y cenaron. Estuvieron
hablando y el tío le preguntó que, si no era indiscreción, por qué le
había dado por prostituirse. Mi chica le contó la típica milonga de que
lo hacía para pagarse los estudios. Aprovechando que él había roto el
hielo, ella le preguntó que, teniendo buena presencia y follando tan
bien, por qué recurría a meretrices. El militar le explicó en primer
lugar que debido a su función en el ejército le cambiaban mucho de
destino (sería inspector o algo así), lo que dificultaba mucho poder
tener una relación. Pero además le confesó que, aunque no solía tener
demasiadas dificultades para ligar, la mayoría de chicas se asustaban
de sus necesidades sexuales y no querían volver a verle. Así que un día
se decidió a probar una puta. Evidentemente le debió gustar la
experiencia porque le dijo que llevaba ya varios años consumiendo
casi todos los fines de semana.
Cuando terminaron de cenar el hombre le pidió a mi novia que le hiciera
otra de sus mamadas, pero ella le advirtió de que tendría que ser más
suave porque con el estómago lleno corría el peligro de vomitar. Así
que se la estuvo chupando cariñosamente hasta que se le volvió a poner
dura (lo que prueba que no había tomado viagra) y volvieron a ponerse a
fornicar. Pero en ese polvo me empezó a escocer el coño que no veas,
me explicó. Claro, tanto tiempo dale que te pego es lo que tiene. Y en
el primer receso para cambiar de preservativo no se le ocurrió otra
cosa que ofrecerle el culo. Menuda viciosa está hecha. El militar
replicó que cuánto le iba a cobrar por eso porque no se lo había
especificado cuando le preguntó por las tarifas, y que a lo tonto a lo
bobo la broma le iba a salir por un ojo de la cara porque ya llevaban
un montón de polvos. Ella le respondió que no se preocupara, que era un
regalito de la casa y que además le iba a descontar la mitad de los
kikis porque se lo estaba pasando muy bien. Si es que es más guarra
que puta.
Evidentemente ante tal oferta el tío aceptó entusiasmado y ayudó a mi
chica en las labores de dilatación anal aportando saliva mientras ella
empleaba sus dedos impregnados en flujos vaginales. Una vez estuvo
lista se lo hizo saber a su cliente y este comenzó una nueva ofensiva
sin cuartel contra su ojete. Joder, cómo eché de menos el lubricante,
me confesó, hoy casi no me puedo ni sentar. Pero aun así lo disfrutó
porque se estuvo masturbando para conseguir varios orgasmo furtivos.
De todas formas llegó un punto en que, dejando a un lado su orgullo, fue
ella la que pidió parar porque la irritación llegó a resultarle
insoportable. Pero no le quise dejar así. Siempre se guarda una carta
para el final. Como ya me sentía más ligera del estómago, le ofrecí
una mamada de las buenas como despedida. Pero bueno, ¿cuánto tiempo
estuvo sodomizándola para que le diera tiempo a hacer la digestión? No
daba crédito. Y dicho y hecho, el tío se quitó el condón y mi novia se
dejó follar la garganta sin piedad. Cuando alcanzó el orgasmo pareció
por fin relajarse, tal vez porque se mentalizó de que sería el último.
Y he dicho orgasmo y no correrse porque se ve que su eyaculación fue
prácticamente inexistente según me contó mi chica. No puedo culparle,
sus pobres testículos no darían abasto esa noche. Tras eso el militar
le pagó lo que le pidió (bastante menos de lo que debería gracias a los
descuentazos que le hizo mi novia) y la devolvió en coche al mismo
punto donde la había recogido horas antes.
Una vez concluido el relato le pregunté a mi chica si pensaba quedarse el
dinero y me respondió rotundamente que sí. Le repliqué que haciéndolo
se estaba convirtiendo en una puta de verdad; pero me dijo que eso le
daba igual porque sentía que se lo había ganado trabajando duro, como
en cualquier otro curro, a pesar de haber disfrutado.
Después de esa experiencia mi novia dejó de criticar la profesión de la
fumada y pasó a respetarla mucho más. Decía que se había dado cuenta
de que las prostitutas prestaban un servicio importante porque había
personas que realmente las necesitaban y que no hacían daño a nadie.
Volviendo a su amiga, el fin de semana siguiente el militar volvió a
llamar preguntando por mi chica. Ésta le dijo que ya no estaba
disponible y se ofreció a hacerle el servicio ella, pero a pesar de
tener información de primera mano de lo que le esperaba no debió
cumplir la expectativas porque no volvió a llamarla.
Continuará...
|