.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Cornudo a distancia (13)".

 

 La aventura que voy a contar sucedió durante unas vacaciones de semana santa, en nuestro pueblo. Ese año hizo bastante mal tiempo, así que no pudimos disfrutarlas todo lo que nos hubiera gustado. Un día uno de nuestros amigos, que es huérfano de madre e iba siempre al pueblo acompañado por su padre, nos dijo que éste iba a ausentarse toda la tarde de su casa, así que la tendría libre y podíamos reunirnos allí.

 Cuando mi novia y yo llegamos estaban todos nuestros amigos ya allí, sentados en los sofás viendo la tele, pero curiosamente ninguna de las chicas. Mi novia preguntó por ellas y los chicos le enumeraron las excusas que había dado cada una para no poder quedar esa tarde: dos que son primas tenían que ir a la residencia del pueblo a ver a su abuela, otra se iba de excursión con sus padres a un pueblo cercano, otra se encontraba mal del estómago, etc, etc.

 

 Nos sentamos y el anfitrión nos preguntó qué queríamos beber, pero antes de que pudiéramos contestar nos advirtió de que sólo tenía horchata y tónica. A mí me gusta mucho la horchata, pero como siempre lo he considerado un refresco veraniego pedí tónica. En cambio mi chica, a la que no le convencieron ninguna de las dos opciones, pidió agua. “Se me ha acabado la garrafa, luego tengo que comprar” respondió el dueño de la casa. Y es que en nuestro pueblo no está recomendado consumir agua del grifo y prácticamente todos la tomamos embotellada. Así que ante la falta de opciones mi novia terminó aceptando la horchata.

 Mi bebida me la trajo en una lata acompañada de un vaso con un hielo, pero a mi chica se la trajo ya servida en otro más pequeño. Al ver la escasa cantidad que le tocaba a ella protestó y le vaciló haciendo referencia a que sus orígenes están en el noreste del país. Cuando lo cogió dijo “Qué frío está, ¿no?”. El anfitrión dudó antes de contestar que eso se debía a que el vaso estaba en la nevera.

 

 Mi novia le preguntó que si con la horchata ya servida, y él volvió a dudar antes de decir que no. Yo le pregunté que porqué tenía vasos en la nevera cuando siempre puede echarle hielos a las bebidas; y ante esto balbuceó que, como en el pueblo los hielos hay que comprarlos, que era mejor tener vasos fríos para ahorrárselos y que a mí me lo había servido así porque ya sólo le quedaba uno en la nevera y porque la tónica acepta mejor el hielo que la horchata. Me sonó todo muy raro porque parecían explicaciones inventadas sobre la marcha, pero pasé de seguir interrogándole. Mientras tanto el resto no abría la boca, lo cual también era extraño porque lo que estábamos viendo en la tele en ese momento eran simples anuncios.

 Al primer sorbo mi chica dijo “Qué rara sabe”. El anfitrión volvió a responder bastante apurado que se trataba de horchata de cultivo orgánico y que por eso era más densa que las de las marcas más comerciales, mientras el resto de nuestros amigos apenas podía disimular la tensa calma que soportaban. “Es que además no está dulce”, insistió mi novia. “Tampoco lleva azúcares añadidos”, dijo uno de nuestros amigos bruscamente, provocando que más de uno tuviera que luchar por contener la risa. Es cierto que la situación era bastante extraña, pero no le dimos importancia y seguimos bebiendo y mirando la tele. Tras cada trago mi chica se quedaba mirando al vaso unos instantes, como si hubiera algún tipo de misterio en él; y los chicos sin quitarle ojo, mudos y algunos de ellos incluso tapándose la boca con una mano. Me quedó claro que había gato encerrado, pero como la broma se la estaban gastando a ella, no quise estropeársela.

 “El caso es que me recuerda a algo”. Eso fue la gota que colmó el vaso, y nunca mejor dicho. Ninguno pudo aguantar la risa por más tiempo y algunos hasta empezaron a aplaudir. Mi novia empezó a preguntarles que qué coño pasaba y yo, con una sonrisa fruto del jolgorio, les pregunté que qué le habían dado. El primero que pudo articular palabra dijo que era normal que le recordaba a algo porque estaba bebiendo semen. “Es que nos ha dicho un pajarito que te gustan los bukkakes…”, “Hemos colaborado todos”, añadió otro.

 

 Por fin se aclaraba la cosa: no sabíamos cómo, pero se habían enterado de que mi chica había participado en uno el año pasado y no se les había ocurrido otra cosa que correrse todos en ese vaso y servírselo. La verdad es que la broma era muy pesada, pero estos amigos nuestros son bastante cabroncetes y no me sorprendió que fueran capaces de algo así. Por eso no estaba ninguna de nuestras amigas ahí, ni siquiera les habían avisado de la quedada y se habían inventado falsos motivos a los que atribuir su ausencia.

 Mi novia, en lugar de indignarse y montar un escándalo, cogió el vaso y se acabó de un trago lo que quedaba en él, dejando a todos mudos. Después dijo: “Muy bien, pues a ver si ahora sois capaces llenarme el vaso otra vez”. Nadie dijo una palabra. Nuestros amigos empezaron a mirarse entre ellos porque ninguno se esperaba esa reacción. Ella siguió picándoles, diciéndoles que si eran tan valientes para hacerlo a sus espaldas, también tenían que serlo para hacerlo delante de ella. Se puso de pie y añadió que ya que les había hecho tanta gracia lo del bukkake, que por qué no hacían uno con ella. Les estaba ofreciendo realizar uno para amedrentarles y le estaba saliendo bien porque todos parecían bastante acobardados.

 

 Entonces se vino demasiado arriba y metió la pata porque usó la frase mágica: “¿Qué pasa, que no hay huevos?”. Y ya se sabe que muchos hombres, especialmente si son del norte, no pueden dejar pasar un reto formulado con esa expresión, es como si tuvieran un resorte en su orgullo que se activa al oírla. El más gallito de todos, seguramente el que había tramado la broma, se levantó y dijo que él claro que se atrevía, pero que sólo si lo hacían todos. Otro le siguió e intentó animar a los demás: “¡Que sí, joder, vamos a hacer un bukkake!”. Uno más se unió y empezó a decir “Bu-kka-ke, bu-kka-ke, bu-kka-ke” mientras daba una palmada con cada sílaba. Mi novia había perdido el control de la situación, ahora era ella la sorprendida.

 El anfitrión se acercó a la puerta de la casa a cerrarla con llave para que nadie nos interrumpiera. “Venga, pero despelótate primero”, exigieron a mi chica. Me miró con cara de circunstancias y yo respondí con una ligera mueca que significaba “Después de lo que has dicho, ahora tienes que hacerlo”. Así que con resignación se empezó a quitar la ropa. Algunos de nuestros amigos soltaron silbidos mientras se deshacía de las prendas que llevaba puestas hasta que se quedó completamente desnuda, no pudiendo evitar sonrojarse. El primero que había aceptado el reto también fue el primero en desabrocharse los pantalones y sacar su semierecto pene. Se puso delante de mi novia y esta se arrodilló ante él.

 Después se quedó inmóvil un par de segundos, como mentalizándose de lo que tenía que hacer, y se lanzó a chupar intensamente el falo que tenía ante sí. Supongo que pensó que, ya que se había metido en ese jardín, lo mejor era dejar a un lado todo reparo e intentar disfrutar. Progresivamente los demás fueron sacándose la polla, acercándose y ofreciéndoselas. El bukkake estaba lanzado y ya era imparable.

 Mi novia fue sirviendo a todos su correspondiente felación hasta que se calentó, ‘abrió las compuertas’ y empezó a hacer gala de sus habilidades como ‘tragasables’, introduciéndose completamente en la boca todos los penes a los que se enfrentaba. Los gemidos de sorpresa y placer no se hicieron esperar entre nuestros amigos. Fue una pena que ninguno se atreviera a ir más allá y sujetar la cabeza de mi chica para follarle la boca contundentemente, aunque tampoco se pueden pedir peras al olmo, al fin y al cabo se trataba de su amiga y mi novia.


 Pero de repente entró por la puerta el padre de nuestro amigo el anfitrión, el auténtico dueño de la casa. Todos nos quedamos petrificados por haber sido sorprendidos en esa situación, mirando al hombre. Esperábamos una bronca de campeonato porque, si normalmente un padre se enfada cuando pilla a su hijo tirándose a una chica en su casa, la reacción ante un festival de mamadas podría ser de órdago. Pero, contra todo pronóstico, esbozó una sonrisa y nos dijo “Tranquilos, que sólo he venido a coger una cosa y me voy, no os quiero interrumpir”.

 

 Se notaba que la muerte de su mujer años atrás le había llevado a afrontar la vida desde otra perspectiva, intentando disfrutar más de la misma. Y esa misma filosofía la proyectaba también hacia el exterior. Mi novia siguió chupando pollas para que el ambiente no se viniera abajo y, cuando el hombre volvió a pasar por el salón para marcharse, alabó sus habilidades orales, comentó que ojalá en su juventud hubiera tenido amigas así y al despedirse añadió que éramos unos ‘cracks’.

 Como nuestro amigo el anfitrión era el único que seguía en estado de shock, mi chica, al darse cuenta de que su erección estaba remitiendo, se dirigió a él y le hizo unos mete-saca hasta el fondo de la garganta brutales. Si eso no le sacaba de su catarsis, nada en este mundo podría hacerlo. El muchacho se recobró ante lo que estaba pasando en su entrepierna y lo recuperamos para la causa. Mi chica siguió y siguió sin bajar el ritmo hasta que nuestro amigo empezó a convulsionarse y suspirar porque estaba a punto de correrse. Mi novia se sacó la polla de la boca y le masturbó suavemente mientras dirigía los chorros de semen contra su lengua a la vez que sonreía. Le quedó increíblemente profesional. Los aplausos y silbidos no se hicieron esperar. Cuando tuvo todo su esperma a buen recaudo se acercó gateando hasta la mesa, cogió el vaso y dejó caer dentro lo cosechado mientras nadie perdía detalle.

 Había quedado claro cómo quería que fuera la dinámica, así que se puso manos a la obra. Fue uno por uno realizándoles sus espectaculares felaciones, empleando su cuello como un martillo pilón, tragándose sus pollas con ese ímpetu que es capaz de sacar cuando está muy cachonda, recogiendo el esperma de los que alcanzaban el orgasmo y escupiéndolo en el vaso.

 

 Sin duda el que más disfrutó fue el padre de nuestro amigo el anfitrión. Aunque no todo fue coser y cantar, a varios les costó mucho correrse y un par no lo consiguieron, se notó que eran novatos en esto; no como en el anterior bukkake, en el que prácticamente todos los asistentes ya tenían experiencia. Por el contrario también hubo uno que no pudo esperar a su turno y directamente se masturbó para depositar su descarga de semen en el vaso. Cuando finalmente todas las raciones de lefa se encontraron mezcladas en el recipiente de cristal, le pidieron que se lo bebiera. Pero mi chica me miró y dijo “Me falta la tuya”.

 Los demás aprobaron su iniciativa y aplaudieron la propuesta. Como yo estaba sentado en una silla, mi novia me desabrochó los pantalones y me la empezó a chupar. Pero cuando lo estimó oportuno se puso de pie y se sentó a horcajadas sobre mí mientras decía que yo, como era su novio, me merecía algo más. Así que empezamos a follar delante de todos. Me susurró al oído que le avisara cuando fuera a correrme para echárselo en la boca y, a pesar de no ser amigo de protagonizar tales prácticas, le dije que sí porque la ocasión lo merecía.

 

 Tras un rato cabalgando mientras nuestros amigos alababan el ímpetu de mi compañera noté que mi orgasmo se acercaba, así que se lo dije y de un salto se desacopló de mí. Inmediatamente me levanté como un resorte y empecé a masturbarme para asegurar el ‘final feliz’ mientras ella se arrodillaba y abría la boca sugerentemente. Un segundo después de mi primer resoplido, mi chica me apartó la mano y enterró mi polla en su boca justo cuando mi primer chorro emergía. Esta vez decidió recibir mi lefa directamente en su garganta, lo cual me dio más placer que si hubiera sido al contrario por la presión que ejerció en mi miembro.

 

 Entre gemidos y espasmos me corrí disfrutando muchísimo. Cuando mi secuencia de erupciones terminó, mi novia se separó de mí y se puso de pie para besarme. Dudé un segundo, pero decidí no hacerle hice el feo y se lo permití a pesar de las muecas y ruidos de asco que nos dedicaron los demás. Por suerte ya se había tragado mi descarga, pero fue inevitable notar el regusto a lefa que le quedaba en la boca después de haber recogido tantas corridas. A continuación cogió el vaso y dijo “Chin, chin”. Había llegado el momento de bebérselo todo, pero esta vez iba a ser muy diferente.

 Inclinó la cabeza hacia atrás, puso el vaso encima de su boca, la abrió y empezó a verter muy poco a poco su contenido. La verdad es que en ese momento me dio bastante asco porque ya se me había pasado la excitación, pero recordándolo a posteriori fue alucinante. Cuando el vaso estuvo vacío, cerró la boca y empezó a pasarse el líquido de un carrillo a otro, como enjuagándose. Después volvió a inclinar la cabeza hacia atrás e hizo unas gárgaras. Nuestros amigos se dividieron entre las risas y las muecas de asco. Finalmente envió la mezcla de semen a su estómago de un solo trago, lo que despertó aplausos entre nuestros amigos, y todavía relamió el vaso para asegurarse de que no se quedaba nada del preciado fluido en él. “Calentita me gusta más, que fría no sabe a nada”, apostilló. El padre de nuestro amigo dijo entre risas que ese vaso habría que tirarlo, pero mi chica le dijo que no fuera exagerado, que con fregarlo bien ya bastaba. Así que se fue a la cocina y eso hizo, desnuda como estaba.

 Antes de irnos de la casa pactamos no contar a nadie lo ocurrido. Evidentemente más de una vez nuestros amigos han propuesto repetir la experiencia, pero nunca se ha dado la ocasión. Más tarde nos enteramos de que la culpa de que nuestros amigos supieran lo del bukkake fue mía porque, cuando el año anterior intenté liarme con una de nuestras amigas en aquel frustrado intercambio de parejas, se lo conté y luego ella se fue de la lengua.

 Continuará...

 

 

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