Mi
mujer y yo necesitábamos comprar un piso en una ciudad a la que nos
habíamos tenido que trasladar por un tiempo, así que aquel día quedamos
con la agencia de viajes en ir a ver unos cuantos.
El encargado de enseñárnoslos era un chico de unos treinta años, alto, con
el pelo moreno bien cortado, y muy simpático. Vestía con traje y
corbata y su aspecto era impecable. Mi mujer vestía un traje muy
provocativo, con una minifalda que tapaba bien poco y un escotado
jersey rojo que resaltaba su busto hasta la perfección. Cuando hicimos
las presentaciones oportunas pude ver cómo la vista de aquel individuo
se centraba en los marcados pezones de mi mujer y aquellos pezones aún
se marcaban más al darse cuenta de que los estaban mirando.
Nos dirigimos a ver el primer piso que nos tenía preparado. Se trataba de
un segundo piso en el centro de la ciudad, por lo que subimos por las
escaleras. Primero pasó mi mujer, detrás yo y por último el que nos lo
enseñaba. Lógicamente, mientras subíamos íbamos hablando de las
características, de si era muy soleado, del vecindario, etc., cuando de
pronto se me ocurrió mirar el culo de mi mujer que tenía delante y vi
que la muy cochina no se había puesto bragas. Me acerqué un poco más y
vi todo lo que llevaba al aire: un bonito culo y un precioso coño, pero
no hice ningún comentario y seguimos hablando tranquilamente.
El piso no nos convenció, no recuerdo el porqué, pero el caso es que
fuimos a buscar el siguiente. Era un primer piso muy cerquita del
anterior y en este caso también subimos andando, pero esta vez insistí
en que fuera el vendedor el que pasara detrás de mi mujer. Helena debió
de intuir que sabía que no llevaba bragas porque su mirada así lo
dejaba entrever, pero tampoco hizo ningún comentario. No sé si es que
lo vi yo o que realmente pasó, pero en el tiempo que se tarda en subir
al primer piso Helena empezó a sacar el culo y a moverse de una forma
que hacía que se le subiera la falda, haciendo imposible ocultar nada.
El de la inmobiliaria lo vio claramente e incluso dejó de hablar. Yo me
imaginé el espectáculo que estaba observando y no me extraña que no
hablara.
Al llegar al rellano nos pusimos a hablar de nuevo y pasamos al piso. Una
vez allí el vendedor se fue a dar la luz y nos quedamos Helena y yo
esperándole. En aquel momento se acercó a mi oído y me dijo :
- "Hoy no me he puesto bragas y creo que tu amigo me ha visto todo el
conejito cuando subíamos, porque tiene un bulto en el paquete que no es
normal. A mí me ha puesto a cien, estoy totalmente empapada, como me
gustaría que me follase aquí mismo".
Sin darme tiempo a contestar apareció el vendedor y pasamos a ver la casa.
Cuando íbamos por una de las habitaciones, no sé hasta que punto tuvo
que ver el azar, el bolso de Helena se cayó por detrás de una de las
camas. Inmediatamente fue a cogerlo, agachándose sobre la misma y
dejando ver casi todo su vello púbico por debajo de su falda. Así
estuvo un momento, haciendo como que no encontraba el bolso. El
vendedor me miraba a mí y miraba el coño de mi mujer sin dar crédito a
lo que estaba viendo, por lo cual le dije:
- "Tranquilo, ven, mira, dame la mano y verás..."
Cogiéndole la mano la dirigí al coño de mi mujer.
- "¿Lo ves como no pasa nada?".
Helena ni se movió, y si lo hizo fue para levantar más el culo y subir más
su falda. El de la inmobiliaria empezó a acariciar el coño de mi mujer
y girándose hacia mí me preguntó:
- "¿Puedo meterle los dedos? Es que me parece que lo está deseando".
- "Claro que sí, ya verás cómo está de mojada".
Y así lo hizo, poco a poco fue metiendo sus dedos en aquel húmedo coño y
fue mojándolo cada vez más.
- "¿Te apetecería comérselo?" le pregunté.
- "La verdad es que ahora mismo te lo iba a preguntar, me encantaría".
Y diciendo esto se tumbó en la cama y empezó a chuparle la almejilla a mi
mujer. Ella respiraba de forma entrecortada, echando la cabeza hacia
atrás y moviendo la cintura en la cara de aquel desconocido.
Así estuvieron un buen rato, él chupando y ella casi gimiendo. Yo estaba
al lado, mirando cómo mi mujer disfrutaba de lo lindo con aquel hombre
y cómo aquel hombre marcaba una enorme tranca bajo su pantalón. Dejé
que siguieran con lo suyo, pero aquel bulto de su entrepierna se
llevaba casi todo el tiempo de mis miradas. Me preguntaba cómo tendría
la polla aquel cabrón, así que me acerqué y bajé la cremallera. Yo
esperaba unos calzoncillos o algo así, pero de repente una enorme polla
saltó sobre mi cara. Estaba totalmente erecta y era muy grande, pero
aun así intenté metérmela en la boca. La acaricié con mucha suavidad,
la toqué con mis labios mientras mi mano subía y bajaba el prepucio de
aquella tranca.
Helena se giró un instante y me vio comiéndome aquel pollón y me dijo:
- "Mira que llegas a ser cabrón, pero que bien te queda esa polla en los
labios. Sigue así, sigue, que cuanto más se la chupas más me mete la
lengua en el coño".
Y así seguimos hasta que mi mujer se levantó y vino donde estaba yo y me
ayudó a comérsela a aquel hombre. Mientras yo pasaba mi lengua por su
glande Helena le chupaba los huevos y pasaba su lengua por el resto de
las polla, y después al revés, yo me entretenía con los huevos y ella
pasaba arriba.
A continuación dejé que Helena siguiera lamiéndole la polla un rato y yo
me bajé hasta su coño. Estaba empapadísimo, no sé si alguna vez había
visto el coño de mi mujer tan empapado, pero eso aun me excitó más y lo
comí con unas ganas que hicieron que empezase a moverse de una forma
casi inconsciente.
Seguimos un rato así, ella chupando polla y yo chupando coño, los dos
excitadísimos y en la cama un hombre que a penas conocíamos y que
estaba disfrutando como un enano con todo aquello. Llegado este momento
Helena me dijo:
- "¿Tú has visto que pedazo de polla tiene el cabrón este?"
- "Claro que lo he visto -contesté- y estoy convencido de que te gustaría
tenerla en este coño, ¿verdad?
Sin contestarme se separó de mí y se sentó sobre aquella polla. No dijo
nada más y empezó a moverse sobre ella, restregándose y metiendo y
sacando aquel aparato de su coño. Los gemidos eran casi gritos y,
aunque sus movimientos seguían siendo lentos eran continuos. Yo estaba
detrás de ellos, viendo como aquel culo se movía sobre aquellos huevos,
así que decidí darles un poco más de placer y me puse a comerles
mientras follaba. A Helena le comía el culo y metía mi lengua en su
agujerito, mientras que a él le lamía los huevos como si se acabase el
mundo. Cuando llevaban un rato, saqué la polla del coño y me la comí
también. Era un sabor muy agradable, entre polla y coño, algo nuevo,
pero en seguida la volví a meter en el coño, para volverla a sacar más
tarde y repetir la operación unas cuantas veces.
Mi mujer estaba muerta de gusto, la muy guarra, y yo estaba contribuyendo
aquel placer simplemente con mi lengua, así que sin avisar decidí que
lo mejor sería darle por culo al mismo tiempo, y así lo hice. Con mucho
cuidado fui introduciendo mi polla en aquel estrecho orificio hasta que
entró completamente. Al principio los gritos de Helena eran
prácticamente de dolor, pero el tono fue cambiando, hasta convertirse
en gritos de auténtico placer, mientras gritaba:
- "¡Cabrones, cabrones, me estáis matando! ¡Qué gusto! ¡Ahhhhh! ¡Que
gusto! ¡Me voy a correr! ¡No paréis, no paréis! ¡Me corroooo..., me
corrooooo,... Me corroooooo...!"
Cuando ya se hubo corrido fuimos parando poco a poco hasta que sacamos
nuestras dos trancas de ella e hicimos que se arrodillara delante de
nosotros. Le pusimos las dos pollas en la boca y ella iba chupando
ahora una ahora la otra. Le llenamos la cara de semen, le dejamos sucia
y satisfecha, le dejamos complacida, llena de semen.... Email.
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