Estimado
Juan:
Cuando después de
estar chateando quedamos los tres en aquella plaza, yo estaba
profundamente nervioso, excitado, quería ver a la persona que iba a
acostarse con mi chica con mi asentimiento. Ella también estaba
nerviosa y como luego supe también deseaba conocer a ese chico nuevo, a
ver qué impresión le causaba. Al principio sé que no le gustaste mucho,
le parecías delgado y la barba no le entusiasmaba, pero estabas sobre
tu flamante moto y eso fue un punto a tu favor.
Mientras tomamos la
cerveza nos observamos los unos a los otros para intentar captar la
esencia y sobre todo los sentimientos de cada uno de nosotros. Primero
nos dejaste solos para que habláramos con la excusa de ir al baño y yo
le pregunté a Rosa si le gustabas. Le leí en los ojos que sí, que ahora
empezabas a entrarle por los ojos y le apetecía estar contigo. Yo
también le dije que me parecías un chico majo y que podía estar bien.
Al volver del baño,
fue ella quien nos dejó a solas y yo te pregunté si te gustaba y con tu
cortesía y atención hacia mí me dijiste que era una chica muy guapa,
interesante y atractiva. Así que en seguida pensé que ya estaba hecho.
Al volver ella del baño me fui yo para que hablarais de algo más íntimo
si queríais, pero aún estabais cortados y no lo hicisteis.
Ese día no podíamos
quedarnos porque teníamos una cena familiar y Rosa lo sintió mucho (yo
también) porque ya le habías metido la intranquilidad y todo le picaba
de ansiedad. Aquella noche follamos pensando muchas cosas con respecto
a ti. Quedamos en seguir chateando casi a diario y en cuanto fuera
posible vernos en Madrid. Allí conocías un hostal muy agradable en el
mismo edificio en donde vivía un amigo tuyo que te iba a prestar el
apartamento.
Por fin llegó el
día, aprovechando un puente fuimos tres día a Madrid. Nosotros nos
alojamos en el hostal y quedamos en la misma puerta, pues tú llegabas
también ese día con tu estupenda moto. Cogí las maletas y nos subimos
al hostal y con la excusa de ver dónde estaba tu apartamento, Rosa
subió contigo mientras yo deshacía la maleta. Ese momento fue muy
intenso, aunque Rosa y yo ya lo habíamos previsto así, cuando pasó yo
me excité un poco y comencé a darle vueltas a la cabeza.
Me gustaba
imaginarme que estabais arriba saludándoos más intensamente, pero a la
vez me veía solo en la habitación esperando a que bajarais sin saber
qué hacer y llegué a sentirme mal, a echarme atrás, aunque no era
fácil. Unos días antes yo te había mandado un email diciéndote que al
llegar a Madrid quería que os comportarais como una pareja y que yo
sería el amigo de ambos, pero nada más. De modo que eso era lo que
estabais haciendo y yo tenía que ser coherente.
Al cabo de dos
horas y media bajó Rosa a la habitación, con el pelo algo revuelto y la
camisa fuera lo que me indicó que empezaba a tener unos cuernos
incipientes.
No obstante me
confesó que no habíais llegado hasta el final para guardaros para la
noche. Como ella bajaba algo preocupada y me había visto un poco
alicaído yo le di ánimos y le dije que me había excitado la situación y
que disfrutara a tope, que yo también iba a disfrutar. Eso le calmó, se
fue a la ducha y al rato viniste para irnos juntos a cenar. Durante la
cena llegaste a disculparte por el comienzo, por no tenerme en cuenta,
pero era lo que yo estaba deseando vivir. Quizás me faltó que me
tuvieras menos en cuenta y que te ocuparas más de Rosa en mi presencia.
Tras la cena fuimos
a tomar alguna copa por ahí y ya con el ruido y ante la imposibilidad
de hablar comenzasteis a besaros intensamente delante de mis narices.
Veía tu lengua meterse en la boca de Rosa y cómo ella la mordisqueaba y
me daban pinchazos en el estómago de puro placer, de verme como un
marido imbécil dejando que su mujer se dé el lote con otro. Yo os
miraba como un gilipollas (es el insulto que más me excita cuando me
llaman los amantes de Rosa) disfrutando de la escena, pero aún sentía
que de alguna manera os preocupabais por mí.
Por un lado me
gustaba que me tuvierais en cuenta, pero por otro me restaba intensidad
a la sensación de sentirme cornudo. Tomamos alguna copa más mientras os
abrazabais en la oscuridad de los bares y yo permanecía de pie a
vuestro lado, sin hablar y mirando cada vez de forma más sumisa.
Llegamos al hostal y os acompañé al apartamento. Te tumbaste, pusiste
música y hablamos un rato hasta que noté que deseabais que me fuera
para empezar vuestra primera noche. Así lo hice, pero Rosa me pidió que
le subiera el neceser para poder quitarse las lentillas y tenerlo más a
mano. Esto te llamó mucho la atención, te parecía que me explotaba,
pero para mí era natural, me gustaba y ella lo sabía. Se lo subí y os
dejé solos. Aquella sensación de cerrar la puerta dejando atrás la
música, con el pasillo vacío por delante me hacía tener pena de mí,
pero volvía a recordar el pacto que yo había impuesto y entonces me
sentía mejor.
Esa noche, después
de zapear durante horas en el cuarto, me hice por lo menos tres pajas
imaginándome lo que hacíais, pensando en la situación y queriendo mucho
más, deseando adoptar un papel más sumiso todavía, ser más cornudo y
dejarlo patente en nuestra relación a tres.
Al día siguiente
quedamos hacia las 11 para desayunar juntos y Rosa bajó a esa hora para
darse una ducha en la habitación y ponerme al corriente. Venía
pletórica, apenas habíais dormido y no habíais parado de follar toda la
noche. Me alegré de verla así y le conté que me había excitado mucho,
le hablé de mis pajas y ella se alegró de verme a gusto y poder
sentirse tranquila en lo que estábamos haciendo.
Al rato bajaste y
salimos a desayunar. Ya esa mañana noté cierta naturalidad al hablar de
la noche anterior y me gustó mucho, poco a poco la situación se iba
pareciendo más a mi fantasía y tú ibas cogiendo más confianza con los
dos. Después nos dejaste solos para pasear por la mañana por Madrid y
comimos solos Rosa y yo. Habíamos quedado para tomar un café en tu
apartamento. Antes, en la comida Rosa y yo nos contamos nuestras
sensaciones y ella me relató con todo lujo de detalles la noche
anterior y lo estupendamente que lo había pasado contigo.
Yo, por mi parte,
le conté todo lo que había sentido y también lo que me faltaba, mi
deseo de sentirme aún más cornudo, que fuera más evidente y que llegara
a tener un papel más sumiso. Ella se reía, pero sabía que le gustaba,
me lo confesó, pero no sabía cómo te lo podías tomar tú.
Por la tarde fuimos
al apartamento y tú ya estabas allí escuchando música. Rosa se sentó en
el sofá y os pusisteis a hablar, entonces ella me pidió que preparara
un café. Tú te ofreciste, pero ella insistió en que lo hiciera yo y la
miraste con cara divertida, como intuyendo que me quería poner a
trabajar mientras vosotros charlabais a gusto. Yo pensé en seguida que
mi plan seguía adelante después de la conversación en la comida. Yo os
observaba mientras tomabais el café recostados en el sofá leyendo algo
juntos y charlando. Fue entonces cuando Rosa quiso quitarse las botas y
le ayudé. De paso comencé a hacerle un masaje en los pies que ella
agradeció enormemente y yo disfrutaba a tope, porque siempre he tenido
una gran atracción por los pies.
Poco a poco
fuisteis entrando en materia y empezasteis a besaros y acariciaros
mientras yo seguía con los pies de ella. Ya con los calcetines quitados
empecé a lamerle los dedos y a calentárselos con la boca al mismo
tiempo que saboreaba su agradable sabor. Desde abajo vi cómo la besabas
y le tocabas las tetas mientras ella suspiraba profundamente. Os
fuisteis desnudando y yo le ayudé a Rosa a quitarse los pantalones y la
braga.
Entonces vi cómo te
lanzaste a tocarle el coño y el clítoris. Yo seguía abajo viéndolo todo
y disfrutando como un auténtico cornudo mientras lamía los pies de mi
chica que estaba en brazos de otro, de su amante que eras tú. Me
pasaban los pensamientos muy rápidamente por la mente, pero me veía
sentado en el suelo, lamiendo los pies de mi mujer mientras tú la
estabas manoseando y dándome cuenta que ella estaba totalmente
entregada y disfrutaba a tope. Me entraban dudas, pero sin embargo me
excitaba.
Luego bajaste a
comerle el coño y yo molestaba en mi posición así que me levanté un
rato al baño para disimular y dejaros vía libre. Volví y me senté a su
lado mientras seguías lamiéndole el coño y ella arqueaba el cuerpo del
gusto que le dabas. En seguida empuñaste tu polla erecta y la
penetraste delante de mis narices y ya no sabía dónde meterme. Me quedé
a un lado mientras notaba mi polla tiesa y empecé a hacerme una paja e
intentar disfrutar como vosotros lo estabais haciendo.
Después de mucho
jadear saliste con tu polla dura todavía y te acercaste a su cara para
que te la mamara. Entonces aproveché para lamer su coño recién follado
por ti y saborearlo mientras veía cómo te la mamaba. Entonces eras tú
el que se arqueaba. Yo seguía lamiendo el coño con placer, sobre todo
pensando que lo acababa de follar otro tío, estaba excitadísimo. Al
poco rato vi como salía tu leche por la cara de Rosa y gemías de
placer. Ella se corrió gracias a mi lamida y también vi cómo saboreaba
tu semen sacando la lengua.
Después de una
buena follada os habíais corrido de maravilla y yo seguía a los pies
del sofá con la polla a tope. Os abrazasteis mientras descansabais. Yo
me agazapé a vuestros pies y me corrí intensamente también. Aunque no
me habíais hecho ni caso, me sentía que había participado en la follada
y me sentí bien. Después bajamos a ducharnos al hostal y quedamos para
más tarde para ir de nuevo a cenar.
Rosa y yo volvimos
a hablar y le conté el gusto que había sentido en mi papel. Ella me
dijo que había disfrutado a tope y que apenas se había enterado de mi
presencia, pero que así le gustaba. También me dijo que tú parecía que
te ibas acostumbrando a follártela pasando de mí, lo cual me gustó
mucho.
Después salimos a
cenar y la situación ya era otra, tú eras la pareja de Rosa y yo os
acompañaba, pero sin molestar ni hablar apenas y mucho menos
interrumpir. Observaba los escaparates quizás para no tener que ver
continuamente cómo os besabais por la calle y cómo os agarrabais.
Llegamos al restaurante y me disteis los abrigos para que los colgara,
con toda naturalidad, y me imaginé que podíais decirme que me fuera y
que volviera a las dos horas, pero no fue así, me retuvisteis con
vosotros para humillarme más, para cenar vosotros como un par de
tortolitos y yo mirando sin otro que hacer. Me gustaba, pero debo
admitir que me aburría y empecé a imaginarme posibles situaciones que
me podían ocurrir, qué me gustaba y qué no. Me abstraía con estos
pensamientos pero a vosotros parecía no importaros porque no me teníais
en cuenta.
Al acabar la cena
quedasteis que al día siguiente iríais a comer en moto a algún pueblo
de la sierra, con lo cual yo me quedaría en Madrid solo rumiando todo
lo que podíais estar haciendo. La idea me gustó y con ella me fui a la
cama, después de tomarnos unas copas y de despedirnos en el ascensor.
Esta vez ni siquiera subí con vosotros. Me volví a pajear durante toda
la noche disfrutando de mis hermosos cuernos y por la mañana subí al
apartamento a eso de las 11.30 para darle a Rosa una ropa que me había
pedido el día anterior. Tardasteis en abrir y finalmente me abriste tú
desnudo y volviste a la cama.
Entré al cuarto y
os vi juntos desnudos en la cama, me impactó pero una vez más me agradó
la idea de sentirme tan cornudo. Os había despertado. Otra vez habíais
pasado la noche follando. Más tarde Rosa me contó lo que hicisteis y me
dijo que querías penetrarla por el culo, que querías ser el primero. Yo
no lo había conseguido y tú querías adelantarte. Eso fue otro motivo de
humillación y me gustaba que tuvieras esa iniciativa y que la dijeras
tan claramente. A ella le dolía que la penetraran por el culo y era
difícil. También me dijo que le habías comprado un consolador y unas
bolas que empleaste esa misma noche para jugar un poco.
Todo aquello me era
ajeno, teníais juegos comunes en los que yo no participaba y de los que
ni siquiera me enteraba. Cuando Rosa me lo contaba con tanta
satisfacción me sentía de verdad un cornudo miserable al que le habían
sobrepasado sus fantasías sexuales.
Bajamos juntos a
desayunar y comentamos los planes del día y del día siguiente, que era
el último. Ese día os ibais a comer a un pueblo, yo me quedaría y ya
contactaríamos por la tarde con el móvil. Tú dijiste entonces que antes
de irte de Madrid tenías que dejar el apartamento de tu amigo en orden
y limpio. Entonces me miró Rosa como diciéndome que me ofreciera para
hacerlo y por un lado rabioso y por otro excitado te dije que ya lo
haría yo, que así podíais aprovechar mejor el tiempo que os quedaba.
Hubo risas y yo me avergoncé, pero en seguida Rosa dijo que era una
idea estupenda que, además, a mí me gustaría hacerlo. Te reíste y
finalmente quedamos en que pondría el apartamento en orden mientras os
ibais en moto a comer. Para mí era el colmo, no sólo me quitabas la
mujer, sino que me ponía a limpiarte el apartamento que habías estado
usando para follar.
Os despedí junto a
la moto y mientras os poníais los cascos Rosa aún me dijo con sorna que
lo hiciera bien. Me quedé viendo cómo os alejabais y cómo Rosa se
agarraba a ti y desaparecíais. ¿Qué más podía soportar? Que me dieran
dos hostias y que me escupieran a la cara, porque lo demás ya lo había
vivido. Me di una vuelta, comí en un bar de la zona y me subí al
apartamento a limpiarlo.
Cambié las sábanas
de la cama que vi que estaban llenas de manchas de semen, recogí un
montón de papeles impregnados en semen, que seguramente habíais
utilizado para limpiaros, también había algún condón de la noche
anterior y vi el consolador. Me imaginé cómo se lo introducías en el
culo y me excité. Barrí la casa, fregué los cacharros de la cocina y
limpié el baño a conciencia. Mientras hacía todas estas labores decidí
desnudarme para ver qué erecciones tenía y me veía reflejado en el
espejo del baño limpiando como un puto cornudo. A veces me imaginaba
una buena cornamenta en la cabeza. En definitiva, me sentía en la
gloria.
Cuando dejé todo
listo, me senté un rato a ver la tele y acabé durmiéndome en el sofá.
Me despertasteis al entrar. Venías hablando, riendo, os lo habíais
pasado estupendamente, además Rosa había disfrutado mucho con el viaje
en moto y habíais comido bien. Me contasteis los pormenores de la
comida, el restaurante, y yo me imaginaba besándoos como una pareja
enamorada mientras yo estaba limpiando el apartamento... Era demasiado,
me gustaba mucho y os lo dije. Os reísteis a gusto y luego, con ironía,
alabasteis lo limpio que lo había dejado todo. Me dijisteis que para
terminar el largo fin de semana, esa noche habíais decidido iros a un
pub liberal para que Rosa los conociera y a ver si follaba con alguno
más. No pude decir nada pues ya lo teníais decidido y después de cenar
os volví a despedir sabiendo que ibais a pasarlo muy bien y
posiblemente Rosa me volvería a poner los cuernos con algún tío además
de ti.
Así fue, ya en el
camino de vuelta Rosa me contó aquella noche en la que por primera vez
folló con dos tíos y una tía a la vez, delante de ti, mientras otros
miraban con ganas de participar. Parece ser que se lo pasó de
maravilla, disfrutó con sus nuevas pollas, que ya me dijo que tenía el
teléfono de los tíos para llamarlos otra vez que fuéramos a Madrid y
que todos se descojonaban al saber que tú no eras su novio, sino que el
de verdad se había quedado en casa disfrutando de su cornamenta. Parece
que a muchos tíos les da morbo follarse a una tía que tiene pareja. A
mí me parece muy bien, porque son mis complementarios ya que yo
disfruto sabiendo que mi pareja folla con otros tíos al igual que he
disfrutado sabiendo que follaba contigo.
Te mando esta carta
para que conozcas todos mis sentimientos de primera mano y para que no
tengas remordimientos de aquel fin de semana y de todos los que le
siguieron, que fueron por el estilo, incluidos los que viniste a
nuestra casa y follasteis tan a gusto en nuestra cama, pues para mi fue
un paso más en mi carrera de cornudo y lo disfruté a tope.
Así que una vez
sabes todo esto vuelve a llamarnos cuando quieras y disfruta de Rosa lo
mismo que ella disfruta contigo y yo de la situación.
Entretanto hemos
conocido a algún tío más que sin duda ha disfrutado bastante, pero
aunque no te lo creas, la mayoría se cortan al ponerme los cuernos a
pesar de que les aseguro que me hacen feliz. Vuelve cuando quieras y si
alguno más se anima, pues adelante.
Un abrazo.
Gustavo, el cornudo
sumiso.