Soy
Bartolo, un hombre de 50 años que puso un anuncio para quedar con
casados para que me mostraran fotos de sus esposas y verlas mientras él
me masturbaba y me chupaba el cipote. No tardó en responder a mi
anuncio Aniceto, de 56 años y con la fantasía de pajear la polla de un
macho mientras exhibe fotos de la guarra de su mujer.
Aniceto
llevaba décadas con la fantasía de ser cornudo, pero ella no quería
joder con otros hombres, así que con la llegada de Internet quiso al
menos experimentar el morbo de exhibirla desnuda a un macho que le
dijera guarradas sobre ella y masturbarlo e incluso chuparle el cipote.
Me
acuerdo perfectamente que fue un jueves la primera vez que quedamos. El
lugar elegido fue el área de servicio de una autopista, a 40 kilómetros
de mi casa y unos 15 de la suya.
Desayuné un par de tostadas con zurrapa de lomo, me bebí un café bien
cargado y una copa de coñac, subí a mi vehículo y con un CD de Los
Chichos sonando tomé la autopista.
El ciervo me esperó en una mesa de
la cafetería del área de servicio, nos saludamos y sacó un álbum con
fotos de su hembra, llamada Gertrudis, de 50 años muy bien llevados,
cuerpo rollizo y dos enormes ubres. Me encantan las mujeres con carnes,
no entiendo por qué las jovencitas de hoy en día se empeñan en ser
anoréxicas, pues no hay nada más bello que una hembra voluminosa.
Dentro de unos límites, claro, que una cosa es una mujer rellenita como
Gertrudis y otra cosa muy diferente una elefanta.
Se me
puso morcillona tras un vistazo rápido al álbum, y le propuse ir a su
coche para ver las fotos con tranquilidad y detenimiento, tal y como
habíamos acordado.
El
álbum contenía fotos de todo tipo. En algunas salía Gertrudis vestida
con ropa ajustada y provocativa, en otras salía en la playa con bikini
y también en topless, en otras salía con lencería, en otras metiéndose
un consolador por el chocho y en otras follando con Aniceto.
Aniceto
escuchaba con atención los comentarios groseros que yo hacía sobre su
esposa mientras se acariciaba el paquete. Su polla era muy pequeña, tal
y como yo suponía. Me bajé el pantalón y los calzoncillos hasta los
tobillos y le indiqué que podía agarrarme el cipote cuando quisiera,
cosa que el muy maricón hizo en el acto.
Gertrudis
estaba tremenda en lencería. ¡Menuda jaca! La muy zorra me puso la
polla más dura que las antiguas monedas de 100 pesetas y Aniceto me
estaba cascando un buen pajote mientras tanto. La verdad es que era una
situación muy morbosa. Me pidió permiso para chupármela y fue un
gustazo sentir sus lametazos mientras yo me deleitaba con las imágenes
de la puta de Gertrudis.
Debo
reconocer que el maricón de Aniceto me chupaba la polla muy bien, mejor
incluso que muchas prostitutas con las que he estado. Apareció entonces
ante mis ojos una fotografía espectacular de Gertrudis metiéndose un
vibrador por el culo y, entonces, estallé de placer, llenándole la boca
de leche al maricón de Aniceto, que debido a la excitación de sentir mi
leche en su boca también se corrió. ¡No paró de lamer mi polla hasta
que me la dejó limpia, sin rastros de semen!
Después
de la morbosa experiencia nos fuimos cada uno para su casa, y al cabo
de dos semanas me escribió un email para preguntarme si podíamos volver
a quedar. Le dije que por supuesto, que lo estaba deseando, y le sugerí
que intentara llevarse unas bragas de la puta de su mujer, para poder
sentir el olor de su coño y frotarme los huevos y la polla con ellas.
Aniceto me dijo que lo intentaría.
Recibí
al día siguiente un nuevo email en el que Aniceto me confirmaba que
había cogido unas bragas de Gertrudis del cesto de la ropa sucia, y
quedamos en vernos esa misma mañana.
Me
subí a mi coche bastante excitado, pues disponer de unas bragas de
Gertrudis iba a ser muy morboso, y conduje por la autopista en
dirección al ciervo a toda velocidad y con el rabo semi-empalmado.
Al
llegar al área de servicio nos saludamos, y mientras nos tomábamos una
cerveza le pregunté que de qué color eran las bragas que había cogido
de Gertrudis. No me lo quiso decir, porque prefería que fuese una
sorpresa. Tampoco me quiso decir qué tipo de bragas eran, y además noté
en él una actitud un tanto misteriosa, como si me estuviera ocultando
algo. También noté un comportamiento más alegre y extrovertido que la
anterior vez que nos vimos.
Salimos
de la cafetería, nos dirigimos a su coche y cuando entré no podía dar
crédito a lo que vieron mis ojos: ¡¡¡Gertrudis estaba allí!!! ¡¡¡Estaba
en el asiento trasero!!! No me di cuenta de su presencia hasta que
entré en el coche porque los cristales traseros son de color negro, y
me quedé completamente paralizado al verla, sin saber qué decir.
Aniceto
intentó tranquilizarme, y me dijo que Gertrudis había descubierto por
casualidad los correos electrónicos que nos habíamos enviado una noche
que por despiste se había dejado el ordenador encendido, con la página
del correo abierta. Y en vez de enfadarse, la muy cachonda le había
propuesto unirse a nuestros juegos.
-
"Siéntate al lado de ella, que tiene muchas ganas de conocerte. Yo
mientras tanto conduciré tranquilamente por la autopista, seré vuestro
chófer".
Aniceto
arrancó, empezó a conducir y Gertrudis comentó :
-
"Pues le llevo poniendo los cuernos a Aniceto desde hace treinta años,
con diferentes hombres e incluso con alguna que otra mujer. Nunca me he
atrevido a decírselo por miedo a herir sus sentimientos, y a pesar de
que él mismo en varias ocasiones me dijo que quería ser cornudo me
negué en rotundo por temor a que se arrepintiera. Sin embargo, encontré
la ocasión perfecta cuando vi vuestros emails. Entonces tuve claro que
a él no le importaría compartirme. Me calenté mucho al leer que te
había chupado la polla como un maricón, e incluso me masturbé
leyéndolo".
Yo
comenté lo siguiente :
-
"Me parece totalmente normal y comprensible que una hembra como tú le
haya puesto los cuernos durante años a su marido. Ese cuerpazo que te
gastas es un prodigio de la naturaleza, y está hecho para ser
disfrutado por muchos hombres, y más teniendo en cuenta que tu marido
es un puto maricón".
Y
sin pensármelo dos veces, acerqué mi boca a la suya y le di un morreo
mientras con mis manos le desabrochaba los botones de la blusa. Dos
inmensas ubres aparecieron ante mí, y las sobé como un loco mientras le
metía la lengua hasta el fondo de la garganta.
Gertrudis
se desnudó por completo, y me dio un morbazo tremendo ir con una mujer
casada totalmente desnuda en el asiento trasero de un coche mientras el
cornudo de su marido conducía. Le metí tres dedos en su ya mojado
chochazo mientras que con la otra mano le acariciaba las ubres, pasando
de una a la otra sin parar.
Ella
dijo entre gemidos :
-
"Siiiii... ¡qué gustazo! ¡y qué morbo estar haciendo esto contigo
mientras el maricón de mi marido está aquí con nosotros, conduciendo el
coche como un gilipollas!".
-
"Y ahora cómeme los huevos y la polla, puta", le ordené.
Lo
hizo al instante, mientras yo le agarraba la cabeza para empujarla y
que se metiera mi polla lo más dentro posible de la garganta.
Le
comenté a Aniceto :
-
"Aniceto, coge la primera salida que veas, busca una carretera
secundaria y para en algún sitio para que pueda follarme en condiciones
a Gertrudis, que aquí estamos un poco incómodos, no hay suficiente
espacio".
Por
suerte, mientras pronunciaba esas palabras, un cartel en la autopista
anunciaba un desvío y una carretera comarcal, que Aniceto tomó de
inmediato. Una vez en esa carretera, Aniceto divisó un camino sin
asfaltar por el que se metió, y unos 200 metros más adelante aparcó
junto a unos árboles.
Gertrudis
salió del coche completamente desnuda, sin preocuparse en mirar si
había alguien por allí, y le dijo a su marido :
-
"Tenemos alguna manta en el maletero, ¿verdad, cariño?".
-
"Sí, sí, voy a sacarla", contestó rápidamente el maricón. Y sacó la
manta y la extendió en el suelo.
Gertrudis
me cogió de la mano, me llevó hasta la manta que había preparado su
marido pero me pidió que me quedase de pie, que no me sentara. Quería
ver cómo el maricón de su marido, de rodillas, me chupaba la polla.
La
muy puta se masturbó mientras contempló cómo Aniceto me hacía una
mamada, y después ella se unió y compartieron mi polla.
-
"Méteme la polla de este macho en el coño para que me folle bien,
maricón", le dijo a su marido.
Aniceto
agarró mi polla, la introdujo en el coño de Gertrudis y yo comencé a
empujar como nunca lo había hecho. Aniceto la llamaba puta, la
insultaba con diferentes adjetivos mientras le sobaba las tetas y se
hacía una buena paja mirándonos. Gertrudis también insultaba a Aniceto,
llamándole de todo.
-
"Se va a correr en nuestras caras, maricón. Cuando vaya a correrse
juntaremos nuestras caras, sacaremos las lenguas y recibiremos juntos
la leche, ¿me has entendido, maricón?", le dijo Gertrudis a su marido.
-
"¡Siiii, puta... siiii! ¡Quiero saborear contigo la leche de nuestro
macho!".
Al
escuchar esas morbosas palabras no pude contenerme más, anuncié a voz
en grito que iba a correrme, ambos se acercaron con rapidez y
nerviosismo a mis partes bajas y les lancé toda la leche. Les llené las
caras, las bocas y las lenguas, y se dieron un morreo para compartir mi
corrida. Aniceto se masturbó mientras besaba a su mujer y saboreaba mi
leche, y al eyacular lo hizo sobre sus tetas.
Nos
quedamos allí descansando y hablando durante un buen rato, y después me
llevaron de vuelta al aparcamiento del área de servicio para que
recogiera mi coche. Durante el trayecto, Gertrudis me hizo una mamada y
me sacó las últimas gotas de leche de los huevos, los cuales tenía ya
completamente secos de tanta jodienda.
La
experiencia más morbosa que he tenido en mi vida, y que espero volver a
repetir con este caliente matrimonio lo antes posible.
Email.
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