Todo
empezó en un verano especialmente caluroso, allí por Julio de 2003. Hacía
ya unos meses había adquirido una webcam con el objetivo de hacer
realidad mi principal fantasía de aquel momento, poder exhibir a mi
mujer, cosa que hasta la fecha tan sólo había conseguido en muy contadas
ocasiones.
Mi
mujer, que para vosotros se llamará Julia, es una mujer de 30 años,
rubia, melena larga y ondulada. Su cuerpo, si bien no es escultural,
provoca un morbo especial, ya que sin estar gordita, sus curvas y
sobretodo sus enormes pechos culminados por unos grandes pezones, hacen
de ella una mujer realmente apetecible.
Ella
siempre ha sido muy activa sexualmente hablando, pero hasta el momento
nos habíamos mantenido fieles el uno al otro, como hacia ya más de cinco
años nos habíamos prometido en el altar, basando nuestra relación en la
máxima comunicación y confianza aparte de gran cantidad de sexo, eso sí,
siempre dentro del matrimonio.
Hacía
una semana, había conseguido que Julia accediera a hacer un poco de
cibersexo con un chico que había conocido un par de días antes, en algún
salón de chat. Él se llamaba Eduard, tenía 38 años y su matrimonio, al
parecer, estaba pasando por un momento delicado en cuanto a la actividad
sexual.
Tanto
él como ella quedaron con ganas de probar aquello que se habían mostrado
por cam, así que sin pensármelo dos veces, les propuse a los dos si les
apetecería que quedáramos en casa el domingo siguiente por la tarde para
conocernos mejor. Ambas respuestas fueron afirmativas, y aquella era la
tarde.
Hasta
el mediodía podemos considerar que fue como un domingo cualquiera. Nos
despertamos sobre las 11 de la mañana y no hicimos nada excepcional hasta
después de comer, si bien había en nosotros una mezcla de tensión,
excitación y morbo.
No
fue hasta después de comer que empezó a ser un domingo diferente.
Habíamos quedado con Eduard a las seis de la tarde en nuestro piso y
Julia a las cuatro ya se había encerrado en el baño para asearse,
relajarse y ponerse hermosa para el invitado. Yo de mientras estaba en el
salón viendo la televisión, pero pensando y planeando como debía ser el
gran momento de ver como otro hombre, un desconocido, se apoderaba de mi
mujercita ante mis ojos.
Y
llegó la hora. Julia había escogido como vestidito, un salto de cama
negro completamente transparente que dejaba entrever unos pezones
erguidos que delataban su estado de excitación.
Sonó
el interfono y abrí el portal sin preguntar. Yo fui el encargado de salir
a recibir a Eduard. Tras tocar el timbre, abrí la puerta y me presenté a
la vez que invitaba a Eduard a entrar en casa. En el salón estaba sentada
Julia, la cual se levantó para presentarse, dándole dos besos a Eduard.
Los
tres nos sentamos en el sofá del salón quedando Julia entre los que iban
a ser sus dos machos esa tarde. Estuvimos charlando durante media hora en
la cual pude ver como Eduard se comía cada vez más y más con la mirada,
lo mucho que Julia dejaba entrever con aquella ropa.
Ella,
aunque algo nerviosa, parecía estar saboreando aquel momento de lujuria
dentro del propio matrimonio, y cada vez adoptaba posturas más sinuosas
que no hacían más que poner a Eduard como una auténtica locomotora.
En
ese momento, tras apagar un cigarrillo que consumí velozmente debido a mi
excitación, me recosté hacia mi mujer y le saqué sus dos tetas de su
escondite. Empecé a acariciar aquellas tetas a la vez que ofrecí a Eduard
la que le quedaba más cerca, aceptando sin dudarlo.
En
aquel momento sentí como mi polla empezaba a ponerse dura como nunca y me
calentaba al ver a aquel individuo chupando el pezón de mi mujer,
mientras ella empezaba a lanzar pequeños gemidos que indicaban lo mucho
que le gustaba amamantar a dos tíos a la vez.
Nuestras
manos recorrían todo el cuerpo de Julia, desnuda por completo ya que
aquella pequeña tela había quedado arrugada dejando al aire las piernas y
los muslos de mi mujer. Ella se había acabado de recostar en el sofá,
quedando su sexo al alcance de nuestras manos que no tardaron en empezar
a explorarlo.
Eduard,
que hasta el momento no se había percatado de que mi mujer no llevaba
braguitas, empezó a acariciar la parte interna de sus muslos hasta que
llegó a su rajita que se abría sin necesidad de tocarla debido a su
excitación y ya se encontraba completamente empapada gracias a que era
multiorgásmica, y acababa de tener tres o cuatro orgasmos mientras le
comíamos las tetas.
En
ese momento, mi polla volvió a ponerse aun más dura, al ver como los
dedos de aquel desconocido empezaban a acariciar el clítoris de mi mujer,
al tiempo que se introducían lentamente en su vagina saliendo
completamente empapados en sus jugos al son de unos gemidos cada vez más
intensos.
Tras
varios minutos dedicados a una pajita interminable a mi mujer, con la
cual conseguimos que se corriera varias veces más, yo me levanté a
ponerme algo más cómodo al tiempo que me encendía un cigarro y salía del
salón para dirigirme al dormitorio, donde me desnudé y me puse tan solo
un pantaloncito de deporte corto y unas zapatillas, mientras empezaba a
oír los gemidos de mi mujer cada vez mas fuertes.
Mi
excitación cada vez era más fuerte, y más cuando al regresar al salón
pude ver a Eduard de rodillas delante del chochito de mi mujer, la cual
me miraba y se cogía las piernas para mantenerlas completamente abiertas
y poder ofrecer su conejito a aquel individuo que al instante empezó a
pasarle su lengua de forma muy golosa.
Ella,
al contacto con aquella lengua hambrienta, volvió a estremecerse en un
orgasmo brutal, empapando la cara de aquel chico, el cual al ver esa
corrida aun se puso más cachondo empezando a follar con su lengua la
vagina de mi mujer, que se estremecía de placer apretándose con fuerza
sus tetas durísimas.
En
ese instante, los gemidos de Julia eran muy altos, con lo cual me puse de
rodillas en el sofá y saqué mi polla durísima para llenarle la boca y así
tapar los gemidos que podían alertar a los vecinos. Ella no dudó en
meterse toda mi polla en la boca, ya que estaba como poseída y ya no
tenía ningún tipo de tabú. Pude comprobar como Julia y Eduard se miraban
a los ojos mientras ella me chupaba la polla y él le hacía lo mismo a
ella.
En
ese instante, ella se incorporó poniéndose de pie, y le pidió a Eduard
que se sentara, empezando a desabrocharle los botones del pantalón
mientras él se quitaba el jersey. Poco a poco ella fue deslizando los
pantalones de Eduard hacia sus rodillas. Su slip no podía ocultar un
bulto bastante grande, el cual Julia recibía con una sonrisa que la
delataba. Tenía muchas ganas de probar una polla distinta y estaba apunto
de realizarlo.
Con
mucha delicadeza estiró de los slips hacia abajo, dando libertad a un
miembro más grande que el mío a medio camino de una gran erección. En ese
momento, se pudo escuchar a Julia suspirar de placer al agarrar ese
miembro que empezó a masturbar haciendo que creciera como por arte de
magia.
Por
fin lo había conseguido. Enfrente tenía a mi dulce y respetable mujercita
preparando una tranca para introducírsela en la boca.
Esta
vez era ella la que estaba de rodillas enfrente de nuestro invitado
acariciando su polla de arriba a abajo, e incluso pasándosela por sus
tetas mientras una de sus manos no dejaba de acariciar la mía...
Fue
en ese momento cuando me miró a los ojos, miró a Eduard e inmediatamente
introdujo su capullo en su boquita, propinándole una succión que le hizo
estremecerse. Luego sacó su lengua y empezó a recorrer aquel tronco de
arriba a abajo, sin dejarse ni un solo centímetro por untar con su
saliva, para rápidamente volver a introducírsela por completo en su boca
y empezar la mejor mamada que le habían hecho nunca a Eduard.
Tan
bueno fue su trabajo y tanta la excitación, que Eduard en cinco minutos
descargó una abundante corrida en las tetas de mi mujer, quien
sorprendida empezó a restregarse aquella crema especial. Al acabar con
Eduard y lógicamente aún con ganas de marcha, se vino hacia mí,
poniéndose de pie en la punta del sofá, deslizándose poco a poco hacia
abajo, quedando por completo clavada en mi polla.
Empezó
a mover su culito que estaba a pocos centímetros de un Eduard que estaba
recuperando fuerzas mientras tenía un fantástico panorama de una follada
en directo que sin lugar a dudas le ayudó, ya que a los pocos minutos ya
volvía a estar preparado para ella.
Nos
dirigimos al dormitorio. Julia se tumbó en la cama y yo empecé a comerle
el chochito de nuevo, mientras Eduard estaba poniéndose un condón para
poder follársela. Cuando vi que él estaba preparado, me aparté hacia un
lado abriendo con una mano la rajita de mi esposa, haciendo más fácil el
camino de aquella polla que de inmediato desapareció dentro de su vagina,
empezándose a mover con mucha rapidez, lo que hizo que Julia en algún
momento incluso sintiera unos pequeños pinchazos, síntoma de haber sido
follada muy salvajemente, pero que en ningún momento hicieron que dejara
de sentir un placer incalculable.
Así
se la estuvo follando más de 10 minutos. Luego se la sacó, la pusimos a
cuatro patas encima de la cama y volvió a meterle toda su tranca, esta
vez desde atrás, haciendo que ella gritara de placer a la vez que las
envestidas de Eduard la hacían estremecerse y sus tetas le golpeaban su
propia barbilla de la intensidad de la follada mientras me propinaba una
nueva mamada.
Eduard
fue acelerando cada vez mas sus golpes hasta que, tras un pequeño grito
de placer, acabó corriéndose mientras seguía follándose a Julia, quien
también estaba al borde de la extenuación, a la cual llegó cuando empezó
a notar su garganta llena de semen caliente que procedía de mi polla.
Los
tres nos quedamos tumbados en la cama. Eduard y yo mirando al techo con
los ojos cerrados y Julia saboreando mi leche, que se fue tragando poco a
poco.
Una
nueva ducha puso punto y final a aquella tarde maravillosa en que, por
primera vez, pude ver a mi mujercita ejerciendo de lo que más le gusta,
"de putita de su marido".
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