Somos
pareja del norte de España, ella tiene 29 años y yo 43. Llevamos un
tiempo juntos y nuestra vida sexual es muy intensa. Cuando nos
conocimos e intercambiamos las típicas fantasías que nos gustan a
ambos, me sinceré con ella diciéndole que tenía ganas de sentirme su
cornudo, y limpiar su coño lleno del semen de otro hombre. A ella,
lejos de disgustarle la fantasía, pareció gustarle y mucho... No dejaba
de llamarme cerdo por ello.
Pasado el tiempo, un día me sorprendió diciéndome que haríamos realidad mi
fantasía. Desde aquel día yo contaba las horas y los minutos para que
eso sucediera, los nervios me podían y mi mente no paraba de imaginar.
Las ganas de masturbarme y de follar eran continuas... Y aún
masturbándome, no saciaba mis deseos.
Llegó el ansiado día y ella se encargó de organizarlo todo. Me citó en la
habitación de un hotel indicándome que fuese puntual. Así lo hice. Al
llegar, nos besamos, estaba preciosa, me ordenó bajarme los pantalones
y ató una cuerda de tal manera que mi pene y huevos quedaron sujetos,
volviendo a subirme los pantalones y prohibiéndome tocarme.
A
continuación se sentó en el borde de la cama, me ordenó bajarle las
bragas y comérselo, me encantó su sexo, húmedo por la excitación del
momento, pero cuando notó que estaba a punto de correrse se paró. Me
sentó en una silla y ató mis manos con unas esposas para que no pudiese
moverme. Luego, metió sus bragas en mi boca, para que saborease lo
caliente que estaba, me las sacó y me puso un pañuelo a modo de
mordaza.
Así estaba hasta que picaron en la puerta. Entró un hombre de unos 35, con
muy buena planta, bien vestido y educado. Al cerrar la puerta, se
morrearon como si yo no existiese. Ella le dio la mano y lo llevó hacia
el centro de la habitación y comenzaron a besarse y meterse mano. Él
pudo comprobar que ella no llevaba bragas y que estaba mojada, ella le
dijo que alguien se había encargado de calentarla para él. Yo no dejaba
de observar, no podía quitar mi mirada de ambos...
Se estuvieron morreando y metiendo mano como si no estuviera, tenía una
buena polla y muy dura, se notaba que la deseaba. Se desnudaron, y
estuvieron follando en varias posturas haciendo que ella se corriese
hasta 4 veces en un intervalo de no más de media hora. La primera,
mientras él le comía el coño y ella gemía de placer. Otra con ella a 4
patas y él dándole con fuerza. En otra de las posturas, ella estaba
apoyada en una silla, a escasos centímetros su cara de mí, estando como
yo estaba atado e inmovilizado, mientras él la follaba y yo viendo su
cara de goce mientras me decía: "¿Era esto lo que querías, cornudo?
¡esto lo hago por ti".
Después de todos sus orgasmos, se abrió de piernas tumbada boca arriba y
le pidió que la follara en la postura del misionero hasta correrse una
vez más, y él siguió bombeando su polla hasta que con un gran gemido se
corrió llenando su coño de esperma.
Entonces, se sentaron los dos en el borde de la cama y me miraron. Ella me
ordenó acercarme. Me levanté de la silla tal como estaba con las
esposas puestas y me acerqué donde estaba, me quitó la mordaza de la
boca y me dijo que ya sabía lo que tenía que hacer... Me arrodillé
entre sus piernas y me dispuse a lamer su coño, pero ella me dijo que
primero había que limpiar la polla del invitado. Ella agarró mi cabeza
y me hizo tragar el rabo de él completamente hasta la garganta,
haciéndome sentir alguna arcada. Como buen cornudo no me quejé, me
esmeré en mi empeño y le dejé la polla reluciente. El sabor de su semen
me resultaba muy extraño, era la primera vez que probaba uno que no
fuese el mío, pero me encantó que ella me lo ordenase.
Después de terminar, ella se abrió de piernas y me ordenó limpiárselo con
mi lengua. Su sexo se veía divino, asomaba su semen y yo no podía dejar
de desearlo, pero con una mezcla de deseo y celos que no sé muy bien
cómo explicar. Era lo que sentía en ese momento, celos y deseo... Me
puse a lamer su coño, con el semen de él goteando, ella de vez en
cuando metía sus dedos dentro del coño para sacar semen y dármelo a
saborear. Me decía lo cornudo que era mientras lo hacía y que se lo
dejase muy limpio.
Él, mientras, se comenzó a vestir. Ella hizo un inciso en lo que estábamos
haciendo y le acompañó a la puerta de la habitación para despedirse,
dándose un gran morreo delante de mí y diciéndome a la vez que si no le
daba las gracias por lo que había hecho. Yo, con voz casi inaudible, le
di las gracias y agaché la cabeza como gran cornudo que me sentía en
ese instante. Volvió a pedirme que siguiera limpiando su coño hasta
dejárselo bien limpito y luego me pidió que la follase, y así lo hice,
con restos de esperma dentro de ella de otro macho. Y así me corrí
dentro de ella.
He de reconocer que ha sido una de las experiencias más morbosas de mi
vida. Desde aquí, quiero darle las gracias a ella, a mi Diosa, por
hacer que se cumpliese mi fantasía. Ahora estamos en cumplir una
fantasía de ella y es ver cómo me violan varios hombres delante de
ella. Si noto interés, publicaré ese encuentro que ella está preparando
cuando suceda.
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