Gamze
era una chica especial. No era mi novia en el sentido de que no
estábamos en una relación seria y comprometida aunque nos gustábamos
muchísimo y en el terreno sexual teníamos una relación muy plena y
activa. Claro que el problema es que al no estar comprometidos en una
relación cada uno hacía su vida con la diferencia de que ella usó eso
mismo como un arma para presionarme. Nunca olvidaré la noche que por
primera vez me dijo "Te quiero". Aquello y sus extrañas y cornudas
circunstancias es lo que a continuación voy a explicar.
Conocí a Gamze durante mis largos años en el extranjero trabajando en una
academia como profesor de español. Ella era y sigue siendo una
preciosidad (entonces con 22 años) menudita, morena, delgada y con ojos
grandes y preciosos. Era mi estudiante dentro de un grupo de unas ocho
personas y hubo conexión entre nosotros desde la primera clase. Salimos
un par de veces y a tomar algo y la fase de la conquista poco después
dio paso a la primera noche. En el campo sexual era obvio que íbamos a
congeniar ya que ella amaba el sexo anal (de verdad que le encantaba).
Con el paso de los meses me confesó que había mantenido relaciones
sexuales con dos hombres a la vez al tiempo que estaba conmigo. Yo no
podía recriminarle absolutamente nada porque también había tenido otras
chicas aunque tampoco quise nunca contarle mis aventuras porque, si
bien tampoco estábamos en una relación seria, lo cierto es que no me
parecía oportuno. A partir de aquella confesión me picó el gusanito del
morbo cornudo. Empecé a imaginármela follando con aquellos dos chicos.
Así
como quien no quiere la cosa intentaba sacar el tema. Nunca me dio
detalles explícitos pero me contó que se trataba de un hombre casado
con el que se acostaba desde hacía tiempo. El hombre tenía la fantasía
de hacerle una doble penetración y un día con toda frialdad arreglaron
cita, lugar y hora en un hotel para llevarla a cabo con un amigo suyo.
Los celos me mataban y ella conseguía su objetivo: presionarme para que
me decidiera a tomarme la cosa en serio e iniciar un noviazgo.
- "¿Estamos o no estamos en una relación?", preguntaba ella. "Soy una
chica fiel pero si no estamos juntos tengo derecho a acostarme con
quien me dé la gana", decía. Y tenía toda la razón, aunque fue por la
rabia de los celos por lo que no terminé de decidirme.
Si bien indudablemente estábamos cada vez más cerca el uno del otro, yo
también estúpidamente le confesé mis aventuras con otras (que las tuve)
a lo que ella replicaba que "no era asunto suyo".
Al terminar las clases a veces se venía conmigo a casa. Pero aquel viernes
de Octubre no quiso venir. Estaba rara y algo nerviosa. "¿Quieres venir
a casa?", le pregunté. "Hoy no", respondió ella.
Algo extraño estaba ocurriendo, porque lo cierto es que en esas fechas
estábamos casi todos los días juntos y además respondió con una extraña
brusquedad. Así que insistí. "Anda, vente y nos vemos una peli, te he
echado de menos". "Te he dicho que no, no insistas", me dijo ella con
un tono de voz bastante alto. Esa reacción agresiva era muy inusual.
"¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así?", le pregunté. "Es que he
quedado...".
En ese instante entendí que ella quería estar conmigo pero tenía un
compromiso verdaderamente importante. Entonces, cabizbaja, me susurró
que había quedado con el hombre con el que se acostaba de cuando en
cuando, y que también iba a venir el otro chico con el que le habían
hecho la doble penetración. Las cosas estaban yendo muy bien entre
nosotros, así que me dio muchísima rabia.
- "No me jodas, ¿que vas a hacer el qué?".
Estaba sulfurado pero inexplicablemente mi polla se puso dura como una
roca. A la chica con la que estaba saliendo le iban a clavar dos
pollas, una en su precioso chochito depilado y otra en el culo (ya sé
que lo he dicho antes, pero debo insistir en que le encantaba el sexo
anal).
- "¿Vas a follar con los dos?", le pregunté.
- "Supongo que sí. Vamos a casa de su amigo".
Entonces me percaté que habíamos estado caminando en otra dirección y que
nos habíamos detenido en otra parada que no era en la que cogía
habitualmente su autobús. Enseguida llegó el autobús al que debía
subirse. Me miró y me dijo: "me vienen a buscar a la puerta del centro
comercial, lo siento".
Y así, sin más, se subió. Ahí quedé yo, atontado como un gilipollas
mientras extrañamente sentía un gustillo que me empezaba a picar el
glande.
Fui inmediatamente a casa y por el camino me decía a mí mismo tonterías
como que ella no era mi novia, o que yo no soy ningún angelito (no lo
soy en absoluto). A pesar de eso Gamze me dolía especialmente. ¿Estaba
empezando a quererla? Lo que estaba claro es que era más que una
follamiga, porque si no francamente no me hubiera importado nada.
Al llegar a casa mi compañero de piso no estaba, así que me metí en mi
cuarto y apagué la luz. Me senté en la cama abrumado y deprimido
mientras que mi polla palpitaba erecta. No lo podía creer. Se la iban a
follar dos tíos a la vez y no había nada que yo pudiera hacer. Me tumbé
en la cama y cogí el teléfono para llamarla. Un tono, dos tonos... y
finalmente atendió. De fondo se escuchaba la voz de dos hombres que
hablaban y deduje que estaban en la calle por el ruido de los coches.
- "¿Dónde estás?", pregunté.
- "Estamos llegando. ¿Cómo estás tú?", me preguntó ella con tono de
preocupación. Entonces, uno de los hombres le dijo algo. "Es un amigo,
un momento", le respondió ella mientras tomaba distancia para poder
hablar conmigo más tranquilamente.
- "Estoy mal. Ojalá estuvieras aquí conmigo", le dije.
Lo cierto es que en ese momento de celos e impotencia sabía que la quería
con locura, pero pasase lo que pasase lo que iba a ocurrir aquella
noche era irremediable. Entonces ella me dijo: "Yo también te quiero".
No lo podía creer. Me quería pero no iba a dudar en follarse a esos dos
tíos.
- "¿Estamos en una relación?", le pregunté.
- "Sí", me dijo ella.
Los hombres ya habían llegado al portal del apartamento.
- "Te tengo que dejar", me dijo.
- "Vale, llámame cuando termines", le dije con la voz entrecortada
sabiendo que a partir de ese momento me iba a convertir en un auténtico
y total cornudo.
Cuando corté la llamada tuve que reprimir las lágrimas. Sin embargo, mi
polla iba a explotar. Sin saber por qué me bajé los pantalones y me
tumbé en la cama. Esperé unos pocos minutos y le envié un mensaje:
"¿Estás en la casa?", a lo que me respondió con un escueto "Sí, ya
estamos aquí. Te quiero".
No me había tocado la polla ni un instante y llevaba varios minutos con
una erección tan potente que casi me dolía. Entonces la volví a llamar
pero esta vez no me respondió. En ese momento imaginé que estarían con
los preliminares. Estaría chupando dos pollas mientras su ahora nuevo
cornudo y consciente novio se moría de rabia y de placer de cornudo.
Apenas empecé a pajearme tardé menos de un minuto en explotar chorros
de esperma caliente y tener un orgasmo brutal. "Eso es lo que está
sintiendo mi novia en este preciso momento", pensé.
Un par de horas más tarde me conecté a Messenger. Al rato se conectó ella.
- "Hola", le dije.
- "¿Cómo estás? ¿Estás bien?", preguntó ella.
Pensé por un momento que a lo mejor había decidido no hacerlo.
- "¿Habéis follado?", le pregunté (y esta vez deseaba que me dijera que
sí).
- "Sí", respondió ella.
- "¿Doble penetración?", pregunté.
Me respondió con otro escueto "Sí y me prometió que al día siguiente
vendría a mi casa a verme y a hablar de algunas cosas.
A la mañana siguiente cumplió su promesa y puntual sobre las 11.00 más
o menos tocó el timbre del portal. Desayunamos juntos y después fuimos
a mi habitación donde nos tumbamos en la cama.
No
podía dejar de pensar que se habían doble follado a mi flamante nueva y
preciosa novia hacía escasas horas. Entonces le pedí que por favor me
contara qué es lo que ocurrió mientras su cornudo novio la había estado
llamando desesperado (la llamé dos veces con un intervalo de 15
minutos). "Vi tus llamadas más tarde. No pude cogértelo". Claro que no
podía. Estaba ocupada chupando dos enormes vergas mientras yo lo
lamentaba con gozo.
Finalmente accedió. Me contó todo con pelos y señales.
Resumiendo: Al rato de llegar la sentaron en el sofá y empezaron a besarla
y desvestirla. Después ellos se desabrocharon los pantalones y se
pusieron de pie. Ella, arrodillada y desnuda, engullía sus respectivas
pollas (que según me contó eran ambas más grandes que la mía). Tras la
sesión oral la sentaron en el sofá. Uno le comía el coño mientras ella
se comía la polla y los huevos del otro. Después uno de los chicos se
sentó en el sofá y ella empezó a cabalgarle hasta que la segunda polla
entró en su orificio anal.
No estaba por la labor de darme muchos detalles y si lo hizo fue por mi
insistencia espartana. Me confesó todo porque sabía que yo lo
necesitaba pero también porque en su ego femenino y sádico había algún
tipo de satisfacción. Ella sabía tan bien como yo cual iba a ser mi
reacción tras semejante historia. (Luego voy a eso).
El caso es que la cambiaron de posición para volver a terminar en la misma
postura. Siempre rellena con dos pollas a modo sándwich. Fue en la
tercera postura cuando alcanzó el orgasmo. Después uno se corrió dentro
de su culo. El otro hizo una marcha atrás y le descargó en la cara.
Fue realmente duro y al mismo tiempo placentero imaginar la preciosa
carita de mi chica rellena de carne y chorreando esperma. Su pequeño
culito siendo taladrado por un pollon al tiempo que le follaban su
hermoso chochito depilado con cera... Su rajita era suave como el
algodón y su rosita vagina había sido destrozada por una formidable
verga que no era la mía. Podía imaginar su carita de placer con los
ojitos cerrados, el ceño fruncido, gimiendo y arañando los cuerpos de
aquellos hombres. Nadie mejor que yo conocía la expresión de su rostro
cuando practicaba sexo...
Tras confesarme todo se percató de que yo me estaba tocando un bulto en el
pantalón. Entonces me lo bajé y le pedí que me abrazase. Lo hizo con
amor y maldad mientras yo me masturbaba con lágrimas en los ojos.
- "¿Te lo pasaste bien?", le pregunté con la mano en la polla.
- "Sí, claro, aunque me sentí mal por ti", me dijo.
Entonces empecé a masturbarme con más potencia y al poco tiempo descargué
una ración espectacular de semen tibio mientras ella, totalmente
vestida y todavía abrazándome, miraba mi miembro con frialdad y sonrisa
pícara.
- "Ahora estamos en una relación", le dije con la voz cortada.
- "Mmmmm... no, ahora ya no estoy tan segura", me contestó. Se incorporó
sonriente, me besó y simplemente se fue mientras yo, patético y
embadurnado en esperma, la miraba estupefacto.
Gracias a ella soy un auténtico cornudo y también gracias a ella hace
cuatro años que no dejo de masturbarme pensando en tan grata, explícita
y cornuda experiencia. Gracias, Gamze, por haber hecho de mí todo un
cornudo.
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