Esta historia es totalmente
real, pero tengo que cambiar los nombres y los lugares, en especial los
de trabajo.
Somos
un matrimonio que siempre nos hemos llevado bien, aunque por supuesto
con las crisis que sufren todos. Ella ahora tiene 40 años, y la
llamaremos Elena. Yo tengo 43 años y me llamare Daniel. Nos casamos
hace 20 años, y nuestro noviazgo fue corto, solamente de 1 año.
Elena
siempre ha sido muy delgada, con pechos normales y un trasero más
normal todavía. De jovencita no se había masturbado nunca, y no se
encontraba atraída por el sexo, en especial por la fuerte educación
católica de su familia y su escuela. Empezamos a salir por enrollarnos
en un concierto, y como la primera vez pude meterle mano por todos los
sitios, empecé a interrogarla por el tema sexual. Me decía que eso
solo le había sucedido conmigo, pero nunca le creí. Poco a poco se fue
abriendo, y me confesó que se había metido algunos palizones con
chicos que le habían gustado, pero que lo más fuerte que le había
ocurrido era que un exnovia le había pedido que le hiciera una paja. En
un campamento se había enrollado con un chico, y se había tumbado con
él en bragas y después se metieron en la ducha, pero no pasó de los
tocamientos.
Al
poco de comenzar a salir, durante un fin de semana largo me tuve que ir
de viaje a Canarias. Le había dejado el recado por medio de su mejor
amiga, pero esta (a la que no le caía muy bien) no le dijo nada, así
que Elena pensó que pasaba de nuestro noviazgo. La amiga, en vez de
decirle la verdad, le propuso irse a pasar el fin de semana a Benidorm.
Se
fueron las dos en autobús desde Madrid. Estuvieron de fiesta, y Elena
se dejaba llevar por su amiga, que era mayor que ella. Como era el
objetivo, se fueron a ligar. Elena se enrolló con un chico extranjero,
dice que más o menos de la misma edad (18 años) y que era marinero de
guerra. Lo que al final me contó fue que se dieron muerdes, y que se
metieron en el agua por la noche, y allí le tocó las tetas. Que después
le acompañó a su hotel para que se cambiara. No me lo he creído del
todo, pero ahí se quedó la historia.
Esa
historia me marcó muchísimo. Cuando me lo contó, me pidió perdón mil
veces, me dijo que pensó que lo habíamos dejado
así que la perdone,
que narices, yo me enrollaba y no pasaba nada, y tengo que reconocer
que me excitó grandemente. A partir de ahí follamos como locos, dice
que fui yo quién la desvirgo. Ella era muy caliente, pero siempre de
forma tradicional, nada de chupadas o cosas fuera de lo normal.
Nos
casamos, muy jóvenes, y tuvimos nuestro primer hijo. Al poco llegó el
segundo. Elena continuaba siendo igual de caliente, y de guapa. Si
teníamos alguna fiesta o salíamos a tomar algo, se ponía muy
provocativa. Como a todas las chicas, le gustaba estar de buen ver.
Por
motivos de trabajo, nos fuimos a vivir a un pueblo, bien lejos de
nuestras familias y nuestros amigos. En seguida nuestro circulo de
amistades se concreto en los compañeros que tenía yo en el trabajo y
algunas de sus mujeres.
Al
poco de llegar me dí cuenta que Elena se llevaba muy bien con un
compañero de mi trabajo, que estaba soltero y era joven como nosotros.
Nos hacía visitas muy constantes, y al final se atrevió a decirme que
Elena le parecía muy atractiva y simpática. Se lo conté a ella, y pude
observar como se ruborizaba y me confiaba que él también le parecía un
chico muy agradable y atractivo. Con el paso de los días, el compañero
al que llamaremos Víctor, se animó a visitarnos más asiduamente,
pasando largas horas en casa. No dejaban de hablar y de reír, y veía
que poco a poco, con complicidad, me dejaban de lado y les gustaba
estar solos.
Una
tarde, a última hora, Elena había acostado a los niños, y se puso
cómoda. Bajo al salón donde yo estaba, con una camiseta fina que le
cubría lo más mínimo, y dejaba ver perfectamente sus pechos y sus
braguitas. Me extrañó, pues no solía estar en casa así, sin bata, pero
no comenté nada. Nos pusimos a jugar una partida de ajedrez, y al rato
llamaron a la puerta. Más extraño todavía era que Elena no diera un
salto para ir a cubrirse. Se quedo quieta, y se puso sentada en el
suelo, fuera del sillón. Era Víctor, quién entró y se sentó en el
sillón junto a Elena.
La
situación me excitó muchísimo. Desde la puerta del salón podía observar
como Elena se reía, a la vez que se cruzaba las piernas, dejando a la
vista sus braguitas, sin cortarse un pelo. Víctor reía, desde su puesto
privilegiado en las alturas, hablando cortésmente con Elena. Tarde un
poco, haciendo que iba al baño, y al regreso me senté enfrente de
ellos. Elena se agachaba estratégicamente, sabiendo que le estaba
mostrando sus pechos a Víctor, desde la parte superior de la camiseta,
aunque no hacía falta, pues se trasparentaba perfectamente, pudiéndose
ver los pezones bien erectos.
Les
comenté a los dos si querían cenar, y fue cuando Víctor dijo que se
tenía que marchar para hacer un recado, pero que si no nos importaba
volvería en una hora, comentándole a Elena espero que cuando vuelva
estés en el mismo sitio, esperándome. Ella, ni corta ni perezosa, le
dijo que no pensaba moverse del sitio.
Una
vez que Víctor se había marchado, al regresar al salón, Elena se había
sentado de nuevo en el sillón. Le dije que si se había dado cuenta que
le había mostrado sus braguitas y las tetas a Víctor, y esta me dijo
que a él no le importaba. Cenamos y no volvimos a tocar el tema. Cada
vez estaba más excitado, pensando en el regreso del compañero.
A
las horas, Víctor regresó y volvió a entrar con la misma alegría con la
que había estado antes. Se volvió a sentar en el mismo sitio, y Elena
se había vuelto a poner fuera del sofá, cruzando las piernas de la
misma forma. Noté como Víctor estaba totalmente empalmado, y ella otra
vez con los pezones erectos, pegando fuerte a su camiseta.
Yo
me senté en una silla frente a ellos, intentando disimular, pues aparte
de estar excitado, estaba totalmente cortado, como sin saber que hacer.
No reconocía a Elena, que normalmente era muy modosita y a la cual no
le gustaba mostrar más de la cuenta. Víctor hablaba con ella, pero
notaba que estaba molesto por mi presencia. Así las cosas, les dije que
estaba mal del estomago y que me marchaba al cuarto de baño.
Les
deje durante un buen rato, mientras no podía evitar estar tocándome la
polla, imaginándome que Víctor ya estaría tocándola. No sabía que
hacer, me apetecía mirarles, pero a la vez hacía tiempo, sabiendo que
mi presencia les cortaría el rollo que pudiera surgir. Como no podía
disimular más tiempo, decidí salir y me dirigí hacía mi silla. Al
sentarme, como si antes no hubiera querido mirar, vi que estaban
sentados los dos juntos en el sofá, ella con una de sus piernas por
encima de una de las de él. Me mostraba ahora a mí todas sus braguitas,
con las piernas bien abiertas. Elena tenía uno de sus brazos por encima
del cuello de Víctor. Me miraron fijamente, con una pequeña sonrisa en
sus labios, como diciéndome no te importa, verdad?. Me tuve que poner
rojo como un tomate, y como no supe como reaccionar, les comenté que
algo me había sentado mal y que estaba con una fuerte diarrea. Sonaría
a ridículo, pero me volví a levantar y les dije vuelvo al baño, seguir
con lo vuestro. Mientras me dirigía al baño, esta vez al de la planta
de arriba, a través de una escalera de caracol, pensé que no había
ninguna duda, les acababa de dar mi bendición al decirles que
siguieran con lo suyo.
Una
vez en el baño, pensé que había sido tonto, pues podría haber dejado la
puerta abierta y haber mirado a través de la escalera, desde donde
tenía una vista perfecta de todo el salón. Pero no podía hacer nada,
pues pensé que podrían escuchar el ruido, y fastidiar todo lo que
estaba sucediendo. Yo cada vez estaba más excitado, con la polla apunto
de reventar.
Al
rato, Elena llamo a la puerta del baño y entró. Estaba con la cara muy
colorada. Sin llegar a mirarme a los ojos, como una niña buena, me
comentó que se había enrollado con Víctor, que se habían besado y que
él le había tocado por las tetas, llegando con su mano a tocarle el
chochín. Me preguntó si no me importaba, y le dije que para nada, que
podía hacer lo que quisiera. Me volvió a preguntar que si de verdad no
me importaba que se acostara con él, pues le gustaba mucho, y estaba
muy excitada con la situación. Yo le comenté que no me importaba, pero
que luego me lo contará todo con detalles. Vi como sonreía, y me dijo
que vale, que donde prefería que estuvieran, en nuestro dormitorio o
más bien en el salón para que yo me pudiera acostar. Antes de que
pudiera contestar, ella rectifico tajantemente, diciendo que se
quedarían en el salón, pues así me podría acostar yo en el dormitorio.
Espere
un rato prudencial, y salí del baño haciendo ruido. Volví a hacer ruido
con la puerta del dormitorio, pero esta vez la deje abierta. No estaba
dispuesto a no echar un ojo por la escalera.
A
los minutos, me asomé por la escalera, tumbándome en el suelo. Elena se
encontraba tumbada en la alfombra, sin bragas, con las piernas
totalmente abiertas hacía arriba, y Víctor estaba encima de ella, con
los calzoncillos en las rodillas, metiéndola la polla en la postura del
misionero. Observé como ella gozaba, y decidí volver a mi cama,
empezándome a hacer una paja. Como mi curiosidad podía más conmigo,
decidí volver al lugar de observación. Esta vez él se había desnudado
del todo, quedándose tumbado, y ella le tocaba la polla, teniendo su
cabeza como en el estomago de él. Le miraba su polla mientras se la
tocaba, como haciéndole una paja. La modosita de Elena estaba actuando
como una autentica guarra, y pensé que sería capaz de chapársela, cosa
que se negaba conmigo, diciendo que le daba asco. Cuando él empezó a
tocarle desde su posición por el culo, pude ver como le metía la mano
por su entrepierna, llegándole a meter en el chochín algún dedo. Elena
levantó el culo y empezó a moverse como masturbándose.
Yo
continuaba tocándome la polla, y de un salto Víctor la tumbó de nuevo
en la alfombra, poniéndola sus pies en la cabeza de ella, dejando
abierto su chochín, y le metió la polla de un golpe. Ella gemía y
gozaba como una loca. Él le daba cada vez más fuertes los empujones, y
cada vez que lo hacía ella abría la boca dejando salir un fuerte ahhhhh.
Él
se corrió dentro de ella, y Elena dio unos espasmos, haciendo ver que
también se había corrido. Me levante y me fui corriendo a la cama, por
si acaso decidían subir al baño de arriba. Les pude escuchar como
hablaban, y decían algo sobre si yo estaría mirando desde arriba (no
podían ver nada, pues estaba totalmente oscuro). Continuaron hablando,
y yo me puse cerca de la puerta del dormitorio, para intentar escuchar
lo que decían. No les entendía, pero les escuchaba reírse.
No
pasó mucho tiempo, cuando volví a escuchar como se besaban de nuevo.
Cuando me asomé por las escaleras, Víctor ya tenía colocada a Elena
apoyada con las tetas en el sofá, con las rodillas en el suelo,
mostrándole todo el culito para él. Ella no hacía nada, se dejaba
hacer, y entró en mí de nuevo una fuerte excitación al pensar que
incluso se dejaría dar por el culo, cosa que también me negaba a mí.
Pero no, Víctor se la volvió a meter en el chochín. Le agarraba por el
culo mientras le daba fuertes hincadas de polla. Ella volvía a gemir.
Después Víctor le agarro, besándola con pasión, y poniéndose de pie, se
la subió en sus brazos sujetándola por las piernas, y metiéndole de
nuevo la polla.
Yo
me corrí varias veces, y en una de las ocasiones en la que me tumbé en
la cama, me quedé dormido. De vez en cuando me despertaba, y les podía
escuchar como hablaban, se reían, marchaban al baño para limpiarse, y
se ponían de nuevo a follar.
Pasadas
varias horas, me desperté y observé que continuaban abajo. Pensé que no
podían seguir follando, y que se abrían quedado hablando. Decidí bajar
para decirles que era una locura, que a la mañana, en unas pocas horas,
Víctor y yo trabajábamos, y que Elena se tendría que ocupar de los
niños. Baje con decisión por las escaleras, haciendo ruido, y mi
sorpresa fue que les pille follando de nuevo, ella con la postura del
perrito, y él mientras le agarraba su culo le metía la polla con
fuerza.
De
un salto, se sentaron los dos, y se taparon sus partes. Les dije lo que
pensaba, y me dijeron que tenía razón. Víctor se vistió, y Elena subió
a la habitación desnuda. Al preguntarla que qué tal, me dijo que menos
mal que les había interrumpido, que tenía el chochín escocido, pues le
había follado un montón de veces, en todas las posturas posibles, y que
le había encantado.
No
sería la única vez, pero eso es otra historia, que si os ha gustado, la
continuaré. Ahora ya tenía unos cuernos bien puestos, y seguirían
creciendo. Un saludo.
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